Hunted, cazado, cazar una buena película. De pronto en la filmografía de algunos directores se encuentran perlas perdidas. Al realizador británico Crichton se le recuerda, sobre todo, por sus grandes comedias con el sello de los estudios Ealing. La divertidísima Oro en barras o Los apuros de un pequeño tren. De hecho, se despidió del cine a finales de los ochenta con una gran comedia, Un pez llamado Wanda. Sin embargo, al echar un vistazo a su obra se descubre otro hilo conductor interesante. En varias de sus películas los niños y los adolescentes tienen un protagonismo especial.
Y entre esas películas se encuentra Hunted. Es un filme breve e intenso, donde no falta ni sobra nada, y su secreto es la química y la relación íntima que se establece entre Robbie (Jon Whiteley), un asustadizo niño de seis años, y Chris (Dirk Bogarde), un marinero que ha asesinado a un hombre.
En ochenta y cuatro minutos y con una economía narrativa envidiable, Crichton, de manera maestra, cuenta la historia de Chris y Robbie. Dos seres humanos maltratados por la vida, solitarios e inadaptados que se encuentran por las calles de un Londres de posguerra y emprenden una huida hasta Escocia. Los dos solitarios aprenden no solo a acompañarse, sino también a quererse de una manera auténtica. Chris trata de huir para eludir responsabilidades por el asesinato cometido y detrás va Robbie, que también huía del hogar de sus padres adoptivos.