10 razones para amar El rey pescador (The fisher king, 1991) de Terry Gilliam

El rey pescador. Parry y Jack, la historia de una amistad.

Razón número 1: Jack y Parry, la historia de una amistad

Curiosamente el indomable y antisistema Terry Gilliam, el artista loco y rebelde, llevó a cabo su primera película de encargo y voló muy alto. Un gran estudio puso en sus manos el guion de un tal Richard LaGravanese y los dos formaron un gran equipo creativo. El dúo supo torear a los mandamases del estudio y levantar una película inolvidable. Desde el momento en que la vi por primera vez me marcó y ya no me abandonó jamás. El carisma de sus dos protagonistas, un Jeff Bridges arrollador y un Robin Williams sin cortapisas, envuelve de un halo especial a El rey pescador.

El personaje de Williams es cómico pero desde el dolor más absoluto. Y el de Bridges es un rey destronado, que cae en el pozo del fracaso. Este último consigue dar vida a un personaje absolutamente imperfecto, egocéntrico e irresponsable. Un hombre que solo se quiere a sí mismo, incapaz de tener empatía hacia el otro. El actor le desnuda por completo y hace que surja toda su vulnerabilidad en su caída a los infiernos de la depresión y la culpa.

La desgracia une a estos dos personajes y cada uno puede ser la salvación del otro a su manera. Jack es un locutor de éxito que de la noche a la mañana ve que su mundo se derrumba cuando uno de sus radioyentes, influenciado por sus palabras, entra en un local de moda y dispara a los clientes para después pegarse un tiro. Y Parry era uno de los clientes que cenaba esa noche con su esposa y ve cómo su vida en un segundo se derrumba.

Lo realmente hermoso es cómo se va construyendo una amistad entre dos hombres que nunca se hubiesen encontrado, pero que en el dolor y la desesperación se echan una mano.

Los símbolos de su amistad son ese Santo Grial que quiere robar Parry de la casa de un millonario, que habita en un castillo en Nueva York. Ese Santo Grial que puede salvarles y que escenifica su amistad. Jack se convertirá en caballero andante para conseguir esa copa, porque quiere que su amigo reaccione y despierte de su locura.

Y Pinocho, ese niño de madera que quiere ser real. Personaje al que Jack nombra cuando habla con Edwin. Una vez Jack está hundido y a punto de suicidarse, recibe de un niño rico un muñeco de madera y con él va a todas partes. De hecho, el muñeco acabará en el sotano donde vive Parry. Ellos son como marionetas en un mundo horrible que tratan de despertar de una pesadilla y convertirse en hombres reales que se enfrentan a lo que la vida les depara.

Jack y Parry son finalmente dos amigos que se tumban desnudos en Central Park a contarse historias, mirar las estrellas y ver en el cielo los fuegos artificiales.

Razón número 2: Anne y Lydia, las compañeras de vida

Anne y Lydia son las compañeras de vida de Jack y Parry, dos hombres rotos. Pero ellas ahí están, sosteniéndoles en sus peores momentos. Anne es la mujer fuerte, desmedida y exuberante. Optimista por naturaleza se enamora del Jack más depresivo sin pedirle nada a cambio, simplemente lo ama. Mercedes Ruehl no decae nunca, ni cuando la abandonan y la rompen el corazón. Ella tiene claro que no está en la vida para ser una víctima. Ella sirve para dar la mano y proteger a los que quiere. Anne puede llevar su negocio ella sola, tiene las riendas de su vida y no necesita para nada a Jack… Pero lo quiere y desea un proyecto de vida común, pero nunca impone.

Lydia es la mujer torpe, invisible e insignificante, pero de pronto es amada por Parry. Él la ve, sabe todas sus vulnerabilidades, sus hábitos y manías. Y solo la quiere a ella. Entonces Lydia responde y se convierte en la mejor compañera posible, la que cuida y protege. Ella corresponde a ese amor en el que ha creído y no abandona a un Parry catatónico en un centro de salud mental.

Las dos no necesitan caballeros que las salven, sino que son compañeras de vidas en los momentos buenos y malos. De hecho, ambas protagonizan un momento en el que demuestran que son mujeres fuertes, que no necesitan a nadie a su lado, y que pueden morirse de la risa juntas y cómplices. Lydia va a casa de Anne para que esta le haga una uñas de fantasía y ahí surge la complicidad entre ambas.

Razón número 3: La belleza en la basura

Uno de los momentos más hermosos de El rey pescador es cuando los cuatro protagonistas se dirigen a un restaurante chino a cenar. Es la primera vez que Parry y Lydia se hablan. Los dos están nerviosos e inseguros. De pronto, ante unas palabras de ella, en las que se está menospreciando y también lo que hace cada día (trabaja en una editorial de novelas rosas), Parry le dice que en el romanticismo no hay basura y le entrega un objeto que ha hecho con unos alambres que ha cogido de un cubo en la calle. Parry habla de que también se puede encontrar belleza en la basura.

Así tanto Gilliam como LaGravanese presentan un mundo donde la crueldad existe, donde la injusticia, la enfermedad, el odio y la violencia están presentes. Donde hay seres humanos en los márgenes, invisibles para muchos. Donde la soledad y la locura campan a sus anchas…, pero ahí en ese lodo horrible, surgen puntos de luz. Momentos de felicidad y gente buena que sobrevive o sale adelante como puede.

De esta manera, Terry Gilliam presenta también un Nueva York especial, lleno de espectros, de personas sin hogar o de gente que no escapa de la locura, puentes en los que unos muchachos violentos son capaces de pegar fuego a un sin hogar o dar una tremenda paliza a un hombre desesperado, parques donde alguien pide ayuda y nadie acude, presenta una sociedad imperfecta donde hay una gran brecha social, pero también en ese Nueva York se puede ver la luna desde Central Park o en una estación de tren puede caminar todos los días la mujer amada, tal vez en plena calle se alce un castillo medieval o en un centro de salud mental haya unas sábanas de colores…

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Redescubriendo clásicos (4). 36 horas (36 Hours, 1965) de George Seaton /La llave (The key, 1958) de Carol Reed

Estas dos películas no son redondas, pero proponen dos miradas diferentes hacia la Segunda Guerra Mundial, cuentan con unos repartos atractivos y además tienen momentos de buen cine, sobre todo porque atrapan durante su visionado. Es una manera de valorar las labores en la dirección de dos realizadores, George Seaton y Carol Reed, de los que no se suele hablar o escribir en exceso (un poco más reconocido Carol Reed, sobre todo porque es recordado por El tercer hombre).

36 horas (36 Hours, 1965) de George Seaton

Una trepidante aventura de espionaje bajo la dirección de George Seaton.

36 horas es una entretenida película de espías, donde no molesta nada lo inverosímil del relato. Te atrapa tanto, que te metes de lleno en la trampa. La idea parte de un relato corto de Roald Dahl, Cuidado con el perro, que luego se adapta libremente. George Seaton ya había mostrado su buen hacer con el cine de espías con Espía por mandato y aquí vuelve otra vez a deleitarnos con una propuesta ingeniosa.

La premisa es muy curiosa y te va atrapando desde el minuto uno. Tan solo quedan unos días para el desembarco de Normandía y los altos cargos militares de los servicios de inteligencia americanos están preocupados por si los servicios de espionaje alemanes logran finalmente dar con sus planes y con la fecha prevista. Uno de los oficiales viaja hasta Portugal, como si estuviese haciendo su trabajo habitual, para no levantar sospechas, pero una vez allí es drogado y secuestrado por los alemanes. ¿El motivo? Montan un dispositivo increíble para que el oficial crea al despertar que está en un hospital militar americano y que hace ya unos cuántos años que ha terminado la guerra, pero que sufre un tipo amnesia del que se está recuperando.

De esta manera y ganándose su confianza la enfermera que le cuida y el doctor que le trata, pretenden sonsacarle toda la información posible sobre los planes para el desembarco de Normandía. Pero nuestro oficial poco a poco va percibiendo algunos detalles que le van haciendo dudar y la aventura ya está servida.

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Cerrar los ojos (2023) de Víctor Erice

Cerrar los ojos encierra varias películas en su interior.

Cerrar los ojos es una reflexión serena sobre la importancia de la mirada. Sin mirada no hay cine. Sin esa fascinación por lo que se mira y ese reconocimiento a través de la mirada del otro no habría existido el cine ni se hubiesen construido esas historias que aún hoy nos fascina admirar… a ser posible en pantalla grande.

Cerrar los ojos cultiva varias formas de poder disfrutarla. Su mecanismo desvela infinitas películas en una. Es de esos largometrajes que dejan poso y va siendo más hermoso tras la reflexión, el recuerdo y las ganas de un nuevo visionado.

Cerrar los ojos encierra un canto de amor al cine analógico, cuenta que el cine tal y como lo conocíamos es una reliquia del pasado, pero con una esperanza: que la capacidad del séptimo arte para continuar fascinando sigue viva. Es difícil resistirse a la belleza de una secuencia hermosa.

Cerrar los ojos es una historia sencilla y cercana, la más asequible de Víctor Erice. Habla de una desaparición y un reencuentro. Habla del olvido y la memoria. De la nostalgia y el recuerdo.

Cerrar los ojos es un ejercicio de metacine, puro cine dentro del cine, pero también oculta entre sus fotogramas la filmografía de Víctor Erice y su manera de entender el cine. Ahí está la Ana de El espíritu de la colmena y la fascinación ante la imagen, así como el reconocimiento. Se evoca ese Sur y esa búsqueda de un sitio donde volver. La belleza del proceso creativo, el arte de mirar, de El sol del membrillo… La sombra y huellas de Juan Marsé y ese embrujo de Shanghai soñado. Toda una caligrafía de sueños…

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Compartimento nº 6 (Hytti nro 6, 2021) de Juho Kuosmanen

En Compartimento nº 6, Laura y Lyokha se encuentran y se reconocen como almas solitarias.

Haista vittu es una expresión finlandesa que si se traduce al español es algo así como «Que te jodan» o «Vete a la mierda», pero el director Juho Kuosmanen, en su segundo largometraje Compartimento nº 6, es capaz de convertirla en la más bonita expresión de amor hacia otra persona. Es un buen recurso que emplea para contar la historia de dos personajes muy diferentes que coinciden en un mismo compartimento de un tren.

Ella es una joven estudiante de Finlandia. Él es un joven obrero ruso. Laura (Seidi Haarla) y Lyokha (Yuriy Borisov). Su primer roce es un despropósito. Ella, con el desencanto a cuestas. Él, borracho como una cuba. Ella, hostil y desconfiada. Él, maleducado y brusco. El viaje es largo y poco a poco la convivencia va transformándose. Haista vittu solo se pronuncia al principio de la película cuando el desencuentro campa entre ambos y se escribe en una nota con un retrato al final. Y de un momento a otro, con la distancia del tiempo transcurrido por el viaje, el significado de la expresión cambia. De unas palabras malsonantes pasan a ser una sensible declaración de amor.

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To Leslie (To Leslie, 2022) de Michael Morris

A Leslie le acompañan a veces tan solo las canciones que escucha en los bares…

Con una canción de fondo, un álbum de fotografías y un vídeo con una noticia grabada de un telediario, Michael Morris cuenta mucho de su protagonista, Leslie (Andrea Riseborough). Basta escuchar la preciosa canción country de Dolly Parton, «Here I am», para saber sobre qué va esta historia: es una historia de segundas oportunidades.

A través de las fotografías conocemos a una niña, adolescente y joven que se convierte en madre. Su sonrisa siempre desarma. Y un ojo morado nos dice muchas cosas también. Al final, el vídeo con la noticia: nos encontramos con una joven exaltada que ha ganado la lotería y a un niño triste a su lado, que la mira preocupado. Justo ahí acaban los títulos de crédito y nos encontramos con unas letras que nos avisan de que han pasado ya unos cuantos años.

Nos topamos con una Leslie más mayor, sola, alcoholizada y recién expulsada de un motel. Sin dinero, sin pertenencias, sin nada. Con su maleta rosa de la que no se separa. Tiene fotografías en un sobre y un papel roto con unos cuantos teléfonos tachados. No puede estar más en el límite del abismo o sí. Sí, porque va donde su hijo, que la acoge, cariñoso, aunque llevan años sin verse, pero ella está enferma y rompe las reglas. Miente. No solo roba al compañero de piso de su hijo, sino que no deja de beber.

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Cadeneta de minicríticas y cada una con una canción. Los hermanos Dardenne, Edgar Wright y Richard Brooks

Una canción imprescindible para el relato cinematográfico es lo que une a estas tres películas. Cada una de ellas tiene su función en la narración.

Tori y Lokita (Tori et Lokita, 2022) de Jean-Pierre y Luc Dardenne

Lokita y Tori, dos niños sin infancia, aunque atesoran una canción italiana que cantan como un mantra que les calma.

Los hermanos Dardenne son directos y sencillos en su forma de narrar Tori y Lokita, logrando una película que refleja con extrema sensibilidad las desventuras de dos niños africanos refugiados en Bélgica. Los fotogramas golpean el pecho con fuerza y tras el fundido a negro una vez acabada la historia, provoca que el corazón prácticamente deje de bombear. Cine social y de denuncia sin moralina, sensiblería o morbo. Seco, duro y brutal.

El hilo conductor de las desventuras de los dos muchachos, que siempre formarán parte de una estadística, una línea en la sección de sucesos de un periódico o simplemente serán ignorados, es una canción italiana infantil, «Alla fiera dell’est», que los dos entonan en un karaoke al principio de la película. Dicha canción aparece en contextos muy diferentes en varias secuencias y deja ver la trayectoria de dos niños a los que se les ha arrebatado la infancia. Duele la indefensión de Lokita y las sencillas palabras finales de Tori exponen con sencillez lo fácil que hubiese sido evitar la desgracia… y, por eso, provocan más vergüenza.

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William Faulkner y Hollywood. Vivamos hoy (Today We Live, 1933) de Howard Hawks, Richard Rosson / Relato Tierra del Oro (Golden Land, 1935)

 

William Faulkner fue uno de los guionistas de Vivamos hoy. El escritor adaptaba al cine uno de sus relatos.

Todos los caminos me han llevado a William Faulkner. Me gusta que una cosa me conduzca a otra y más allá. Esta vez me apetecía descubrir una película de los años treinta. Y me decanté por Vivamos hoy. Me apetecía mucho por varios motivos. Primero que era una película bélica sobre la Gran Guerra, siempre me interesa este tema, pues hay una filmografía valiosa alrededor de este acontecimiento histórico. Segundo, en su reparto está una actriz que me gusta mucho y de la que estoy tratando de ver prácticamente toda su filmografía, Joan Crawford.

Tercero, me atraía mucho su reparto masculino: Gary Cooper, Robert Young y Franchot Tone. Cuarto, la presencia en la dirección de Howard Hawks (aunque también estuvo codirigiendo con él un mucho más desconocido y olvidado Richard Rosson, que también había sido actor de cine mudo, y había trabajado ya junto con Hawks en Scarface) con largometrajes en su haber que han definido mi pasión por el cine.

Y quinto y el motivo de esta entrada: uno de sus guionistas fue el escritor William Faulkner. Y además en este caso adaptaba uno de sus relatos, Viraje (Turnabout). Así que en Vivamos hoy se cuenta una historia sobre la Gran Guerra y esconde, tras la cámara, otra apasionante: aquellos rodajes pre-code en el Hollywood del sistema de estudios. Esta película es el principio de una larga amistad: la del director Howard Hawks y la del escritor William Faulkner. Esta obra fue su primera colaboración juntos, pero no la última. La mano de Faulkner también puede encontrarse en Tener y no tener y El sueño eterno.

Como para muchos autores que pisaron la meca del cine no fue un camino de rosas y sí una senda de frustraciones, pero era un modo rápido y fácil de poder ganar dinero. William Faulkner trabajó en guiones que nunca se rodaron o en otros donde no se acreditó su presencia. En Vivamos hoy sí firma. ¿Es una de las mejores películas de su director? No. ¿Es una de las mejores películas de los actores mencionados? Tampoco. ¿Es una de las mejores películas sobre la Primera Guerra Mundial? No. Pero lo que uno no puede negar es que es un largometraje muy especial por muchos motivos… y es, a pesar de los pesares, puro Hawks. Es una película tremendamente entretenida y con un montón de elementos en su trama interesantes. Y además ha hecho que William Faulkner vuelva a mi vida, que llevaba mucho tiempo muy lejos.

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Adiós a Gina Lollobrigida. Trapecio (Trapeze, 1956) de Carol Reed

Gina Lollobrigida como la trapecista Lola entre los otros dos integrantes de un trío pasional, Mike y Toni (Burt Lancaster y Tony Curtis).

Cuando muere una leyenda del cine, automáticamente pienso en qué película recuerdo con más cariño de dicho actor o actriz. Qué película me trae su rostro. En el caso de Gina Lollobrigida me quedo con Trapecio. No me voy a su tierra natal, ni a los primeros papeles de su carrera en Italia (Vida de perros de Steno y Mario Monicelli o Pan, amor y fantasía de Luigi Comencini) ni a sus visitas a Francia (Fanfan, el invencible de Christian-Jaque), sino que aterrizo en uno de sus intentos de triunfar en EEUU.

Este es un largometraje que realizó el director británico Carol Reed, que también probaba fortuna al otro lado el océano. Trapecio para mí es una maravillosa película sobre el mundo del circo. Tres trapecistas vuelan muy alto en la carpa y todo lo arriesgan, pero cuando pisan tierra firme están encadenados a fuertes emociones que complican sus vidas. Los maestros de ceremonia en esta historia son el veterano y desencantado Mike Ribble (Burt Lancaster), el joven e ingenuo Toni Orsini (Tony Curtis) y toda una superviviente, que lo único que desea es dejar una vida perra, Lola (Gina Lollobrigida). Los tres protagonizan una historia de amor, donde tres son multitud.

Sí, puede que no sea redonda del todo, pero es de esas historias que tienen alma. Y yo cada vez que la veo, me engancho a sus secuencias. Porque se nota que está Carol Reed detrás con un buen equipo técnico, y hay momentos inolvidables (esos pasillos solitarios y tenuemente iluminados por los que suele irse solitario el personaje de Burt Lancaster). Y porque el carisma de los intérpretes hace creíble la vida dura y sacrificada de los que se dedican al circo y el drama romántico que se va desarrollando. Sí, también me engancho a sus personajes secundarios: Katy Jurado, como la domadora de caballos y antigua amiga de Mike; Thomas Gomez, el director del circo que quiere asegurarse a toda costa el negocio con un buen número circense; o Johnny Puleo, como Max, el enano del circo y testigo de las emociones cruzadas entre los personajes principales.

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Centenario de Pasolini. Querido Pier Paolo (Galaxia Gutenberg, 2022) de Dacia Maraini

 

Querido Pier Paolo, un libro de cine emocionante. Pasolini en estado puro.

Pasolini que estás mis sueños, así podría titularse también el libro de Dacia Maraini. «Es tan extraño que después de todos estos años, en el sueño, siga encontrando la manera de recordarte y de verte. Sigues siendo el joven de cincuenta años que frecuenté en los años sesenta y setenta: cuerpo ágil, deportivo; cara seria, no adusta, sino pensativa; mirada soñadora; paso decidido y siempre a punto de echar a correr».

De los libros de cine más bonitos y emocionantes que he leído este año. Llevaba un tiempo que quería escribir algo sobre Pier Paolo Pasolini. Este año se celebra su centenario, pero es un realizador que no conozco en profundidad. No obstante, siempre me ha llamado la atención su personalidad y su vida. De la filmografía de este director todavía me quedan bastantes películas por ver, pero es cierto que nunca me he puesto a fondo a analizarla al igual que he hecho con la de otros creadores. Pasolini me cuesta a la vez que me atrae profundamente. Quería acercarme a él de alguna manera. Y entonces apareció este libro. Lo vi en un artículo de una revista de cine, fui a la librería días después y el flechazo fue inmediato por varios motivos.

Primero, su autora, la italiana Dacia Maraini. Tampoco he leído muchas de sus obras, tan solo una antología de cuentos, pero me entusiasmó: Amor robado. Sabía, sin embargo, porque indagué en su momento, que fue amiga de Pasolini. Segundo, porque era un libro de cartas y el género epistolar es una de mis debilidades. Maraini a sus 85 años escribe una colección de cartas al amigo ausente. Tercero, la autora se aproxima con una sensibilidad especial a Pasolini a través de los sueños y recuerdos y aporta un retrato que emociona.

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Cortometrajes. 28º Festival Ibérico de Cine. Palmarés

Mejor cortometraje del Festival Ibérico de Cine: Farrucas

Riqueza de historias y matices. De formas de contar una historia. Todo tipo de géneros. El cortometraje es una puerta a la creatividad. Durante el mes de julio, se ha celebrado en Extremadura este festival de referencia en el mundo del cortometraje. Y el palmarés ha dejado entrever la variedad, pero también una lectura diversa del mundo actual.

Si bien es cierto que el cortometraje tiene difícil su distribución y proyección, muestra, sin embargo, un abanico de creatividad y de formas de expresión con fuerza. ¿Por qué no volver a proyectar un cortometraje antes del largometraje en las salas de cine? ¿Por qué no crear una sala de exhibición solo para cortometrajes? En un momento crítico, donde hay que incentivar la sala de cine como lugar idóneo para ver películas, ¿por qué no atraer también con el mundo cortometraje? Iniciativas como el Festival Ibérico de Cine muestra su buena salud. Un paseo por su palmarés deja al descubierto un ramillete de propuestas cinematográficas que tienen siempre algo que merece la pena analizar.

Premio Onofre al mejor cortometraje. Farrucas de Ian de la Rosa

Juego con espejos. Las protagonistas se miran. De frente. Hadoum, Fátima, Sheima y Sokayna son cuatro jóvenes hispano-marroquíes que viven en el barrio de El Puche en Almería. Se reúnen para el cumpleaños de una de ellas. La mayoría de edad, 18 años.

El Puche es un protagonista más. Al igual que la casa donde se reúnen. Lo más interesante no es solo ese espejo donde se miran sin miedo. Ni tampoco el sentimiento de sororidad que hay entre ellas. Lo que más destaca es la mirada de dos ellas. La mirada hacia su futuro, la realidad social. Es mostrar que son conscientes del mundo que las rodea. Y las dos miradas son realistas.

Una aspira a soñar, quiere trabajar en París en lo que ella desea.

La otra cree que es imposible salir del barrio, que su origen las marca.

Las demás son testigos de las miradas contrapuestas.

Lo importante: trenzar las dos miradas. Ser conscientes de los obstáculos, pero estar dispuestas a volar sobre ellos.

Ian de la Rosa ofrece un cortometraje de realismo social que destila no solo naturalidad y frescura, sino un halo poético. Las farrucas avanzan al atardecer.

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