Riqueza de historias y matices. De formas de contar una historia. Todo tipo de géneros. El cortometraje es una puerta a la creatividad. Durante el mes de julio, se ha celebrado en Extremadura este festival de referencia en el mundo del cortometraje. Y el palmarés ha dejado entrever la variedad, pero también una lectura diversa del mundo actual.
Si bien es cierto que el cortometraje tiene difícil su distribución y proyección, muestra, sin embargo, un abanico de creatividad y de formas de expresión con fuerza. ¿Por qué no volver a proyectar un cortometraje antes del largometraje en las salas de cine? ¿Por qué no crear una sala de exhibición solo para cortometrajes? En un momento crítico, donde hay que incentivar la sala de cine como lugar idóneo para ver películas, ¿por qué no atraer también con el mundo cortometraje? Iniciativas como el Festival Ibérico de Cine muestra su buena salud. Un paseo por su palmarés deja al descubierto un ramillete de propuestas cinematográficas que tienen siempre algo que merece la pena analizar.
Premio Onofre al mejor cortometraje. Farrucas de Ian de la Rosa
Juego con espejos. Las protagonistas se miran. De frente. Hadoum, Fátima, Sheima y Sokayna son cuatro jóvenes hispano-marroquíes que viven en el barrio de El Puche en Almería. Se reúnen para el cumpleaños de una de ellas. La mayoría de edad, 18 años.
El Puche es un protagonista más. Al igual que la casa donde se reúnen. Lo más interesante no es solo ese espejo donde se miran sin miedo. Ni tampoco el sentimiento de sororidad que hay entre ellas. Lo que más destaca es la mirada de dos ellas. La mirada hacia su futuro, la realidad social. Es mostrar que son conscientes del mundo que las rodea. Y las dos miradas son realistas.
Una aspira a soñar, quiere trabajar en París en lo que ella desea.
La otra cree que es imposible salir del barrio, que su origen las marca.
Las demás son testigos de las miradas contrapuestas.
Lo importante: trenzar las dos miradas. Ser conscientes de los obstáculos, pero estar dispuestas a volar sobre ellos.
Ian de la Rosa ofrece un cortometraje de realismo social que destila no solo naturalidad y frescura, sino un halo poético. Las farrucas avanzan al atardecer.