Historias veraniegas (y 5). Casa en llamas (Casa en flames, 2024) de Dani de la Orden

En Casa en llamas, una madre de familia reúne a todos y no suspenderá ese fin de semana por nada del mundo.

Me he escapado a la sala de cine dos días en agosto. Una, para ver la última de Robert Guédiguian, Que la fiesta continúe. Y otra, entré a esta película de Dani de la Orden, que me ha sorprendido muy gratamente. Me gustan las películas de reuniones familiares. Sí, sobre todo si son reuniones tragicómicas. En Casa en llamas hay bastante humor del negro con tragedia de fondo… La reunión va siendo cada vez más caótica para al final mostrar a cuatro personas que están muy solas. Secretos, confesiones y otros asuntos muestran la mezquindad de los personajes, pero a la vez los hace más y más humanos. Al final, sí, esa familia ha creado un entorno tóxico, que ataca y pone de los nervios, pero es el único refugio seguro, donde cada cuál conoce al otro tal y como es.

Sí, la casa en llamas, pero al final todos se aguantan juntos. Y es que el título de la película de Dani de la Orden es el nombre de un juego que propone una psicóloga de la Gestalt: les pide a los personajes que imaginen un lugar que les tranquilice, que luego piensen que se quema, que está en llamas, y ellos están atrapados. Entonces alguien surge de entre las llamas para salvarlos. La psicóloga les explica la dinámica: si han imaginado un sitio cerrado, los problemas están en el interior de uno. Si han soñado con un lugar abierto, los problemas vienen de fuera. Y la persona que surge de las llamas es la más importante de sus vidas, la que puede echarles una mano. El juego está servido. Todos han jugado… y se darán cuenta de qué es lo que han imaginado…

Sigue leyendo

Historias veraniegas (4). Por qué el cine me sigue gustando

 

Por qué me gusta el cine: A Gena Rowlands, igual la admiro en cine independiente puro y duro como Una mujer bajo la influencia que en un cine más comercial como El diario de Noa.

A veces una necesita seguir reforzándose y preguntarse una y otra vez por qué le gusta el cine. Y, bueno, hoy se me ocurren diez puntos.

1. Me entero de la muerte de la actriz Gena Rowlands a sus 94 años. Musa de su esposo y de su hijo. La intérprete fue el rostro del cine independiente puro y duro de la mano de John Cassavetes. Y también fue el rostro de uno de los títulos más taquilleros de su hijo Nick Cassavetes, un drama romántico alejado totalmente del cine que hacía su padre. Pues bien, soy capaz de deleitarme con la Rowlands maravillosa de Una mujer bajo la influencia, una intérprete que arriesga en cada secuencia.

Y derretirme y emocionarme con esa mujer aquejada de alzhéimer (lo que finalmente padeció en la vida real) en El diario de Noa, protagonizando un drama romántico en El diario de Noa. Me gusta el cine que arriesga y el que forma parte de lo que llaman cultura popular, que también hay de la buena. Me gusta acercarme a las películas sin prejuicio alguno y solo a partir de ahí analizarlas.

2. El otro día me apetecía desconectar totalmente del mundo y pude hacerlo a través de dos películas que me hicieron recordar lo que me entusiasma el género de aventuras cuando está bien hecho. Así me ocurrió ante Los tres mosqueteros: D’ Artagnan y Los tres mosqueteros: Milady de Martin Bourboulon. Cómo me gusta el cine de género, cuánto puedo disfrutar de él y qué maravilla cuando se hace bien. Aventuras, buena ambientación, una galería de actores de esas que no dejas de decir: «¡Anda!, pero mira quién está aquí»…

En el momento del estreno, se decía que sí que eran buenas, pero que Bourboulon no aportaba nada al género y, qué queréis que os diga, en este caso no me importó en absoluto la no innovación, solo buscaba pasármelo bien. En este doblete además también uno puede analizar ese complejo mundo que es el de las adaptaciones literarias a la pantalla. ¿El director capta el espíritu del libro? ¿Qué aporta? ¿Y si aporta, merece la pena? De nuevo, como ocurre en otras versiones cinematográficas, el personaje más atractivo y con el que más se atreve a innovar esta adaptación cinematográfica es con Milady… No solo desconecté, sino que no respiré durante horas enganchada a la historia que me estaban contando en la pantalla.

3. Últimamente no estoy pudiendo ir mucho a la sala de cine a ver producciones de estreno. El otro día me acerqué a un cine y decidí apostar por un director al que suelo ser fiel siempre que puedo: Robert Guédiguian. Le prometí fidelidad eterna cuando le descubrí con Marius y Jeanette en 1997. Pues bien ha estrenado Que la fiesta continúe. Es una de las películas que rueda en su adorada ciudad de Marsella sobre la buena gente que sigue creyendo en cambiar el mundo, en vivir en comunidad y en las virtudes de la militancia social.

Durante décadas lleva trabajando con su esposa Ariane Ascaride y sus amigos Jean-Pierre Darroussin y Gérard Meylan como intérpretes, así como una troupe de actores que se van incorporando en las distintas producciones. ¿La disfruté? Sí, mucho. Bajo esa columna donde descansa el busto de Homero (el leitmotiv de su nuevo largometraje), Guédiguian es otro poeta épico de los que normalmente no suelen ser portada de los periódicos ni encabezan las noticias a no ser que formen parte de las estadísticas.

Por qué me gusta el cine: Dadme una buena película de aventuras (como la última versión de Los tres mosqueteros) que me desconecte del mundo y hacedme feliz.

4. Durante este mes de agosto, estoy escribiendo distintos textos de cine, si no es para el blog para otros proyectos que van surgiendo o para la única red social donde se me puede encontrar. Siempre por placer. Y aunque a veces sufro o me agobio, porque me gustaría que los días tuviesen más horas y los años más meses, cuando estoy en el proceso de escribir un texto de cine es cierto que lo disfruto a tope. Me encanta desde la concepción de la idea hasta su plasmación en papel y el proceso creativo para ir dándole forma.

Y sea cual sea el resultado: unas veces, bueno; otras, regular y otras, malo…, esas horas que estoy concentrada en la creación soy feliz. Y si tiene que ver con el cine y todo lo que le rodea más aún. Sí, el cine me inspira y me hace escribir. Y eso para mí es bueno. Además sé que todavía no he hecho ese texto o ese libro que diga esto es el top, es realmente bueno. Bastante suerte he tenido con haber podido publicar (siempre intentando hacerlo lo mejor que puedo y tomándomelo muy en serio), porque solo escribiendo y escribiendo, se aprende. Estoy orgullosa de muchas cosas de las que he escrito, pero sé que todavía puedo dar mucho más.

5. Sigo la estela del punto anterior. Casi el mismo placer que me provoca escribir sobre cine, me lo provoca leer un buen ensayo, reportaje, entrevista, texto, novela, cuento que trate este tema en cuestión. Hay textos de cine que para mí han supuesto no solo un disfrute, sino pequeñas revelaciones. Sería capaz de realizar una enorme lista con literatura cinéfila u obras cinematográficas que me han hecho pasar buenos momentos. Todo empezó hace muchísimos años cuando disfruté de un coleccionable de Diario 16 sobre la historia del cine o mi madre me conseguía los artículos que escribía cada semana Terence Moix sobre actores y sobre historia del cine. Estos textos fomentaron mi gusto por leer todo lo que cayera en mis manos relacionado con el séptimo arte.

Sigue leyendo

Historias veraniegas (3). Las películas que marcaron a mamá

La película favorita de mamá: 12 hombres sin piedad.

El otro día, mamá y yo tuvimos una charla larga. Muy larga. Últimamente estamos pasando más tiempo juntas, momentos de calidad y de aprendizaje. No está siendo un año fácil para ella, pero tira con fuerza del carro. No se rinde, porque ella es de naturaleza optimista. Como dice ella, estamos disfrutando a tope del presente. Me apetecía que recordara conmigo aquellas películas que por cualquier motivo le hubiesen marcado a lo largo de la vida. Mamá fue desgranándome un listado valioso y precioso y de cada película me decía un motivo por el cual se quedó en su memoria.

Era por la tarde y yo no dejaba de preguntarle. Primero, le dije que diez y luego la lista fue creciendo y creciendo. Algunas las vio de niña, otras de joven y las de más allá de más mayor. Esos largometrajes siguen dando vueltas en su cabeza, aunque no haya vuelto a enfrentarse a ellas o si las vuelve a ver, las disfruta como nadie, como si las descubriese por primera vez. De hecho, entre película y película pasaron las horas y lo pasamos muy bien, porque además yo iba preguntándole, insistiéndole y apuntando todo. Casi se nos hizo de noche.

Mamá vio cine desde que era muy niña. A mis abuelos les gustaba mucho, a los dos. Era un momento de ocio importante en sus vidas en un Madrid en blanco y negro. Mamá nació a principios de los años cuarenta… Así que son muchas décadas disfrutando de historias proyectadas en la pantalla. De hecho, seguimos yendo juntas a la sala de cine o a veces nos hemos pegado maratones de tardes cinéfilas. En un principio, la charla fue algo espontánea, pero según me iba contando y contestando; de pronto, me dije que sería una historia veraniega bonita para el blog.

Porque a través de las películas que vemos se pueden contar muchas historias, se entiende mucho de lo que somos. La mirada de mamá sobre ellas me hace comprenderla mejor. Con un listado de películas que nos marcan se puede contar toda una vida o saber la esencia de aquellos a los que amamos.

Las películas que marcaron a mamá me acercan a ella y también su mirada sobre los fotogramas me dice muchas cosas. Las historias que nos marcan y el porqué lo hacen revelan muchos aspectos o son una radiografía de aquello que nos mueve o remueve. La lista fue totalmente aleatoria, pero como todas las listas, reveladora. Esa tarde me habló de los siguientes largometrajes (aunque estoy segura de que en otro momento hubiesen sido otros y descubriría otras cosas de ella), aquí los comparto sin orden alguno, el único orden fue el de su memoria:

La primera que le vino cuando le pregunté fue Lo que el viento se llevó (Gone with de wing, 1939) de Victor Fleming (bueno, ya sabemos que hubo otras manos como George Cukor o Sam Wood). Y curiosamente por una escena épica. No se decantó por ningún momento romántico. Ella recordó la huida en el carro a través del incendio de Atlanta. Un momento límite en que los personajes no se amilanan, sino que hacen todo lo posible por salvarse, por salir entre las llamas. En el carro van Rhett Butler, Scarlett O’Hara, Melanie, su bebé y Prissy. Ninguno de ellos se rinde.

Sigue leyendo

Historias veraniegas (2). Camelot, un musical extremadamente romántico

Lancelot, Arturo y Ginebra, los tres protagonistas de Camelot. Los reyes de la utopía y el germen de la destrucción…

Sí, Camelot es un musical extremadamente romántico y también amado, porque cada vez que lo revisito me envuelve primero una alegría sin igual para hundirme después en una tristeza trágica. Así he vuelto hacerlo en una calurosa tarde de verano. Y su visionado me hizo llorar. Camelot es una celebración que después se convierte en una sinfonía de traición, muerte y desolación. Solo queda una especie de esperanza final, porque sobrevive la leyenda. La idea de la utopía.

Lo dirigió Joshua Logan en 1967, un director que siempre ha dejado huella de un romanticismo extremo en las pocas películas que dirigió. Imposible no dejarse llevar por el trotamundos y la joven pueblerina en Picnic, por la cabaretera de poca monta y el vaquero paleto en Bus Stop, por el militar estadounidense que se enamora hasta las trancas de una bailarina japonesa en plena guerra de Corea en Sayonara, por la joven del puerto y el marinero que la abandona en Fanny o ese trío especial que logran cierta convivencia pacífica en el lejano oeste en La leyenda de la ciudad sin nombre.

Camelot, el musical, fue todo un éxito en los escenarios de Broadway. Un libreto de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, que arrasó con sus tres protagonistas: la voz maravillosa de Richard Burton, una jovencísima Julie Andrews y el bello Robert Goulet. Ahí estaban el rey Arturo, Ginebra y Lancelot consiguiendo que el público se empapara con cada una de sus canciones y se sumergieran en ese mundo de leyenda que suponía Camelot.

Sigue leyendo

Historias veraniegas (1). Rock Hudson, que me llamas cada día

Rock Hudson, bello y viril, me está intentando transmitir que quiere que le escriba un texto…

Si mayo, como os conté, fue un no parar, lo mismo ha ocurrido en junio y julio. Pero ya tenía ganas de empezar mis historias veraniegas y comienzo con mis vicisitudes, porque durante estos meses me ha perseguido Rock Hudson. Creo que quería un texto. Bien se merece la primera historia veraniega. Para que no digáis que os miento y seáis testigos de que estaba pidiendo a gritos esta historia, os contaré que antes de ayer después de muchos días sin poder ver nada (o no quedarme dormida en el intento), me apeteció descubrir Los pequeños amores de Celia Rico Clavellino.

En esta película, una madre y una hija pasan un verano juntas en una casa de campo, precisamente por un accidente que tiene la progenitora, que la deja postrada en la cama. Y, bueno, estaba disfrutando a tope de esta preciosa y complicada relación materno-filial, cuando, de repente, una escena me dejó alucinada. La hija, después de una fiesta nocturna, pasa por el pueblo y se topa con un cine de verano con una pantalla gigante. ¿Quién está ahí? Rock Hudson bailando como si se le fuese la vida, como si no hubiese un mañana, junto a Gina Lollobrigida en Cuando llegue septiembre (1961) de Robert Mulligan. Es más, de pronto, cae una tormenta… y toda la gente del pueblo sale por patas. Y ahí se queda Rock, bailando, en la soledad de la pantalla, bajo la lluvia.

Sigue leyendo