Un hombre y Un hombre de hoy, dos de las películas más desconocidas de Paul Newman, las rodaron dos directores que repitieron varias veces con él: Martin Ritt y Stuart Rosenberg, ambos de mentalidades progresistas capaces de realizar películas políticas de fuerte impacto. La de Ritt es redonda, la de Rosenberg tan solo es un boceto de lo que podría haber sido. Ambas son muy ricas en el análisis que se puede ofrecer.
Un hombre (Hombre, 1967) de Martin Ritt
Hombre, el personaje de Paul Newman, se convierte en líder improvisado de un grupo de personas muy variopintas.
Un hombre recuerda a un referente literario que ya pasó en su momento por el western. Me refiero a ese inteligente cuento de Guy de Maupassant, Bola de sebo, que fue también inspiración para John Ford y La diligencia. La película de Ritt también refleja un viaje en diligencia de personas muy diferentes entre sí, entre ellos hay un paria que terminará sacrificándose por todos.
El paria es John Russell (Paul Newman), que fue secuestrado y criado por apaches siendo niño, y cuando fue adoptado por un hombre blanco, este prefirió volver con los indios al no compartir la forma de vida «civilizada» ni la manera que tiene de tratar «su gente» al pueblo que lo ha criado. Vuelve de nuevo a la civilización cuando su padre adoptivo le deja en herencia una casa de huéspedes, que este decide vender para comprar caballos, a pesar de que ya le han avisado de que debido al progreso (trenes y otros medios de transporte), el negocio de los caballos no va a ser muy boyante.
Una vez se formaliza la venta, desea regresar de nuevo para adquirir sus caballos, y decide montar en una diligencia, un servicio a punto de desaparecer, que ha contratado un rico matrimonio. Él (Fredric March) es un agente de la reserva india que se ha aprovechado y ha robado todo lo que ha querido y su esposa (Barbara Rush) conoce perfectamente los tejemanejes de su marido y lo sigue.
Hay otros viajeros que deciden aprovechar el viaje. Está el único amigo de John, el conductor mexicano de la diligencia (Martin Balsam); la mujer que regentaba la casa de huéspedes (Diane Cilento), que tiene que buscarse de nuevo la vida en algún otro lugar; un joven matrimonio que buscan sobrevivir y cambiar de aires en algún sitio (Peter Lazer y Margaret Blye) y un misterioso hombre con pinta de matón (un magnífico Richard Boone). Este hombre nada más llegar a la posta, crea además una situación incómoda, pues trata de arrebatar el billete a John, que ni si inmuta, pero sale en su defensa un soldado, que no solo se queda sin billete, sino que nadie levanta un dedo por él. Ni siquiera John, que prefiere no comprometerse con nadie.
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