Sí, Camelot es un musical extremadamente romántico y también amado, porque cada vez que lo revisito me envuelve primero una alegría sin igual para hundirme después en una tristeza trágica. Así he vuelto hacerlo en una calurosa tarde de verano. Y su visionado me hizo llorar. Camelot es una celebración que después se convierte en una sinfonía de traición, muerte y desolación. Solo queda una especie de esperanza final, porque sobrevive la leyenda. La idea de la utopía.
Lo dirigió Joshua Logan en 1967, un director que siempre ha dejado huella de un romanticismo extremo en las pocas películas que dirigió. Imposible no dejarse llevar por el trotamundos y la joven pueblerina en Picnic, por la cabaretera de poca monta y el vaquero paleto en Bus Stop, por el militar estadounidense que se enamora hasta las trancas de una bailarina japonesa en plena guerra de Corea en Sayonara, por la joven del puerto y el marinero que la abandona en Fanny o ese trío especial que logran cierta convivencia pacífica en el lejano oeste en La leyenda de la ciudad sin nombre.
Camelot, el musical, fue todo un éxito en los escenarios de Broadway. Un libreto de Alan Jay Lerner y Frederick Loewe, que arrasó con sus tres protagonistas: la voz maravillosa de Richard Burton, una jovencísima Julie Andrews y el bello Robert Goulet. Ahí estaban el rey Arturo, Ginebra y Lancelot consiguiendo que el público se empapara con cada una de sus canciones y se sumergieran en ese mundo de leyenda que suponía Camelot.
Fue un espectáculo tan legendario y las canciones llegaron tan lejos que aún hoy tienen resonancia. Pablo Larraín en el interesante biopic de Jackie muestra cómo ella, la primera dama, propaga y construye también la leyenda del Gobierno de Kennedy después del asesinato de este, ocultando las sombras. Recrea un moderno Camelot. La banda sonora de la película del director chileno se empapa de las canciones del musical original con la voz de Richard Burton a todo volumen. De hecho, no hay más que hacer un repaso de hemeroteca para ver que la prensa en su momento, tras el asesinato de Kennedy el 22 de noviembre de 1963, hizo alusiones al exitoso musical y a ciertas frases de Camelot.
Joshua Logan tomó un reparto diferente al de los escenarios, pero levantó un musical a mi parecer especial y muy con el espíritu de los tiempos, la libertad sexual, la liberación de la mujer, la filosofía hippy del happy flower y el desencanto que se fue desencadenando en los sesenta sobre las instituciones políticas. El sueño legendario de Arturo, con sus caballeros de la mesa redonda, un país sin fronteras ni guerras, y un canto al amor desprejuiciado y libre junto a la mujer que ama, Ginebra, y una oda a la amistad con Lancelot se va desgarrando por varios motivos.
Primero, por el amor secreto y prohibido que inician Ginebra y Lancelot y después por el veneno que va metiendo en la corte Mordred, el hijo ilegítimo de Arturo. Poco a poco en una corte de ensueño y flores, se mete la niebla y la destrucción, así como la imposibilidad del amor y el paso a la traición.
Su reparto cumplió con creces. Los actores cantaban con sus voces casi siempre y suplían sus carencias vocales con sus buenos trabajos como intérpretes. Así Richard Harris deja un rey Arturo del todo carismático, Vanessa Redgrave no solo tiene carisma, sino que su Ginebra es alegre y libre para transformarse en una mujer atormentada. Y Franco Nero proporciona la sensualidad necesaria para un Lancelot que conquista a Arturo con su amistad y a Ginebra con su devoción de enamorado. El antipático de David Hemmings no puede estar mejor como Mordred, el que siembra la discordia.
Toda la historia de Camelot está envuelta en un halo de tristeza, pues son los recuerdos de un Arturo a punto de comenzar una batalla y que siente cerca la destrucción y la muerte. Hasta los momentos más hermosos junto a Ginebra y Lancelot y una corte utópica tiene unos colores pastel y una apariencia de ensueño. Poco a poco se va introduciendo la oscuridad, la niebla y las sombras.
En Camelot hay secuencias hermosas como el primer encuentro en el bosque entre Ginebra y Arturo. O el momento en que toda la corte recoge flores en vez de hacer la guerra, algo que deja perplejo a Lancelot, que llega con el afán de ser un caballero. En un enfrentamiento que provoca Ginebra, como un juego, para que Lancelot se enfrente a tres caballeros, este, en el fragor de la lucha, mata a uno de sus contrincantes. Es tal la angustia de Ginebra y la de Lancelot, que este último logra provocar un milagro y resucitar a su enemigo.
Así como ese instante en que los dos amantes se reúnen en un jardín secreto y Ginebra recuerda su amor secreto con Lancelot. También es imposible que no se te queden grabadas ciertas canciones o sigas con atención sus letras como «I Loved You Once In Silence» o «What Do The Simple Folk Do?>». Por supuesto el leitmotiv de «Camelot».
Lo curioso del asunto es que mientras el musical de Broadway fue un éxito total y absoluto, el musical cinematográfico, la obra de Logan, fue un fracaso en su momento, aunque logró recuperar el capital invertido. Y no fue además muy considera por la crítica del momento. De hecho, Camelot o es tremendamente vapuleada o tiene seguidores que la adoran (yo me meto en el saco de estos últimos).
A mí me parece un musical grandioso, que como digo lleva en cada fotograma el espíritu de la época, y además es un claro ejemplo del camino del cine musical moderno, donde las canciones y la puesta en escena están al servicio de la historia y de los personajes. Las canciones tienen todo el sentido dentro de la trama y los actores ponen en pie complejos personajes. Un musical de un asunto serio, como ya había mostrado West Side Story o luego demostrarían Cabaret, Hair o Jesucristo Supestar. Camelot además, como curiosidad, es un musical no solo de cuerpos, sino también de primeros planos, donde los actores con sus rostros se desnudan emocionalmente ante las cámaras.>
Para colmo, no tengo más remedio que seguir amando a Camelot, por unos cuantos detalles más. Es cierto que es una película de decorados, pero los castillos que aparecen se encuentran en España. La mítica Camelot es el castillo de Coca y el de Lancelot es el Alcázar de Segovia. La utopía de Camelot por estas tierras…
Y después también un dato extracinematográfico, pero la misma pasión que surgió entre Lancelot y Ginebra, la irían viviendo también sus actores Nero y Redgrave, que salieron enamorados del rodaje. Su historia ha sido larga e intermitente con bastantes paréntesis y aún hoy siguen paseando su cariño y amor.
Sí, como he dicho antes, la he vuelto a ver y ese romanticismo que transmite desde el primer fotograma y desde la primera mirada entre Ginebra y Arturo a mí ya me atrapa irremediablemente. Y me da tremenda pena ese encuentro final entre los tres protagonistas, antes de la batalla, porque se palpa, se nota que se adoran…, pero no dan su brazo a torcer a quizá intentar vivir felices, sin importarles nada de lo que les rodea. Se dejan llevar por el poder destructivo del amor y no siguen la senda de las flores. Seguro que hubiesen sido felices los tres…
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Hola Hildy
Me parece muy apropiado presentar primero el musical, después el «falso» Camelot donde la tabla redonda se transforma en la «sala oval» y, añado, una coda: «Excalibur, John Boorman 1981». La misma leyenda (cine británico colocando actores en Hoollywood a toda pastilla, de Redgrave y Harris a Helen Mirren y Liam Neesom en dos espadazos (eso sí, quitamos la música y doblamos la dosis de «realismo mágico»).
Minipunto negativo por dudar del poderío vocal de Richard Harris; una de las mejores canciones «de actor» es «MacArthur Park» (si te parece demasiado drama (y larga) puedes escuchar después la versión de Donna Summer y… ¡que gire la bola de espejos!)
Un saludo, Manuel.
Sí, queridísimo Manuel, la de Boorman también está en mi recuerdo sobre la leyenda del rey Arturo. Magia, oscuridad y aventura por doquier.
Me gusta mucho cómo cantan y la naturalidad con que lo hacen y cómo quedan las canciones en el Camelot de Logan a pesar de que Richard y Vanesa no sean cantantes. Pero en el caso, sobre todo de Vanessa, no tiene nada que ver cómo ejecuta las canciones ella con Julie Andrews. El resultado es muy distinto y los dos válidos para mí. Me gusta mucho la Ginebra de Vanessa Redgrave. ¡¡¡Me he puesto el video de Harris entonando «MacArthur Park»!!!
Gracias por estar ahí siempre.
Beso
Hildy
Uno de los últimos grandes musicales agónicos que produjo Hollywood (cuyos exteriores fueron, curiosamente, rodados en España por expreso deseo de Joshua Logan) cuando en el género se estaba efectuando una drástica “reducción de plantilla” a consecuencia de los disparados presupuestos y atendiendo a los mutados gustos de los nuevos espectadores –Logan sería también, tres años más tarde, el encargado de clausurarlo oficialmente con la excelente y melancólica LA LEYENDA DE LA CIUDAD SIN NOMBRE (Paint Your Wagon)– que pronto se decantarían por espectáculos de discutible concepción como HAIR y JESUCRISTO SUPERSTAR, hasta desembocar en el, por otro lado, tolerable GREASE.
En el musical que nos ocupa, la elección del último trabajo, uno de los más inspirados, del genial binomio Lerner & Loewe, dio como resultado un film de asombrosa belleza, original y arriesgado en su modernidad, entendiendo este término como una apuesta por soluciones visuales y de puesta en escena tan adecuadas como inteligentes, pero que no se ajustaban estrictamente a los cánones clásicos de un musical de Broadway trasladado al cine. En este sentido, cabe destacar la sorprendente opción de filmar los cantables con abundantes y sostenidos primeros planos recogidos por una atenta y, en ocasiones, emocionada cámara.
El bello tema de la historia que nos cuentan –los ideales vencidos por la pasión, la demolición de un sueño y la esperanza renacida de sus escombros–, los excelentes diálogos que van de la brillante ligereza en los momentos de comedia (el tono imperante en toda la primera parte del film que se rompe bruscamente en el resultado final del torneo entre Lancelot y los tres caballeros) al dramatismo y profundidad filosófica en la oscurecida y pesimista segunda parte, el espléndido trabajo de Logan con los actores (gran fuerza en las miradas) y, por supuesto, la música de Frederick Loewe, hacen de CAMELOT un film hermoso e irrepetible (pese al recurrente saqueo del mito artúrico en el cine de las últimas décadas) y creo que uno de los más grandes musicales de la Historia del cine.
Un saludo.
Querido, querido Teo, siempre es un placer leer tus textos, porque aportas y compartes tus conocimientos y miradas sobre las películas. Así que me ha resultado muy interesante todo lo que nos cuentas de Camelot. Efectivamente, como a ti, Camelot me parece un film hermoso e irrepetible, así como un musical que no me canso de ver.
Me ha encantado saber de ti.
Beso
Hildy
Me gusta mucho (de) esta película. Si no fuera un musical, sería una obra maestra. Y con otro actor que no fuera Franco Nero, que «canta» muchísimo (no he podido resistirme al juego de palabras).
Mejor esta Segovia que la de «El exorcista del papa», por otro lado.
Besos
Jajajajaja, mi querido Alfredo, a pesar de los pesares y que Camelot es un musical, género que no siempre te fascina, la película te gustaaaa. Pero ¡¡¡con lo bello e iluminado que es Franco Nero en esta película como Lancelot!!! Es un trío con carisma, no hay duda. Y la historia tiene una melancolía que la hace especial.
¡¡¡Que me he perdido El exorcista del papa!!! ¿Qué es lo que hace con Segovia? Me lo imagino…
Espero que estés pasando un magnífico verano.
Beso
Hildy
Aunque ya he tenido tiempo, lo cierto es que no he visto Camelot nunca. Por lo que escribes, Hildy, y lo que dicen en los comentarios, es un musical excelente y romantico. La leyenda del rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda.
Bueno, pues otra pelicula a tener en cuenta para cuando surja la ocasion de verla.
Un saludo caluroso y veraniego.
Querido, querido Luis, ¡si ves Camelot ya me contarás qué te parece!
Es una película que tiene un montón de secuencias hermosas.
Y la historia es muy bonita y está, a mi parecer, muy bien contada.
¿No es maravilloso que siempre nos queden tantas películas por ver?
Beso
Hildy
Hola de nuevo, Hildy. Aquí sí que coincidimos. En nuestro amor por el musical en general y por “Camelot” en particular.
No diría que es una obra maestra. Ni creo que sea redonda. Tampoco creo que sea el último de los grandes musicales clásicos (ese honor pienso que lo ostenta la maravillosa “Hello Dolly”), pero es un film hermoso que me emociona profundamente.
Para empezar a contar sus excelencias, me detengo en la música y las letras de Lerner y Loewe, puede que mis compositores de musicales favoritos por la inteligencia y lirismo de sus letras y sus melodías bellísimas e inolvidables.
La película me parece una manera muy hermosa de relatar el mito artúrico (aunque falte el fantástico personaje de Morgan le Fay). Como bien dices Camelot es ese lugar para la utopía. Una utopía que acabará siendo destruida, pero pervivirá en el recuerdo, como una eterna inspiración.
Me encanta el artificio de la dirección artística y los vestuarios, mostrando una versión idealizada de las Edad Media, inspirada en los pintores prerrafaelitas y alejada de la versión sucia y en perpetuo “eclipse solar” a las que el cine actual nos tiene acostumbrado.
Los personajes de Arturo, Ginebra y Lancelot y el (furtivo) triángulo amoroso que forman, emociona. Confieso mi debilidad por la pareja adúltera, una relación que en las versiones actuales, tanto televisivas como cinematográficas, tiende a obviarse ¿Seremos ahora más “carcas” que en los 60?
Un film bello y melancólico, pero con momentos exultantes de pura felicidad. No será una obra maestra, pero resulta inolvidable y tiene un lugar muy especial en mis preferencias cinéfilas.
Qué bonito expresas, Lilapop, tu mirada hacia Camelot. Y también qué razón tienes cuando ahondas en las canciones y en la música, poniendo en relieve el trabajo de Lerner y Loewe: «inteligencia y lirismo de sus letras y sus melodías bellísimas e inolvidables». Síiiii, totalmente de acuerdo.
Efectivamente Camelot es a la vez bello, melancólico y con momentos de pura felicidad y esa combinación tan compleja hace que esta película llegue muy hondo.
Cómo me hubiese encantado que ese trío tan hermoso hubiese seguido hasta al final con su historia y su amor a tres bandas, porque hasta el final se nota que hay un montón de amor entre los tres.
Beso
Hildy
Pero gran parte de la belleza de esa historia de amor es que está condenada, ¿no crees? No sé, pero si fuese “un feliz triángulo poliamoroso”, no creo que nos emocionara tanto. En mi caso puede que absolutamente, nada. Además, la historia de amor entre Lancelot y Ginebra es el “talón de Aquiles” de Arturo y por dónde llega el fin de Camelot. Una pena, pero aquello no podía tener un final feliz…Como dice Arturo:” no podemos permitir que nuestras pasiones acaben con nuestros sueños”
Lilapop
Efectivamente, Lilapop, jajaja, si hubiese habido desde el principio la armonía poliamorosa que canto, el encanto, la belleza y la melancolía que desprende Camelot no hubiese existido. Todo hubiese sido como esa canción en la que la corte no deja de recoger las flores en primavera… Solo que me da mucha pena ese encuentro final en el bosque y notar cómo los tres se quieren de verdad…
Para descubrir la felicidad que hubiese sido posible o la felicidad que salta por los aires, hace falta luego toda la tragedia que se desarrolla.
Beso
Hildy