Razón número 1: Un disco de vinilo
Mi infancia está unida a muchos recuerdos bonitos. Y uno de ellos tiene que ver con un vinilo. Los domingos por la mañana mis hermanos y yo dormíamos hasta más tarde. Mis padres para que fuéramos abriendo los ojos nos ponían música y uno de los vinilos más empleados era el de la banda sonora de Siete novias para siete hermanos. Según íbamos amaneciendo al son de las canciones, también nos llegaba desde la cocina el delicioso olor de las tortillas francesas con bonito que nos estaban preparando para desayunar.
Razón número 2: Un recuerdo materno
Uno de los recuerdos de la infancia de mi madre tiene que ver con Siete novias para siete hermanos. Mis abuelos la llevaban mucho al cine y aquel día eligieron para ir con ella el musical de Stanley Donen. Compraron las entradas en taquilla y se disponían a pasar felices una tarde de cine… Entonces en la puerta, recriminaron a mi abuelo que cómo era tan imprudente de llevar a una niña a una película así, que sus protagonistas salían en ropa interior, que cómo se atrevía… Así que mis abuelos se murieron de la vergüenza y mi madre se quedó sin ver la película.
Razón número 3: Stanley Donen
Es uno de mis directores amados, porque varias de sus películas han fomentado mi amor por el cine clásico. ¡¡¡Está detrás de Cantando bajo la lluvia!!! Me sorprendió otra vez cuando descubrí hace doce años Juego de pijamas, un musical a mi parecer innovador donde los protagonistas son los empleados de una fábrica que se pone en huelga para conseguir mejoras laborales. Hubo una época que me vi prácticamente toda la filmografía de Audrey Hepburn y Donen tienen tres títulos con ella que figuran entre mis favoritos: Charada, tremendamente divertida; Una cara con ángel, estéticamente impecable y, por supuesto, una de las comedias románticas que más amo, Dos en la carretera. Pero también Donen fue un pionero en el tratamiento de ciertos temas y en 1969 contó la historia de dos hombres que son pareja desde hace treinta años en La escalera.
Razón número 4: De cantantes y bailarines
Siete novias para siete hermanos tiene un reparto de cantantes y bailarines que dejan un buen recuerdo. De hecho los siete hermanos Pontipee forman parte de los recuerdos cinéfilos de los que amamos el género. Los siete atractivos solteros que viven aislados en plena naturaleza, rudos, salvajes y maleducados, que, de pronto, «aprenden» a comportarse en sociedad tienen rostros de cantantes y bailarines (menos uno del que hablaremos en el próximo apartado).
El primogénito, Adam, es Howard Keel. De los musicales de Broadway como cantante saltó a la Metro y prestó su voz a más de un musical clásico (Magnolia o Bésame, Kate), aunque también trabajó en muchas películas que no alcanzaron tal estatus. Curiosamente adquirió la mayor popularidad de su carrera cuando trabajó en la serie Dallas. El hermano pequeño, Gideon, es el popular y magnífico bailarín Russ Tamblyn. Sería también el inolvidable Jeff en West Side Story, pero también es recordado como actor en melodramas como Vidas borrascosas o en la serie Twin Peaks.
Mi hermano Pontipee favorito, Frank, fue un gran bailarín, Tommy Rall. Se puede seguir su pista en Mi hermana Elena o también Bésame, Kate. Los otros tres hermanos: Caleb, Daniel y Ephraim fueron también tres bailarines con interesantes carreras en este campo: Matt Mattox (parece ser que fue considerado un experto en la disciplina de danza jazz), Marc Platt y Jacques d’Amboise.
Entre las novias destacan, la esposa de Adam, Milly. El papel fue para Jane Powell, cantante y bailarina. También estuvo presente en otro recordado musical, Bodas reales, donde Fred Astaire bailaba hasta en los techos… Las otras novias también tenían como profesión el baile, el canto o solo la actuación, pero tan solo una de ellas alcanzó cierto recuerdo (como veremos en el próximo apartado). Ellas fueron Ruta Lee (Ruth), Virginia Gibson (Liza), Nancy Kilgas (Alice), Betty Carr (Sarah) y Norma Doggett (Martha).