Una tarde de noviembre y mi cabeza llena de cine

Cine de verdad, pura comedia, que desvela cosas de la vida: Arsénico por compasión.

Este es un texto agradecido. Mi pasión, el cine, me ha dado y me está dando muchas oportunidades en la vida. Sobre todo lo que más le agradezco es que no se termina nunca mi capacidad de querer aprender y tampoco se acaba mi curiosidad. Alimenta también otro de mis idilios: la lectura. Me ha hecho descubrir muchos libros, tanto ensayos como literatura.

Por ejemplo, hace nada entré un momento en una librería (cómo me gustan esos espacios), me fui a las novedades cinematográficas, y desde una de sus mesas me llamó la atención un libro. Curiosamente ese libro que “vociferaba” que lo cogiese era de una edición de 1997, pero ahí estaba en esa mesa. La tentación pudo conmigo. Y ya estoy con él en mis manos pensando que pronto escribiré sobre él: El universo del western, de Georges Albert Astre y Albert Patrick Hoarau… Ya sabéis lo que me gusta este género. Si me ponen por delante una buena película del Oeste, yo disfruto tremendamente. Estoy segura de que por algo en concreto me llamó ese libro.

Poco a poco, a lo largo de los años, me han ido saliendo proyectos de distinta naturaleza relacionados con el cine. Proyectos que me han hecho ilusión, pero que también me han enfrentado a mis miedos e inseguridades, y que me han ayudado a superarlos o estoy en proceso de hacerlo. Y ahí siguen saliendo nuevos retos, que a veces me hacen sentir al borde del abismo (ya sabéis que soy un poco drama queen), pero en los que trato de poner todo mi cariño y, sobre todo, lograr transmitir mi pasión. No sé si de alguna manera lo consigo, pero lo intento. Ahora estoy con varios proyectos entre mis manos, muy jugosos. Os juro que tengo muchas ganas de que salgan muy bien. Al menos lo intentaré. Siempre pienso que el cine es mi refugio, y quiero pensar que bajo su amparo nada malo puede pasar. Cruzo los dedos.

Una de las locuras en las que me embarqué hace ya catorce años fue, precisamente, este blog. Siempre pienso en él como un hogar en el ciberespacio donde nos reunimos un montón de amigos para charlar sobre cine y compartir todo aquello que descubrimos. Además me permite cuidar algo que siempre me ha gustado: escribir y transmitir pasión.

Mi amor loco por cada película que veo me muestra otras maneras de pensar, de ver, de interpretar ciertas ideas… De alguna manera, van construyendo mi personalidad, y me aportan herramientas para enfrentarme a la vida diaria. Una de las cosas que más me gusta es recuperar películas que en su día vi y volver a disfrutarlas años después con otros ojos. Así me ha pasado con dos españolas. En su día aprecié El desencanto, de Jaime Chavarri, y Función de noche, de Josefina Molina, pero no tanto como ahora que las he vuelto a ver durante estos días. Los años y la experiencia hace que te lleguen mucho más y que captes y entiendas matices que en su momento se te escaparon.

Hago un repaso de mi recorrido por el mundo, y soy consciente de la cantidad de recuerdos que tengo unidos a mi pasión por el cine. Y entonces agradezco ese montón de películas que he visto, que repetiré y aquellas que me quedan por descubrir. Porque sé que todas esas horas que he dedicado a ver cine y las que me quedan por vivir… son horas de felicidad. Incluso con aquellas que no disfruto del todo, porque en el análisis que hago de por qué no me han gustado, ya siento que no he perdido el tiempo.

Pero me estoy yendo por las ramas. Hay un verdadero motivo por el que escribo este texto.

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Historias de dos directoras. La librería (The Bookshop, 2017) de Isabel Coixet / Hacia la luz (Hikari, 2017) de Naomi Kawase

La librería (The Bookshop, 2017) de Isabel Coixet

La librería

En la librería, entre páginas.

Si hay una constante que podría unir todo el cine de Isabel Coixet es la búsqueda de arquitecturas especiales para contar sus historias. La plataforma petrolífera de La vida secreta de las palabras, el mercado o el hotel en Mapa de los sonidos de Tokio, la cueva y las estructuras vacías de Ayer no termina nunca, el iglú o la cabaña en Nadie quiere la noche… y, ahora, una librería con encanto. Y además juega con una metáfora absolutamente maravillosa, que ya engancha a todo amante de la literatura, los libros como casas… Los libros como refugio. Y en la película La librería, el libro es una reliquia que se toca, se siente, se disfruta… Y qué sitio alberga libros: un recinto que ya es reducto para románticos y solitarios, la librería, pero la librería con encanto con librera entregada que ama lo que ofrece. E Isabel Coixet ya ha mostrado su culto por el libro, si aquí adapta al cine la novela de Penelope Fitzgerald, La librería; no podemos olvidar su incursión en los escenarios teatrales en 2004 con la adaptación al teatro de una maravillosa novela epistolar sobre una librería y libros…, 84 Charing Cross Road.

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Diccionario cinematográfico (196)

wilbursequieresuicidar

De librerías y bibliotecas: dos espacios que merecen un ritual sagrado cada vez que son pisados, donde se esconden miles de páginas que pueden cambiar vidas o por lo menos hacerlas algo mejores o generar conocimientos. Dos espacios muy cinematográficos donde esconder un montón de secretos, misterios, magias, amores, sueños, alegrías y penas… lo mismo que se oculta entre los libros de las estanterías. Dos espacios condenados a transformarse con la llegada de otros formatos y la lenta desaparición del papel. De nuevo el cine se convertirá en imagen documental de la vida. Gracias a las películas jamás desaparecerán las viejas librerías ni las inmensas bibliotecas.

Holly Golightly descubre la biblioteca de la mano del escritor que se quedó en promesa, Paul, y ahora hombre enamorado. En un principio a Golightly no le hace mucha gracia el silencio impuesto y cree que le relaja bastante más Tifanny. Más tarde, sin embargo, acude ella sola para recopilar información sobre Brasil… su próximo lugar de huida. Tracy Lord, la excéntrica millonaria, no encuentra en ninguna libreria lo que busca: el libro de relatos del periodista que ha visitado su casa para meterse en su intimidad. Así que se mete en la biblioteca, saca el libro y se sumerge en la lectura… de tal manera, que no se da cuenta de que llega el periodista, que la ve leyendo su propio libro. Ahí es el inicio de una buena amistad que llegará a su culminación con una borrachera nocturna donde ambos llorarán sus penas… y aprenderán a conocerse a sí mismos un poco más. Dejarán atrás el desencanto. Son historias de Philadelphia.

Los personajes de Woody Allen casi siempre encuentran un buen momento para ir a una librería y recomendarse libros y poemas. Así ocurre con una de las hermanas de Hannah y su propio marido que la corteja con un poema o a la propia Annie Hall que visita librerías donde adquiere libros sobre el pesimismo de la vida por recomendación de su pareja. Cuando ya han pasado casi diez años vuelven a encontrarse Jesse y Celine antes del atardecer. Y precisamente en una conocida librería francesa donde Jesse presenta su libro como novelista. Jesse ha convertido en ficción un momento que le marcó… En una librería de libros de segunda mano viven dos hermanos: Wilbur (que se quiere suicidar) y su hermano, una buena y bella persona. Y en esa libreria entra una mujer silenciosa que cambiará sus vidas.

Las librerías también fomentan el amor. Así ocurre con el choque entre la dueña de una bonita librería infantil y el dueño de una macro librería impersonal en Tienes un e-mail. O el bueno de Hugh Grant que en su papel de eterno despistado y enamorado se convierte en dueño de una pequeña librería de turismo con encanto en pleno Notting Hill donde entra un día una estrella de Hollywood. Otra librería relacionada con el amor es esa que habita una cara con ángel. Ella viste de oscuro. Es una linda intelectual que ve cómo su tienda es invadida por un equipo de producción de una revista de moda donde un prestigioso fotógrafo quiere realizar una serie de fotografías a una modelo…

Recuerdo otra librería con encanto es la de La carta final donde Anthony Hopkins y Anne Bancroft se transforman en los protagonistas de una historia sencilla a través de una correspondencia. Él es Frank Doel, un empleado de una pequeña librería londinense y ella es Helen Hanff, una intelectual norteamericana en busca de libros especiales. Su amistad por carta recorre dos décadas donde transcurre una Segunda Guerra Mundial y una dura posguerra.

En las bibliotecas también se suceden momentos de tensión por búsquedas importantes para la resolución de un caso. Los visitantes de la biblioteca pueden ser periodistas, abogados o ciudadanos que necesitan dar con una información vital. Así recorremos bibliotecas de distintas instituciones importantes donde nos encontramos a los personajes de Todos los hombres del presidente, Sospechoso o nos adentramos en esa maravillosa escena en Anatomía de un asesinato donde un abogado con cara de James Stewart y su compañero de investigaciones (que ha dejado por un momento el alcohol) tratan de encontrar los fundamentos para ganar un caso.

Y también tienen importantes escenas para el recuerdo las bibliotecas universitarias o de los institutos. Donde hay intercambios de notas, de miradas, donde empiezan historias de amor y complicidades o terminan relaciones. Ahí está la estricta biblioteca donde estudian los chicos de El club de los poetas muertos mientras hablan de literatura y otros aspectos de la vida… atentos siempre a que nos les hagan callar o les expulsen de la sala.

Las bibliotecas también son sitios donde savalguardar la libertad (que puede ser amenazada) como En el ojo del huracán (Storm Center). Templos de cultura que son arrasados en momentos de lucha y oscuridad (Ágora). O sitios que acogen a personas que se sienten solas o que no tienen otro lugar donde ir así le ocurre a Meryl Streep en dos películas: Tallo de hierro o La decisión de Sophie. También pueden ser sitios misteriosos donde hay saber pero también otros aspectos siniestros como la biblioteca de El nombre de la rosa.

Las librerías también prometen historias mágicas, mundos inexplorados, posibilidades infinitas que se lo pregunten a dos niños: a Hugo o a Bastian que cuando entran en estos locales, empiezan a ocurrirles aventuras increíbles.

… Termino de teclear y me meto en una librería… quiero sumergirme en las páginas de algún libro que me transporte a un sitio inesperado. Ésas serán mis buenas vacaciones…

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