Sí, los últimos días de abril y este mes de mayo están siendo de cine. Madre mía, la cantidad de cosas que me están pasando. Sin parar, con visita de otros lares incluida, con accidente doméstico con fractura de ser querido y con cuidados intensivos necesarios por inmovilidad, con la maleta de un lado a otro (de una casa a otra), con viaje a Zaragoza, dos presentaciones y sin parar de teclear. Así que escribir con calma en el adorado blog ha sido más o menos misión imposible.
Por tanto, he decidido contaros estos días a través de las películas vistas. Cine y vida, vida y cine. Antes de la revolución doméstica con accidente y rotura, para tener más aventura en los días cotidianos y no aburrirnos, tuve la oportunidad de pasar un precioso día del libro en la Filmoteca Española de Madrid. En el hall del cine Doré, presentamos Prisioneros del bucle (sí, ¿os acordáis que os dije que había escrito un nuevo libro y que analizo en profundidad junto a Santiago Alonso la película de Bill Murray y el día de la marmota eterno?) y luego en la sala 1 se proyectó Atrapado en el tiempo de Harold Ramis. Fue una tarde bonita. Además al día siguiente nos llegaba una visita esperada del otro lado del océano.
Durante los primeros días de mayo pudimos ir a una sala de cine de estreno para viajar hasta Italia con Paula Cortellesi y su Siempre nos quedará mañana (C’è ancora domani, 2023). Mira que amo el cine italiano y un buen melodrama, así como los aires neorrealistas que se quieran desparramar por los fotogramas, el buen blanco y negro y aquellos que se arriesgan al tomar ciertas decisiones en la puesta en escena, pero este largometraje en cuestión no me hizo vibrar. Ahora sí, es carne de cinefórum, precisamente para analizar todo esto que estoy intentando explicar en unas pocas líneas. Cortellesi dirige demasiado las emociones del espectador para apoyar una tesis (bastante necesaria en estos tiempos que corren, también es verdad)… y eso creo que fue lo que no me dejó disfrutar al cien por cien de la propuesta.