Homenaje a las salas de cine

Sigo yendo a las salas de cine. Y la pandemia no lo pone fácil. Admiro, sin embargo, cómo las salas que quedan en mi ciudad están luchando por permanecer abiertas. Mantienen la ilusión, las sesiones que pueden y surgen nuevas ideas para continuar vivas. Y yo suplico por los rincones que sigan adelante, que puedan mantenerse. Para mí una ciudad sin cines… Las echaría tanto de menos. Porque cada vez que puedo, me meto en una, y vuelve para mí la calma. Siempre he pensado que en las salas de cine nada malo puede pasarme, y sigo creyéndolo. Quiero ser una espectadora fiel, no quiero dejar de serlo. El cine en el cine no es ninguna tontería. Desde pequeña ha sido mi ritual más amado y, por qué no decirlo, sagrado. Me siento en una sala y todo a mi alrededor se calma. Logro desconectar del mundo. Se apagan las luces y nace una historia de la pantalla, y durante hora y media o dos o más… viajo.

Durante el 2020, en cuanto abrieron las salas de cine, he acudido todo lo que he podido. Y ahora en 2021 tampoco está siendo fácil recuperar el ritmo. Pero yo sigo comprando mis revistas de cine (que merecen otro homenaje), mirando las programaciones de las salas de cine en sus distintas webs, y acercándome en cuanto puedo. Una de las iniciativas ha sido reestrenar clásicos. Luego bastante cine de nuestros lares, cine independiente y cine de países diversos están teniendo mucho espacio en las pantallas. Así he podido ver varios largometrajes nominados a los Goya de este año (Las niñas, Sentimental, El plan, La boda de Rosa, My Mexican Bretzel, Corpus Christi, Falling, El agente topo…), también alguno de los clásicos reestrenados o títulos de otros sitios lejanos. E incluso pude acercarme al cortometraje de Pedro Almodóvar que va camino a los óscar, La voz humana. Solo espero recuperar pronto el ritmo de siempre, y que otros espectadores fieles se animen y se acerquen a las salas de cine de nuevo.

De pronto, este fin de semana me vino un recuerdo. Hace tres años me presenté a un concurso de cuentos de cine. Me dio por la ciencia ficción en ese momento. Al leerlo de nuevo me he sorprendido de lo acorde que es con estos tiempos. Fue como una especie de premonición.

Valga de homenaje a las salas de cine, porque no hay sitio mejor para disfrutar de una película. Aquí os lo dejo.

El búnker

Me gustaría ser el capitán Gregg, el fantasma de la señora Muir, y decirle al oído: “Cómo te habría encantado el Cabo Norte…, los fiordos y el sol de medianoche. Navegar entre los arrecifes en Barbados donde el agua azul se torna verde. ¡A las Malvinas, donde los vientos del sur cubren de espuma el mar! Lo que nos hemos perdido, Lucy. Lo que nos hemos perdido los dos. Adiós…, querida mía”. Pero no soy un fantasma, ni tengo una Lucy de la que despedirme. Tan solo soy un solitario espectador encerrado en mi sala favorita de cine, junto a otros espectadores fieles, disfrutando de un maratón. Y ahora estoy otra vez emocionado con la película de Mankiewicz.

Rebobinemos, como se hacía antes con los VHS. Después de los últimos acontecimientos, que salían continuamente en los telediarios, el propietario de la sala de cine nos propuso a los más fieles, a los de toda la vida, que eligiésemos nuestra película favorita. Y que tal día como hoy empezaríamos un maratón, desconectados de las noticias y solo viendo aquellos largometrajes que nos habían marcado de alguna manera. Nos dijo que duraría lo que tuviese que durar. Y que la comida, la bebida y demás corrían a su cargo. Todos los solitarios espectadores de la sala aceptamos a ciegas. Nos conocíamos de vista y, aunque muchos no habíamos cruzado palabra, sabíamos que teníamos una especie de complicidad indestructible. Solo hubo una condición: para que el aislamiento fuese total y absoluto, dejaríamos los teléfonos móviles en casa.

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La importancia de llamarse Oscar Wilde (The Happy Prince, 2018) de Rupert Everett

La importancia de llamarse Oscar Wilde

Oscar Wilde y sir Alfred Douglas o el corazón roto de Wilde, el príncipe destronado…

“En la celda siempre es atardecer como en el corazón es siempre medianoche”. Esta es una de las bellas frases que se puede encontrar en una carta que habla sobre el dolor, el sufrimiento, la belleza y el amor. Una carta que escribió desde la cárcel Oscar Wilde a su amante, sir Alfred Douglas. Una carta que se publicaría póstumamente bajo el título De profundis. Hay muchas alusiones al corazón humano. Así el escritor reconoce que “en otro tiempo mi corazón estaba siempre en primavera” o hace una afirmación trágica (pero cierta): “los corazones están hechos para romperse”. Y esto es porque Oscar Wilde desnuda su alma y escribe a corazón abierto, al igual que Rupert Everett lleva a cabo esta obra cinematográfica como director, guionista y actor principal. Con todo el corazón.

La importancia de llamarse Oscar Wilde cuenta los últimos tres años de Wilde (Rupert Everett), tras su salida de prisión. Las secuencias son pinceladas, retazos, reflexiones visuales que se escapan de la mirada y la mente de un hombre a punto de irse del mundo. A veces esa mirada se distorsiona bajo la fiebre o recuerda ciertas partes de la vida como una pesadilla y, otras veces, toca momentos felices. Está tan cerca de la muerte que también tiene visitas de personas amadas que acaban de abandonar la vida o recrea muy vivamente a personas pasadas. Oscar Wilde fue un hombre que estuvo en la cumbre, y también en los infiernos, en la caída. Pero que nunca dejó de amar: ni a su familia más cercana, a su esposa Constance (Emily Watson) y a sus dos hijos; ni a sus buenos amigos (algunos le acompañaron hasta el final, como Reggie Turner —Colin Firth— o Robert Robbie Ross —Edwin Thomas—); ni al hombre que precipitó su caída, su joven amante sir Alfred Douglas (Colin Morgan). Y nunca dejó de intentar atrapar la belleza en cada instante, incluso de lo más horrible.

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Kenji Mizoguchi. Cuentos de la luna pálida de agosto (Ugetsu monogatari, 1953) / El intendente Sansho (Sansho Dayu, 1954)

En el universo cinematográfico de Kenji Mizoguchi, sus historias nos las cuenta desde una distancia prudencial, pero que cala. La vida de sus personajes pasa por nuestros ojos en elaborados planos secuencia con infinidad de detalles, como en un buen cuadro. En sus películas sobre historias del pasado, no solo habla de su presente (y de este presente también), sino que vierte además gotas de su propia biografía. Kenji Mizoguchi murió joven de una leucemia en 1956 y podría haber seguido rodando y rodando… o quizá su fantasma no haya parado de contar historias y también haya recuperado aquellas películas perdidas de su filmografía que ya no podremos ver. Su espíritu de joven luchador fue alcanzado por los ecos de la revolución rusa y posteriormente su visión política y social del mundo la vertió en sus fotogramas. Pero si algo le marcó en su infancia dura y pobre fue el maltrato de su madre y la venta de su hermana mayor como geisha, convirtiéndole en un director que no solo cuidaba a sus personajes femeninos, sino que daba voz a la realidad de la mujer japonesa (y del mundo), a cómo se silenciaba su papel, a las injusticias que aguantaba y a la desigualdad de derechos y oportunidades que sufría a diario. Le gustaban las mujeres en su vida privada y en la pantalla de cine, la turbulenta y agitada vida sentimental de sus personajes no le era ajena.

Cuentos de la luna pálida de agosto (Ugetsu monogatari, 1953)

Cuentos de la luna pálida de agosto

… Hombres y fantasmas… un tenue límite

Mizoguchi recrea un mundo de leyenda en el Japón del siglo XVI y esos cuentos de luna pálida narran las vicisitudes de dos campesinos con ambiciones, Genjuro y Tobei. Uno piensa en enriquecerse con su trabajo como alfarero y el otro quiere ser un samurái; son tiempos de guerra y violencia. Los dos están casados y sus mujeres siempre tratan de que bajen a la tierra y valoren y cuiden lo que tienen. Pero es un cuento trágico y en un río cubierto de tiniebla, mientras todos viajan en una humilde embarcación, les envuelve una premonición oscura sobre el destino. Además se separan en ese instante. La esposa de Genjuro deja la barca con su hijo pequeño para volver a la aldea ante el miedo de que sean atacados y robados con toda la mercancía que llevan a vender a la ciudad. Una vez en la ciudad, Genjuro, Tobei y su esposa empiezan a vender con éxito la mercancía. Pero a la vez todo cambia y se transforma. Genjuro conoce a una bella mujer noble, lady Wasaka, y se ve atrapado en un paraíso de placer y sensualidad. Y Tobei con el dinero ganado compra su uniforme de samurái, abandonando a su esposa para conseguir, cueste lo que cueste, su sueño.

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Doblete de cine español. Un monstruo viene a verme (2016) de J.A. Bayona/Que Dios nos perdone (2016) de Rodrigo Sorogoyen

Un monstruo viene a verme (2016) de J.A. Bayona

Un monstruo viene a verme

Patrick Ness partió de una idea original de la escritora Siobhan Dowd para crear una novela corta infantil: Un monstruo viene a verme, que publicó en 2011. La escritora había fallecido en 2007…, tenía cáncer. Los buenos cuentos infantiles son aquellos que transmiten herramientas para que los niños se enfrenten a un mundo adulto duro, y para que puedan entender la realidad que les rodea… a través de la imaginación. Por eso en los cuentos hay miedo, terror, soledad, tristeza, crueldad…, pero también todos sus contrarios. Porque así es la vida. Y a través de los cuentos se crea un camino para entender el mundo en el que se vive. Una de las cosas a las que se enfrentan los niños es a los conceptos de la muerte y de la ausencia, y los sentimientos confusos y contradictorios que estos provocan. Y de eso trata precisamente Un monstruo viene a verme.

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Cuentos de terror de Dario Argento. Suspiria (Suspiria, 1976) / Phenomena (Phenomena, 1984)

suspiria

Adentrándome por fin en la filmografía del realizador italiano Dario Argento, me atrevo con él, por recomendación de un buen amigo, con el visionado de dos cuentos tenebrosos. Suspiria y Phenomena tienen varios paralelismos que hacen interesante y gratificante su análisis. Los que me conocen un poco saben que el cine de terror es una de mis muchas lagunas cinematográficas, pero cada vez es un género que voy visitando más. A diferencia de otros amigos de generación, que se engancharon al cine por este género…, yo durante mi adolescencia y juventud huí de él. Ahora que soy más mayorcita, me voy atreviendo a hundirme en las tinieblas.

De Argento solo había visto, y hace relativamente poco uno de sus giallos, El pájaro de las plumas de cristal (forma parte de la trilogía de los animales junto a El gato de las nueve colas y Cuatro moscas sobre terciopelo gris). El giallo, esa mezcla de thriller y terror, es totalmente desconocido para mí. Solo conocía la teoría y lo que había leído en libros, así que me queda casi todo por descubrir. Es uno de los caminos que abrió la influencia del maestro del suspense por el mundo. Con Psicosis marcó una senda en el cine del suspense y el terror. Hitchcock, innovador y referente de otros realizadores.

Pero Argento, además del giallo, se lanzó a un terror con tintes fantásticos. Y tanto Suspiria (es la primera película de otra trilogía del director, la de las madres) como Phenomena entrarían dentro de esta categoría. Su visionado lo disfruté porque, como he dicho al principio, lo viví como dos cuentos terribles, insanos y enfermizos. Dario Argento, creador de ambientes extraños y tenebrosos, te atrapa por su poder visual y una estética especial. Argento, macabro, realiza verdaderas coreografías a la hora de filmar las muertes de sus víctimas (todavía tengo tendencia a taparme los ojos —modalidad abanico… mirar con repelús entre los dedos abiertos—, pegar brincos y poner caras de asco o de pánico…).

Desde la más absoluta ignorancia del género (y de la figura de Argento), como ya he confesado al principio, tanto Suspiria como Phenomena me han resultado opciones muy ricas a la hora de explayarse en la escritura. Dos películas con paralelismos sugerentes.

Paralelismos

Las dos protagonistas son dos jóvenes norteamericanas, delicadas y blancas como la nieve (Dario Argento ha reconocido la influencia que tuvo en él Blancanieves y los siete enanitos), que llegan a un país europeo (Alemania una, Suiza la otra) y a una residencia hostil. Ambas son extremadamente sensibles y capaces de ‘percibir’ más allá… que cualquier otro personaje de la trama.

Las actrices elegidas dan un toque especial a sus personajes. Indefensas pero fuertes a la vez. Extremadamente sensibles, como de otro mundo. Extrañas, etéreas y delicadas. Ambas habitan un nuevo mundo enfermizo e insano. Ambas viven en una especie de bosque tenebroso o de casa encantada que les depara obstáculos terribles… lleno de criaturas horripilantes. La mirada que las dos depositan al mundo devuelve un universo onírico con gotas de pesadilla y locura. Solitarias, no existe el príncipe azul en estos relatos fílmicos. En uno se convierte en un ser anónimo que solo aporta más inquietud (Miguel Bosé) y en la otra hay una ausencia total (la joven solo recibirá ayuda de los animales…).

En Suspiria, la joven protagonista es Jessica Harper, actriz que había adquirido cierto halo de culto por su aparición en El fantasma del paraíso de Brian de Palma. Harper, delicada y delgada, hace creíble su papel de bailarina exquisita y frágil, casi enfermiza. Mientras en Phenomena continua la carrera de una niña con rostro de Jennifer Connelly, que había demostrado su potencial y belleza desde su debut en Érase una vez en América de Sergio Leone (amigo de Argento). El personaje de Connelly, más complejo que el de Harper, tiene una especie de extraño poder. Ella puede comunicarse mucho mejor con los insectos (y otros animales) que con los seres humanos. Las dos protagonistas tienen problemas con el sueño y eso las hace estar confusas gran parte del tiempo, quizá distorsionando más la realidad que las rodea. ¿Qué es fruto de sus cabezas adormiladas? ¿Qué es real? ¿Qué es pesadilla?  En Suspiria la protagonista se queda dormida por los rincones; en Phenomena además es sonámbula. Ambas muestran una inestabilidad mental y emocional en el momento que se suceden los hechos.

Los paralelismos también se dan en la estructura de la historia. Hay una fugaz voz en off, que amplifica la sensación de cuento, para presentar a las dos protagonistas fuera de su entorno habitual. Las dos películas empiezan con un asesinato iniciático que pondrá en marcha la trama. Asesinatos coreografiados como una danza macabra…, más evidente en Suspiria. El estilo visual de Suspiria está muy elaborado, es casi tan etéreo como su protagonista. La atmósfera extraña es casi otro personaje deslumbrante. En Phenomena su estilo visual es más sobrio y sucio dando a la historia un tono más desconcertante y extraño.

En las dos películas, las protagonistas se rodean de personajes a cada cual más extraño (acariciando siempre lo desagradable) y según va avanzando la historia, se van desarrollando más los hilos fantásticos. En Suspiria la sensación de irrealidad acompaña toda la película y va en crescendo… desde que la protagonista atraviesa la puerta del aeropuerto y se vislumbra una tormenta hasta el final del tenebroso cuento. En Phenomena la irrealidad es más brusca y el ambiente que rodea a la protagonista es extraño y desasosegante. En Suspiria la banda sonora extraña va al ritmo de lo etéreo; en Phenomena la banda sonora desconcierta desde el primer momento, creando una sensación de rechazo y dureza a lo que estamos viendo (hasta Iron Maiden está presentes en una banda sonora que apuesta por el heavy metal para un cuento de hadas tenebroso).

En Suspiria, la academia de baile es otro personaje fundamental de la trama. Un edificio con vida que oculta un misterio terrible. Cada detalle, cada puerta, cada ventana y cristalera, el juego de luces, las escaleras, los vestuarios, las clases…, todo forma parte de una especie de casa encantada, inquietante. En Phenomena juega más con los exteriores, con ese bosque tenebroso que oculta una casa maldita. Y la residencia será un sitio hostil donde la protagonista se siente continuamente fuera de lugar. La joven siempre quiere huir de allí, no se siente cómoda y sufre una especie de mobbing por parte de sus compañeras y de las docentes.

La presencia de insectos u otros seres vivos como pájaros o murciélagos acentúan la presencia continua de la muerte. Una muerte que acecha. Y también alude a la corrupción de los cuerpos sin vida, los cadáveres no descubiertos. También sirven de premonición de algo terrible. Si en Suspiria deparan momentos inquietantes, como la aparición de los gusanos; en Phenomena su presencia es constante y fundamental para hacer avanzar la trama. La protagonista tiene una relación especial con los insectos (como una especie de Carrie, tiene una escena de reina de las moscas que hace que miles de estos insectos rodeen la residencia… y que muestra cómo éstas la defenderían hasta extremos inimaginables) y sus únicos amigos en un país hostil serán un inválido y reputado entomólogo que vive en una casa junto a una mona adiestrada (que vuelve más extraña aún esta película, más fuera de la realidad)…

Finalmente en ambas películas lo terrorífico y fantástico, la presencia del horror que durante todo el metraje se ha intuido y manifestado de manera inquietante, toma forma física en una presencia monstruosa y deforme. En Suspiria tiene rostro de anciana decadente y en Phenomena de niño horrible.

Viejas glorias

Dario Argento se deja seducir, como otros directores de mundos extraños e insanos (y también signo de los últimos ramalazos de la caída del sistema de estudios) como los americanos Robert Aldrich o Curtis Harrington, por viejas glorias de cine de Hollywood y un añejo star system europeo. En Suspiria las damas que dirigen la academia de baile son de lo más siniestras y se esconden tras los rostros de viejas glorias: Joan Bennett y una Alida Valli cuya sonrisa provoca escalofríos. En Phenomena el ‘visitante’, la vieja gloria y uno de los reyes de la serie B, será un hombre que además ejerce como figura no solo sabia sino también protectora, como un hada madrina (pero por desgracia, para él, sin poderes). El entomólogo en silla de ruedas, que es siempre acompañado por una mona que no soporta el mal, tiene el rostro del actor británico Donald Pleasence.

Nuevas influencias

phenomena

Las películas de Argento de aquellos años setenta y principios de los ochenta (que han ido decayendo con el paso de los años incluso para los seguidores que más admiración le profesan) siguen creando escuela (tanto en la estética visual de algunos directores, como en la temática así como en la creación de ambientes enfermizos e inquietantes).

Así, por ejemplo, muchos son los que vieron en su momento la influencia de Suspiria sobre Cisne negro de Darren Aronofsky. No solo porque la protagonista fuera una frágil bailarina sino por muchos aspectos. Tanto la atmósfera inquietante creada a través de la heroína femenina (ese aire onírico y la presencia continua de la pesadilla rozando la locura) como los personajes incómodos que acompañaban su camino.

Una de las cosas que más inquietud me ha causado al ver las dos películas ha sido el empleo del sonido como elemento narrativo y exasperante. El ruido de pasos, los portazos, la ruptura de cristales, las respiraciones extrañas, las voces distorsionadas por la lejanía, el sonido del agua o el que emiten los insectos… Todo envuelto con una música que a veces distorsiona bastante más la historia que se nos está contando. Y este tipo de atmósfera y la importancia de los sonidos en las películas de terror fueron magníficamente reflejados hace muy poco en una película inquietante, Berberian Sound Studio de Peter Strickland.

Tanto Suspiria como Phenomena son un ejemplo de cuentos tenebrosos con una fuerza visual que evita el olvido. Estas películas crean una atmósfera inquietante que deja al espectador con un mal rollo continuo que perdura después de la proyección, que hace que permanezca en un estado como de semiinconsciencia…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Europa de Luis López Carrasco (Gollarín, 2014)

elfuturo

… los directores de cine son creadores de historias… en imágenes. Por eso no es extraño que los creadores de historias empleen otras formas de expresión para narrar, como la escritura. Así puede darse el caso de un joven cineasta, cofundador del colectivo audiovisual Los Hijos (tres son sus integrantes) que experimentan con el lenguaje cinematográfico, que toca un teclado para plasmar su universo en las páginas de un libro de relatos. Siete relatos… que ‘crean’ un futuro.

A Luis López Carrasco le conocía por leer su nombre relacionado con Los Hijos. No había visto nada del colectivo hasta que hace poco vi dos de sus obras: Ya viene, aguanta, riégueme, mátame y El sol en el sol del membrillo. Ambos cortometrajes arrastran reflexiones sobre el cine dentro del cine, sobre lo que vemos reflejado y cómo lo vemos reflejado, sobre qué es rodar, qué es el montaje, qué es realidad o ficción, cómo se manipula a través de las imágenes…Son dos ensayos cinematográficos.

Su nombre me empezó a sonar a partir del largometraje Los materiales (que está en mi baúl de películas pendientes) y ahora acaban de presentar Árboles (que espero poder ver en breve en sus proyecciones en la Filmoteca). Esta nueva obra del colectivo es un ensayo histórico-social-político donde se realiza una reflexión sobre la presencia colonial en África y también crea un paralelismo con las ‘colonias’ residenciales en las periferias de las grandes ciudades españolas.

Pero también Luis López Carrasco ha presentado su primer largometraje en solitario, que pude visionar en una sesión de la Cineteca en el Matadero, El Futuro. A partir de la ‘proyección’ de una fiesta de jóvenes (que puede enmarcarse poco después de las primeras elecciones ganadas por el PSOE), se crea toda una reflexión política sobre ese momento en que nacía una incipiente democracia y que parecía que había todo un futuro por delante por construir… El efecto de ver esa fiesta, con su música de fondo, rostros, algunos diálogos sueltos… en el desolador tiempo presente genera (o por lo menos a mí me ocurrió) una tristeza enorme. El Futuro es como el ‘rescate’ de una vieja cinta de cine donde se atrapa una fiesta. La vieja cinta está deteriorada. El sonido no es bueno. En las imágenes ya hay huellas del paso del tiempo, agujeros negros que tapan rostros, saltos, cortes. Se escuchan algunos diálogos. Y todo este material, junto con al principio, el discurso radiofonico de Felipe González tras la victoria en las elecciones… crea un discurso oculto y y pesimista sobre un periodo determinado y su posterior evolución.

Y aquí, en esa fiesta, esa capsula de pasado vista ahora, en el futuro… puedo empezar a hablar de Europa y de su tercer relato Todos los finales posibles. Dos científicos al límite, al borde del fin del mundo, tienen que decidir el destino de un viaje en el tiempo que les permita escapar de la situación apocalíptica en el que está inmerso el mundo. Uno de ellos es español y termina diciendo que quiere volver a los setenta en su país de origen. “Quiero volver a la época en que nací. Quiero volver a mi casa, a mi ciudad de origen, quiero recobrar todos mis recuerdos. Quiero ver a mis padres, a mis familiares, de jóvenes, en el clima de la energía e ilusión que acaeció al final de la dictadura franquista, el inicio torpe de una democracia. Volvemos a la ilusión, me dirás. Quizá sí, quizá no. Porque esa efervescencia duró muy poco, el sistema se integró a plena velocidad en los rigores del contexto internacional. Se mistificó, se conjuró y eliminó un periodo muy corto. Con todo, no podré soportar el optimismo de esas gentes, mis compatriotas, me dirás”. El otro científico le dice que es como si quisiera regresar a una grabación ininterrumpida de vídeos domésticos familiares…

De pronto en los siete relatos de Europa, no sólo hay un futuro donde hay hueco para lo inquietante y lo desasosegante sino también para los recuerdos, la memoria y la nostalgia…, para las relaciones humanas, entre familiares o desconocidos, entre dos personas que se gustan o entre amigos… La tristeza que acompaña El futuro sigue y se alarga en los relatos de Europa. Relatos que además muestran un mundo complejo, un universo visual complejo, donde los personajes se mueven entre sueños, realidades virtuales, planetas lejanos, atrapados en viejos videojuegos, páramos solitarios… y en ese extrañamiento que sufren, por distintos motivos, en un mundo hostil (o extraño, distinto) en el que sobreviven, se aferran a sentimientos absolutamente humanos, donde siempre acuden a la nostalgia, el recuerdo y la memoria.

El teclado de Luis López Carrasco genera ese futuro incierto y nos hace caer en el abismo y la angustia de muchos de sus personajes. Acompañamos en el salto al vacío al personaje de El caminante. Si solo me dieran la oportunidad de quedarme con uno de los relatos quizá optaría por llevarme Bajo el mismo cielo… y ese grupo de personas que proyectan sus vídeos al cielo, no sabemos qué es lo que proyectan ni qué significa para ellos ese acto… “Los proyectores disparan al cielo oscuro su mensaje de luz”. De pronto el narrador de la historia, el protagonista, nos cuenta su propia “no película”. Una proyección que no existe pero que él tiene en su cabeza (y que forma parte de sus recuerdos de infancia) e imagina cómo quedaría reflejada en el cielo… y crea una emoción difícil de describir.

Luis López Carrasco no solo logra crear un mundo de sensaciones, reflexiones y miedos sino que la forma en que narra esos relatos también atrapan. Genera ambientes y un mundo visual muy potente pero también provoca, mientras te sumerges en su lectura, momentos de catarsis… Logra principios y finales impactantes y un desarrollo que suscita emociones pero a la vez todo ‘pintado’ con el distanciamiento y el extrañamiento tanto de los personajes como de las situaciones que viven.

… un primer libro de relatos que muestra que Luis López Carrasco es un creador de historias. Puede utilizar la cámara (una mirada) o el teclado (la palabra) y empezar a contar…

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