Razón número 1: Qué difícil es hacer reír
De ¡Qué ruina de función!, de Peter Bogdanovich, ya escribí un texto hace años en el blog, pero la semana pasada, volví a verla y supe que es de esas películas que amo con locura, así que vuelvo de nuevo a ella para dictar diez motivos por los que merece la pena dejarse llevar y disfrutarla en cada visionado. Y el primero de ellos es constatar una premisa: qué difícil es hacer reír. Creo que la comedia es de las artes más complicadas. Sin duda, provocar una lágrima es más fácil que lograr una carcajada.
Para mí el poder de ¡Qué ruina de función! es que la puedo ver una y otra vez y termino siempre llorando de la risa y ahogándome, porque las carcajadas no me dejan respiro. Pero es que además me atrevería a decir que es una comedia perfectamente construida, una reliquia de la risa y un mecanismo sin fisuras.
Razón número 2: Diversidad de comedia
¿Qué tipos de comedia hay? ¿Qué es lo que provoca la risa? ¿Cuáles son sus secretos? ¿Cómo se construye una comedia? En ¡Qué ruina de función!, Peter Bogdanovich, director de cine, da toda una lección de este género y deja muchas claves para entenderlo. ¿Cómo se provoca una carcajada? Nos puede hacer reír la situación planteada: unos actores que cada función que realizan es un puro desastre. O nos genera risa la actitud del propio personaje ante la vida, su manera de moverse o de recibir una noticia; por ejemplo, la vena cómica de actores como Carol Burnett o John Ritter que a través de su forma de actuar son capaces de generar la risa.
También hay un tipo de interpretación, todo un arte en el cine mudo, que practicaban genios como Chaplin, que podía estar al servicio de la risa: la pantomima, el arte de la representación mediante la mímica, contar algo tan solo con gestos y expresiones. Entre bambalinas, cuando se está representando una obra es necesario el silencio…, todos se tienen que comunicar por mímica…
Pero además el cine ha permitido dentro de la comedia vertientes insospechadas, y todas están reunidas en la película de Bogdanovich. Desde los orígenes del cine, se supo aprovechar la risa que provoca una caída, un buen empujón, un tortazo… Así en el cine mudo, el slapstick puso de relieve la fuerza del humor físico. Lo bien que funciona una buena caída por algo que el personaje es incapaz de esquivar (un sillón) o porque es protagonista de una broma pesada (le atan los cordones de los zapatos).
Y durante los años treinta, cuando ya se dominaba el arte del diálogo en la pantalla, se encontró la eficacia del screwball comedy, la comedia alocada, de conversaciones rápidas y chispeantes, de ritmo acelerado, situaciones absurdas y un sentido del caos muy pronunciado.
Además ¡Qué ruina de función! está dentro de esas películas que tratan el género del teatro dentro del cine… Y la trama principal son unos actores de gira en distintas ciudades y subiéndose a los escenarios con una comedia de enredos, donde la clave es buscar un conflicto por el que los personajes se muevan en el continuo malentendido o equívoco.
Y así podríamos continuar escribiendo y escribiendo sobre cómo Peter Bogdanovich con esta película realiza un verdadero tratado de la comedia. De hecho, en varios de los siguientes puntos que amo de esta película se visibiliza cómo emplea las distintas herramientas que permiten construir una comedia a través del lenguaje cinematográfico.
Razón número 3: El juego que da un plato de sardinas
En esta comedia maravillosa todo arranca con un plato de sardinas. Sí, la obra de teatro que están representando este grupo de actores tiene como motivo cómico un plato de sardinas. Un gag es un recurso, un efecto cómico, que cuando funciona, en este caso dentro de esta película, provoca la carcajada. Y este en concreto es un gag repetitivo. Nunca un plato de sardinas dio tanto juego.
Ese plato de sardinas es un elemento del atrezo, pero a la vez motiva, por repetición y por las distintas maneras para lo que se emplea, que se convierta en un recurso cómico… y según aparece el famoso plato de sardinas, provoca situaciones varias y la risa va en aumento. El plato de sardinas se olvida, está cuando no tiene que estar y viceversa, se cae al suelo o las sardinas terminan encima de la cabeza de alguien… ¡¡¡El espectador está preocupado y expectante por saber qué va a pasar la próxima vez con el bendito plato de sardinas!!!
Lo que pasa es que estamos ante una comedia virtuosa y hay otros tipos de gags sonoros, visuales, repetitivos que hacen su visionado un deleite. También se juega en un momento dado con una botella de alcohol o hay una secuencia divertidísima que se construye con un micrófono y el mensaje repetitivo que avisa al público de cuándo va a dar comienzo la obra…
Razón número 4: Tres niveles
Peter Bogdanovich emplea la estructura clásica de una obra, los tres actos, para construir la película. Así los tres momentos fundamentales que sustentan la historia son: el ensayo general, la representación de la obra entre bambalinas y la representación desastre, donde todo salta por los aires. Cada vez todo es más caótico y, después del caos, regresa el orden y el triunfo, porque el espectáculo siempre debe continuar. Lo bonito de este grupo de actores con su director de obra y los sufridos profesionales y técnicos que están entre bambalinas (los que están detrás del telón para que todo salga adelante) es que siempre representan hasta el final, hasta que baja el telón, aunque todo esté siendo un auténtico desastre.
Pero también hay tres niveles de significado cuando vemos la película y asistimos a cada una de las representaciones. Por una parte, está lo que el público está viendo encima de los escenarios: una obra de enredos. Después, todo lo que acontece entre bambalinas, qué es lo que ocurre tras el telón, durante los momentos de espera hasta que un actor tiene que salir, cómo solucionan problemas que tienen que ir improvisando para salir adelante…, etcétera. Y, por último, está el elemento humano y lo que va haciendo que todo se convierta en un auténtico caos, las relaciones que se establecen entre los actores y también con otros profesionales vinculados, y cómo afecta a las representaciones. Porque además no solo son relaciones profesionales o de amistad, sino que también juega el amor y el desamor.