Razón número 1: Qué difícil es hacer reír
De ¡Qué ruina de función!, de Peter Bogdanovich, ya escribí un texto hace años en el blog, pero la semana pasada, volví a verla y supe que es de esas películas que amo con locura, así que vuelvo de nuevo a ella para dictar diez motivos por los que merece la pena dejarse llevar y disfrutarla en cada visionado. Y el primero de ellos es constatar una premisa: qué difícil es hacer reír. Creo que la comedia es de las artes más complicadas. Sin duda, provocar una lágrima es más fácil que lograr una carcajada.
Para mí el poder de ¡Qué ruina de función! es que la puedo ver una y otra vez y termino siempre llorando de la risa y ahogándome, porque las carcajadas no me dejan respiro. Pero es que además me atrevería a decir que es una comedia perfectamente construida, una reliquia de la risa y un mecanismo sin fisuras.
Razón número 2: Diversidad de comedia
¿Qué tipos de comedia hay? ¿Qué es lo que provoca la risa? ¿Cuáles son sus secretos? ¿Cómo se construye una comedia? En ¡Qué ruina de función!, Peter Bogdanovich, director de cine, da toda una lección de este género y deja muchas claves para entenderlo. ¿Cómo se provoca una carcajada? Nos puede hacer reír la situación planteada: unos actores que cada función que realizan es un puro desastre. O nos genera risa la actitud del propio personaje ante la vida, su manera de moverse o de recibir una noticia; por ejemplo, la vena cómica de actores como Carol Burnett o John Ritter que a través de su forma de actuar son capaces de generar la risa.
También hay un tipo de interpretación, todo un arte en el cine mudo, que practicaban genios como Chaplin, que podía estar al servicio de la risa: la pantomima, el arte de la representación mediante la mímica, contar algo tan solo con gestos y expresiones. Entre bambalinas, cuando se está representando una obra es necesario el silencio…, todos se tienen que comunicar por mímica…
Pero además el cine ha permitido dentro de la comedia vertientes insospechadas, y todas están reunidas en la película de Bogdanovich. Desde los orígenes del cine, se supo aprovechar la risa que provoca una caída, un buen empujón, un tortazo… Así en el cine mudo, el slapstick puso de relieve la fuerza del humor físico. Lo bien que funciona una buena caída por algo que el personaje es incapaz de esquivar (un sillón) o porque es protagonista de una broma pesada (le atan los cordones de los zapatos).
Y durante los años treinta, cuando ya se dominaba el arte del diálogo en la pantalla, se encontró la eficacia del screwball comedy, la comedia alocada, de conversaciones rápidas y chispeantes, de ritmo acelerado, situaciones absurdas y un sentido del caos muy pronunciado.
Además ¡Qué ruina de función! está dentro de esas películas que tratan el género del teatro dentro del cine… Y la trama principal son unos actores de gira en distintas ciudades y subiéndose a los escenarios con una comedia de enredos, donde la clave es buscar un conflicto por el que los personajes se muevan en el continuo malentendido o equívoco.
Y así podríamos continuar escribiendo y escribiendo sobre cómo Peter Bogdanovich con esta película realiza un verdadero tratado de la comedia. De hecho, en varios de los siguientes puntos que amo de esta película se visibiliza cómo emplea las distintas herramientas que permiten construir una comedia a través del lenguaje cinematográfico.
Razón número 3: El juego que da un plato de sardinas
En esta comedia maravillosa todo arranca con un plato de sardinas. Sí, la obra de teatro que están representando este grupo de actores tiene como motivo cómico un plato de sardinas. Un gag es un recurso, un efecto cómico, que cuando funciona, en este caso dentro de esta película, provoca la carcajada. Y este en concreto es un gag repetitivo. Nunca un plato de sardinas dio tanto juego.
Ese plato de sardinas es un elemento del atrezo, pero a la vez motiva, por repetición y por las distintas maneras para lo que se emplea, que se convierta en un recurso cómico… y según aparece el famoso plato de sardinas, provoca situaciones varias y la risa va en aumento. El plato de sardinas se olvida, está cuando no tiene que estar y viceversa, se cae al suelo o las sardinas terminan encima de la cabeza de alguien… ¡¡¡El espectador está preocupado y expectante por saber qué va a pasar la próxima vez con el bendito plato de sardinas!!!
Lo que pasa es que estamos ante una comedia virtuosa y hay otros tipos de gags sonoros, visuales, repetitivos que hacen su visionado un deleite. También se juega en un momento dado con una botella de alcohol o hay una secuencia divertidísima que se construye con un micrófono y el mensaje repetitivo que avisa al público de cuándo va a dar comienzo la obra…
Razón número 4: Tres niveles
Peter Bogdanovich emplea la estructura clásica de una obra, los tres actos, para construir la película. Así los tres momentos fundamentales que sustentan la historia son: el ensayo general, la representación de la obra entre bambalinas y la representación desastre, donde todo salta por los aires. Cada vez todo es más caótico y, después del caos, regresa el orden y el triunfo, porque el espectáculo siempre debe continuar. Lo bonito de este grupo de actores con su director de obra y los sufridos profesionales y técnicos que están entre bambalinas (los que están detrás del telón para que todo salga adelante) es que siempre representan hasta el final, hasta que baja el telón, aunque todo esté siendo un auténtico desastre.
Pero también hay tres niveles de significado cuando vemos la película y asistimos a cada una de las representaciones. Por una parte, está lo que el público está viendo encima de los escenarios: una obra de enredos. Después, todo lo que acontece entre bambalinas, qué es lo que ocurre tras el telón, durante los momentos de espera hasta que un actor tiene que salir, cómo solucionan problemas que tienen que ir improvisando para salir adelante…, etcétera. Y, por último, está el elemento humano y lo que va haciendo que todo se convierta en un auténtico caos, las relaciones que se establecen entre los actores y también con otros profesionales vinculados, y cómo afecta a las representaciones. Porque además no solo son relaciones profesionales o de amistad, sino que también juega el amor y el desamor.
Razón número 5: El teatro en el cine
Otro asunto que hace de la película un disfrute es que ¡Qué ruina de función! homenajea, con mucha pasión y comedia, al teatro. Es una obra cinematográfica que refleja una bonita radiografía del mundo de los escenarios, de las giras, de lo que suponen esas representaciones continuas de una misma obra, cómo en el teatro cada función es un mundo donde hay un montón de elementos que confluyen para el resultado. La película de Bogdanovich sigue a un grupo de actores que están de gira con una comedia de enredo, pero el director hace puro cine y refleja con mucho amor el mundo del teatro.
Las distintas salas en las diferentes provincias por las que viajan; la importancia del público y sus reacciones ante lo que ven; cómo el escenario, el decorado y los elementos del atrezo son un universo con vida propia que ayuda en la representación; las virtudes y las miserias de los actores (que luego analizaremos más despacio); las diversas profesiones reflejadas como el director de la obra, la responsable de que todo en escena funcione como el mecanismo de un reloj o el responsable de mantenimiento, que hace que decorados, luces, efectos de sonido, subida y bajadas de telón vayan de maravilla. No falta ni siquiera el vigilante de la sala, que pone cara de circunstancias ante todo lo que está aconteciendo.
Peter Bogdanovich fue un cinéfilo empedernido y sabía cómo reflejar todo este mundo, tal y como lo hicieron en su momento grandes realizadores a los que admiró como Howard Hawks (La comedia de la vida, 1934) o Ernst Lubitsch (Ser o no ser, 1942)
Razón número 6: Dame unas puertas y unas escaleras
Ya lo sabían en el mundo del cine, Lubitsch (santas puertas en sus películas, una de las características principales de su toque) o William Wyler (benditas secuencias memorables que permiten las escaleras y el juego que dan para contar ciertas situaciones), el juego que podían dar las puertas y las escaleras en sus historias y lo que podían contribuir en su forma de contar. Así que Bogdanovich es consciente de que en esa comedia de enredos en el teatro (y también en la trama que cuenta su película) las infinitas puertas (y una ventana…) que tiene el decorado y esas escaleras que unen dos niveles cambian el rumbo de la trama.
Los actores de teatro, protagonistas de ¡Qué ruina de función!, no solo tienen que estar atentos a distintos elementos de atrezo fundamentales como el famoso plato de sardinas, el teléfono, el periódico, la caja, la bolsa, los documentos…, sino de las puertas que deben abrir o cerrar, dónde tienen que entrar o dónde no, si tienen que pegar un portazo o llamar desesperados o aparecer improvisadamente. Y además sortear una escalera, que deben subir y bajar en todo momento y en instantes claves.
Tenemos el privilegio además de que sabemos lo que hay detrás de esas puertas, que forman parte de un decorado, ahí los actores penetran en las bambalinas, acceden a lo que hay detrás del escenario y allí viven otras situaciones. Las puertas generan también momentos cómicos, porque no se abren cuando deberían o el picaporte se cae e impide representar la escena tal y como tiene que ser. Y, por esas escaleras, los actores suben, bajan, se sorprenden, se sientan, se caen, se asustan, corren sin parar por ellas…
Razón número 7: Ritmo y malabarismos
Si algo consigue Peter Bogdanovich en esta comedia perfecta es generar tal sentido del ritmo y dinamismo, tal coordinación entre los actores y sus movimientos, tal malabarismo para que haya armonía entre todos los elementos puestos en juego, que el espectador al final de la película no solo acaba con dolor de tripa por las carcajadas, sino con un agotamiento total.
Todo encaja. Cada uno de los movimientos de los actores. La coordinación en cada una de las tres representaciones, el sentido del ritmo, está perfectamente milimetrado. Nada falla. Es tal el trabajo que hay detrás que permite que se vea fácil y de manera natural un mecanismo muy complicado y complejo. A lo tonto, muestra el secreto de la improvisación, que no es más que trabajo, trabajo y trabajo y mucha maestría por parte del actor. Un momento cómico que funciona por la repetición y la prueba una y otra vez, tal y como hacia Chaplin, esas pantomimas que parecían de lo más naturales e improvisadas tenían un tremendo trabajo detrás y un artista que repetía y repetía hasta conseguir la perfección en la ejecución del número.
En ¡Qué ruina de función! se nota un alarde y un trabajo en equipo brutal para conseguir la coordinación en los movimientos, el uso de los elementos del atrezo y el ritmo necesario para provocar la carcajada y que todo parezca además fruto de la naturalidad, la frescura y la improvisación necesaria.
Razón número 8: Un grupo de actores privilegiados
Pero todos los puntos anteriores logran el éxito gracias a un grupo de actores de cine que están realmente brillantes como actores de teatro o ejerciendo otro tipo de profesiones entre bambalinas. Bogdanovich cuenta con varios intérpretes que nacieron para la comedia y con otros que se meten de lleno en su cometido en la película.
Como he explicado antes en ¡Qué ruina de función!, acompañamos a un grupo de actores de teatro por su gira y vamos viviendo también sus líos. Con unas cuantas pinceladas, conocemos a cada uno de los personajes. La actriz principal que ya se va dando cuenta de que la edad no perdona; el actor mayor en decadencia que tiene una nueva oportunidad, que es perro viejo y le da a la botella; la actriz florero con problemas de vista, que pega más de un susto con sus lentillas, y que se pasa media obra en ropa interior; el actor que trata en todo momento de tomarse en serio su trabajo y quiere saber interpretar cada mínimo momento con las instrucciones que le proporcione el director; el actor que quiere tenerlo todo bajo control e ir prosperando y la actriz que es chismosa, pero también prodiga cuidados para todos.
Cada uno de ellos se mete además en su papel correspondiente en esa comedia de enredos con la que están realizando la gira.
Peter Bogdanovich se rodeó de un buen reparto de actores volcados en sus carreras de cine y televisión y muchos de ellos, en concreto, en el género de la comedia. El director de teatro tiene el rostro de un grande, Michael Caine, que le da toda su profesionalidad y le dibuja a su personaje ese punto canalla que sabía impregnar cuando era necesario. Para la responsable de que todo funcione en escena cuenta con una actriz que se ha prodigado en la comedia cinematográfica, Julie Hagerty (Aterriza como puedas). El de mantenimiento es Mark Linn-Baker, un actor virtuoso en la comedia, pero que ha trabajado sobre todo en series de televisión.
De la compañía de actores que forman parte del elenco de la comedia de enredos están cómicos de la talla de Carol Burnett o el ya desaparecido John Ritter. El veterano Denholm Elliott culminó su carrera haciendo reír y dejó una filmografía de lo más variada, aunque nunca abandonó los escenarios. También están de lo más divertidas y acertadas los rostros más desconocidos del reparto: Marilu Henner y Nicollette Sheridan. Solo queda por nombrar en este reparto genial a Christopher Reeve, pero tiene un apartado para él solo.
Razón número 9: Un recuerdo para Christopher Reeve
Y es que Christopher Reeve es un actor unido a mi infancia y al que siempre he tenido gran cariño. Él era el Superman de las películas de Richard Donner y Richard Lester. El periodista tímido de gafas que luego te podía llevar en volandas por los cielos e incluso retrasar el tiempo para salvarte de la muerte. Un hombre con un físico peculiar, que me caía bastante bien sin conocerlo de absolutamente nada. En un documental sobre Robin Williams me enteré de que eran amigos del alma. Tenía que ser divertido una charla con ellos. Y, sí, con una filmografía de lo más peculiar con títulos locamente románticos como En algún lugar del tiempo (gracias Bet por el descubrimiento), un thriller de lo más interesante de Lumet, La trampa de la muerte, o una de las mejores películas de Ivory, Lo que queda del día.
En la película de Peter Bogdanovich está tan divertido, su personaje es tan tierno y vulnerable, con esa belleza y ese punto ridículo… y te ríes tanto con él. A Christopher Reeve era algo que le gustaba de veras, hacer reír, y no pudo prodigarse mucho en la comedia cinematográfica. Luego a su vida llegó la tragedia en forma de accidente y quedó muy malparado, pero tuvo sentido del humor para luchar hasta el final de sus días.
Razón número 10: Peter Bogdanovich, un hombre de cine
Peter Bogdanovich fue un cineasta completo, porque no solo amaba el cine y tenía una sabiduría increíble en ese terreno, sino que se convirtió en un cineasta muy especial. Entre toda su filmografía siempre dejó un hueco especial para la comedia pura. Para ¡Qué ruina de función! tuvo como material de partida una popular obra de teatro del dramaturgo Michael Frayn de 1982 y supo llevarla a su terreno, el cine. Con esta película demostró cómo conocía los mecanismos y herramientas de los que se nutre la comedia cinematográfica, además de hacer un homenaje al teatro.
El pistoletazo de salida en el terreno de la comedia lo dio con la también divertidísima ¿Qué me pasa doctor? (1972), un ingenioso remake de La fiera de mi niña de Howard Hawks. Pero herramientas de este género también estaban presentes en Luna de papel o Así empezó Hollywood. Bogdanovich volvió a provocar la carcajada pura y dura con ¡Qué ruina de función! y a mí me hizo reír un montón con Lío en Broadway (2014), aunque me gustaría volver a ella, pues solo la vi en el momento de su estreno. Me llenó de ternura que su último trabajo cinematográfico fuese precisamente dirigiendo el documental El gran Buster, pura celebración sobre uno de los grandes cómicos del cine mudo, Buster Keaton… Y es que no hay nada más difícil, creo, que hacer reír.
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¡Ay, Hildy, qué lindo recuerdo para Christopher Reeve! Yo le tengo mucho cariño por su protagónico en «Pidele al tiempo que vuelva» (el nombre con el que conocí «En algún lugar del tiempo») y también por un rol más pequeño que tiene en una comedia romántica muy divertida que miraba mucho en su momento, protagonizada por Michael Keaton y Geena Davis: «Speechless».-
De Bogdanovich no tengo tan presente su carrera como director pero es una figura ineludible en cuanto documental sobre cine clásico aparezca. Su pasión por el cine y el enorme privilegio que tuvo de conocer a tantas figuras lo convirtieron en uno de mis favoritos entre los invitados habituales a ese tipo de testimonio (y me encanta cuando imita las voces de Hitchcock o Cary Grant, me hace partirme de risa). Sobre esta peli en particular, sé que la he visto en alguna emisión de televisión pero no la tengo tan presente. Me encantará redescubrirla, si tengo la oportunidad, a la luz de tu bello texto.-
Te mando un abrazo gigante, Bet.-
Hola Hildy
Otro buen decálogo marca de la casa (aunque en este caso parece, incluso, el Decamerón con la «chica VichtoriaChicret» revoloteando por todas las fotos).
Hoy parece mentira pero hubo un tiempo que Bogdanovich parecía la punta de lanza de toda una generación; arrancó los setenta con «The Last Picture Show», «What’s up Doc?» y «Paper Moon». Tres obras personales, distintas y con gancho popular. El cielo era el límite pero…
Me resulta curioso que nombres a Marilu Henner entre las caras desconocidas, para nuestra generación era la chica de «Taxi» -ah, cuando las series eran «sólo» divertidas-. Entonces el cine y la tele eran espacios estancos y, curiosamente, en todas las películas más o menos corales había cuota de actor TV que probaba el cine. Aquí esa cuota se rebasa porque tanto Ritter (¡qué pronto se fue!), como Carol eran de los escasos nombres que traspasaban «medios».
Un saludo… y muchas sardinas en aceite jaja, Manuel
Queridísima Bet, sí, a Christopher Reeve le tengo un cariño… ¡¡¡Oye, qué ganas me han entrado de ver «Speechless»!!! ¡Por ti descubrí «Pidele al tiempo que vuelva»!
De Bogdanovich no sé si habrás visto «Luna de papel», pero creo o intuyo que podría gustarte. Y «¡Qué ruina de función!», ¡¡¡¡es que te ríes muchoooo!!! O, bueno, a mí por lo menos siempre me hace llorar de la risa.
Pero como dices su labor como teórico de cine y toda la sabiduría que vierte en documentales, entrevistas y demás es alucinante. Y conocer esa faceta es una gozada.
Beso
Hildy
Jajajajaja, amigo Manuel, la Victoria Secret está maravillosa y divertida. Se pasa casi toda la película en ropa interior, pero con un saber estar, una gracia… La actriz está muy divertida.
Jopelines, pues mira que vi series en los ochenta y yo creo que no pillé ningún capítulo de «Taxi». Efectivamente muchos del reparto se prodigaban también en las series o eran grandes en todos los medios habidos y por haber. Lo que sí es cierto es que es un casting maravilloso para esta película, todos están divertidos y hacen un trabajo perfecto como comediantes.
Cómo disfruto del Bogdanovich cineasta, esos títulos que nombras uno no se cansa de verlos una y otra vez. También me gustan mucho las dos películas que hizo junto Ben Gazzara.
Beso…
Las sardinas estaban riquísimas, jajajaja
Hildy
Hola, Hildy. Me has dejado anonadado con ese edificio de diez plantas que has construido con los materiales que te ha suministrado tu amor por esta comedia; todo un Taj Mahal.
Fui devoto de Bogdanovich hasta TODOS RIERON (1981). Incluso TEXASVILLE (1990) significó para mí un momentáneo destello de esperanza. Pero la película que aquí defiendes tan cariñosamente, pues no sé…
Estamos ante la versión cinematográfica de una obra teatral cuya trama, a su vez, versa sobre la representación de un frenético vodevil. Todo un tour de force que el otrora brillante autor de comedias como QUÉ ME PASA, DOCTOR? no supo resolver satisfactoriamente pese a su demostrada capacidad para manejar todos los resortes del género. En mi opinión, este fue otro tropezón de Bogdanovich en su descendente trayectoria. Y bien que lo sentí en su día.
Un saludo.
¡¡¡¡Querido Teo, qué placer leerte siempre!!!
Ayyyy, cómo me gusta también «Todos rieron» y qué poco se conoce esta película dentro de la trayectoria de Bogdanovich.
Para mí «¡Qué ruina de función!» es un tratado maravilloso sobre comedia cinematográfica. Es un juguete y un mecanismo perfecto y únicamente pretende buscar la carcajada. Lo consigue. Como expreso es una película que amo sobre todo por un punto concreto: qué difícil es hacer reír, me parece un alarde. ¡¡¡Me encanta este tropezón en su carrera!!! Al igual que tú, conecto con bastantes títulos de su filmografía y ver su evolución a lo largo de los años es muy interesante.
Besooo
Hildy
Qué precioso recorrido por una película a la que tengo mucho cariño. ¡Y qué difícil de filmar! La comedia es, con diferencia, el género más complicado, y Bogdanovich y su cinefagia, que en la segunda mitad de su filmografía a menudo la pifiaron, aquí lo bordan. Y todo eso del ritmo, las carcajadas, la acción, está muy bien porque es verdad, pero, ¡qué despliegue físico hacen algunos actores en determinadas secuencias! Imagina repetir y repetir hasta que sale perfecto, y además por duplicado, en «escena» y en escena. Un mecanismo de una precisión muy difícil de lograr.
Y además una espléndida comedia, que en estos tiempos, no solo no viene mal, sino que debería recetarse.
Besos
Mi querido Alfredo, yo también tengo mucho cariño a esta película, precisamente por lo que dices, debería recetarse, pues es una comedia tan perfecta y divertida, que provoca la carcajada. De hecho, fue cuando la vi hace nada, cuando me dije que me apetecía escribir este texto, porque volví a reírme tanto y a disfrutarla tan a tope, que me inspiró. Sí, para mí la comedia es el género más complicado y difícil. Todo un arte… y con un trabajo detrás increíble. Creo que Bogdanovich conoce a la perfección su lenguaje y mecanismos en el cine.
Beso
Hildy
Qué alegría y, en parte, sorpresa al leer algo bueno sobre esta, para mí, obra maestra de la comedia. Lo digo porque he leído cosas terribles sobre ella, malas críticas es decir poco. Algo que nunca he entendido. Es una película que he visto varias veces y siempre me pasa lo que a ti: no puedo parar de reir.
Lo que da un plato de sardinas, jajaja.
Abrazos!
Queridísimo Ethan, cómo me alegra que compartamos esta pasión por esta película. Sí, a mí me parece un gran comedia y que se nota como Peter Bodgdanovich no solo maneja el género, sino que tiene un conocimiento profundo de todos sus mecanismos, y que se sirve también de un plantel de actores que entienden en qué consiste el lenguaje cinematográfico de la comedia.
Pero lo dicho y lo que nos pasa con ella: es que te mueres de la risa, y nada me resulta más difícil que eso, que te hagan reír sin parar.
¡¡¡Bendito plato de sardinas!!!
Beso
Hildy
No he visto el film. Es extraño porque amo profundamente tres obras de Bogdanovich (junto con Martin Scorsese el más ferviente adorador del Hollywood clásico de entre los directores del “Nuevo Hollywood”). Las tres son “¡Qué me pasa doctor” (la revisé hace poco y es irresistible) “The last picture show” y “Luna de papel”.
En Barcelona se ha representado un par de veces con mucho éxito la obra en la que se basa la película que comentas y tampoco me llamó la atención. Quizá un día me la encuentre y la disfrute.
Julie Hagerty me parece una de esas actrices con una vis cómica genial que aparecieron a finales de los 70 y primeros 80 a las que siempre era un placer reencontrar. Shelley Long, Shelley Duval, y la recientemente desaparecida Teri Garr, estarían en esa categoría. Y algo antes Madeleine Khan y Barbara Harris. Creo que no tuvieron la carrera que merecían, quizá porque la comedia era un “asunto de hombres”.
Por cierto, ¿Qué le pasó a Bogdanovich? “Nickelodeon”, “Máscara”, ”Texasville” y sobre todo “Todos rieron” me gustan, pero ya no tienen la brillantez de su “tríada de oro”. Con todo, es un director que me resulta muy querido por su obra y por su faceta divulgadora.
Querida Lilapop, ¡ya me dirás si la ves qué te parece! A mí me parece tan divertida. Es que lloro de la risa cada vez que la veo.
¡Qué interesante todas las intérpretes de comedia que has nombrado! Y la dificultad que tuvieron para hacerse tanto nombre como sus compañeros de reparto.
Yo a Bogdanovich le tengo cariño profundo. Muchas de las películas que has nombrado me encantan. Y también como dices su sabiduría cinéfila, sus entrevistas y documentales.
En otra entrada donde comento «Todos rieron», analizo alguna pista de qué pudo pasar con la carrera de Bogdanovich. Y recomiendo un documental. Te corto y te pego parte del texto.
En One day since yesterday: Peter Bogdanovich & the Lost American Film (2014) de Bill Teck «no solo da un paseo por la filmografía de Bogdanovich sino que se centra sobre todo en lo que significó en su carrera Todos rieron, además de contar la tragedia que rodeó la película. Bogdanovich estaba viviendo un romance con una de las actrices principales, Dorothy Stratten, playmate del momento. Ella estaba empezando a dar sus primeros pasos en el mundo del cine y esperaba divorciarse de su marido, Paul Snider, que hasta ese momento había llevado su carrera. Cuando se acercó a casa de Snider, precisamente para ultimar asuntos sobre su próximo divorcio, este la recibió con un disparo de escopeta, terminando con su vida. Ante tal horror, ningún distribuidor quiso arriesgarse con una comedia romántica protagonizada por la víctima de un asesinato horrible.
No hace poco escribí en otro blog en el que colaboro que al estudiar la fecha de defunción del Nuevo Hollywood surge como indicador el fracaso de tres largometrajes: La puerta del cielo (1980), de Michael Cimino; Corazonada (1981), de Francis Ford Coppola; y Todos rieron (1981). Estas tres películas supusieron el desastre para los directores que se vieron implicados en ellas, y el pistoletazo de salida para que los grandes estudios ya no confiaran en estos directores, autores y creadores, los bajaran poco a poco del podio y elevaran a los altares a los directores que prometían dividendos en taquilla. Peter Bogdanovich dejó de ser un director estrella y se ha convertido en un realizador superviviente y en el margen».
Beso
Hildy