Hunger (Hunger, 2008) de Steve McQueen

En Hunger, Steve McQueen da importancia a lo que cuenta y a cómo lo cuenta.

Hunger, la ópera prima de Steve McQueen, es una bofetada fuerte. Una película-impacto difícil de olvidar. No solo es interesante lo que cuenta, sino cómo lo cuenta. Cómo estructura el director esa historia es uno de sus claves y cómo deja al espectador expuesto ante un relato brutal, pero también aportando una mirada que hace buscar, reflexionar y debatir.

En Hunger tienen una fuerza increíble los cuerpos, pero también las texturas de los objetos, los detalles. Es una película tremendamente física. Es una narración cinematográfica que entra por los ojos y taladra el cerebro.

Prisión de Maze en Irlanda del Norte. Desde 1976, los prisioneros detenidos por su vinculación con el IRA y sus acciones se enfrentan a las autoridades británicas cuando se les quita el estatus de presos políticos y se les ofrece los mismos privilegios que los presos comunes, su situación ya no va a ser excepcional como habían conseguido solo unos años antes (1972). Durante esa lucha inician tres tipos de protestas: la de las mantas (se niegan a ponerse la ropa de los reclusos comunes), la sucia (se niegan a limpiar sus celdas, embadurnan con heces las paredes, tiran el contenido de sus orinales, la comida que sobra…) y las huelgas de hambre. El pulso transcurrió entre 1976 y 1981.

Steve McQueen articula Hunger en tres actos. Y de un relato coral va pasando a uno individual. De un reparto donde varios personajes comparten el protagonismo poco a poco va centrándose en Bobby Sands (espectacular Michael Fassbender), el líder de aquellas protestas. De centrar la mirada en un preso recién detenido y en un agente policial de la prisión, que forma parte de la represión brutal a la que someten a los prisioneros para que abandonen sus demandas, se deja llevar únicamente por el proceso detallado que sufre el cuerpo de Sands durante la huelga de hambre.

En el primer acto, un hombre silencioso, que cuida sus manos con cicatrices, se prepara para un nuevo día y desayuna en su hogar. De pronto, se intuye algo que saca de la normalidad esta rutina. Hay varias señales, pero no se es consciente de la anormalidad hasta que este hombre antes de meterse en el coche, mira debajo de su vehículo y la cámara mira sin perder detalle el momento en que lo pone en marcha con la llave de contacto, al igual que su mujer que mira por la ventana y parece que respira tranquila una vez se pone en marcha.

Ese hombre se introduce en el que será el escenario principal de la película, la cárcel de Maze. Es un funcionario de prisiones, que pronto veremos forma parte de la maquinaria de represión para acabar con las protestas y las demandas de los presos del IRA y, por tanto, también objetivo de la organización.

Solo entonces se asiste al ingreso de un preso que se niega a ponerse la ropa de los reclusos comunes y se le conduce desnudo, y se nos deja ver que ha sido golpeado, a un pasillo de celdas, donde están dichos presos ejerciendo no solo la protesta de las mantas, sino la sucia, el nuevo recluso entra a una celda con las paredes y el suelo hasta arriba de excrementos. Asistimos al día a día de los presos, a la forma que tienen de comunicarse entre ellos y con el exterior, las palizas que reciben, pero también las visitas de sus familiares.

La relación tóxica, violenta e inhumana que se ha establecido, ante el fracaso de las negociaciones, entre los funcionarios y los presos, sin comunicación posible entre ellos, hace visible la dificultad de parar todo lo que está ocurriendo. A la vez, escuchamos de fondo informaciones de la radio y discursos de Margaret Thatcher al respecto, que no busca solución, sino que echa más fuego a la hoguera. Claramente no hay salida de ese pasillo de celdas, ni de esa violencia continuada que se ejerce sin freno, destrozando a los que la reciben continuamente, pero también a los funcionarios y a los antidisturbios que hacen el trabajo sucio, ante unas autoridades que no ceden, pero tampoco solucionan, sino que perpetúan un conflicto.

Poco a poco, va ganando protagonismo respecto a los demás Bobby Sands, al que se nos va presentando como líder del pasillo de presos, hasta que se adueña del segundo acto. Este es un diálogo frente a frente en la sala de visitas entre Bobby Sands y un sacerdote católico.

En esa conversación Sands le hace saber al cura cuál va a ser el siguiente paso, tras el fracaso de una huelga de hambre en la que se pusieron varios compañeros a la vez (que se suspendió porque parecía que se había cedido alguna de las demandas, pero que está claro que no se han puesto en marcha), le explica cuál va a ser la estrategia: se pondrán uno a uno en huelga de hambre hasta morir y hasta que no tengan más remedio que ceder a sus demandas. Él será el primero, cuando muera; otro le sustituirá y así indefinidamente. No les faltan voluntarios.

Dos hombres con dos puntos de vista diferentes y opuestos hacia la siguiente lucha que se va a emprender. El sacerdote cree que es un acto inútil, un suicidio, que solo va a acarrear más sufrimiento. Sands solo ve un asesinato, que va a provocar que se responda a las demandas. Uno cree que el camino es volver a intentar la negociación y el diálogo, también ceder en algunas condiciones. El otro piensa que hay que aguantar hasta el final para conseguir la libertad, como hacía en los maratones en los que siempre participaba cuando era un niño, y no ceder ni un ápice. Para uno, han perdido el sentido de la realidad; para el otro no hay otro paso posible.

Y el tercer acto, el protagonismo absoluto lo tiene el cuerpo de Bobby Sands y los estragos y el deterioro que va sufriendo por la huelga que ha emprendido y que lleva hasta las últimas consecuencias. La delgadez extrema, las llagas, la debilidad que va matándolo y la mirada impotente, compasiva, pero a la vez resignada y sin apelar a la rebeldía de uno de los doctores que le asiste. Así como la presencia final de unos padres que asumen la decisión de su hijo, porque tampoco tienen otra opción.

Es tal la fuerza de Hunger y las acertadas decisiones de puesta en escena, que el espectador no solo le remueve lo que ve, lo físico, tan brutal, sino que también se plantea lo que se está contando y la revelación del que el análisis de los acontecimientos no es en absoluto fácil, porque no es fácil encontrar la salida.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

Un comentario en «Hunger (Hunger, 2008) de Steve McQueen»

  1. Hola Hildy. De Steve McQueen solo he visto Shame, que creo que tiene en común con la que nos traes aquí la extrema fisicidad del personaje interpretado por Michael Fassbender.
    Por lo que cuentas Hunger debe ser una película bastante dura de ver. Una obra algo inquietante.
    Sobre el IRA y la cárcel recuerdo En el nombre del padre, una historia también dura que trataba el conflicto y las injusticias del sistema.
    También en The general de John Boorman tenía presencia importante el IRA.
    Creo que Hunger será interesante. La pondré en la lista de pendientes.

    Un beso.

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