Don Siegel (Cátedra, 2023) de Joaquín Vallet

El seductor, la obra cumbre de Don Siegel.

«Cuando Don Siegel ponía a rodar las cámaras y gritaba “¡Acción!” siempre cruzaba los dedos. Una costumbre que mantendría a lo largo de su vida profesional y que, en mayor o menor grado, representaba una excepcional inclinación hacia lo fortuito en una persona tan sumamente racional como el cineasta». Me gusta mucho este párrafo, porque define perfectamente la personalidad de Don Siegel. Sí, un tío racional que trabajó toda su vida en un mundo caótico y fortuito como es la realización de películas en los estudios de Hollywood. Nunca se sabía, durante todo el rico proceso creativo de un largometraje, lo que iba a resultar al final ni los obstáculos que encontraría entre medias hasta que el espectáculo pudiese continuar.

La colección de libros de Cátedra, Signo e Imagen/Cineastas (a la que tengo gran cariño), no deja de sacar nuevos volúmenes con interesantes análisis de las filmografías de diversos directores de cine. Distintos autores cinematográficos se ponen frente a un cineasta y sus distintas películas para explicar aquellas características que caracterizan el universo cinematográfico del cineasta. La colección de Cátedra por tanto tiene sentido dentro de la famosa teoría de autor, aquella que pusieron en boga en los cincuenta los críticos de Cahiers du Cinéma, convencidos de que había directores que tenían no solo una manera de rodar, sino que también su obra cinematográfica tenía una coherencia temática, un sentido.

Normalmente, los que he podido leer no solo me han provocado placer, sino que también me han descubierto cosas del realizador en cuestión. No hace mucho salió a la venta el dedicado a Don Siegel y no he podido disfrutarlo más. Su autor, Joaquín Vallet, pasea por la filmografía de Siegel y va buscando con cada largometraje esa coherencia temática. En cada película describe el proceso creativo: por qué Siegel acababa rodándola, el proceso hasta conseguir la versión de guion adecuada, anécdotas del rodaje (muy valiosas para conocer al cineasta), qué aporta esa película al conjunto de la obra del cineasta y características del fondo y la forma que ayudan a entender el valor de dicho largometraje en su filmografía.

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Descubrimientos veraniegos (2). Garcine. 40 años del primer óscar a una película en lengua española

Aquellos maravillosos fotogramas, en este caso uno de Volver a empezar, donde uno se ponía frente la marquesina de un cine y comprobaba  las  ganas o no que tenía de ver determinada película.

«Amigo, somos las películas que hemos visto». Este año ha sido una época de homenaje para José Luis Garci. Su óscar en 1983 por Volver a empezar ha servido de excusa. En la exposición Garcine el discurso expositivo oscila entre la nostalgia, el recuerdo, la emoción, la pasión por el cine de Garci y un retrato íntimo del director, donde la importancia de la familia y la amistad en su vida se pone siempre de relieve. La ejecución de la exposición es sencilla, grandes paneles explicativos en las paredes, con una recopilación de fotografías personales, fotogramas y carteles de sus películas. Una especie de álbum gigante, con todo el material gráfico repartido por temas para ir enfocando la vida y obra del cineasta. Así como varias vitrinas-mesa para mostrar diversos objetos que conforman el universo del autor: guiones originales, premios, máquinas de escribir, tebeos, cromos, publicaciones, cartas…, etcétera.

La carencia de materia audiovisual como entrevistas, making off, determinados momentos de su vida filmados o grabados o intervenciones de televisión y radio se suple con una recopilación muy amplia de frases de Garci que dibujan un retrato interesante. Si ponemos como centro a un hombre que sobre todo ha sabido transmitir su pasión por el cine a través de la palabra, no es mala idea construir ese discurso expositivo a través de ella. José Luis Garci ha escrito y sigue escribiendo libros donde muere por el cine. También ha tenido diversas colaboraciones escritas en diferentes medios. Su labor divulgadora como experto en cine clásico ha estado presente en la radio, ese medio que tanto ama, y también en la televisión. Nunca hay que olvidar además que Garci empezó siendo guionista antes que director.

Al final del recorrido, casi en una especie de capilla cinéfila, el visitante pasa por unas cortinas rojas y, en unas butacas de viejos cines, puede disfrutar de varias secuencias de las películas de José Luis Garci. No hay montaje ni ensayo cinematográfico, ni siquiera están todas sus películas, pero sí una serie de secuencias que dan una idea de la manera de mirar del realizador. De ese mundo clásico, analógico, de otra época, donde sus personajes se van moviendo entre el amor, la nostalgia y el recuerdo. Donde el tiempo pasa con mesura.

Unas películas que reflejan el espíritu de una época concreta bajo su mirada: la transición. O que atrapan también un país lejano encerrado en obras de teatro o novelas de autores variados como Benito Pérez Galdós, ese tándem que formaron María Lejárraga y Gregorio Martínez Sierra, Josep Maria de Sagarra, Miguel Mihura, Ramón Pérez de Ayala… No queda duda de que Garci tiene una visión determinada del mundo.

Este año José Luis Garci no solo ha contado con la exposición en el Conde Duque, que podrá disfrutarse hasta el 15 de octubre, sino que también se han celebrado coloquios, como el que se organizó en Espacio Fundación Telefónica el pasado 11 de abril, rodeado de un montón de amigos. O la Filmoteca Española ha programado sus películas, igual que el Conde Duque (que volverá a proyectarlas en septiembre). Y no solo eso desde la Filmoteca han creado un ciclo donde han dado carta blanca a José Luis Garci para pasar películas de cine clásico imprescindibles para el cineasta.

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Stanley Kubrick, relatos soñados (I). Diez claves para disfrutar la sala Goya

Quiero contaros en dos artículos la exposición de Stanley Kubrick con la que he podido aprender mucho. Creo que refleja pasión por el cine, además de plasmar el proceso creativo de un cineasta clave. Es también un canto al cine analógico cuando las películas solo se proyectaban en sala de cine y en una pantalla grande. Ha sido una bonita aventura, así que me hacía ilusión enseñaros la muestra a través de mis palabras. En esta primera entrega me centraré en lo que se puede ver en la sala Goya y trataré de explicar cuál era nuestra intención a la hora de mostrar cada una de las piezas.

1. Dos salas. El primer reto al que nos enfrentamos a la hora de pensar en la muestra era que contábamos con dos espacios en dos pisos diferentes del emblemático edificio del Círculo de Bellas Artes: la sala Goya y la sala Picasso. ¿Cómo darle sentido a esta división? ¿Cómo aprovecharlo para un discurso expositivo? Pronto nos dimos cuenta de que lejos de ser una desventaja era una oportunidad. Entre otras cosas, Stanley Kubrick siempre jugó con los conceptos de doble, dualidad o duplicidad en su filmografía. Tanto en los personajes de sus películas como en la estructura de sus historias.

Como fotógrafo adolescente en Look, realizó un reportaje sobre el boxeador Walter Cartier (Prizefighter, 1949). Walter tenía un agente: su hermano gemelo, Vincent. Este trabajo sería el germen de su primer cortometraje documental (Day of the Fight, 1951). Y, tal vez, aquí comenzó a perfilarse la obsesión de Kubrick por la duplicidad. No es raro en sus largometrajes encontrar dobles de ciertos personajes o la presencia de gemelos. Por ejemplo, en su primera película Miedo y deseo: una patrulla deambula en territorio hostil y cuando se encuentran con el enemigo, estos tienen los mismos rostros que ellos. O siempre son recordadas las gemelas Grady en El resplandor.

Pero es que muchas de las estructuras narrativas de sus películas son como si el personaje se mirase en un espejo y su mundo se pusiese patas arriba. No hay más que recordar los recorridos de sus personajes más emblemáticos que van del ascenso en su primera parte al descenso y la pesadilla en la segunda: Alex DeLarge (La naranja mecánica) protagoniza sus tropelías y, después, su particular infierno con el libre albedrío anulado. O Barry Lyndon, primero vemos su ascenso social y más tarde su caída en picado en la desgracia.

Así cobraba todo el sentido una doble mirada en la muestra expositiva. Además, también quedaba constancia de un aspecto fundamental a la hora de estudiar su filmografía: hay un antes y un después de 1968. Primero, la obra del cineasta sirve para estudiar la evolución del cine en Hollywood, pues se ve claramente el paso del cine clásico al cine moderno a través de sus películas. Segundo, a partir de 1968 alcanza uno de sus sueños: el absoluto control de su obra cinematográfica, tanto creativa como económicamente.

2. Los secretos de la sala Goya. Siempre que la veo, confieso que de las dos salas es mi consentida, la que más me gusta. Para la sala Goya imaginamos que el visitante se metía en la mente de un genio y que a partir de ahí lograba entender ciertas claves de su obra cinematográfica. Nos pareció buena idea plasmar aspectos formales y temáticos a través de sus inicios y sus primeros trabajos cinematográficos. A la vez también quisimos dejar constancia de otra manera apasionante de conocer a un artista: mostrando los proyectos que nunca realizó. Por otra parte, deja constancia de algo vital para entender a Stanley Kubrick: todas sus pasiones tempranas se vuelcan en su obra cinematográfica y contribuyen a ese cuidado del proceso creativo, a ese perfeccionismo que siempre le acompañó. Y esas pasiones son: la fotografía, el ajedrez, la lectura, la música… y el cine.

La apariencia física que tiene ahora mismo la sala ya muestra varias cosas del maestro: su interés por la simetría y las formas geométricas, una manera concreta de rodar (la perspectiva frontal con un punto de fuga) y la importancia que tuvo el ajedrez en su vida. Stanley Kubrick fue un perfeccionista en la puesta en escena. Apostaba en sus encuadres por la simetría y la presencia de formas geométricas perfectas. Además uno de sus sellos de autoría son sus planos secuencia, su manera de filmar largos pasillos o la forma de mover la cámara por las estancias. Ahí puede experimentarse su famosa perspectiva frontal con un punto de fuga. Desde el acceso a la sala, con su nombre y apellido en los laterales y en el fondo el audiovisual de introducción, estamos escenificando esa perspectiva. Pero también en la gran vitrina central que recorre y divide toda la sala.

Los colores con los que jugamos son el blanco y el negro, como las casillas de un tablero de ajedrez…, tanto en las paredes como en las cartelas. Algunas veces en la gráfica se escapa otro color: el rojo, característico de varias películas de Kubrick. El color de las emociones y el desequilibrio.

El ajedrez, una de sus pasiones tempranas (en su juventud incluso llegó a ganarse la vida como jugador), le permitió una visión total de cada una de sus películas, una capacidad de concentración y control en los rodajes y crear con estrategia y táctica. Como se puede apreciar en la exposición, en muchas de sus películas el ajedrez está presente, incluso la metáfora de la vida como batalla.

3. La mirada. Uno de los aspectos más importantes de sus largometrajes es la peculiaridad de su mirada y la perfección técnica que logró en cada una de sus películas para mostrar exactamente lo que él quería. Así que ese tenía que ser el primer aspecto formal reflejado. De hecho, hay numerosos testimonios sobre los ojos y la mirada de Stanley Kubrick. Era algo que llamaba la atención de todos aquellos que lo conocían. En un momento dado Kirk Douglas dijo: «Se limitaba a mirarte con sus grandes ojos».

Kubrick fue un autodidacta en la dirección y antes de dirigir, trabajó en la revista Look. La fotografía le hizo entender el cine como una experiencia visual, y nunca tuvo miedo de probar todo tipo de cámaras y objetivos así como buscar las tecnologías necesarias para plasmar lo que realmente deseaba. Así que era importante reflejar su mirada como fotógrafo de Look, y dejar ver cómo ya desde la fotografía apuntaba maneras.

4. El espacio y el tiempo. Tampoco podíamos dejar de lado el tratamiento del tiempo (una de las cosas más difíciles de plasmar en una pantalla de cine) y la importancia del espacio en cada una de sus producciones, centrándonos sobre todo en el género que le sirvió de aprendizaje: el cine negro. En este tipo de películas la ambientación era fundamental, pero también el paso del tiempo, la tensión y el ritmo que se requerían a la hora de ejecutar un atraco o planear una huida, así lo consigue en El beso del asesino y Atraco perfecto.

Pero además en sus películas de cine negro moldearía ya alguna de las características de los héroes kubrickianos: sus protagonistas tienen un objetivo concreto o un plan perfecto, pero las emociones lo hacen saltar todo por los aires; la ambigüedad moral de sus personajes; y ofrecer una mirada hacia el mundo pesimista, además de proporcionar un destino trágico para sus héroes.

5. El humor. Otra cosa interesante que no podía faltar y que había que destacar porque no se suele tener en cuenta a la hora de analizar su obra es la presencia del humor. Un humor negro y oscuro que siempre se puede identificar en cada una de sus películas. Centrándonos en Teléfono rojo: volamos hacia Moscú se percibe cómo lo usa a lo largo de su filmografía. A través de actores con una vis cómica evidente, como Peter Sellers; con gags visuales, como ese molesto brazo en alto del doctor protagonista, que no puede controlar; la exageración en los gestos o en el lenguaje empleado, como muestran la mayoría de los personajes de la película; o el contraste y el choque para provocar la risa incómoda, como un cowboy encima de una bomba.

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Fue la mano de Dios (È stata la mano di Dio, 2021) de Paolo Sorrentino

La familia de Fabietto…

Fue la mano de Dios es un grito, una confesión. Paolo Sorrentino esconde un dolor en su interior que marcó su vida de adolescente. Quizá fue el principio de su camino como cineasta…, porque la realidad no le gustaba. Su alter ego, un adolescente con rizos, el dulce Fabietto Schisa (Filippo Scotti), pasea por el Nápoles de los años 80 y, de golpe, tiene no solo que aprender a mirar, sino emprender un camino. Entre la risa y el desgarro fluctúa el gran secreto de su capacidad creativa.

Muchos cineastas convierten su pasado en una película, en un intento de atrapar el recuerdo y entenderse un poco más. En realidad se puede construir un largo tapiz de autobiografías convertidas en fotogramas, donde cineastas se desnudan ante las cámaras para contar lo más íntimo, y convertirlo en arte.

El viaje merece la pena: Los 400 golpes (Les Quatre Cents Coups, 1959) de François Truffaut, Fellini, ocho y medio (Otto e mezzo, 1963) o Amarcord (Amarcord, 1973) de Federico Fellini, El espejo (Zerkalo, 1975) de Andrei Tarkovsky, Secretos de un matrimonio (Scener ur ett äktenskap, 1974) o Fanny y Alexander (Fanny och Alexander, 1982) de Ingmar Bergman, Voces distantes (Distant Voices, 1988) de Terence Davies… O, últimamente, Roma (Roma, 2018) de Alfonso Cuarón, Dolor y Gloria (Dolor y Gloria, 2019) de Pedro Almodóvar, Belfast (Belfast, 2021) de Kenneth Branagh…, y Paolo Sorrentino y Fue la mano de Dios. Dicen por ahí que no tardaremos en ver la infancia de Steven Spielberg en pantalla grande, y seguro que merece la pena.

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De sonidos y cartas de cine

Sí, va de sonidos y cartas de cine. Este fin de semana disfruté de lo lindo con un documental: La magia del sonido en el cine (Making Waves: The Art of Cinematic Sound, 2019) de Midge Costin. Y como complemento perfecto a este largometraje, me entero a través de Días de cine de que en la Cineteca de Madrid este mes se programa un ciclo de cine, Sonidismos, donde se pueden ver bastantes de las películas que salen en el documental como hitos del sonido, además de otras muy representativas en este mismo campo.

Por otro lado, no hace mucho fui a una librería a cambiar un libro que ya tenía de Luis Buñuel que me habían traído los Reyes Magos y me llevé un libro que hacía tiempo me estaba llamando a gritos. Me he empapado de las cartas que aparecen publicadas en ély es una absoluta delicia: Correspondencias. Cartas de cine (editores Garbiñe Ortega y Francisco Algarín Navarro. La Fábrica. Biblioteca BlowUp. Libros Únicos, 2021). Palabras íntimas que definen y descubren otros rostros de diversos artistas cinematográficos.

Sí, esto va de palabras y sonidos.

La magia del sonido en el cine (Making Waves: The Art of Cinematic Sound, 2019) de Midge Costin

El cantor de Jazz, una revolución en el tema del sonido en el cine.

Me gusta cómo empieza este documental que ha despertado toda mi curiosidad y que ha sido muy didáctico para mí. Explica cómo en el útero materno, donde todo es oscuridad, nuestro primer contacto con el mundo es el sonido. Nuestra primera construcción de la realidad es a través de los sonidos… La magia del sonido en el cine es un repaso por la historia del sonido en el alma de las películas. Es decir, todo lo relacionado con las voces, los efectos de sonido y la música.

Y cómo la combinación de todo es fundamental para crear magia en una sala de cine. Su historia se centra sobre todo en las producciones de Hollywood y hace un repaso por los momentos fundamentales, por los creadores y maestros del sonido y por las películas que supusieron un paso más, llegando hasta la revolución digital.

En ese deambular por el sonido se habla de aquellos que en las salas de cine mudo realizaban efectos de sonido, por ejemplo, en películas fundamentales como Alas de William A. Wellman. La revolución que supuso en el mundo del cine escuchar hablar a Al Jolson en El cantor de jazz. Cómo los grandes estudios tenían bibliotecas de sonido, y cómo en varias películas de un mismo estudio los disparos de una pistola sonaban igual. La importancia que tuvo la radio para la investigación y los adelantos en el mundo del sonido, y cómo algunos que dominaban el medio, como Orson Welles, fueron innovadores en su empleo para contar su historia en el cine.

Lo que supuso para las nuevas generaciones de Hollywood y para los futuros innovadores en el campo de la banda sonora de una película lo que se estaba haciendo en Europa en este terreno: la experimentación de Jean Luc Godard o el uso del sonido por parte de algunos cineastas para contar sus historias como Ingmar Bergman. La edad dorada del sonido a partir de los realizadores del Nuevo Hollywood con directores como Francis Ford Coppola o George Lucas.

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Apuntes incompletos alrededor de A propósito de nada, autobiografía de Woody Allen (Alianza editorial, 2020)

Maridos y mujeres, un antes y un después en la vida de Woody Allen.

1. “Yo veía la vida como trágica o cómica dependiendo del nivel de azúcar en la sangre, pero siempre la consideré un sinsentido. Me sentía como un trágico encerrado en el cuerpo de un monologuista humorístico”. Algo así le dice también el personaje de Rain a Gabe Roth en un momento determinado de Maridos y Mujeres (1992) cuando le comenta una de sus novelas, es decir, cómo el humor no desaparece de la tragedia. Esta película es de las más apreciadas por Woody Allen de toda su filmografía, y curiosamente supone también un antes y un después en su vida personal. Sería no solo su última película con Mia Farrow, sino también el principio de un revuelo mediático de graves acusaciones, que aún hoy no ha terminado. A partir de ese momento, saltó a los medios su ruptura tormentosa con Farrow, la acusación de abuso sexual a su hija adoptiva Dylan y su relación con Soon-Yi, hija adoptiva de Mia, que continua hasta el presente.

Así A propósito de nada, su autobiografía, es un libro escrito por un monologuista humorístico con un paréntesis largo y exhaustivo, donde ese monólogo sobre su vida y obra se convierte en un relato autobiográfico con gotas de película de terror. De este modo queda un extraño híbrido, que deja un sabor amargo.

Allen cuenta como monólogo de humor de un misántropo, contradictoriamente optimista, su infancia, inicios en el mundo del humor, sus primeras películas y cómo se convierte en un realizador de éxito con control absoluto de su obra. Toda esta parte está regada con sus distintas relaciones sentimentales. Todo fluye con armonía hasta precisamente la realización de Maridos y mujeres y el fin de su relación con Mia.

A partir de ese momento, hay un cambio de tono en el libro, una nota discordante. Woody Allen, entonces, relata su versión de los hechos, alejado de todo lo que se ha vertido en los medios de comunicación. Si bien es cierto, que su relato es coherente, también es escalofriante el retrato que devuelve de Mia Farrow, una mujer no solo inestable emocionalmente, sino particularmente cruel, una madre dura y manipuladora con apariencia de ángel. De ahí la conversión de este paréntesis en un relato de terror. No deja de llamar la atención, sin embargo, que de nadie más el director realiza una descripción tan oscura y cruda.

Personalmente, lo que más me ha interesado ha sido lo que está fuera de ese paréntesis (no obstante, me ha aclarado bastantes cosas que siempre me había preguntado), pues lo que buscaba sobre todo era un acercamiento a su obra creativa. Y me he quedado con ganas de más, aunque aporta bastantes claves sobre su mirada, sus referentes culturales y cinematográficos, su manera de rodar y de entender el mundo.

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Parpadeo de Theodore Roszak (Pálido fuego, 2017). Novela en seis parpadeos

Parpadeo

Parpadeo tras parpadeo, historias ocultas del cine

Primer parpadeo. El Classic, una catacumba. El protagonista de la novela, Jonathan Gates, recibe su educación sentimental y cinéfila en una sala de cine muy especial, una catacumba, la destartalada Classic, en Los Ángeles. Como si del mito de la caverna de Platón se tratase, Gates aprende a mirar la vida con las sombras proyectadas en la sala de cine y con las palabras de una de las fundadoras de la sala, futura crítica cinematográfica, Clarissa Swann. El Classic evoluciona de la exquisitez y el cuidado en la selección de lo proyectado por Clarissa, que crea adeptos y escuela, a ser refugio del cine alternativo y underground, donde el gusto no es lo más importante, y sí lo que puede suponer un fenómeno o causar sensación o polémica. Curiosamente bajo el mandato de Clarissa, el Classic tiene un halo de reducto decadente y romántico, de última aventura cinéfila, donde cuesta conseguir las copias adecuadas, donde se trabaja cada papel con comentarios sobre las películas que van a verse, y donde se proyecta con rigor. Cuando se convierte en el local de moda, que proyecta lo que está en los márgenes, no solo sufre una remodelación que le hace perder su encanto decadente, sino que sus salas se llenan y convierten todo lo proyectado en fenómeno. Al frente continúa la antigua pareja de Clarissa, Sharkey, un apasionado y colgado de todo el cine serie B, underground o experimental… De todo lo que esté al margen.

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El discreto encanto de William Castle en tres películas

Homicidio

William Castle y su discreto encanto. Todo un personaje que durante finales de la década de los cincuenta y los sesenta se especializó en películas de terror de bajo presupuesto. Como director y productor creía en sus películas y organizaba unas promociones de lo más originales. Al igual que Alfred Hitchcock, utilizaba su imagen para publicitar las películas, pero con un sentido del espectáculo tan elevado que incluso intervenía en medio de la película (con su voz en off) para advertir al espectador que tal vez debía marcharse de la sala porque a lo mejor no aguantaba lo que iba a ver a continuación. O se inventaba mil y un artilugios en la propia sala de cine para dar más emoción a su obra… Prometía momentos tremendos, espeluznantes. Y hoy sus películas tienen un encanto y una candidez especial. William Castle sabía cómo contar sus historias, entretener, a pesar de no emplear grandes presupuestos. Si algo tenía era sentido del espectáculo.

Las tres que voy a comentar son historias bien construidas, donde curiosamente lo más caducado (sobre todo en dos de ellas), pero a la vez con gran encanto, son los efectos especiales para provocar los momentos de máximo terror. En las tres cuenta con la colaboración del guionista Robb White, famoso novelista de aventuras. La mejor de las tres y más sorprendente es sin duda Homicidio (Homicidal, 1961). Esta sigue la senda abierta por Hitchcock y su Psicosis (1960). Después La mansión de los horrores (House on Haunted Hill, 1959), que posee un encanto especial pues bajo la apariencia de película sobrenatural, de terror y de fantasmas se esconde una película de suspense y crimen perfecto. Y, por último, con una inocencia y una candidez que desarma (no obstante el máximo protagonista es un niño), así como un sentido del espectáculo genial (casi de feria), Los 13 fantasmas (13 ghosts, 1960).

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Autobiografía de Charles Chaplin (Lumen, 2014)

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Para conmemorar los cien años del nacimiento de un personaje, Charlot, Lumen recuperó íntegramente la autobiografía que escribió su creador, Charles Chaplin, publicada en el año 1964 (empezó a escribirla en 1958). De ella había leído varios fragmentos así como ciertos comentarios y críticas que no dejaban en buen lugar estas memorias. Sin embargo, me he deleitado con su lectura y se han disipado esas sombras que había sobre estas páginas… porque ya es mucho lo visto e investigado sobre Chaplin y esta autobiografía personal enriquece mi visión sobre este creador. Así acabo con una de mis lagunas sobre Charles Chaplin, hundirme en su propia vida vista por él mismo.

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Cadeneta de películas que se quedaron en el tintero…, más la propina

Las he ido viendo poco a poco y en cascada… películas todas ellas irregulares pero con un componente que las hace atractivas, extrañas, apetecibles… que bien merecen un visionado, dos o tres. Que te dejan pensando. O que alguno de sus fotogramas se te queda fijo en la retina. No son ni redondas ni perfectas… pero algo en ellas hace que no las olvides, que las razones y las pienses. Todas muestran un director detrás de sus imágenes. La propina es más que olvidable, la más rutinaria, la menos extraña y creativa (el director es invisible pero porque no crea) que no merecería la pena si no fuera por dos interpretaciones (me atrevería a decir tres) que dejan una huella o que permite al menos pasar una tarde amena.

Tenemos que hablar de Kevin (We need to talk about Kevin, 2011) de Lynne Ramsay

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La directora Lynne Ramsay refleja un mundo de sensaciones, emociones y caos para reflejar el complejo universo de una madre que trata de entender qué es lo que le ha pasado a su hijo. Emplea el color, la música y el rostro increíble de Tilda Swinton. Presenta una narración descolocada que como las piezas de un puzle van tomando sentido en los ojos del espectador para contarnos una historia terrorífica y muy difícil de asimilar. Ninguno de los personajes de esta familia disfuncional ni sus relaciones, formas de ser o comportamientos son sencillas o fáciles de entender. Juega también con lo inquietante y lo incómodo. El espectador sabe en todo momento que ha ocurrido algo horrible o que va a ocurrir algo tremendo… pero ese instante siempre se retrasa…, hasta que llega la explosión de violencia, como una verdad revelada. Y te quedas absorto y te fundes con el rostro compungido de Tilda.

Solo Dios perdona (Only god forgives, 2013) de Nicolas Winding Refn

solodiosperdona

El director Nicolas Winding Refn construye una historia negra y violenta a través de la imagen, la estética, los ambientes y los rostros de sus personajes. No necesita apenas diálogos. Su película es pura coreografía y puesta en escena. Y desencadena una historia familiar de odios y venganzas en Bangkok. La destrucción de una familia mafiosa americana en un país lejano… Todo empieza por un asesinato y un policía jubilado que actúa como si fuera un dios vengativo. En el tablero del destino juega una especie de femme fatale convertida en madre vengativa, una Kristin Scott Thomas maravillosa e irreconocible; un hijo silencioso que arrastra la culpa y el silencio (el impasible Ryan Gosling); un hermano e hijo muerto que desata la violencia; una joven prostituta humillada y un extraño policía que desata su ira allá por donde pasa y que tiene querencia por cantar canciones tristes en los karaokes…

La mosquitera (La mosquitera, 2010) de Agustí Vila

lamosquitera

El director Agustí Vila crea una extraña fábula sobre una familia que dinamita con sus comportamientos extraños la normalidad. No existe este concepto en La mosquitera que se termina convirtiendo en película incómoda sobre la incomunicación y la incapacidad del ser humano para vivir en estos tiempos duros. Con una cuidada puesta en escena, sencilla y efectiva, crea un mundo entre absurdo y agobiante donde una familia actúa con normalidad pero todos sentimos que nada lo es. Su forma de actuar, de comunicarse y hablar es distinta, no entendemos en ningún momento sus códigos y eso acrecienta la incomodidad del espectador. Es como si estuviesen atrapados en una mosquitera y todo lo viéramos a través de esa fina tela, desde la distancia. Los actores, especialmente Emma Suárez, se tiran en plancha en interpretaciones de riesgo. Los perros son más coherentes y normales que cualquiera de los personajes que se presentan en esta trama. Curiosamente realizaría una sesión doble con la griega Canino de Giorgos Lanthimos. Y terminaríamos realmente incómodos…

Polisse (Polisse, 2011) de Maïwenn Le Besco

polisse

A la realizadora y actriz Maïwenn Le Besco no le funciona del todo su fórmula entre realismo documental y ficción pero regala buenos momentos (lo que menos funciona es su personaje, aunque la idea podría no haber sido mala, y su historia de amor). Momentos de verdad que hacen lamentar que Polisse no sea una película más redonda. La película trata de reflejar la cotidianidad y el día a día de la unidad infantil del Departamento de Policía de París. Así deja una radiografía de las relaciones entre los miembros de la unidad, compartiendo sus momentos en las comidas, en las actuaciones, sus discusiones, sus celebraciones de alegría, su desesperación, la dificultad de sus vidas privadas, sus obstáculos para llevar a cabo su trabajo y cómo va haciendo mella en ellos su duro trabajo… Así nos estremecemos ante el lloro desconsolado de un niño al que deja su madre en la comisaria porque no puede hacerse cargo de él y la impotencia de uno de los policías que ha intentado por todos los medios encontrar un albergue que les acoja a los dos… O nos reímos con estos policías cuando ante duras situaciones surge el humor, un humor sano y seco, para suavizar o poder sobrellevar el momento.

La propina. El juez (The judge, 2014) de David Dobkin

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Un típico melodramón con juicio de fondo muy pero que muy americano con un argumento mal desarrollado donde la labor de dirección apenas llama la atención y que lo que sobrevive es la interpretación del juez del título, un colosal Robert Duvall, que logra conmover (e incluso que la espectadora que esto escribe echara más de una lágrima) y un Robert Downey Jr que consigue que se empatice con abogado agresivo y millonario que vuelve de nuevo a sus raíces familiares para redimirse y arreglarse con un pasado que le duele. Los momentos sensibles más conseguidos son unas grabaciones de super 8, las conversaciones y los momentos entre padre e hijo y las relaciones de Downey con sus hermanos de ficción, personajes que hubieran merecido ser más mimados pues están magníficamente interpretados por dos actores: Vincent D’Onofrio y Jeremy Strong.

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