As bestas (As bestas, 2022) de Rodrigo Sorogoyen

As bestas, en el paraíso también se oculta el infierno.

La rapa das bestas es una tradición gallega que consiste en que varios hombres someten a los caballos salvajes de los montes para cortarles las crines, desparasitarlos si es necesario, curarlos si lo necesitan o marcarlos. Así empieza As bestas de Rodrigo Sorogoyen, con el sometimiento de un caballo salvaje por tres hombres. No es más que una metáfora que volverá a repetirse sobre la mitad de la película, donde estalla una violencia que había estado en tensión durante todo el metraje. En ese momento, se produce una lucha por someter a la fuerza al otro y los hombres se convierten en bestias. Una vez más se pone en marcha la cita de Thomas Hobbe: «El hombre es un lobo para el hombre».

En As bestas, Rodrigo Sorogoyen y Isabel Peña levantan una historia que se inspira libremente en el asesinato de Martin Verfondern en 2010, un holandés que vivía junto a su esposa, Margo Pool, en una localidad gallega desde hacía más de una década. Desavenencias con la familia vecina precipitaron la tragedia. Los protagonistas de la película son una pareja francesa, Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), que no logran precisamente una convivencia tranquila con dos hermanos vecinos, Xan (Luis Zahera) y Lorenzo (Diego Anido). Su madre (Luisa Merelas) tampoco calma los ánimos.

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Sesiones dobles de verano (I). Niños: El señor de las moscas (Lord of the Flies, 1963) de Peter Brook / Laurin (Laurin, 1989) de Robert Sigl

Niños como protagonistas. Dos son los motivos para esta sesión doble. La primera, el fallecimiento de Peter Brook, una leyenda del teatro contemporáneo, que también construyó una breve e interesante filmografía. Por otra, el libro colectivo Lo que nunca volverá. La infancia en el cine me ha dado la oportunidad de recordar películas que llevaban tiempo en el baúl de pendientes y que tenía que desempolvar ya y también, por suerte, me ha descubierto nuevos títulos (no hay cosa que me guste más de los libros de cine: que me descubra más títulos que no puedo perderme).

Las películas elegidas son: El señor de las moscas, la adaptación cinematográfica de la novela de William Golding, que llevó a cabo Peter Brook (en el libro la reseña con buenas claves para el análisis es llevada a cabo por Snuff) y Laurin, largometraje de terror con aires de cuento infantil perverso, del realizador alemán Robert Sigl (analizado con sensibilidad especial por Laura Pavón). Ahora una vez vistas y disfrutadas, me dispongo a escribir lo que me han aportado.

El señor de las moscas (Lord of the Flies, 1963) de Peter Brook

Los niños, como metáfora de la organización social en El señor de las moscas.

El señor de las moscas es una película sobrecogedora, que muestra la esencia del ser humano en una historia protagonizada por niños. La lectura filosófica que ofrece de las personas y la organización social no es muy positiva ni idealizada. El planteamiento es sencillo: en plena Segunda Guerra Mundial, unos niños británicos son evacuados en un avión. En un accidente aéreo, terminan en una isla desierta sin adulto alguno. Los niños se organizan, esperando su rescate.

Peter Brook utiliza un blanco y negro elegante, se vale del paisaje salvaje de la isla, de un grupo de actores infantiles que ofrecen un abanico de matices increíble y una puesta en escena extremadamente sobria, que permite momentos sencillos, pero de una belleza especial. El relato lo va contando a base de secuencias, con principio, desarrollo y final, que van in crescendo en tensión y terror. Ya en los títulos de crédito muestra una mirada especial: la presentación del universo de lo niños en el lugar donde viven, el momento histórico en el que se encuentran y lo relativo al accidente es contado con fotos fijas, a lo La Jetée.

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Un cóctel reflexivo. Dos estrenos (It, La gran enfermedad del amor), un debut (Ladrón) y un documental de cine

1. It (It, 2017) de Andrés Muschietti

Adolescencia y miedos

Adolescencia y miedos

Miedo, infancia y adolescencia. Después de Mamá, Muschietti regresa al largometraje con It, una nueva adaptación de la novela de Stephen King con el mismo título. Así si en Mamá contaba una historia de fantasmas donde sus protagonistas eran dos niñas encontradas años después de ser dadas por desaparecidas (y partía de la historia que Muschietti ya había creado para un corto), en It no abandona el universo infantil y el miedo, solo que con una trama ya construida y el propio universo de King.

Así que una pandilla de adolescentes, que son los perdedores del instituto (que sufren todo tipo de bullying), y que cada uno esconde sus miedos particulares, pues habitan con los propios miedos de sus mayores… se enfrentan a una siniestra pesadilla, el payaso Pennywise. Viven en Derry, una pequeña ciudad marcada desde hace mucho tiempo por la continua desaparición de menores. Así Andrés Muschietti no solo logra una película de terror y sustos, sino que también logra meterse en una pandilla de adolescentes de los años ochenta, a lo Cuenta conmigo, que tratan de lidiar no solo con la amenaza exterior, sino con sus propios monstruos…, a veces, agazapados en sus propias casas o en el instituto. Quedamos a la espera de la segunda parte… cuando estos niños, ya son adultos… y el miedo y las pesadillas continúan en sus vidas.

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Diferencias entre La seducción (The beguiled, 2017) de Sofia Coppola y El seductor (The beguiled, 1971) de Don Siegel

La Seducción

El bello universo de unas damas sureñas…

1. Títulos en castellano. No ocurre así con el título original (que es el mismo en ambas), pero sus traducciones en castellano ya dan matices. La de Don Siegel se centra en la figura del cabo John McBurney… En castellano se titula El seductor. Un lobo feroz que pretende manipular a su gusto a las damas-cordero. Y el espectador se sitúa al lado del seductor manipulador para ser testigo de cómo se va convirtiendo en un cordero sacrificado por unas mantis religiosas. Sin embargo, la película de Sofia Coppola se ha titulado La seducción, luego el foco de atención se va al grupo de las damas sureñas (profesoras y alumnas). El grupo femenino acoge a un cabo John McBurney que se convierte en ese oscuro objeto del deseo, pero pronto pasará a ser un juguete roto, y las damas se unen para manejarlo a su antojo y después deshacerse de él, limpia y fríamente.

2. Flashbacks y voces interiores. Don Siegel hace uso en su película de varios flashback u otro tipo de imágenes (como una escena onírica) que hacen hincapié en el ambiente enfermizo y represivo. Y sobre todo acompañan a los personajes de Martha y McBurney, los dos personajes que quieren detentar el poder y los que más chocan y se enfrentan entre sí. Los flashbacks al lado de McBurney le dibujan como mentiroso y manipulador. El cabo quiere seducir a todas las mujeres por supervivencia pura y dura. Y los flashbacks que acompañan a Martha la muestran como una mujer reprimida y con secretos ocultos y moralmente prohibidos (una relación incestuosa con su hermano). Además hay un sueño onírico donde no solo da rienda suelta a una relación sexual con McBurney, sino que también dibuja una atracción de Martha hacia la joven y dulce profesora Edwina. El otro flashback que se ve en la película acompaña al personaje de Hallie e ilustra por qué nunca se ha unido y ha formado piña con McBurney (lo explicaré mejor en el siguiente punto). También en la película de Don Siegel, los personajes piensan en alto, es decir, permite escuchar las voces interiores y las reflexiones, por ejemplo, de las niñas, esto aumenta el ambiente represivo, enfermizo y oscuro… la tensión.

Sin embargo, todos estos flashbacks y voces interiores desaparecen en la película de Sofia Coppola, de tal manera que deja más libre al espectador para las interpretaciones sobre lo que ve en la pantalla, todo más limpio y menos oscuro además de aumentar una sensación elegante de ambigüedad durante todo el metraje.

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Dos clásicos ocultos. Cuando el viento silba (Whistle down the wind, 1961) de Bryan Forbes / El misterio de Fiske Manor (Ladies in Retirement, 1941) de Charles Vidor

Cuando el viento silba (Whistle down the wind, 1961) de Bryan Forbes

Cuando el viento silba

La niña y su fantasía: un Jesucristo herido y cansado vive en su granero

Un hombre con un saco… y tres niños siguiéndolo por la campiña inglesa. El hombre se dirige a un río y tira el saco. Entonces los niños van a escondidas, pero raudos, hacia la bolsa y la cogen del agua: hay tres gatitos. Los rescatan, de nuevo. Los tres niños han emprendido una aventura infantil en un nuevo día. En un largo y tranquilo camino conocemos su entorno, se nos dan datos de su vida y educación. Son tres hermanos, dos niñas y un niño, viven en una granja en plena campiña, un poco retirados de una pequeña localidad de Lancashire. Los muchachos están influidos por su educación cristiana; cuando pasan por la localidad, hay un grupo del Ejército de Salvación dando un sermón (pero veremos también la presencia de la religión en la escuela o en su propio hogar, donde guardan una postal de Jesucristo rodeado de niños). El niño, el pequeño, trata de que una mujer del Ejército de Salvación se quede con el gatito que lleva y esta le dice que Jesús lo cuidará. El final de su aventura es llegar de nuevo a la granja donde viven su padre, un granjero trabajador; un jornalero a su servicio (el hombre del saco) y una tía cascarrabias; y esconder de nuevo a los gatitos en el granero familiar. Así el espectador va adquiriendo información cómo que los tres niños son huérfanos de madre. Entonces, el pequeño se preocupa por quién cuidará de los pequeños gatos, y recuerda que la señora del Ejército de Salvación le ha dicho que se encargará de ellos Jesús. La hermana mayor (Hayley Mills), casi adolescente, dice que tendrán que ser ellos mismos pues Jesucristo ha muerto. Sus hermanos la miran escandalizados y ella se arrepiente de su vehemencia en las palabras… Así debutó Bryan Forbes con un magnífico prólogo para su primera película como director (ya había sido actor y guionista), Cuando el viento silba. En ese prólogo no solo sitúa la historia, sino que ya crea un ambiente. Y coloca al espectador ante la mirada y el universo infantil.

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El discreto encanto de William Castle en tres películas

Homicidio

William Castle y su discreto encanto. Todo un personaje que durante finales de la década de los cincuenta y los sesenta se especializó en películas de terror de bajo presupuesto. Como director y productor creía en sus películas y organizaba unas promociones de lo más originales. Al igual que Alfred Hitchcock, utilizaba su imagen para publicitar las películas, pero con un sentido del espectáculo tan elevado que incluso intervenía en medio de la película (con su voz en off) para advertir al espectador que tal vez debía marcharse de la sala porque a lo mejor no aguantaba lo que iba a ver a continuación. O se inventaba mil y un artilugios en la propia sala de cine para dar más emoción a su obra… Prometía momentos tremendos, espeluznantes. Y hoy sus películas tienen un encanto y una candidez especial. William Castle sabía cómo contar sus historias, entretener, a pesar de no emplear grandes presupuestos. Si algo tenía era sentido del espectáculo.

Las tres que voy a comentar son historias bien construidas, donde curiosamente lo más caducado (sobre todo en dos de ellas), pero a la vez con gran encanto, son los efectos especiales para provocar los momentos de máximo terror. En las tres cuenta con la colaboración del guionista Robb White, famoso novelista de aventuras. La mejor de las tres y más sorprendente es sin duda Homicidio (Homicidal, 1961). Esta sigue la senda abierta por Hitchcock y su Psicosis (1960). Después La mansión de los horrores (House on Haunted Hill, 1959), que posee un encanto especial pues bajo la apariencia de película sobrenatural, de terror y de fantasmas se esconde una película de suspense y crimen perfecto. Y, por último, con una inocencia y una candidez que desarma (no obstante el máximo protagonista es un niño), así como un sentido del espectáculo genial (casi de feria), Los 13 fantasmas (13 ghosts, 1960).

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Coctelera de películas. La bailarina (La danseuse, 2016) de Stéphanie Di Giusto / Eden Lake (Eden Lake, 2008) de James Watkins / Las dos vidas de Audrey Rose (Audrey Rose, 1977) de Robert Wise / Las furias (The furies, 1950) de Anthony Mann

La bailarina (La danseuse, 2016) de Stéphanie Di Giusto

La bailarina

La bailarina, ópera prima donde se nota la investigación alrededor de un personaje: Loïe Fuller. Aquellos que buscan primeras imágenes filmadas recordarán a una mujer con un enorme traje blanco y realizando movimientos que asemejan a una mariposa que serpentea con sus alas. Loïe Fuller patentó (y la costó casi la vida) un baile-espectáculo que fue muy imitado, donde era importante el traje blanco, los efectos de iluminación y el movimiento de dos varillas. Pero además Fuller era todo un personaje.

De mujer de vida compleja en el lejano oeste a mujer que salta al otro lado del océano para llegar a ser bailarina del popular cabaret Folies Bergère, y que logra pisar el escenario del Teatro de la Ópera de París. Fuller se construyó a sí misma, y creo con sumo cuidado su baile-espectáculo. Stéphanie Di Giusto se decanta por la forma y crea imágenes de una belleza casi onírica: tanto los ensayos, como los propios bailes, tienen un halo especial. Hay un momento en que Fuller y sus bailarinas parecen ninfas del bosque. La máxima rival de Fuller fue Isadora Duncan, con la cual estableció una compleja relación además de un posible enamoramiento. Si una era todo telas y efectos especiales. La otra era poca tela, la desnudez del cuerpo y su movimiento…

La bailarina es una película imperfecta, pero tiene imágenes de gran belleza, casi onírica. Además está rodeada de un halo de decadencia que cubre la historia y a los personajes. Y que muestra el final de un siglo y el principio de otro lleno de incertidumbres. Una decadencia que va de un lejano oeste en el ocaso a un París donde se va apagando una aristocracia que ya no encuentra lugar (con ese personaje oscuro del conde Louis d’Orsay)… y donde destaca una atormentada (mental y fisícamente) y vanguardista Loïe, tanto en su arte como en sus relaciones personales.

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Al morir la noche (Dead of night, 1945) de Alberto Cavalcanti, Charles Crichton, Basil Dearden, Robert Hamer

Al morir la noche

Al morir la noche tiene una estructura circular y es una película llena de historias extrañas, como años después poblarían la mítica serie americana En los límites de la realidad (The Twilight Zone) o la serie bajo la efigie de Alfred Hitchcock. Sin embargo, la precursora de esas series de culto sería esta película de los estudios Ealing (que pronto se identificarían bastante más con comedias de humor británico y con un punto de humor negro muy especial…, que por cierto, también ese tipo de humor está presente en Al morir la noche). La propia historia que sirve de hilo conductor es como una pesadilla premonitoria, de la que nunca se sale… donde todos los personajes están rodeados por un halo de misterio, de extrañamiento y rareza. Todas las narraciones cinematográficas están rodadas por diferentes directores que trabajaban en esos momentos en el estudio y que además dieron personalidad propia al sello Ealing: el brasileño Alberto Cavalcanti y los británicos Charles Crichton, Basil Dearden y Robert Hamer.

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Carrusel de minicríticas. Los odiosos ocho, Dando la nota, Attack the block, Hard Candy y Despedidas

Los odiosos ocho (The Hateful Eight, 2015) de Quentin Tarantino

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Érase un niño grande que además era muy mimado y quiso hacer su octavo juguete como le venía en gana. Se dijo que iba a hacer un western, y aunque no hiciera falta (solo para una escena de apertura de puta madre) rodó en 70 mm y siguió con el celuloide (aunque ya apenas haya cines que puedan proyectarla en toda su pureza). También hizo que durase más de tres horas. La dividió en capítulos. Se pegó el capricho de conseguir a Ennio Morricone para la banda sonora. Realizó un primer capítulo en un paisaje nevado, con una caravana que acoge a un cazarrecompensas, un sheriff perdido y una condenada a muerte. Luego los demás capítulos de su historia transcurren en una cabaña… donde hay otros personajes: el viejo militar sureño, un mexicano que cuida la cabaña-posada, La Mercería de Minnie (sus dueños no se encuentran allí), un verdugo y un granjero que regresa a su hogar. Nadie es quien parece. Creó, entonces, un artefacto… lleno de sus diálogos ingeniosos y vacíos a la vez, con su brillante puesta en escena con momentos que se graban en la retina (el penúltimo capítulo es un claro ejemplo) y vomitó violencia sin freno (tanta que te vuelve inmune e insensible). Por supuesto se rodeó de un reparto de oro: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jeniffer Jason Leigh (qué bien ha resucitado), Bruce Dern, Tim Roth, Michael Madsen, Channing Tatum y un magnífico Walton Goggins. El resultado es Los odiosos ocho, una pirueta lúdica del mundo excesivo y visual de Tarantino. No hay más. No se puede rascar nada más. Bueno, sí, es tremendamente entretenida.

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