As bestas (As bestas, 2022) de Rodrigo Sorogoyen

As bestas, en el paraíso también se oculta el infierno.

La rapa das bestas es una tradición gallega que consiste en que varios hombres someten a los caballos salvajes de los montes para cortarles las crines, desparasitarlos si es necesario, curarlos si lo necesitan o marcarlos. Así empieza As bestas de Rodrigo Sorogoyen, con el sometimiento de un caballo salvaje por tres hombres. No es más que una metáfora que volverá a repetirse sobre la mitad de la película, donde estalla una violencia que había estado en tensión durante todo el metraje. En ese momento, se produce una lucha por someter a la fuerza al otro y los hombres se convierten en bestias. Una vez más se pone en marcha la cita de Thomas Hobbe: «El hombre es un lobo para el hombre».

En As bestas, Rodrigo Sorogoyen y Isabel Peña levantan una historia que se inspira libremente en el asesinato de Martin Verfondern en 2010, un holandés que vivía junto a su esposa, Margo Pool, en una localidad gallega desde hacía más de una década. Desavenencias con la familia vecina precipitaron la tragedia. Los protagonistas de la película son una pareja francesa, Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), que no logran precisamente una convivencia tranquila con dos hermanos vecinos, Xan (Luis Zahera) y Lorenzo (Diego Anido). Su madre (Luisa Merelas) tampoco calma los ánimos.

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Alcarràs (Alcarràs, 2022) de Carla Simón

Alcarràs, tierra de melocotones

Una niña, Iris (Ainet Jounou), está organizando una representación familiar en un día de lluvia, entonces se pone seria y entona una cançó de pandero que su abuelo le ha enseñado. Una canción que guarda la memoria oral, que cuenta una historia lejana que aún tiene una huella profunda. Además la letra guarda entre líneas el amor a la tierra, al trabajo y la traición del terrateniente. Poco a poco miembros de la familia protagonista, la familia Solé, van tatareando o uniéndose al canto de la niña. De pronto, la cámara viaja hasta lo que enmarca una ventana: los árboles de melocotones, la tierra. Todo bajo una lluvia que alimenta, que nutre.

Carla Simón logra un momento emocionante y de gran belleza. Lo que hace en Alcarràs es un delicado ejercicio de atrapar una realidad: un mundo que se acaba, una forma de vida que termina. Durante un verano, una familia de payeses en Lleida se va dando cuenta de que lo que han hecho durante tres generaciones, recoger melocotones de sus tierras, es algo que se les escapa para siempre. Su manera de vivir está a punto de transformarse.

Lo que cuenta la realizadora de Estiu 1993 es una historia íntima y pequeña, pero termina escapándose también la Historia con mayúsculas. Una película suave y hermosa, pero que no calla. Lo político y lo social partiendo de lo íntimo. Pues al final poco ha cambiado el panorama. Los poderosos siguen siendo los mismos y salen adelante llevándose todo por delante si hace falta, y los que tienen que ir adaptándose a los designios y transformaciones son los trabajadores que se dejan la piel en su día a día. Y muchos pensarán que es una manera simplista de ver la realidad, pero es que así de simple es el asunto.

Tal y como ocurrió en su debut, Simón parte de un mundo que conoce. Si Estiu 1993 era un largometraje con mucho de autobiográfico. En Alcarràs sabe del mundo que filma, no le es ajeno. No le resulta complicado mirarse en el espejo.

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El sol sale mañana (Our vines have tender grapes, 1945) de Roy Rowland

Con su secuencia de apertura ya percibimos el tono de El sol sale mañana. Dos niños pasean, rodeados de naturaleza. Son Selma (Margaret O’Brien) y Arnold (Jackie Butch Jenkins). Ella tiene siete años y él, cinco. Pasan muchas horas juntos porque son primos y vecinos, se enfrentan al mundo que les rodea y tratan de entenderlo, aunque no es fácil. En tan solo unos minutos, en una cálida jornada de verano, juegan, discuten, reflexionan y se enfrentan a dilemas complejos como la muerte, la guerra, la crueldad y la responsabilidad de sus actos. Pero todo fluye de manera sencilla, sin grandes aspavientos. Otra peculiaridad de los críos es que viven en una pequeña localidad rural estadounidense, Fuller Junction, donde forman parte de una comunidad inmigrante noruega.

Selma tiene una relación muy especial con su padre Martinius (Edward G. Robinson), un hombre del campo, trabajador y sabio. Para él, la cría es su “jenta mi”, “mi niña” en noruego. Los dos a su vez se sienten seguros bajo la mirada y los cuidados de Bruna (Agnes Moorehead), la esposa y la madre, una mujer que parece recta y seria, pero que comprende como nadie a las dos personas que más quiere en el mundo. Siempre está presente para acompañarlos en el recorrido de la vida. La película transcurre durante un año, y diversas anécdotas van pasando tranquila y plácidamente como las estaciones del año. De fondo, la sombra de la Segunda Guerra Mundial.

El sol sale mañana hace una bella sesión doble con otra película ya reseñada, Nunca la olvidaré (I remember mama, 1948), de George Stevens, donde una adolescente rememora los avatares de su familia, inmigrantes noruegos, en San Francisco. Si la película de Rowland gira alrededor de la figura del padre, en la de Stevens era la madre la figura central. Ambos largometrajes están narrados con una sensibilidad especial, con calma, como el largo río de la vida. Eso sí, a veces, con turbulencias y oscuridades.

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Los valientes andan solos (Lonely are the brave, 1962) de David Miller

En Los valientes andan solos, un vaquero contra un mundo moderno y deshumanizado.

Los valientes andan solos atrapa desde su primera imagen. Su principio y su demoledor final construyen un triste círculo que enmarca un western crepuscular. La primera secuencia presenta a un cowboy al aire libre que disfruta de la vida y mira al más allá. De pronto, un ruido demoledor. El cielo es rasgado por tres aviones… Nuestro héroe, John W. Jack Burns (Kirk Douglas), no reniega de la vida del salvaje Oeste; por eso en pleno siglo XX es un forajido, un fuera de la ley, pues prefiere continuar siendo un jinete libre con su yegua indomable y cabezota, que someterse a un mundo que progresa, pero cada vez más deshumanizado. Y la última secuencia cierra su historia de manera brutal, un hombre aterrorizado, Jack, tirado en la cuneta, después de haber sido arrollado por un enorme camión, consciente de que su mundo ha terminado, tras oír cómo acallan el sufrimiento de su yegua de un disparo.

Este héroe desubicado nace de las páginas de la novela de Edward Abbey, El vaquero indomable. Su escritor ya es un tipo de película, hijo de la Gran Depresión, pronto amó la naturaleza y luchó siempre contra la influencia dañina de los seres humanos en los paisajes que quería. Abbey era un apasionado de los amaneceres del Oeste y así lo vertió en sus escritos. Entre sus páginas destilaba la filosofía, otra de sus pasiones. Creía en un anarquismo libre contra la violencia institucional y la frialdad de los Estados. No es de extrañar que creara a ese vaquero indomable, un forajido fuera del sistema y de la burocracia. Este material encandiló a Kirk Douglas, y metió en su aventura al guionista Dalton Trumbo y al director David Miller para crear un buen western.

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Retratos de mujer. La boda de Rosa (2020) de Iciar Bollaín / Las niñas (2020) Pilar Palomero / Selva trágica (2020) de Yulene Olaizola

Interesantes retratos de mujer en tres estrenos, dos películas españolas y una mexicana. Las españolas continúan en las salas de cine y la tercera ha sido estrenada en Horizontes latinos en el 68 Festival de cine de San Sebastián. Las tres películas están dirigidas por mujeres, y las tres encierran universos muy peculiares. Iciar Bollaín se centra en una mujer en la mitad de su vida que quiere hacer un parón y hacerse una promesa a sí misma. Palomero cede su mirada a una niña que se adentra en la edad adulta, abre los ojos y busca su voz. Y Olaizola presenta a una mujer de principios de siglo XX, que se adentra en el corazón de la selva, en un territorio fronterizo, y en el viaje se transforma de mujer víctima a espíritu que conduce a la muerte. Tres retratos de mujer que esconden reflexiones interesantes.

La boda de Rosa (2020) de Iciar Bollaín. Retratos: una mujer adulta

Retratos: una mujer adulta

Iciar Bollaín recrea un universo íntimo en una película que deja un buen sabor de boca. Recupera a la actriz con la que inició su andadura en los largometrajes (Hola, ¿estás sola?), Candela Peña, para concebir una historia reconocible. Y esa historia es la de Rosa, una mujer de más de 40 años, que de pronto decide hacer un parón en el camino y replantearse su vida. Un día se da cuenta de que todo a su alrededor tiene que cambiar y que todavía está a tiempo de conquistar sus sueños. Por eso se pone manos a la obra para organizar una boda consigo misma, ser fiel a su persona, quererse más y apostar por la vida que siempre deseó. Esa boda es tan solo el pistoletazo de salida para dar un vuelco necesario a su existencia. Curiosamente su entorno más cercano es quien le pone todos los obstáculos… Nadie entiende que de pronto Rosa quiera mirar un poco más por ella en vez de volcarse y cuidar a todos los demás, como siempre ha hecho.

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Impresiones de las primeras sesiones de cine en una sala. Un blanco, blanco día (Hvítur, Hvítur Dagur, 2019) de Hlynur Palmason /Dersu Uzala (Dersu Uzala, 1975) de Akira Kurosawa /¡Que suene la música! (Military Wives, 2019) de Peter Cattaneo

Impresiones, momentos, sensaciones, instantes… Estoy arrancando despacio en mis visitas a las salas de cine, pero ya he puesto en marcha el motor. Ya están llegando emocionantes y esperanzadores estrenos para pisarlas con fuerza. Yo confieso que la sala de cine siempre ha sido para mí un refugio, y por tanto un lugar seguro. Es necesario en un periodo en que todos tenemos que cuidarnos, encontrar espacios seguros, y los cines están cumpliendo. De momento, he pisado tres veces mis amados cines con dos estrenos y un reestreno de un clásico desde que empezó el desconfinamiento. La primera fue con una película sombría, como los tiempos que corren. La segunda con un clásico que me pareció bellísimo en pantalla grande, y los siete que estábamos en la sala disfrutamos muchísimo. Y la tercera con una de esas películas que yo llamo películas medicina, de esas que te dejan buen sabor de boca, pero puede que las olvides pronto o te dejen una breve huella.

En las dos primeras sesiones éramos poquísimos en las salas (tres y siete), ya con aforo reducido. En la última ya había más de diez espectadores. Y la semana pasada me quedé sin poder entrar a una sesión de la última película de Icíar Bollaín, La boda de Rosa. Poco a poco, con seguridad y muchas, muchas ganas de disfrutar de la magia de ver una película en pantalla grande.

Un blanco, blanco día (Hvítur, Hvítur Dagur, 2019) de Hlynur Palmason

Impresiones amargas y oscuras, pero una película que merece la pena en su forma de contarla.

Primero viajé a Islandia para una película oscura de Hlynur Palmason, esta versaba sobre los efectos de la pérdida y la ausencia en un hombre maduro. Reconozco que la película me gustó cómo estaba rodada y no olvido alguna de sus secuencias, pero no fue la película adecuada para empezar mi periplo por las salas. Demasiado amarga, demasiado ahondar en las sombras de los seres humanos. Aunque tocaba un tema que me seduce, dentro de cada uno de nosotros en cualquier momento, esta vez por el dolor, puede surgir un monstruo.

Empieza con una cita inquietante: “Cuando todo es tan blanco que ya no puedes distinguir entre el cielo y la tierra, la muerte habla con los vivos”, y somos testigos de un accidente de coche en una niebla espesa. La película transcurre entre la realidad y el ensueño, como muchos momentos de la vida, sobre todo cuando nos ocurren cosas que nos abruman.

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Melodramas desatados (2). Corazón salvaje (Gone to Earth, 1950) de Michael Powell, Emeric Pressburger

Hazel con su zorro domesticado, Foxy, dos espíritus libres, protagonistas de Corazón salvaje.

Como si fuera el canto de una sirena, en lo alto de una colina, con la melodía de un arpa de fondo, Hazel (Jennifer Jones), con su vestido amarillo al viento, entona una canción espiritual y mágica, ancestral: “Harps in Heaven”. Todos los presentes escuchan como hechizados en un mar de naturaleza que les rodea. Esa es la extraña e hipnótica atmósfera de Corazón salvaje, donde lo pagano se mezcla con lo religioso, y donde la naturaleza alcanza ese espíritu mágico e inexplicable que todo lo envuelve. De nuevo, Michael Powell y Emeric Pressburger crean un universo especial donde logran unas imágenes y una intensidad de colores de una belleza cautivadora. Es difícil retirar la mirada y no quedar para siempre dentro de un mundo único. Sensualidad y espiritualidad se unen en una comunión que deja una catarsis dolorosa. Catarsis digna de un melodrama desatado.

Hazel es una joven libre y salvaje. Vive en una cabaña con su padre, un hombre rudo que hace ataúdes y que toca el arpa en todo tipo de eventos. La madre de la muchacha, una gitana que falleció hace tiempo, la dejó un cuaderno de conjuros y profecías, un legado en el que ella cree ciegamente. La joven vive unida a la naturaleza y a todos sus seres vivos. De hecho, está especialmente unida a un pequeño zorro al que ha domesticado, Foxy, y que siempre está salvando en carreras imparables donde huyen de cazadores, caballos y jaurías de perros. Vive en un paisaje entre sagrado y mágico, rodeada de bosques, montañas y rocas. La historia transcurre en el condado de Shropshire, lindando con Gales, tierra de leyendas.

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El carnicero (Le boucher, 1970) de Claude Chabrol

El carnicero

Los ojos azules de Stéphane Audran cuentan esta triste historia de amor.

El rostro de Stéphane Audran, con su pelo corto rubio y sus enormes ojos azules, ocupa la pantalla en los momentos más intensos de El carnicero. La musa y también esposa de Claude Chabrol, otro de los personales directores de la Nouvelle Vague, se pone en la piel de Helene, la directora del colegio de un pueblo rural francés. Y Claude Chabrol la convierte en protagonista de una desgarradora historia amor. Porque Helene vuelve a sentir otra vez, su corazón late con el carnicero del pueblo (Jean Yanne), pero este esconde un secreto que convierte su amor en imposible: es un asesino en serie. A Helene y a Popaul no les separan las clases sociales de las que provienen cada uno, ni sus profesiones tan dispares, ni tampoco lo urbanita que es ella y lo rural que es él…, les separan los instintos primitivos y oscuros que están agazapados en el interior del carnicero. Y Chabrol, sin embargo, es capaz de con ese material tan negro y macabro, filmar una triste, elegante y delicada historia de amor. Y eso incomoda. Si Hitchcock y Buñuel vieron El carnicero, seguro que fue un plato delicatessen para ellos, pues bajo sus fotogramas laten las pulsiones y claves de sus filmografías. La oscuridad y complejidad del amor revolotea en cada una de sus imágenes.

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Los segadores de Juan Antonio Bardem (Ficción. Universidad Veracruzana, 1962)

La Venganza

Detrás de La Venganza se construye una historia de amistad y amor.

Hay regalos que se disfrutan. Uno vino del otro lado del océano, de México. Los segadores, el guion original de Juan Antonio Bardem que escribió durante los primeros meses de 1957 y que luego rodó durante el verano del mismo año. Vamos, un pequeño tesoro. En un breve prólogo de esta edición el director explicaba que la película tuvo por una parte la Censura de la Dirección General de Cinematografía, que afectó a varios aspectos de contenido, y, por otra, por su excesiva duración, sufrió cortes por parte de la distribuidora, Metro Goldwyn Mayer, y las dos horas y 45 minutos del montaje original quedaron reducidas a dos horas.

La Censura no vio con buenos ojos el título ni la época en la que transcurría la acción. “La posición de la Censura fue intransigente”. El argumento trataba sobre las aventuras y desventuras de una cuadrilla de segadores que recorrían Castilla durante el año 1957, con una tragedia de fondo de odio, venganza y perdón. Como escribía Bardem en el texto: “rechazaban el título por su identidad con Els segadors, canción catalana que nace durante la guerra de Sucesión (1705-1713) y utilizada desde entonces como himno por los nacionalistas catalanes. Se recomendó la sustitución del título por otro que ciñéndose exclusivamente a la anécdota del film, prescindiera de toda referencia a la circunstancia de este. Entre muchos —y muy malos— que se me ocurrieron, elegí el de La Venganza. Con respecto a la época de la acción, la Censura recomendó, también, la traslación del momento actual (entonces, 1957) a uno anterior: 1935 o 1931”. Pero también señalaron asuntos relacionados con acciones sociales mostradas en la película: cómo resolver la secuencia de la huelga de los trabajadores del campo en uno de los momentos clave de la película o cómo reflejar la historia de amor entre Luis El Torcido (Raf Vallone) y Andrea (Carmen Sevilla). Así la película se estrenó en el año 1958 como La Venganza y se presentó en Cannes, donde ganó el premio de la Crítica Internacional. Además también fue la primera película española nominada al Oscar en la categoría de Mejor película de habla no inglesa, no se alzó con la preciada estatuilla, que fue a parar a Mi tío de Jacques Tati.

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Píldoras de películas clásicas: Ello, Salve, héroe victorioso, El milagro de Morgan Creek, Vinieron las lluvias, El despertar, Soy Cuba, El déspota y El día de los forajidos

Recuperar a Antonio Moreno (y II). Ello (It, 1927) de Clarence G. Badger

It

El it boy y la it girl… de los años 20

El término it girl está en cualquier revista de moda actual. Pero, sin embargo, tenemos que irnos a principios de siglo para saber realmente qué significa. Y fue Elinor Glyn, novelista y guionista, quien popularizó el término. “It” era aquella cualidad que poseía una persona, de manera inconsciente, que irremediablemente provocaba atracción física y mental. Y, fue tal la popularidad de dicha palabra, que Hollywood quería llevar el término “it” a la pantalla… Y nació una película donde incluso la propia Glyn hizo de ella misma. ¿Y quién podía ser la pareja que tuviera Ello? ¿Quiénes tenían esa cualidad innata de atraer, de manera inconsciente… por su forma de ser, de actuar, de comportarse…? ¿Cuál sería la pareja de moda? La primera it girl en la pantalla sería Clara Bow. Y el primer it boy en el cine tendría el rostro de Antonio Moreno. Y los dos son los protagonistas de una película divertida… una comedia de equívocos y con ritmo… una comedia de los locos años 20… It de Clarence G. Badger. Supuso la consagración definitiva de Clara Bow. Es curioso descubrir la vida trágica de la flapper del cine, de la mujer que representó los despreocupados y divertidos años 20. Por cierto, entre los figurantes de esta película se ve un actor que hace de reportero que apenas sale un minuto…, pero ya se ve que tiene Ello. Ese figurante será toda una estrella en el futuro: Gary Cooper.

Preston Sturges y la guerra. Salve, héroe victorioso (Hail the Conquering Hero, 1944) / El milagro de Morgan Creek (The Miracle of Morgan’s Creek, 1944)

Es un lujo darse una sesión doble con estas dos películas dirigidas y escritas por Preston Sturges y como actor protagonista de ambas, el olvidado Eddie Bracken, un actor cómico, y también en las dos aparece como secundario de lujo, William Demarest. Durante la Segunda Guerra Mundial, nadie osaba reírse de los soldados o representar en la pantalla blanca una imagen negativa. Normalmente eran tratados como héroes o como personajes trágicos… Preston Sturges crea, sin embargo, dos comedias donde se ríe de ellos y con ellos y de mil cosas más, pero con elegancia y ternura… y soltando de todo por su boca. En Salve, héroe victorioso, el protagonista, Woodrow Truesmith, no puede ser marine por una enfermedad absurda y se avergüenza del volver a su hogar. Se encuentra en un bar, desolado, cuando entra un grupo de marines que necesitan dinero para beber… y los invita, y ellos se inventan una historia para que este regrese a casa. Y se arma tal revuelo en su localidad que ¡lo reciben como el mayor de los héroes de guerra! Y el pobre Woodrow Truesmith no sabe cómo salir de esta aventura, cómo decir la verdad… Sus compañeros no hacen más que liar las cosas… Y en El milagro de Morgan Creek… milagrosamente la película pasó la censura pues trata ni más ni menos de una inocente, pero algo alocada, muchacha que se va de juerga con un montón de soldados una noche y al día siguiente no solo no se acuerda de nada, sino que aparece con un anillo de casada, y pronto se entera de que además está embarazada. Quien estará a su lado y tratará de ayudarla por todos los medios será un muchacho, que no ha podido alistarse, y que está locamente enamorado de ella desde que eran niños. También forman parte de la aventura el duro padre (pura máscara) de la muchacha y su hermana pequeña.

Las dos películas son tremendamente divertidas y muy locas… Preston Sturges se ríe con elegancia de muchísimas cosas y llama la atención cómo pudo sacar adelante ambos proyectos cinematográficos en aquellos tiempos y con tan buena fortuna. Además es una gozada disfrutar de toda una galería de actores secundarios realmente graciosos. Y también encontrarse con dos actrices que merece la pena seguir sus pasos: Ella Raines y Betty Hutton.

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