Impresiones de las primeras sesiones de cine en una sala. Un blanco, blanco día (Hvítur, Hvítur Dagur, 2019) de Hlynur Palmason /Dersu Uzala (Dersu Uzala, 1975) de Akira Kurosawa /¡Que suene la música! (Military Wives, 2019) de Peter Cattaneo

Impresiones, momentos, sensaciones, instantes… Estoy arrancando despacio en mis visitas a las salas de cine, pero ya he puesto en marcha el motor. Ya están llegando emocionantes y esperanzadores estrenos para pisarlas con fuerza. Yo confieso que la sala de cine siempre ha sido para mí un refugio, y por tanto un lugar seguro. Es necesario en un periodo en que todos tenemos que cuidarnos, encontrar espacios seguros, y los cines están cumpliendo. De momento, he pisado tres veces mis amados cines con dos estrenos y un reestreno de un clásico desde que empezó el desconfinamiento. La primera fue con una película sombría, como los tiempos que corren. La segunda con un clásico que me pareció bellísimo en pantalla grande, y los siete que estábamos en la sala disfrutamos muchísimo. Y la tercera con una de esas películas que yo llamo películas medicina, de esas que te dejan buen sabor de boca, pero puede que las olvides pronto o te dejen una breve huella.

En las dos primeras sesiones éramos poquísimos en las salas (tres y siete), ya con aforo reducido. En la última ya había más de diez espectadores. Y la semana pasada me quedé sin poder entrar a una sesión de la última película de Icíar Bollaín, La boda de Rosa. Poco a poco, con seguridad y muchas, muchas ganas de disfrutar de la magia de ver una película en pantalla grande.

Un blanco, blanco día (Hvítur, Hvítur Dagur, 2019) de Hlynur Palmason

Impresiones amargas y oscuras, pero una película que merece la pena en su forma de contarla.

Primero viajé a Islandia para una película oscura de Hlynur Palmason, esta versaba sobre los efectos de la pérdida y la ausencia en un hombre maduro. Reconozco que la película me gustó cómo estaba rodada y no olvido alguna de sus secuencias, pero no fue la película adecuada para empezar mi periplo por las salas. Demasiado amarga, demasiado ahondar en las sombras de los seres humanos. Aunque tocaba un tema que me seduce, dentro de cada uno de nosotros en cualquier momento, esta vez por el dolor, puede surgir un monstruo.

Empieza con una cita inquietante: “Cuando todo es tan blanco que ya no puedes distinguir entre el cielo y la tierra, la muerte habla con los vivos”, y somos testigos de un accidente de coche en una niebla espesa. La película transcurre entre la realidad y el ensueño, como muchos momentos de la vida, sobre todo cuando nos ocurren cosas que nos abruman.

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La desaparición de Eleanor Rigby (The Disappearance of Eleanor Rigby. Them, 2014) de Ned Benson

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“Perdón, por desaparecer”, le dice Eleanor (Jessica Chastain) a Conor (James McAvoy) en un momento clave de la película. Y es que ese es el deseo de Eleanor durante gran parte de la película, desaparecer… pero no es tan fácil. Y es que La desaparición de Eleanor Rigby plantea el desmoronamiento de una pareja que se ama por un acontecimiento traumático en sus vidas, por una ausencia dolorosa. Y es precisamente el proceso de duelo, que viven de manera tan diferente cada uno, lo que les separa. Así vivimos el desmoronamiento y también cómo afecta a las personas que los quieren a ambos. Ned Benson no cuenta esta historia de manera lineal e incluso tardamos en saber el motivo del distanciamiento, la ausencia dolorosa. Antes de los títulos de crédito, nos presentan un momento de felicidad de la pareja en el que Conor advierte a su amada que solo tiene un corazón y que por favor lo tenga en cuenta. En otro momento clave de esa felicidad perdida, ella le dice a él que están en un buen sitio… Y es lo que terminan perdiendo, ese buen sitio donde poder amarse, donde no existe ni el dolor ni la ausencia.

Últimamente hay una temática narrativa que está dando largometrajes interesantes en EEUU donde lo que se narra es el nacimiento del amor de una pareja y su desmoronamiento o los baches de una relación, el amor y el desamor, el encuentro y el desencuentro. Y se están hallando caminos muy interesantes para contarlo y películas realmente especiales. Así me viene a la cabeza Blue Valentine de Derek Cianfrance, One Day de Lone Scherfig o 500 días juntos de Marc Webb. Y por otro lado el cine también ha narrado de diferentes formas el proceso de duelo que puede romper o destrozar el equilibrio de una familia y de una pareja. Así podemos irnos a Gente corriente de Robert Redford o también a La habitación del hijo de Nanni Moretti. La desaparición de Eleanor Rigby mezcla las dos temáticas y logra momentos emocionantes, se convierte en un drama romántico con destellos que merecen la pena.

Esta película es el primer proyecto de Ned Benson… y ha sido un proyecto ambicioso que aún no hemos podido disfrutar del todo. Me explico. Ned Benson, con el apoyo incondicional de Jessica Chastain, ideó esta obra como dos películas distintas. En una se veía el punto de vista de Conor y en la otra el punto de vista de Eleanor. Él y Ella. La historia de un desmoronamiento desde los ojos de él y desde los ojos de ella. Pero a nosotros nos ha llegado una tercera versión: Ellos. Y parece ser que este montaje del director se realizó cuando el productor Harvey Weinstein se hizo cargo de la película y no apostó por estrenar el díptico sino este tercer montaje. Esta tercera película, Ellos, también la ha montado Ned Benson y así nace una película imperfecta e irregular (a veces se nota como que en vez una obra completa, son apuntes de una obra, retazos) pero llena de logros, detalles, escenas y momentos que la convierten en una experiencia interesante pero que también despierta ganas enormes de conocer el díptico, la idea original.

Jessica Chastain y James McAvoy no solo tienen química sino que componen perfectamente sus personajes. Te los crees como pareja que se rompe en pedazos. Y además están rodeados de personajes secundarios que son familiares y amigos con los que tienen conversaciones muy jugosas. Los padres de ella, el padre de él. La hermana de ella. El mejor amigo de él… La profesora de ella. Y unos rostros que encajan perfectamente con sus personajes: Isabella Huppert, William Hurt, Viola Davis, Nina Arianda… y mención especial para Ciarán Hinds que como padre de Conor tiene escenas y diálogos especiales, claves. Así ambos protagonizan un momento clave en que el hijo con más de 30 y el padre en los 60 se sienten igual de cansados, tristes y desanimados… pero ambos deciden seguir adelante, la vida es improvisación (como ya nos decían en Boyhood) y a veces no salen las cosas como nosotros pensábamos pero es clave saber seguir caminando y disfrutando, cuando se puede, de los buenos momentos…

Como curiosidad aclarar que en ningún momento sale en la película la canción de los Beatles pero sí su espíritu. En cierta manera se muestra que en muchos momentos inevitablemente estamos solos… a kilómetros de las personas que tenemos al lado. Mucha gente solitaria que pasa de largo arrastrando sus historias. El personaje de Jessica Chastain explica por qué se llama Eleanor Rigby. Sus padres, un profesor universitario americano (William Hurt) y su madre, una artista francesa (Isabelle Huppert), se conocieron esperando que se celebrara un concierto en una azotea de Nueva York de los Beatles. Un concierto que nunca ocurrió… Se había corrido el rumor de que iban a unirse de nuevo e iban a repetir un concierto similar al que dieron en la azotea de Londres…

“Perdón, por desaparecer”. Y realmente entiendes a Eleanor y sus ganas de desaparecer del mapa. Pero también a Conor y su afán por seguir adelante… como si nada hubiese ocurrido. Y su última escena juntos en el que fue su hogar, cuando logran volver a comunicarse y hablar ambos del dolor… es de esos momentos en los que merece la pena hundirse y estremecerse ante una película como La desaparición de Eleanor Rigby.

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