Impresiones, momentos, sensaciones, instantes… Estoy arrancando despacio en mis visitas a las salas de cine, pero ya he puesto en marcha el motor. Ya están llegando emocionantes y esperanzadores estrenos para pisarlas con fuerza. Yo confieso que la sala de cine siempre ha sido para mí un refugio, y por tanto un lugar seguro. Es necesario en un periodo en que todos tenemos que cuidarnos, encontrar espacios seguros, y los cines están cumpliendo. De momento, he pisado tres veces mis amados cines con dos estrenos y un reestreno de un clásico desde que empezó el desconfinamiento. La primera fue con una película sombría, como los tiempos que corren. La segunda con un clásico que me pareció bellísimo en pantalla grande, y los siete que estábamos en la sala disfrutamos muchísimo. Y la tercera con una de esas películas que yo llamo películas medicina, de esas que te dejan buen sabor de boca, pero puede que las olvides pronto o te dejen una breve huella.
En las dos primeras sesiones éramos poquísimos en las salas (tres y siete), ya con aforo reducido. En la última ya había más de diez espectadores. Y la semana pasada me quedé sin poder entrar a una sesión de la última película de Icíar Bollaín, La boda de Rosa. Poco a poco, con seguridad y muchas, muchas ganas de disfrutar de la magia de ver una película en pantalla grande.
Un blanco, blanco día (Hvítur, Hvítur Dagur, 2019) de Hlynur Palmason
Primero viajé a Islandia para una película oscura de Hlynur Palmason, esta versaba sobre los efectos de la pérdida y la ausencia en un hombre maduro. Reconozco que la película me gustó cómo estaba rodada y no olvido alguna de sus secuencias, pero no fue la película adecuada para empezar mi periplo por las salas. Demasiado amarga, demasiado ahondar en las sombras de los seres humanos. Aunque tocaba un tema que me seduce, dentro de cada uno de nosotros en cualquier momento, esta vez por el dolor, puede surgir un monstruo.
Empieza con una cita inquietante: “Cuando todo es tan blanco que ya no puedes distinguir entre el cielo y la tierra, la muerte habla con los vivos”, y somos testigos de un accidente de coche en una niebla espesa. La película transcurre entre la realidad y el ensueño, como muchos momentos de la vida, sobre todo cuando nos ocurren cosas que nos abruman.