Alcarràs (Alcarràs, 2022) de Carla Simón

Alcarràs, tierra de melocotones

Una niña, Iris (Ainet Jounou), está organizando una representación familiar en un día de lluvia, entonces se pone seria y entona una cançó de pandero que su abuelo le ha enseñado. Una canción que guarda la memoria oral, que cuenta una historia lejana que aún tiene una huella profunda. Además la letra guarda entre líneas el amor a la tierra, al trabajo y la traición del terrateniente. Poco a poco miembros de la familia protagonista, la familia Solé, van tatareando o uniéndose al canto de la niña. De pronto, la cámara viaja hasta lo que enmarca una ventana: los árboles de melocotones, la tierra. Todo bajo una lluvia que alimenta, que nutre.

Carla Simón logra un momento emocionante y de gran belleza. Lo que hace en Alcarràs es un delicado ejercicio de atrapar una realidad: un mundo que se acaba, una forma de vida que termina. Durante un verano, una familia de payeses en Lleida se va dando cuenta de que lo que han hecho durante tres generaciones, recoger melocotones de sus tierras, es algo que se les escapa para siempre. Su manera de vivir está a punto de transformarse.

Lo que cuenta la realizadora de Estiu 1993 es una historia íntima y pequeña, pero termina escapándose también la Historia con mayúsculas. Una película suave y hermosa, pero que no calla. Lo político y lo social partiendo de lo íntimo. Pues al final poco ha cambiado el panorama. Los poderosos siguen siendo los mismos y salen adelante llevándose todo por delante si hace falta, y los que tienen que ir adaptándose a los designios y transformaciones son los trabajadores que se dejan la piel en su día a día. Y muchos pensarán que es una manera simplista de ver la realidad, pero es que así de simple es el asunto.

Tal y como ocurrió en su debut, Simón parte de un mundo que conoce. Si Estiu 1993 era un largometraje con mucho de autobiográfico. En Alcarràs sabe del mundo que filma, no le es ajeno. No le resulta complicado mirarse en el espejo.

Más allá de las tierras

Hay otra secuencia clave (en realidad no sobra ni una) para entender las circunstancias en las que se encuentran en ese último verano: cuando el patriarca de la familia, el abuelo (Josep Abad) cuenta a su nieta adolescente (Xènia Roset) un relato muchas veces repetido. La cara de Mariona, la muchacha, lo dice todo, amor inusitado y paciencia de lo ya oído varias veces. Pero pronto entenderá mucho más esas palabras del abuelo. Como ocurre con las historias de familia, estas se repiten y van pasando a distintas generaciones a través del tiempo, y adquiriendo significados, enseñanzas y experiencias. Él ayudó al patriarca de la familia de los terratenientes durante la Guerra Civil. Este le cedió las tierras para trabajar en agradecimiento…, pero sin papeles de por medio. Bastaba la palabra. En el presente ya no.

Ese es el conflicto central de Alacarràs: el desahucio inevitable de sus tierras. El tener que abandonarlas a pesar de que han trabajado, sudado y sufrido durante décadas. Pero, al fin y al cabo, la tierra que les mantiene y que aman. Ya que Carla Simón no cae en idealizar la vida en el campo, la muestra dura como es.

El hijo del que fuera terrateniente quiere un papel de propiedad que sabe que no existe, y como no lo hay decide emplear esas tierras que considera suyas para un negocio más lucrativo que los melocotones: las placas solares, la energía renovable (y también se da la paradoja de que este paso es necesario para dejar atrás otras energías contaminantes). Si los trabajadores con los que su padre llegó a un acuerdo de palabra quieren encargarse de las placas solares, él no tiene «problema» en que se queden… Ahí les deja un dilema más.

No plantea Carla Simón una película fácil, ofrece una película rica en lecturas y significados, no da una respuesta de futuro, pero sí cuenta un presente y un pasado que se continúa arrastrando. Y además realiza puro cine, con unas decisiones de puesta en escena que hacen que sea una película totalmente redonda. Logra crear a una familia con sus lazos, sus miradas y complicidades. Con sus reuniones y comidas. La familia Solé. Ante los cambios que se avecinan también surgen las diferencias y las discusiones. Y unos niños y unos adolescente que todo lo miran… y lo sienten. La amenaza de la ruptura…

A partir de gente de la zona de Alcarràs, la directora creó con su equipo un casting absolutamente mágico. Todos se meten en la piel de un personaje y hacen sentir, transmiten: el payés Quimet (Jordi Pujol Dolcet) y su esposa Dolors (Anna Otin). Uno, todo fuerza, temperamento, sobrepasado por los problemas y con un dolor que no sabe expresar. Desarma cuando llora. Otra, dulce, equilibrada, calmada, que se da cuenta antes que su marido de que hay que seguir adelante… y decide con un gesto que le sale del alma poner las cosas en su sitio. Tras la crisis y la hecatombe…, solo queda continuar luchando y adaptándose a los tiempos venideros.

Y alrededor de la pareja, los abuelos: él silencioso, y sintiéndose responsable, queriendo solucionar. Ella, viviendo el presente y contando historias sin parar. Los niños, que juegan, imaginan, intuyen (y es que Carla Simón qué bien sabe narrar a través de su mirada)…

Las hermanas de Quimet, el cuñado, los niños…, que tienen otra manera de afrontar los problemas, y de ahí el choque. Los adolescentes que escuchan, miran y entienden lo que ocurre. Les duele igual o más que a sus padres. Uno, maravilloso Roger (Albert Bosch), busca la aprobación constante, quiere trabajar la tierra como su padre, no le gustaría otra salida. Y Mariona, que todo lo mira, siente que se desmorone la unidad familiar, y pese a que puede parecer insegura, lo tiene claro: tienen que seguir juntos. Los dos adolescentes protagonizan una pequeña venganza contra el que en tiempos de su abuelo sería el patrón… Hasta en eso se les nota buenas personas.

No faltan tampoco los trabajadores africanos que contrata Quimet para poder llevar a cabo la recogida del melocotón. Esboza también su realidad precaria. Y cómo Iris, la pequeña, adopta e interioriza con facilidad, naturalidad y magia el mundo y las palabras de estos hombres que vienen de otros lares a ganarse también la vida. Muchas lecturas que hacer, no es película de único visionado.

La directora logra neorrealismo puro y duro: dibujar la realidad, atraparla. Y dejar momentos de intimidad familiar absolutamente naturales. Todos sacan adelante personajes maravillosos, que se relacionan entre sí. Todos logran transmitir mucha verdad. Y dejarnos arrastrar por su historia.

Entre juegos de niños

En Alcarràs, llama la atención como Simón sabe rodearse de un buen equipo e ir contando lo que ocurre ese verano con la familia Solé con un sentido del tiempo y un ritmo que dejan saborear, madurar y sentir las cosas como los melocotones que cosechan.

Un guion redondo que empieza con unos niños en un coche abandonado en el campo, pero que para ellos es su nave espacial. Juegan sin parar hasta que de pronto aparece la amenaza real, ajena a su mundo. Una grúa que les deja sin juego. Para terminar con toda la familia reunida para la elaboración de los melocotones en almíbar y percibir de nuevo la amenaza exterior: otra grúa que arrasa lo que aman. Solo incertidumbres, al principio y al final. Ellos son como una isla en un paraíso no idealizado condenado a desaparecer… ¿Habrá alguna niña que cante una canción para recordarlo?

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8 comentarios en “Alcarràs (Alcarràs, 2022) de Carla Simón

  1. Hola Hildy
    Se nota que te ha gustado mucho. Aún no la he visto; «Estiu 93» me gustó bastante.
    Curiosa la asociación de ideas la que me has provocado mencionando el «neorealismo» rural. El cine español tiene una joya del genero -y algún parecido con esta- en la mítica «Surcos». Setenta años hace y el campo sigue dando «melocotonazos» que diría El Fary.
    Un saludo en almíbar. Manuel.

  2. Sí, querido Manuel, me ha encantado Alcarràs. Creo que es una película muy bien hecha, inteligente, sensible y que además toca, llega. También disfruté mucho en su día de Estiu 93 y creo que ha dado un paso de gigante en su segundo largometraje.
    Creo recordar que en la película de Nieves Conde había un personaje que hablaba del cine neorrealista como en tono irónico. Y es verdad que siempre que se habla de esta película se nombra el neorrealismo italiano como influencia. Ahí en Surcos veíamos a una familia en los cuarenta que abandonaba el campo para irse a la ciudad. Siempre que la he visto, me ha gustado, además de ver el Madrid de aquellos años.
    La verdad es que podría salir un interesante ciclo sobre el campo y la agricultura y contar una larga y triste historia. Añado, por ejemplo, La venganza de Juan Antonio Bardem, La piel quemada de Josep Maria Forn y El olvido de Icíar Bollaín.

    Un beso con sabor a melocotón
    Hildy

  3. Mi querida Hildy, todo es muy interesante sobre el papel, y no puedo hablar demasiado porque no la he visto, pero si me guío por estilo de la directora en Verano 1993, una vez más echamos mano de la paradoja que se da entre el cine, que es puro artificio, y la pretendida (y a veces pretenciosa) reproducción fotográfica de la realidad. Eso que a la gente, en general, le gusta mucho, que una película sea «realista», que retrate las cosas tal y como son perceptibles por los sentidos de cualquiera, que lo que se muestra por la cámara sea idéntico a lo que percibe con sus ojos, choca con un medio que es recreación artística y técnica, es decir, que construye su propia realidad con sus propias normas, apariencia, no realidad, que se sabe tal y que explota los mecanismos técnicos y narrativos que le permite ese territorio inaprensible. Verano 1993 la vi con interés; el segundo visionado ya no lo acabé.

    De lo que cuentas, esa alusión al naturalismo (el mal endémico del cine español, porque la naturalidad es producto del trabajo del intérprete, no de ponerle la cámara delante a cualquiera; normalmente confundimos naturalismo con amateurismo) es preocupante; que la trama gire en torno a un desahucio en clave de buenos y malos, y que eche mano para ello de la guerra civil (otra vez), tampoco me invita demasiado al optimismo. Ya sé que le han dado un premio y tal, y dicen que eso es muy importante, pero de lo que cuentas creo que la alusión a Surcos, que es una grandísima película del cine europeo de su tiempo, que retrata un fenómeno global no propiamente español, más allá de cierta aproximación temática en lo literario del guion, no ha lugar, ni en forma ni en fondo ni en estilo.

    Y para melocotones, los de Calanda.

    Besos

  4. Hola Hildy
    Me haces pensar -otravez- en que no hemos retratado poco, precisamente, nuestros campos. Y alguna joya tenemos. Voy con un repaso tipo «España huele a pueblo» (recuerdo para Benito Moreno).
    Para saber de donde venimos el principio podría ser «Las Hurdes» y para los que pensamos que el documental no es cine cuando acabe nos vemos «Buñuel en el Laberinto de las Tortugas» corto de animación complementario.
    Sección adaptaciones literarias/metáforas: «La familia de Pascual Duarte» y esa madre tan parecida a la impresionante Lola Gaos de «Furtivos». Delibes parada obligatoria: laquetodossabemos y «Las Ratas» porejemplo.
    Como ejemplo de cine duro pero bello: Tasio
    Y el campo también puede ser un melocotón de fábula: El Bosque Animado.
    ¡Y me olivaba de El Olvido! -¿o es de alverés?-
    Más almíbar en celuloide ¡Qué se quema el rio! Manuel.

  5. Mi querido Alfredo, por favor, que la mirada que ofrezco en el texto no te condicione. A mí siempre me ha interesado todo el tema relacionado con la historia oral y me parece precioso cómo lo recoge Carla Simón en Alcarràs, ahí es donde se ven los ecos de guerra civil y demás, pero no es ni el centro del relato ni consiste en una historia de malos y buenos. Siento que lo hayas percibido así al leer el texto (o quizá no me he expresado todo lo bien que hubiese querido).
    Carla Simón en esta película tiene clarísimo que está realizando un largometraje de ficción y que está construyendo una historia, y verás cuando puedas acercarte, que la elección de un casting de actores naturales es todo un acierto, y que logran representar verdaderamente a una familia y cada uno está alucinante creando un personaje. El trabajo realizado en este sentido para mí es una absoluta joya.
    Descubrirás la manera que tiene de contar esta historia de forma sabia y los momentos cinematográficos que ofrece: no solo las dos secuencias que señalo la de la canción (que es de las más bellas que he visto últimamente) o la de la higuera, sino muchos de los momentos de la vida de esta familia o la manera tan sutil que tiene de cambiar los puntos de vista: la mirada de los niños (qué bien lo hace Carla, el plasmar la mirada infantil), del abuelo, del padre, de los adolescentes o de la madre, realizando una película coral brillante.
    A mí me gustó muchísimo cuando vi Estiu 1993, y te digo que aquí Carla Simón ha dado un paso a mi parecer gigantesco.
    Creo que es una película que no deja indiferente y que merece la pena ir al cine a verla. Es riquísima para el análisis y el coloquio posterior.
    Ya me dirás
    Beso
    Hildy

  6. Claro, querido querido Manuel, que tenemos buen cine que cuenta además una historia sobre el campo, la agricultura y la ganadería. Y ofreces además otro montón de buenos títulos para armar un buen ciclo. Añado otra al ciclo reciente, que me pareció maravillosa: «Lo que arde» de Oliver Laxe.

    Beso
    Hildy

  7. Querida Hildy, te cuento.

    No había visto Verano del 93 y en mi pueblo echan Alcarràs en el cine (flipo) así que ayer me vi la primera y hace un rato la segunda. Excepto en tu caso, lo que he oído por ahí es que gusta menos esta que la primera, pero yo me quedo con esta. Ahora me explico, pero déjame primero que le aclare al tocayo del alma que «Buñuel en el laberinto de las tortugas» no es un corto sino un largometraje, y por cierto muy interesante y dentro de su modesta producción muy bien concebido y rematado, así que no se lo pierdan.

    No me apetece soltar un tremendo ladrillo con lo que pienso y siento sobre esta peli porque tardaría mucho y aburriría al personal. Además me veo en la obligación de explicar por qué disiento mucho de Alfredo… No sé, me da pereza, pero intentaré ser sintético.

    Sobre el asunto del realismo -creo que aquí lo de naturalismo no viene a cuento, porque esta película no es naturalista en modo alguno- es verdad que Alcarràs lo busca y lo logra. Absolutamente, es de una autenticidad alucinante. Pero es una autenticidad muy trabajada porque es una obra complejísima. Cuando la veas, Alfredo, te darás cuenta de lo complicadísimo que debe de haber sido crear una película sin apenas trama en la que quedan perfecta y profundamente retratados absolutamente todos los personajes. Carla Simón no ha hecho una especie de «cinema verité de lo rural», sino que, con una intuición fílmica y unas decisiones de puesta en escena no sé hasta qué punto improvisadas, pero siempre sabias, es capaz como digo de conseguir eso tan difícil que es que la vida traspasa al cine y no al revés.

    Es que es una peli en la que, por ejemplo, la hija adolescente, Mariona, y Roger, el hijo mayor, son dos personas muy «simples», ramplonas, que no intervienen además en el único conflicto que atraviesa la trama (la pérdida de las tierras) y apenas tendrán 5 ó 10 frases cada uno, y sin embargo Carla Simón consigue que empaticemos con ellos totalmente, que entendamos la complejidad de sus pensamientos juveniles, su incapacidad para hacerse aceptar o comprender… Es que es una pasada, porque son «secundarios» y actores sin experiencia… Carla Simón saca oro de ellos y de todos los demás personajes.

    También me ocurre una cosa, y es que yo vengo de familia «del campo», como decimos en Extremadura, y aún me toca pasar unos cuantos días al año trabajando en él, aunque lo mío es el secano. Para los que hemos currado alguna vez en el campo y sabemos de qué va la cosa esta película adquiere una dimensión especial. De hecho lamento bastante que, por desgracia, su público potencial sea urbanita porque me sé de mucho labrador iletrado que la disfrutaría muchísimo, pero ni se enterará de que existe, qué pena no se hiciera en aquel mundo donde todo venía de dos canales… La vida rural el cine suele retratarla con su habitual pátina de artificio (porque es un arte) y bueno, pues yo las veo, como por ejemplo pude ver El olivo, o Flores de otro mundo, y disfruto más o menos la película, pero en mi aprecio no opera que sean agricultores, porque podrían ser trabajadores en una conservera o pescadores o vendedores de coches y la película cambiaría poco manteniendo la misma estructura.

    Alcarrás va más allá de eso porque está clarísimo que Carla Simón sabe de qué va la cosa del campo, y lo mismo sus actores, y saber estrujar ese contexto y destilar una película que sin apelar a tópicos, ni giros absurdos ni dramatismos innecesarios ni finales trágicos sobrevenidos ni llantinas ni… Puede emocionar y hacer pensar tanto o más que el más depurado drama clásico. No sé, es que -y sé que lo que voy a decir levantará alguna ceja- a mí esta película me parece mucho más parecida a Los mejores años de nuestra vida (sí, la de Wyler) que a la mencionada El olivo, Las Hurdes de Buñuel (que por cierto es una cosa muy sobrevalorada y supongo que como sabrán ustedes, teatralizada), El bosque animado y no digamos ya Los santos inocentes o Furtivos. Me queda la duda con Tasio, porque ese mundo húmedo del norte es muy distinto al mío.

    Vamos, que me ha gustado mucho y que sí, es realista, pero como debe ser el realismo. Y eso que hay cosas que me gustarían de otra forma. Por ejemplo que le sobran 20 minutos, que no pasa nada por usar un trípode de vez en cuando y que el montaje se repite un poco en su fórmula. También es una lástima tener que verla doblada aquí donde vivo, porque se difuminan algo las reacciones y mensajes, pero por suerte el doblaje no es malo. Pero bueno, son cosas muy menores comparadas con la intuición cinematográfica genial que tiene esta mujer.
    Estoy deseando ver si le da buen uso cuando cambie de registro, porque el relato autobiográfico-nostálgico digo yo que se le agotará pronto.

    Muchas gracias como siempre Hildy querida y felicidades por tu texto que como siempre acierta y anima.

    Un beso grande

  8. Pedazo comentario bueno, queridísimo Manuel, y que complementa muy bien todo lo que he querido expresar en el texto sobre la película.
    Cuando la vi, pensé mucho en mi padre, pues creo que a él le hubiese encantado. Su familia venía de los campos secos y áridos de Castilla, pero sé que hubiese conectado totalmente con la familia Solé, y que le hubiese encantado el personaje del abuelo Rogelio. Mi padre también era silencioso, sabio y tratando siempre de solucionar…
    ¡Qué buena sesión doble seguida: Estiu 1993 y luego Alcarràs!
    Sí, para mí con su segundo largometraje Carla Simón da un paso gigantesco.
    Creo que es una realizadora con una mirada y una manera de hacer cine muy especial.

    Beso
    Hildy

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