Recuerdo a principios del siglo XXI cómo se me quedó la frase “Otro mundo es posible”… Y es que estos movimientos colectivos (que nacen de la espontaneidad), que muchos dicen son utópicos, de alguna manera transmiten una onda expansiva de que los sueños a veces pueden cumplirse. Y, de fondo, algo más importante…, no hundirse en la apatía, el mal rollo o transitar un camino de no retorno de desencanto. La espontaneidad de estos movimientos colectivos enciende continuamente mechas y supone un paso más a la consecución de un mundo un poco mejor. Algunos viven con tristeza (y con sensación de fracaso) la ‘aparente’ disolución de estos momentos (bien porque son interrumpidos violentamente, bien porque la espontaneidad no es eterna… y entonces empiezan otras ‘fases’ y ‘evoluciones’ en el proceso) y empleo la palabra ‘aparente’ porque sí, se apagan, pero queda la brasa, el fondo o el poso… Queda el testimonio.
También me viene a la cabeza una persona que no olvidaré porque disfruté de su amistad, de sus palabras, de su memoria y recuerdos. Se llamaba el Indio Juan. A un poso de desencanto, siempre surgía la chispa en su mirada. Una de sus pasiones era recorrer las calles, los cementerios, los muros, los edificios, las puertas y paredes… y rescatar en su cuaderno las frases que dejaba la gente. Decía que ahí había poesía y mucha sabiduría. Pienso que hubiese disfrutado mucho del año 2011… y de todos esos movimientos colectivos que se dieron a la vez por el mundo. Y que siguen la senda de Otro mundo es posible. En ese momento era un mundo clamando por un cambio de organización y sistema. Mostrando también que la democracia real es otra cosa. Que el ciudadano puede pensar por sí mismo, que es consciente de que tiene derechos y también deberes y que sabe cuándo le están tomando el pelo o cuándo están abandonados a su suerte. Ciudadanos que claman por una representación real. Ciudadanos que siguen imaginando que las cosas pueden ir y hacerse mejor.
Durante todo el siglo XX y ahora el XXI, hay otra manera de poder dar testimonio de estos movimientos. Otra manera de hacerlos vivos y presentes. De eternizarlos. De preservar que existieron. De plasmar que algo se mueve… Y son las imágenes en movimiento. Es el cine. Una cámara y captar el espíritu de estos movimientos. Y es eso precisamente lo que consigue la realizadora chilena Cecilia Barriga en su documental Tres instantes, un grito. Captar ese grito, que se extendió en distintas partes del mundo y generó movimientos colectivos que provocan creatividad, pensamientos, vitalidad, posibilidad de cambio, debates, coloquios, diálogos y que construyen una generación de personas que tiene presente los sueños de muchos ciudadanos. Y eso no es fácil. Tres instantes, un grito provoca ganas de moverse, genera un sentimiento de esperanza y continuidad, muestra personas con ganas…, todavía algo se mueve, quizá todavía no esté todo perdido…
El documental muestra la esencia de tres de estos movimientos que se dieron en un año vivo, y como dijo uno de los asistentes al coloquio en la Cineteca-Matadero, que creará un fondo de documentación e ideas tan importante como el mayo del 68 (que no solo fue en París sino que tuvo también su efecto onda…). Y también su poso de críticas… pero es que siempre pienso que el que actúa, porque actúa, se equivoca… Y eso es sano, mientras haya un sentido de autocrítica y análisis, de ver qué fue lo válido y qué fue lo que falló.
El viaje de Barriga recoge el espíritu asambleario de los indignados en la Puerta del Sol de Madrid. La espontaneidad colectiva, creativa y multicultural, con presencia continúa de lo musical, de la toma de Wall Street. La filosofía: el 99 por ciento de la población muestra su descontento por el reparto injusto de riquezas y poderes en manos de un 1 por ciento que hace lo que quiere dejándose llevar por la codicia y la corrupción. No existe el axioma: pensar en el otro. Y por último la rebeldía constructiva, potente, valiente, espontánea, alegre e imparable de los adolescentes chilenos que tomaron las escuelas públicas del país exigiendo una educación pública, gratuita y de calidad. Y ese es el mejor aliciente para disfrutar del documental, sientes ese espíritu contagioso.
Movimientos que surgieron a la vez que otros y que serán la mecha para generar otros en un futuro próximo. Como dijo Cecilia Barriga, en el documental se intuye que los próximos movimientos colectivos quizá nos trasladarán a China o a cualquier otra parte donde la gente quiera soñar. Y de alguna manera su existencia permite el contagio… y poco a poco, con obstáculos, dificultades, desencantos, fallos… pero con un continuo movimiento, se pueden ir produciendo cambios que prefiguren otro mundo posible… y ojalá que mucho mejor.
Nota: próximas proyecciones en la Sala Berlanga (jueves 22 de mayo) y en junio en el Zumzeig cinema en Barcelona.
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