Redescubriendo clásicos (5). Barreras invisibles (Invisible Stripes, 1939) de Lloyd Bacon / El camino del pino solitario (The Trail of the Lonesome Pine, 1936) de Henry Hathaway

Barreras invisibles (Invisible Stripes, 1939) de Lloyd Bacon

En Barreras invisibles dos amigos con amistad leal y transparente se nos presentan de una manera muy especial… En la ducha antes de conseguir la libertad.

Lloyd Bacon se pone al frente de una entretenida historia con un montón de detalles que enriquecen la propuesta. Es un largometraje con tintes sociales, habituales en la Warner, y con dos potentes tramas principales: una de amistad y otra fraternal. Es una película con apariencia de puro cine de gánsteres, en su ritmo y personajes, pero con mucho más fondo.

Barreras invisibles está muy bien contada y tiene un reparto, sobre todo masculino, del que se extrae mucho jugo. El trío protagonista está formado por dos tipos duros y un joven actor en ciernes que tardaría en alcanzar el estrellato, pero que desde sus primeras apariciones dejaba ver su versatilidad y carisma. George Raft, Humphrey Bogart y un jovencísimo William Holden se empapan de tres personajes que dan rienda suelta a un montón de emociones por parte del espectador.

La historia arranca con la salida de la cárcel después de una estancia larga de dos delincuentes: Cliff Taylor (George Raft) y Charles Martin (Humphrey Bogart). Ya dice mucho la manera de presentarlos. Dándose una ducha, totalmente desnudos para todos, mostrando una amistad basada en la confianza mutua y en la transparencia. Toman caminos diferentes, pero no se traicionarán y serán leales el uno al otro. Cliff trata de incorporarse a la sociedad buscando un trabajo honrado. Charles sabe que no tiene oportunidad alguna y no duda en que va a delinquir de nuevo.

Por otra parte a Cliff le espera su familia, que para él es un pilar importantísimo, todas sus decisiones serán para mantener la tranquilidad de su madre (Flora Robson), pero también para que su hermano pequeño, Tim (William Holden), y su novia Flora (Jane Bryan) alcancen la prosperidad económica necesaria para ser felices en el futuro. De hecho, la preocupación por su hermano pequeño que poco a poco deja de confiar en la sociedad en la que vive, que se convence además de que nunca va a poder salir de la pobreza ni ofrecer una buena vida ni a su madre ni a su novia, será el pistoletazo de salida para el primer giro argumental de la película.

Si Barreras invisibles en su primera parte ofrece una interesante lectura social a través de Cliff y Tim, a partir de este giro argumental se convierte en una apasionante y trepidante película de gánsteres.

A través del periplo laboral de Cliff durante la primera parte de la película se muestra la dificultad de reinserción para los exconvictos. Cliff trata de encontrar un trabajo honesto y reinsertarse en la sociedad, pero ese camino le resulta prácticamente imposible: sus compañeros no le admiten, sus jefes le despiden en cuanto se enteran de que es un exconvicto, le detienen como sospechoso en cuanto ocurre algo en las empresas en las que trabaja, le ofrecen trabajos que van en contra de su código de honor como ser un chivato de los trabajadores que se quejan de sus condiciones laborales…

Por otra parte, Tim es un joven trabajador que solo ve un futuro negro delante de él. Apenas gana dinero, a pesar de que trabaja duro; piensa que es prácticamente imposible la movilidad social (salir del barrio o conseguir un negocio propio) y se siente insultado e inferior a otros, notando las clases sociales en su piel a cada paso que da (un millonario confunde a su novia con una vendedora de flores. Eso desata una fuerte discusión y una secuencia demoledora donde Tim le dice a su prometida que nunca le podrá ofrecer la vida que se merece).

Para colmo, le hiere en lo más profundo las dificultades de su hermano para volver a reinsertarse. Al final, llega a la conclusión de que lo más fácil para prosperar es delinquir, como hizo en el pasado su hermano mayor, no cree ya en la sociedad que le rodea, que les niega continuamente oportunidades para salir del hoyo. Son las barreras invisibles que no les dejan prosperar.

Cliff no soporta lo que le está ocurriendo a su hermano pequeño («prefiero verte muerto que en la cárcel») y no quiere que su madre sufra más. Toma una determinación. Volver a delinquir junto a Charles, pero ocultándoselo a su familia, y financiar el futuro de su hermano para que vuelva al buen camino. Así todo empieza a ir viento en popa a toda vela. Pero justo cuando Cliff quiere abandonar de nuevo la delincuencia, pues ha conseguido que su hermano tenga un negocio propio y una vida que ofrecer a su prometida, así como asegurarse que su madre tiene de todo, un nuevo giro de trama cambia el rumbo de la película que se convierte en un drama emocionante, donde Cliff y Charles pondrán en juego su amistad. Cliff hará todo lo posible por salvar la integridad de su hermano pequeño y su familia.

Lloyd Bacon no solo cuenta con el carisma de sus actores y unos personajes bien construidos en Barreras invisibles, sino también con su buen oficio de cineasta para todo, creando buenas secuencias intimistas (como la antes señalada de Tim con su prometida en la soledad de un puente o las escenas de Cliff con su madre, con la que tiene una complicidad especial) o emocionantes secuencias de acción: persecuciones, atracos y disparos cuando Cliff se dedica a la vida delictiva.

Barreras invisibles es algo más que una película de gánsteres, muestra muchos más matices. Es la historia trágica de un perdedor al que solo le queda una posibilidad de redención para que su familia viva mejor y que finalmente cuenta con la lealtad, a su manera, de otro delincuente. Es la historia del fracaso de todo un sistema social que no facilita la reinserción ni pone fácil la movilidad social; es decir, las oportunidades para todos. Los dos amigos, Cliff y Charles, están condenados a muerte desde ese día que les vemos alegremente duchándose juntos para ir en busca de la libertad.

El camino del pino solitario (The Trail of the Lonesome Pine, 1936) de Henry Hathaway

En El camino del pino solitario ya se nota esa química especial entre Henry Fonda y Sylvia Sidney.

Es curioso porque quizá nunca se estudia a Henry Hathaway desde una óptica peculiar: muchas de sus películas tienen un romanticismo exacerbado y poesía en cada una de sus imágenes. Además, amigo de las innovaciones técnicas, experimenta en 1936 con el Technicolor tricromo en paisajes exteriores de ensueño en El camino del pino solitario, una película tremendamente romántica y poética, pero a la vez muy entretenida. Ese uso del color le da a la película un tono especial, como de ensueño… El paraje donde viven dos familias enemistadas durante décadas, sin saber muy bien el motivo, adquiere un tono de fábula, idilio y paraíso perdido.

Los Tolliver llevan años enfrentados a los Falin. Son familias duras, supervivientes, que sobreviven en la montaña. De pronto, a su enemistad se le añade un nuevo desconocido: la civilización. A sus vidas llega un joven ingeniero, Jack Hale (Fred MacMurray), con la idea de construir el tren y aprovechar las tierras para ello (la madera, el carbón…). La civilización supone un fuerte cambio en estas familias atrapadas en el ciclo salvaje de la naturaleza: les traerá por primera vez el contacto con otras personas y otros mundos, supondrá por primera vez tener riquezas y para algunos se despertará el hambre de conocimiento.

La vida seguirá sin ser fácil para los Tolliver y los Falin, pero quizá tendrán que plantearse si realmente su enemistad tiene algún sentido y, es más, si tiene sentido en un futuro civilizado. Por otro lado, también se van vislumbrando veladamente las fallas de la civilización. Qué habrá que sacrificar a cambio del tren, el teléfono, la medicina, los estudios… Cuáles serán las renuncias…

El camino del pino solitario se centra sobre todo en los Tolliver. La matriarca, una maravillosa Beulah Bondi, lleva toda su vida luchando por la sensibilidad y la paz, pero con escaso éxito. Su marido es un buen hombre (Fred Stone), pero atrapado en la violencia que han mantenido durante años las dos familias. El matrimonio tiene dos hijos, la bella June (Sylvia Sidney), una joven sensible, libre e ignorante (como todos los demás), y Buddie, un niño inquieto. Con ellos vive también su sobrino, Dave (Henry Fonda), un joven que sueña con casarse con June y que protege a la familia de todos los enfrentamientos.

En realidad, la película se convierte en la difícil relación (igual se enfrentan que colaboran juntos) entre el buen salvaje idealista (Henry Fonda) y el joven que trae la civilización y el progreso (Fred MacMurray). Sus dos visiones chocan, pero también colaboran continuamente. Se pelean y se dan la mano. Y los dos quieren a la bella June: uno admira su libertad y espontaneidad; el otro el diamante en bruto que puede pulirse. June no lo tiene fácil: al idealista lo ama como a un hermano y es de su sangre, admira su valentía, y el joven ingeniero despierta su sensualidad, así como sus ganas de conocimiento y prosperidad.

Henry Hathaway pinta una película emocionante y épica, llena de aventura, venganzas, pasiones y amor. Hay poesía y tragedia. Y todo no solo está envuelto de ese color que da un matiz onírico a la historia, sino que un personaje que no deja de cantar convierte todo en leyenda o historia oral con sus bellas canciones (Fuzzy Knight).

La historia se decanta por los Tolliver y sus vicisitudes. A cómo se enfrentan a los cambios venideros y a las nuevas tragedias que supone en sus vidas la llegada de la civilización. La bella June es llamada por el canto del conocimiento y el progreso, pero cuando le desgarran el corazón, vuelve a proteger la manada. El refinamiento del conocimiento no ha acabado con el torbellino libre y salvaje que tiene dentro. Sin embargo, Dave (el buen salvaje idealista) será el que termine velando por todos y su amor por June y por su tía hace que se sacrifique por aquellos a los que quiere, siendo finalmente un visionario (sabe que él no encontrará la felicidad, pero que el progreso va a traer ventajas a su familia). Dave buscará la paz entre ambas familias y dará el paso definitivo a la civilización (aun sabiendo sus fallas).

El camino del pino solitario descubre la química especial entre Henry Fonda y Sylvia Sidney, maravillosos ambos como Dave y June. Dos jóvenes que se quieren de toda la vida, pero la naturaleza de su amor es distinta. La poética tragedia está servida. Hathaway ya había captado lo que eran capaces de sugerir estos dos actores que llegarían a la cumbre del romanticismo poco después de la mano de Fritz Lang en la maravillosa Solo se vive una vez.

Lo brillante de El camino del pino solitario es su tono, su forma de contar esta historia, su poesía dentro del continuo enfrentamiento y el conseguir una película tremendamente emocionante y entretenida.

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6 comentarios en “Redescubriendo clásicos (5). Barreras invisibles (Invisible Stripes, 1939) de Lloyd Bacon / El camino del pino solitario (The Trail of the Lonesome Pine, 1936) de Henry Hathaway

  1. Ay, tengo que recuperar «Barreras invisibles»; la vi hace mil años, y recuerdo que me gustó mucho. Tu texto me ha ido recordando fragmentos y sensaciones, pero la tengo muy muy olvidada. Siempre me pareció curiosa la coincidencia de Raft y Bogart en esta película, con esta temática, pensando en que Bogart le debe a Raft buena parte de su carisma como actor y de la construcción de su personaje para la pantalla: si no hubiera sido por la cantidad de papeles que Raft rechazó y fueron a parar a manos de Bogart, tal vez tendríamos otra imagen de este en la pantalla, si es que habríamos llegado a tener alguna.

    La otra la tengo más fresca, y es puro Hathaway, tiene todas las características típicas del cine de acción y aventuras, con cierto trasfondo, de este malhumorado director. Lo que no me gusta son los apellidos de las familias, Tolliver y Falin. ¿Qué clase de nombres son esos? Me gusta especialmente el color, no porque sea maravilloso (según en qué copia la vea uno, puede aparecer tan «chuchurrío» que más vale pasarse al blanco y negro), sino por observar a qué velocidad se integraban las tecnologías y los avances en la forma de narrar. Al fin y al cabo, el color integrado era un producto del año anterior.

    Besos

  2. Mi querido Alfredo, me encantó Barreras invisibles. Es una gozada lo de Raft y Bogart, pero yo tengo especial querencia por ese jovencísimo William Holden. Es una película super entretenida con un montón de matices interesantes y mucha emoción. Una historia bien contada.
    Me ha encantado este Hathaway tan duro, pero poético y romántico a la vez. He disfrutado del uso del color y de cómo me cuenta esa historia. Y tengo especial debilidad por lo bien que están Fonda y Sidney, dos actores que me encantan. Y por el uso de las canciones, de la naturaleza… Jajajaja, bueno, que me ha parecido una película preciosa y emocionante.

    Beso
    Hildy

  3. Hola Hildy
    En aquellos tiempos con argumentos tan sólidos, actores que, de puro conocidos, ya «vemos» sus gestos y directores con menos nombre pero no con menos películas que otros, no hacían falta ni efectos «espaciales» ni campañas de marketing. Sabías que con el precio de la entrada tenía acceso al paraíso (bueno, hora y media de paraíso, tampoco exageremos).
    Me hace gracia que se llame «barreras invisibles» y nos presentes a los dos duchones detrás del burladero. Me pongo «Springsteeniano» y la llamaría «Dos Caínes para levantar un Abel».
    Un saludo, Manuel.

  4. Manuelllll, qué peliculón Barreras invisibles (jajajaja, que bueno lo de las duchas). Efectivamente, me ha encantado tu frase, pero qué bonita y qué bien explicas en ella la magia del cine sin trucos: «Sabías que con el precio de la entrada tenía acceso al paraíso».
    Jo, tu título alternativo explica perfectamente la esencia de la película y su argumento.
    La de El camino del Pino Solitario es una preciosidad. No sé si la has visto, pero creo que merece la pena descubrirla.

    Beso
    Hildy

  5. ¡Qué tentación estas dos películas, querida Hildy! Tienen todo para encantarme y nunca había escuchado hablar de ellas.-
    Los actores me encantan todos y los dos directores son de esos que tal vez sean difíciles de ubicar así de memoria, pero que en cuanto uno empieza a hurgar en su filmografía, descubre títulos maravillosos, especialmente Lloyd Bacon.-
    Quedan anotadas ambas en mi lista. Te mando un abrazo enorme, Bet.-

  6. Queridísima amiga, estoy segura de que las dos películas te van a gustar e interesar. La de Lloyd Bacon está tan bien contada y sus personajes masculinos dan tantos matices a la trama. Es tan potente la historia entre hermanos y la de los amigos… Y los personajes femeninos, la madre y la novia, complementan muy bien los giros de trama y los comportamientos de los protagonistas. Y Bacon es capaz de contarla tan bonita y tan entretenida, además de dejar secuencias de buen cine y con unas ideas de puesta en escena que dejan claro lo que conoce el oficio y el lenguaje cinematográfico.
    Por otro lado la de Hathaway reconozco que es una historia que me ha llegado muy hondo. Me ha parecido muy bello cómo cuenta ese enfrentamiento entre naturaleza y progreso. Y también me han enternecido los personajes. Hay poesía en esa película, romanticismo y un idealismo triste en el personaje que más me ha tocado (el de Henry Fonda).
    Beso
    Hildy

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