Redescubriendo clásicos (6). Matrimonio de conveniencia (Green Card, 1990) de Peter Weir / La muerte y la doncella (Death and the Maiden, 1994) de Roman Polanski

Matrimonio de conveniencia y La muerte y la doncella; sí, hay películas de los años noventa que fui a ver al cine y desde ese momento me han acompañado toda la vida, aunque muchos años después no haya podido volver a adentrarme en ellas. Últimamente he tenido la oportunidad de disfrutar de nuevo de ellas y comprobar además que han vuelto a entusiasmarme. Curiosamente, no son las más recordadas de las filmografías de ambos realizadores, tanto de Weir como de Polanski, pero se quedaron para siempre en mi cabeza.

La primera está dentro de ese género tan denostado, pero que yo reivindico, y una de sus épocas doradas: la comedia romántica moderna. El boom llegó definitivamente con Hechizo de luna y, sobre todo, Cuando Harry encontró a Sally. Peter Weir deleitó con una comedia romántica muy especial.

La segunda es una adaptación de una obra de teatro y profundiza en la naturaleza humana más oscura y en las relaciones de poder extremas. A mi parecer es una de las joyas de la filmografía de Polanski.

Por último, las dos películas, Matrimonio de conveniencia y La muerte y la doncella, sirven también para debatir sobre un tema extremadamente interesante y complejo: la obra creativa y sus creadores. ¿En qué sentido? ¿El comportamiento, pensamientos, ideología, acciones de un creador invalidan su obra? No es un tema nada fácil. El actor Gérard Depardieu y Roman Polanski son dos artistas que han generado durante años kilómetros de informaciones controvertidas alrededor de su vida privada, que ha provocado un alejamiento del análisis y percepción de su obra como intérprete y director.

Matrimonio de conveniencia (Green Card, 1990) de Peter Weir

Dedicado especialmente a Tren de sombras

Matrimonio de conveniencia es una comedia romántica de los noventa que pide a gritos una reivindicación.

La estructura de Matrimonio de conveniencia es una delicia. La historia transcurre en la ciudad de Nueva York, pero el leitmotiv que une a los dos personajes es África. Los títulos de crédito arrancan con un poderoso solo de percusión de un joven afroamericano con un cubo de pintura y unas baquetas en el metro. Es la llamada a dejarse llevar por impulsos humanos, poderosos e inevitables. La protagonista escucha esa llamada mientras compra una flor en un puesto lleno de colores naturales. Brontë (Andie MacDowell) se sube al tren y acude a una cita que cambiará su vida: se dirige al café Afrika. Allí ha quedado con un amigo para celebrar un matrimonio por conveniencia con George Faurè (Gérard Depardieu), un inmigrante francés.

Los motivos para este matrimonio de conveniencia obviamente son muy diferentes. Ella necesita un certificado matrimonial para que los conservadores propietarios le concedan el alquiler de un ático de ensueño con un invernadero y una terraza que le permiten el cuidado de plantas y flores, su pasión y profesión. Él quiere emprender una nueva vida en Nueva York y necesita cuanto antes el permiso de residencia. Formalizan el matrimonio para no verse nunca más, solo les interesa el papel. Obviamente no será así: una inspección de dos funcionarios del departamento de inmigración les unirá de nuevo durante un fin de semana para prepararse una entrevista y demostrar que no están juntos por conveniencia. Esta preciosa comedia romántica está servida.

Siguiendo con la estructura y África, Brontë justificará la ausencia de su esposo ante un portero, unos inquilinos y unos propietarios siempre al acecho, con que este se encuentra en dicho continente. Después, durante la inevitable convivencia, los dos prepararán su estrategia y su pasado en común y obviamente no faltará la preparación de cartas y descripciones de África, así como una sesión de fotografías inventada en una inexistente selva africana. La agridulce despedida de la pareja y los créditos finales de la película transcurrirán frente al café Áfrika donde se conocieron. Los dos han acudido a la llamada de ese impulso humano e inevitable: la atracción entre dos personas que se enamoran.

También es bonito y no se puede ignorar el nombre de la protagonista, Brontë, que es hija de un matrimonio acomodado y culto, que ha puesto a sus hijos nombres y apellidos de escritores ilustres. Ella tiene como nombre el apellido de las hermanas Brontë, que en las dos novelas más conocidas y famosas de su obra literaria apelaban a esa llamada del impulso emocional e inevitable, del instinto natural del amor y la pasión. Me estoy refiriendo a Cumbres borrascosas de Emily Brontë y Jane Eyre de Charlotte Brontë.

Peter Weir escribió el guion original de Matrimonio de conveniencia y tenía claro que para George Faurè quería al actor francés Gérard Depardieu, incluso utilizó algunos rasgos y aspectos de la biografía del intérprete para construir al personaje (por ejemplo, su gusto por los tatuajes). La comedia romántica funciona, como tantas otras, por la atracción de polos opuestos. George Faurè tiene orígenes humildes y su vida siempre ha sido complicada, es un hombre físico, sensual y funciona por impulsos, que le hacen a la vez ser un hombre tremendamente creativo.

Brontë es una mujer que ha tenido una vida privilegiada, pero es muy organizada y con una vida muy estructurada, no se deja llevar por las emociones. No obstante, ella es extremadamente sensible e intenta luchar por un mundo mejor para todos a través de las plantas (trabaja en una ong donde trabajan en jardines comunitarios en zonas deprimidas de la ciudad). De modo, que los personajes en un principio chocan, pero la convivencia impuesta va cambiando la mirada de ambos y sienten un fuerte impulso: la atracción y el enamoramiento.

Peter Weir utiliza sobre todo un espacio para construir el universo especial que van armando los dos protagonistas: la casa de Brontë. Y es precioso cómo juega con esta vivienda, que realmente es un lugar que se convierte en un pequeño paraíso en la gran ciudad. Una casa con un invernadero increíble que cuida Brontë y que tiene acceso además a la azotea. Una casa llena de luz y naturaleza. Alli George y Brontë construyen su pasado en común inexistente y a la vez se van conociendo más, derrumbando poco a poco los prejuicios, que hacen que no den rienda suelta desde el principio a la atracción que sienten el uno por el otro desde la primera vez que se ven.

El momento, sin embargo, en el que se produce el primer acercamiento o tregua entre ambos transcurre fuera del hogar de Brontë y es una de las secuencias emblemáticas de la película. Ella acude a una cena de un matrimonio rico, padres de su mejor amiga, para conseguir que le donen los árboles de un jardín. Sobre todo, tiene que convencer a la madre. Desgraciadamente no está teniendo éxito en dicha empresa. De pronto, aparece inesperadamente en dicho evento George. A lo largo de la película se juega a si George es compositor de música o si forma parte de una biografía inventada para conseguir el permiso.

En dicha fiesta, es invitado a tocar el piano ante la cara de susto de Brontë. George se sienta al piano y sucede un divertido instante musical, pero entonces ocurrela magia. George le pide a la anfitriona que traduzca del francés un poema que recita mientras toca el piano. Un poema sobre árboles y niños en una situación de vulnerabilidad. Y vamos viendo cómo la mujer se emociona según va traduciéndolo, así cómo el vínculo sensible entre George y Brontë queda armado.

Matrimonio de conveniencia es una comedia romántica de final agridulce, pero totalmente consecuente con la naturaleza de la historia. Sin embargo, nunca se puede separar a George y Brontë del café Afrika, de las notas musicales, de las fotografías en una azotea, de las cartas inventadas y de las plantas en un invernadero muy especial.

La muerte y la doncella (Death and the Maiden, 1994) de Roman Polanski

La muerte y la doncella, una película de los noventa perfecta y redonda de Roman Polanski.

Roman Polanski es el rey de los espacios mínimos para crear en ellos historias inquietantes. En La muerte y la doncella solo necesita una casa aislada al lado de un faro y un acantilado y tres personajes. Su punto de partida es una obra de teatro del dramaturgo de origen argentino Ariel Dorfman con una vinculación muy fuerte con Chile. Polanski crea una obra cinematográfica absolutamente rica a la hora del análisis fílmico, porque la película no solo se sustenta en la interpretación de sus tres actores, sino en el uso y en la estructura cinematográfica. La historia se sitúa en un país latinoamericano indeterminado (aunque no es difícil identificarlo con Chile), tiempo después de una dictadura. Los protagonistas son un matrimonio, Paulina (Sigourney Weaver) y Gerardo (Stuart Wilson), y un desconocido, el doctor Miranda (Ben Kingsley).

Roman Polanski crea una estructura circular que da una dimensión especial a la película. Empieza y termina con la asistencia de Paulina y Gerardo a un concierto de música clásica. La pieza musical es el leitmotiv de esta historia: La muerte y la doncella de Franz Schubert. Después de una primera secuencia en el concierto, la historia nos traslada a una casa aislada en una noche desapacible de tormenta, donde Paulina espera la llegada de Gerardo, que se retrasa. No sabemos si es un flashback o no.

El comportamiento de Paulina va creando una atmósfera inquietante (su manera de moverse, su expresión cuando escucha una noticia determinada en la radio, cómo actúa una vez se va la luz o en cuanto oye el más mínimo ruido), pues denota y contextualiza lo que le ha pasado al personaje. Por fin, Gerardo llega en compañía de un desconocido que le ha recogido en la carretera después de que se le averíe el coche y ha tenido la amabilidad de acercarle.

Todo se va construyendo para que sepamos que Paulina ha sido torturada durante una dictadura y que ahora su marido, una figura de la resistencia, está esperando no solo ser nombrado futuro ministro de Justicia, de una democracia en construcción, sino que presida un comité de investigación de los casos de tortura que terminaron en muerte. Esto último, la participación de Gerardo en el comité, provoca una discusión de pareja, porque ambos tienen una mirada diferente ante dicho acontecimiento y se puede además sentir que es una relación compleja la que se ha establecido entre los dos y que tiene mucho que ver con el pasado, como también se irá revelando poco a poco.

A partir, de la visita del doctor Miranda, que deja a Gerardo en casa, pero regresa de nuevo más tarde con una excusa, Paulina va reaccionando, algo la inquieta y altera. Pronto llegamos al quid de la cuestión: Paulina ha reconocido la voz de uno de sus violadores y torturadores. El doctor que se aseguraba de que no muriesen durante los interrogatorios. Primero, huye. Después, toma otra decisión cuando descubre en el coche del desconocido la cinta de La muerte y la doncella.

A partir de ese momento, Paulina no tiene ninguna duda en retener al doctor Miranda y hacerle sentir el mismo sufrimiento y angustia que ella vivió. Gerardo, sin embargo, no se posiciona junto a su esposa, sino que intenta que el desconocido pueda marcharse. La ambigüedad está servida. Primero, Gerardo pone en duda el relato de Paulina; después cuando esta le dice que solo quiere una confesión, arregla todo para que el doctor Miranda haga el paripé y pueda marcharse; y luego va teniendo cada vez más dudas del relato del desconocido hasta que sucede el escalofriante monólogo final del doctor a los pies del acantilado.

Entre los tres personajes y esa noche de tormenta se construye una dinámica que tira de tres hilos: la consecución de la confesión, el suspense sobre cuál es el relato verdadero (el de Paulina o el del desconocido) y, por último, la dinámica y personalidad del matrimonio (el sacrificio de Paulina y el ascenso de Gerardo como «héroe» de la resistencia).

La tensión que se establece y el juego con el espacio que se vuelve no solo asfixiante, sino también territorio para desvelar la verdad oculta de los tres personajes, son los secretos para una película de construcción perfecta. Solo así adquiere todo el sentido la secuencia del concierto y cómo se cierra la película. De nuevo, al final, en la sala de conciertos, el matrimonio mira a uno de los palcos para presenciar al tercer personaje en cuestión rodeado de su familia. La muerte y la doncella consigue así una estructura circular demoledora,.

La película de Polanski muestra la parte más temible y oscura de la naturaleza humana que llega a su culminación en el escalofriante monólogo final del desconocido. Lo dañino de las relaciones de poder cuando estas consisten en la humillación sistemática del otro y lo fácil que resulta minar la dignidad del otro hasta llegar a matarle o destruirle para siempre. Pero a la vez la película desarrolla muchos más matices que enriquecen la propuesta: el miedo, la cobardía, la capacidad de resistencia, cómo curar las heridas, la dificultad de la memoria y el restablecimiento de la justicia, las complejas relaciones de pareja y las de los vencedores y los vencidos… De fondo, una pieza de música clásica que encierra en sus notas todo el terror. El miedo no está en la composición, sino en la manera en que fue empleada…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

18 comentarios en “Redescubriendo clásicos (6). Matrimonio de conveniencia (Green Card, 1990) de Peter Weir / La muerte y la doncella (Death and the Maiden, 1994) de Roman Polanski

  1. Hola Hildy
    Difícil escoger dos pelis más distintas; por un lado una nube de algodón y, por otro, una espesa capa de lija.
    Recuerdo que todos nos enamoramos de la Andie de «Sex, Lies and Videotapes» y, cuando toco ver la de Weir, empezamos a odiar fuerte a Depardieu (y eso que no sabíamos de la misa la media) ¡Qué gran actor! (qué pequeña persona).
    Nadie como Polansky para meter veneno en distancias cortas. Para mí el Roman menos Polansky a descubrir es el de «Piratas»; peli que, parece ser, sólo me gustó a mi (bueno y puede que un poco a los que visitaron el Caribe unas décadas más tarde).
    Un saludo, Manuel.

  2. Sí, Manuel, Depardieu como dices es un gran actor que ha dejado interpretaciones que yo no olvido como la de Cyrano de Bergerac o Novecento, pero también lleva toda la vida generando noticias controvertidas. A mí me gustó mucho «Matrimonio de conveniencia» y viéndola ahora otra vez, me ha vuelto a encantar. Qué pasada, cuántos detalles interesantes tiene.
    Me gustan muchas de las películas de Polanski. Por ejemplo, de finales de los setenta otra bastante olvidada es «Tess». La de «Piratas», de los ochenta, no sé si la he llegado a ver alguna vez entera. Tengo que revisitarla. Pero me encanta de esa década, «Frenético».

    Beso
    Hildy

  3. Hildy es un gran placer leer tus comentarios sobre películas… y descubrir que cuando las vimos «no nos enteramos ni de la mitad» como suele decirse . Eso me acaba de pasar con las dos que nos has «descubierto» hoy. Procuraré volver a verlas. Muchas gracias

  4. Hola Hildy. Son dos directores que me gustan mucho. De Weir he visto hace poco varias de sus peliculas. Estas dos las vi hace muchos años. Recuerdo que vi Matrimonio de conveniencia cuando se estreno en el cine, y que Andie MacDowell me parecia preciosa. Estaria bien revisarla.
    Tambien estaria bien revisar la de Polanski.
    Ahora misma las tengo un tanto perdidas en la memoria.
    He leido hace poco que Weir se ha retirado ya de su labor como director, al parecer habia perdido la energia necesaria.
    Muchos de los grandes directores surgidos en los setenta o sesenta ya son muy mayores o sencillamente habitan ya en otra dimension. Ahora se habla mucho de Megalopolis, el nuevo proyecto de Francis Ford Coppola que parece se estrenara en Cannes. Los directores como Scorsese, Malick, Brian de Palma, Spielberg, o el propio Coppola parecen ya grandes dinosaurios de otra epoca.
    En un suspiro pasan cincuenta años y todo queda atras.
    El futuro se convierte en pasado y todos parecemos menos jovenes.

    Un beso.

  5. Qué bueno ver por aquí también reivindicado a Peter Weir. Como comenté en Tren de sombras, es una debilidad personal. Creo que tiene una filmografía muy sólida a la que solo se le puede achacar la falta de una gran obra maestra de ésas en que todo el mundo piensa a la hora de evocar el cine de esas épocas y el hecho de no tener un estilo muy reconocible que le gane el favor de los críticos más «autoristas». A mí nada de eso me importa, me parece un muy buen director del que me propuse ver todo… salvo la película que comenta aquí y la última que hizo porque me dieron bastante pereza, jajaja. Pero vaya, quién sabe, La costa de los mosquitos tampoco tenía muy buena fama y me gustó bastante.

    La de Polanski es otra cosa, la vi sin esperar mucho y me gustó la forma como mantiene la tensión en un espacio cerrado durante todo el metraje.

    Un abrazo.

  6. Querida María Rosa, son dos películas que merecen un montón la pena. En su día efectivamente las viste y sé que volverían a encantarte. Son distintas, pero ambas de los noventa y de dos directores que merecen la pena con unos repartos, que no solo es el carisma de sus intérpretes, sino que construyen personajes.

    Beso
    Hildy

  7. Querido Luis, tienes razón, cuando te quieres dar cuenta en un suspiro pasa el tiempo. Y eso se nota cuando revisitas películas que viste en su momento y descubres que ya han pasado décadas desde que se estrenaron.
    Sí, son dos grandes Weir y Polanski. Weir ya no ha dirigido nada desde «Camino a la libertad» y de Polanski no hemos visto The Palace, lo último que ha dirigido, después de «El oficial y el espía».
    Las dos películas que reseño son de los noventa y me parecen dos obras muy interesantes dentro de su trayectoria, además de ser un placer volver a verlas. No solo no han envejecido, sino que se disfrutan bastante en el presente.

    Beso
    Hildy

  8. Queridísimo Doctor Mabuse, adoro muchas películas de Peter Weir y me encanta reivindicarle. Sí, también es una de mis debilidades. ¡A mí me gusta un montón La costa de los mosquitos! Si alguna vez se decide a ver «Matrimonio de conveniencia» ya me contará que le parece. Tiene razón, Polanski es un maestro en el manejo de los espacios cerrados y las situaciones de tensión en ellos… Y «La muerte y la doncella» es un excelente ejemplo.

    Beso
    Hildy

  9. Me gustan las dos películas y es verdad que habría que reivindicarlas.
    Siempre me apetece hablar de Peter Weir, que me parece un director magnífico. Le encantan los contrastes. Hay en su filmografía infinidad de ejemplos donde destacan: así, entre dos mundos, el aborigen y el desarrollado, en «La última ola»; el oriental y el occidental, en «El año que vivimos peligrosamente»; el de una comunidad religiosa y el resto de la sociedad en «Único testigo», etc.; pero también disparidad entre los distintos personajes de sus filmes como reflejo de lo anterior, véase por ejemplo la película de la que estamos hablando, «Matrimonio de conveniencia», con el choque entre los dos personajes, como bien has apuntado, pero también otras que en un principio no tienen que ver con ella como «Master and Commander» donde las personalidades de los protagonistas, Jack y Maturin, inglés e irlandés, son casi opuestas.
    Hablemos de Peter Weir.
    Abrazos!

  10. Queridísimo Ethan, ¡viva Peter Weir! Sí, tiene en su filmografía películas maravillosas, la verdad. Y me parece interesante el análisis de su obra desde los contrastes y la disparidad de sus personajes. Siempre es bueno volver a visitarlo y analizarlo. Incluso sus películas que menos funcionaron, presentan reflexiones interesantes como «Sin miedo a la vida».

    Beso
    Hildy

  11. Me gustó mucho esta dupla cuando las vi en su momento. Con el tiempo, creo que ambas han envejecido un poco (la de Weir, por el fondo, la de Polanski, por la forma, en especial la fotografía), pero conservan momentos estupendos y, sin ser de lo mejor de la obra de de sus directores, sí dan buena idea de sus intereses y características. Ambas son también irregulares en interpretaciones, con protagonistas y repartos de calidad desigual, algo muy relevante en historias en las que los personajes tienen tanto peso (no es un chiste sobre Depardieu… O sí). No obstante, volver a ellas me resulta agradable y son títulos que recuerdo con aprecio.

    Besos

  12. Mi querido Alfredo, me encantó esta dupla de películas en los noventa y las he vuelto a ver ahora y me han vuelto a decir y contar un montón de cosas. Fíjate que para mí han envejecido bien o por lo menos me han llegado de nuevo con intensidad. Son dos obras cinematográficas que me parecen muy interesantes para analizar las trayectorias de Weir y Polanski, pero también como señalas para estudiar las interpretaciones de cada uno de sus intérpretes y sus carreras posteriores.
    Beso
    Hildy

  13. Qué casualidad, Hildy, yo también ví ambas en el cine cuando se estrenaron, hace ya… buff, muchos años quizá (entonces, por cierto, aún iba al cine con cierta frecuencia, ahora…). Propuestas, desde luego, muy distintas, pero estimables, bien trazadas, solventes en formas y fondos, y que, revisadas años después en formato doméstico o en streaming, me siguen resultando interesantes; especialmente, la de Polanski, que se mueve en tantas líneas, y tan sugerentes. Tu glosa de ambas, por lo demás, magnífica. Algo que también se mantiene con el tiempo, y que siempre es un placer retomar. Un abrazo grande

  14. Pero, queridísimo Manuel, cuánto tiempo sin saber de ti y qué alegría volver a leerte. Qué maravilla. Sí, qué bueno que viéramos esas películas en cine cuando se estrenaron, ¿verdad? En pantalla grande.
    Las dos son dos buenas historias bien contadas y dirigidas. Además con el aliciente de buenos repartos también. Y una buena manera para revisar películas de los noventa y directores con filmografías tan interesantes como la de Weir y Polanski.
    Beso
    Hildy

  15. Queridísima Hildy,
    lo primero, gracias por tu amable dedicatoria. He esperado a volver a ver Matrimonio de conveniencia y, sobre todo, descubrir -no la conocía- La muerte y la doncella.
    La de Weir no ha cambiado mucho en lo que recordaba, aunque personalmente me ocurre algo con ella y es que Andie McDowell es una gran actriz, pero me resulta fría, muy distante, muy pija… Sé que es algo personal, pero me saca de sus películas. Mea culpa.
    La muerte y la doncella me ha gustado bastante. Desde luego es muy meritorio mantener la tensión en un solo escenario y sobre «una sola» cuestión por resolver. Sin embargo, me ocurre con Polanski que hay algo en su estilo y sobre todo en su forma de resolver las películas -generalizo mucho, lo sé- que me da la sensación como de que no remata, y siento que las emociones punzantes que deberían lijarme el alma, como dice el tocayo, más bien me pellizcan solo un poco. Por ejemplo Rosemary’s Baby o El pianista son películas que a mucha gente impactan, pero a mí no llegan a epatarme.
    Un besazo muy fuerte Hildy, y gracias como siempre por todo.

  16. Queridísimo Manuel: qué bueno que hayas visto La muerte y la doncella. A mí es una película de Polanski que me gusta mucho. Polanski es un gran cineasta de atmósferas y ambientes. Si te atrapa en ellas y en todos esos hilos incómodos que va dejando al descubierto…, ufff, remueve.
    Jajaja, tu descripción de McDowell me ha hecho mucha gracia. Para mí es una actriz con ángel y sus tres comedias románticas de mujer pija me parecen entrañables: Atrapado en el tiempo, Matrimonio de conveniencia y Cuatro bodas y un funeral… ¡¡¡Menudo trío!!!

    Beso
    Hildy

  17. Querida Hildy, no creo haber visto ninguna de estas películas (tengo dudas con la primera, sé que no vi la segunda).
    Las comedias románticas de los ’90 eran una joya, yo todavía las disfruto mucho cada vez que tengo oportunidad de ver alguna. En cuanto a la de Polanski, si haberla visto me parece que haría una excelente sesión doble con Una Pura Formalidad de Tornattore que tenía por protagonistas justamente a Polanski y a Depardieu y tenía ese mismo aire claustrofóbico, pocos personajes, una sola locación en un entorno imposible y una confesión (de diferente naturaleza, claro) que se busca hacia el final.
    Qué difícil la cuestión de la separación del artista y la obra. A mí cuanto menos me parece injusta cuando estamos frente a creaciones colaborativas, como es el cine. En este caso, por ejemplo, si cancelamos a Depardieu, quedan anulados Weir y MacDowell; si vedamos a Polanski, nos perdemos el trabajo de sus actores. ¿Y qué pasaría si la misma película nuclea a alguien a quien repudiamos y a alguien a quien admiramos? ¿Y cómo resolvemos la cuestión de quién es el autor de la película, es el director, el productor, el guionista o el actor que compone un personaje inolvidable? Eso sin entrar en detalles, como por ejemplo quiénes somos nosotros para cancelar a unos sí y a otros no. O porqué tenemos siquiera que cancelar o qué pasa si luego el cancelado es «rehabilitado» por averiguación de la verdad o por una acción valerosa posterior. O porqué le exigimos a los artistas un estandar de perfección que no le pedimos, por ejemplo, a nuestros líderes políticos.
    Me he ido por las ramas, ya bajo jajaja.
    Te mando un beso enorme, Bet.-

  18. Sí, estoy contigo, mi amiga Bet, que las comedias románticas de finales de los 80 y los noventa son una joya. ¡¡¡Matrimonio por conveniencia es una preciosidad!!!
    ¡¡¡Sería una sesión doble magnífica la que propones, la película de Polanski y la de Tornatore!!!
    Y tus reflexiones sobre la separación del artista y la obra, cuánta razón, cuántos hilos interesantes dejas a la vista, qué debate más apasionante y complejo. Me encanta esta última frase: «O porqué le exigimos a los artistas un estandar de perfección que no le pedimos, por ejemplo, a nuestros líderes políticos».
    Beso
    Hildy

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