Descubrimientos veraniegos (7). Aguas oscuras (Dark Waters, 2019) de Todd Haynes

Aguas oscuras, una película donde Todd Haynes recupera el espíritu de las películas conspiranoicas de los setenta para un drama judicial de denuncia ecológica.

Aguas oscuras cuenta una historia de David contra Goliat o los males del capitalismo y el libre mercado que van dejando un reguero de catástrofes por el camino, pues su objetivo principal es la consecución de beneficios. Cuenta la odisea de un abogado, Rob Bilott (Mark Ruffalo), contra la empresa química DuPont desde 1998 hasta la actualidad.

Bilott era un joven abogado en un gran despacho especializado en la defensa de compañías químicas, pero su vida cambió cuando acudió a él un granjero, Wilbur Tennant, junto a su hermano para denunciar que su ganado estaba siendo envenenado por los vertidos de DuPont en el vertedero que estaba cerca de su granja.

En cuanto el abogado empezó a involucrarse en la queja de Tennant, descubrió cómo DuPont estaba vertiendo PFOA y contaminando el suministro de agua de la zona, siendo además conscientes de la situación. El PFOA, también como conocido como C8, es un compuesto químico sintético que se utiliza para bienes de consumo, que empleamos todos. Por ejemplo, ¿quién no ha oído hablar del teflón? ¿No nos suena de las sartenes y las ollas? Pero se emplea en muchas más cosas.

Así que Bilott pronto se dio cuenta de que no solo estos vertidos afectaban al ganado de Tennant, sino también a todos los seres humanos alrededor del vertedero y al agua que consumían. Los vertidos tóxicos causaban diversas enfermedades como el cáncer o malformaciones en los recién nacidos, entre otras cosas. Su lucha contra la gran empresa química no fue fácil y duró años y años, pero Bilott nunca abandonó la causa (y continúa involucrado en ella), aunque le pasase factura en muchos ámbitos de su vida y diera la vuelta a muchas de sus creencias.

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As bestas (As bestas, 2022) de Rodrigo Sorogoyen

As bestas, en el paraíso también se oculta el infierno.

La rapa das bestas es una tradición gallega que consiste en que varios hombres someten a los caballos salvajes de los montes para cortarles las crines, desparasitarlos si es necesario, curarlos si lo necesitan o marcarlos. Así empieza As bestas de Rodrigo Sorogoyen, con el sometimiento de un caballo salvaje por tres hombres. No es más que una metáfora que volverá a repetirse sobre la mitad de la película, donde estalla una violencia que había estado en tensión durante todo el metraje. En ese momento, se produce una lucha por someter a la fuerza al otro y los hombres se convierten en bestias. Una vez más se pone en marcha la cita de Thomas Hobbe: «El hombre es un lobo para el hombre».

En As bestas, Rodrigo Sorogoyen y Isabel Peña levantan una historia que se inspira libremente en el asesinato de Martin Verfondern en 2010, un holandés que vivía junto a su esposa, Margo Pool, en una localidad gallega desde hacía más de una década. Desavenencias con la familia vecina precipitaron la tragedia. Los protagonistas de la película son una pareja francesa, Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), que no logran precisamente una convivencia tranquila con dos hermanos vecinos, Xan (Luis Zahera) y Lorenzo (Diego Anido). Su madre (Luisa Merelas) tampoco calma los ánimos.

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Cortometrajes. 28º Festival Ibérico de Cine. Palmarés

Mejor cortometraje del Festival Ibérico de Cine: Farrucas

Riqueza de historias y matices. De formas de contar una historia. Todo tipo de géneros. El cortometraje es una puerta a la creatividad. Durante el mes de julio, se ha celebrado en Extremadura este festival de referencia en el mundo del cortometraje. Y el palmarés ha dejado entrever la variedad, pero también una lectura diversa del mundo actual.

Si bien es cierto que el cortometraje tiene difícil su distribución y proyección, muestra, sin embargo, un abanico de creatividad y de formas de expresión con fuerza. ¿Por qué no volver a proyectar un cortometraje antes del largometraje en las salas de cine? ¿Por qué no crear una sala de exhibición solo para cortometrajes? En un momento crítico, donde hay que incentivar la sala de cine como lugar idóneo para ver películas, ¿por qué no atraer también con el mundo cortometraje? Iniciativas como el Festival Ibérico de Cine muestra su buena salud. Un paseo por su palmarés deja al descubierto un ramillete de propuestas cinematográficas que tienen siempre algo que merece la pena analizar.

Premio Onofre al mejor cortometraje. Farrucas de Ian de la Rosa

Juego con espejos. Las protagonistas se miran. De frente. Hadoum, Fátima, Sheima y Sokayna son cuatro jóvenes hispano-marroquíes que viven en el barrio de El Puche en Almería. Se reúnen para el cumpleaños de una de ellas. La mayoría de edad, 18 años.

El Puche es un protagonista más. Al igual que la casa donde se reúnen. Lo más interesante no es solo ese espejo donde se miran sin miedo. Ni tampoco el sentimiento de sororidad que hay entre ellas. Lo que más destaca es la mirada de dos ellas. La mirada hacia su futuro, la realidad social. Es mostrar que son conscientes del mundo que las rodea. Y las dos miradas son realistas.

Una aspira a soñar, quiere trabajar en París en lo que ella desea.

La otra cree que es imposible salir del barrio, que su origen las marca.

Las demás son testigos de las miradas contrapuestas.

Lo importante: trenzar las dos miradas. Ser conscientes de los obstáculos, pero estar dispuestas a volar sobre ellos.

Ian de la Rosa ofrece un cortometraje de realismo social que destila no solo naturalidad y frescura, sino un halo poético. Las farrucas avanzan al atardecer.

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El reverendo (First Reformed, 2017) de Paul Schrader

El reverendo

El reverendo Teller y Mary regalan dos momentos bellísimos y llenos de dolor.

Hay un libro de cabecera escrito por el director y guionista Paul Schrader titulado: El estilo trascendental en el cine. Ozu, Bresson y Dreyer. Porque una de las obsesiones de Schrader es atrapar lo trascendental en la pantalla de cine. Bresson ha sido una de sus muchas influencias, películas como Pickpocket (presente en American Gigoló) o El diario de un cura rural han dejado sus huellas en su filmografía. Si se puede decir que Taxi Driver, de Scorsese con guion de Schrader, fue una mirada extrema y dura de El diario de un cura rural, en El reverendo es más que evidente. En una entrevista reciente de Nando Salvà al director en El Periódico, Schrader explica a la perfección este círculo: “Cuando era joven escribí un ensayo en el que conectaba mi estricta educación calvinista con el trabajo de mis directores predilectos, como Yasujiro Ozu, Carl T. Dreyer y Robert Bresson. También de joven escribí Taxi driver (1976), que resultó ser mi llave de entrada en el mundo del cine. El reverendo conecta con ambas cosas. Recuerdo que cuando vi Pickpocket (1959) de Bresson por primera vez mi vida cambió para siempre. Hasta entonces, yo jamás había podido imaginar que las películas pudieran tener un efecto tan trascendental en el espectador e impactarlo tan profundamente. Por otro lado, nunca pensé que yo mismo fuera a hacer ese tipo de cine, tan intensamente espiritual. Sentía que no era lo mío. Pero hace un par de años pensé que me estaba haciendo viejo, y que ya era hora de escribir precisamente la película que me juré que nunca escribiría”. El reverendo es una película incómoda, intensa, sobria… y trascendental. No puede dejar indiferente a aquel que se ponga frente a ella.

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DocumentaMadrid 15 (tercera parte). Virunga (Virunga, 2014) de Orlando von Einsiedel/Desde que el mundo es mundo (Desde que el mundo es mundo, 2015) de Günter Schwaiger

Virunga (Virunga, 2014) de Orlando von Einsiedel

virunga

La pesadilla de Darwin (2004) de Hubert Sauper mostraba el daño social y ambiental que provocaba la introducción de la perca del Nilo en el lago Victoria en Tanzania. El realizador creaba un mosaico inteligente donde se denunciaba una situación extremadamente compleja y creaba un buen documental de denuncia que mostraba una realidad concreta con un montaje inteligente, generando a la vez reflexiones e imágenes que construían un discurso y proporcionando una investigación sobre un tema de manera apasionante. Diez años después Virunga se centra en un parque natural del Congo, un paraíso de biodiversidad y hogar de los últimos gorilas de montaña, que corre el peligro de ser destruido ante la presencia de petróleo que despierta oscuros intereses. Otro lago está en peligro, como la comunidad que vive alrededor de él y que se dedica a la pesca, el lago Edward. El realizador, Orlando von Einsiedel, denuncia de una manera muy distinta a Hubert Sauper. Él construye el documental empleando el lenguaje cinematográfico de una película de ficción: ritmo, tensión, intriga, música que “guía” los sentimientos del espectador… Ambos documentales consiguen llamar la atención sobre un hecho concreto, remover, aunque de maneras muy diferentes.

Después de realizar un prólogo donde cuenta brevemente la triste historia de El Congo, un área africana donde siempre ha primado la violencia y la explotación de recursos sin importar el bienestar de sus gentes (para crear un contexto en el que situar la historia que el documentalista quiere retratar)…, empieza una película de intriga, acción y tensión que se centra en cuatro protagonistas: un guardabosques, un cuidador de gorilas, el director de origen belga del parque y una periodista francesa. Así se desarrolla una investigación intensa que habla de un grupo de personas que tratan de salvaguardar un parque natural a pesar de la inestabilidad política y social, de la caza furtiva, de los conflictos bélicos, de la violencia extrema y de la actuación sin escrúpulos de una empresa británica, SOCO International (que ha negado en todo momento las acusaciones que se mostraban en el documental), que trata no solo de comprobar si hay petróleo sino cómo obtener beneficios si se procede a la extracción, sin importarles la zona donde operan (y menos aún las personas) y haciendo lo que sea por no tener obstáculos en su trabajo (incluso fomentar la inestabilidad de la zona).

Descubrimos que el guardabosques tiene un fuerte sentido del trabajo bien hecho, que tiene clara la importancia del parque y su labor, y que el parque supuso una salida a su dura vida como niño soldado. Que el director del parque es un ecologista convencido que respeta la naturaleza y ama El Congo y sus gentes y por eso no se somete a presiones a pesar de que su vida corra peligro. Que el cuidador de gorilas es un hombre entrañable que da sentido a su vida con la entrega total a los gorilas huérfanos que cuida en su día a día y que la joven periodista francesa tiene claro llegar hasta el final de su investigación para que si escribe lo que quiere denunciar, su trabajo sirva para la conservación del Parque y sus gentes. En definitiva, todos son capaces de arriesgarse por preservar la belleza y la biodiversidad de un paraíso natural.

Orlando von Einsiedel emplea los recursos del cine de ficción y del periodismo de investigación para construir su denuncia. Aquí está quizá su mayor pero, conduce al espectador por dónde tiene que ir, qué tiene que reflexionar e incluso cuando tiene que emocionarse o enfadarse (pero, por otra parte, lo hace bien porque lo consigue). Lo que pasa es que en Virunga, en contraste con la investigación y el conflicto que estalla, se muestra la belleza del parque, estalla su riqueza natural y se muestra una verdad cautivadora y auténtica en la mirada, los abrazos, la risa, el miedo, el juego, la protesta, la agonía y el cariño de cuatro gorilas huérfanos.

Desde que el mundo es mundo (Desde que el mundo es mundo, 2015) de Günter Schwaiger

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“La vida es vida desde que el mundo es mundo”, afirma Gonzalo, el protagonista del nuevo documental de Günter Schwaiger. Y el director toma estas palabras al pie de la letra y muestra el ciclo de la vida a través de Gonzalo y su familia. Su cámara los sigue durante un año y documenta, nunca mejor dicho, su manera de vivir, su filosofía, en un pequeño pueblo de la Ribera del Duero, Vadocondes. Y surge un documental realmente hermoso. Desde que el mundo es mundo muestra el ritmo pausado y apasionante del día a día. El que narra, el guía, es el agricultor Gonzalo. El resultado es apasionante porque mientras él relata su vida, como buen castellano, de manera directa, pragmática y realista…, hablando de la vida dura y sin romanticismo de las zonas rurales (azotadas también por la crisis… pero como dice, sabio, como siempre han estado mal están acostumbrados a los reveses), la mirada de Günter Schwaiger sí que nos devuelve una suave poética, no carente de romanticismo y nostalgia, de la vida rural.

Así el espectador penetra en el universo y en los rituales cíclicos de Vadocondes. La vida fluye, la vida pasa y en un año ocurren muchas cosas y otras permanecen…, y las de más allá están condenadas a desaparecer. Así lo vemos en los caminos que seguirán sus tres hijos. El mayor parece que seguirá –aunque no descarta un cambio– los pasos del padre. El pequeño quiere preparse para guarda forestal y el mediano quiere salir del pueblo y ejercer de veterinario. Mientras, todos ayudan al padre en la siembra de los campos (maíz, patata, remolacha…), en la matanza del cerdo, en los viñedos… La economía familiar se mantiene entre la agricultura (con años buenos y años muy malos) y el sueldo fijo de la madre que trabaja como enfermera (además de en el campo y en todas las tareas que sean necesarias). De Navidad a Navidad, Gonzalo y los suyos ritualizan su vida con los giros que depara el destino, con la espontaneidad de la naturaleza. Las comidas alrededor de la mesa, la visita a la panadería del pueblo, la vendimia, el despedazamiento del cerdo y la elaboración de los embutidos, la recogida de las setas, las reuniones en la bodega y en la cocina, el cine de verano, las procesiones, el verano bullicioso en un pueblo donde durante diez meses son tan solo 300 habitantes, las fiestas, el concierto al aire libre, el saludo a la Julia, la mujer más longeva del pueblo con sus 104 años (la mitad de sus habitantes están jubilados)…

Pero Desde que el mundo es mundo toca asuntos reales (y actuales) que afectan a la vida en las zonas rurales. Como vivir de la agricultura es sobrevivir. La dura guerra de los precios que hace casi imposible vivir de la agricultura sostenible, el mercado no deja respiro, no perdona… y hace que la agricultura esté destinada a desaparecer. La generación de Gonzalo parece la última que trata de sobrevivir con la agricultura tradicional, que cuida la tierra como puede (aunque las reglas del mercado le hace emplear sustancias –que preferiría no emplear– para que sus cosechas sean buenas, abundantes y no se pierdan). El despoblamiento de los pueblos que además de las dificultades diarias, suman la crisis que los está minando más, los pocos que pueden trabajar no tienen empleo, los que tienen empleo ganan mucho menos que antes, algunos tratan de sobrevivir, por ejemplo, sembrando marihuana en los campos de otros con las dificultades que eso acarrea, la mayoría de los jóvenes ven la continuidad de sus vidas fuera del pueblo…

O toca otro tema como la importancia de la memoria histórica, Gonzalo ha luchado, como siempre lo ha hecho durante toda su vida por todo, por sacar a su tío de una fosa común donde fue a parar en la Guerra Civil. Y desde ese momento ha seguido colaborando en las excavaciones y en recuperar los cuerpos de otras personas que encontraron la muerte y el olvido, y que a la vez, como dice Gonzalo, fueron tíos de otras personas. Todos son sus tíos. Una historia que ha llamado más la atención, pero como siempre y gracias hay excepciones, a la prensa internacional, así vienen hasta de Japón para realizar un reportaje sobre las excavaciones. Donde hay una excavación cerca de la zona, ahí está Gonzalo y familia con otras gentes de los pueblos y con los arqueólogos, sacando cuerpos, evitando el olvido, recuperando seres queridos y hablando de ellos.

Y Gonzalo cuenta, se convierte en narrador de una forma de vida, una filosofía, y cuenta sentado en una bodega o alrededor de un fuego mientras preparan carne o se fuman un cigarro. Mientras, la vida sigue su curso…, llueve, nieva, el perro tiene cachorros y la gata también, las gallinas corretean junto al pavo, hoy toca matar al cerdo y mañana al pollo, ahora es temporada de setas y cada día, amanece, siempre amanece. Y la gente sigue soñando, hasta el abuelo de la boina. Y la gente sigue aguantando, tiene mucha paciencia, aunque Gonzalo cree que la buena gente también tiene un límite, y si las cosas siguen así puede haber una explosión social. Pero la vida sigue, sigue, sigue…

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Cóctel variado y veraniego de películas

Barbacoa de amigos (Barbecue, 2014) de Eric Lavaine

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En un periodo corto en el tiempo he visto tres películas del actor francés Lambert Wilson que me han gustado mucho. Una me parece una gran obra cinematográfica, De dioses y hombres. Y las otras dos, comedias muy interesantes. La primera la comenté hace muy poco, Moliérè en bicicleta y la segunda acabo de verla, Barbacoa de amigos. Una película que sin inventar nada nuevo (no se sale de la fórmula de este tipo de películas), funciona: reunión de amigos y en consecuencia diversiones, confesiones, alegrías, tristezas, tensiones, discusiones… y vuelta a afianzar vínculos. El punto de partida es el del protagonista (la película está contada desde su punto de vista), precisamente Lambert Wilson, que cuenta como a punto de cumplir los 50 años un acontecimiento da un giro a su vida: un infarto. Desde ese contacto con la muerte, después de años y años en los que se ha cuidado, decide hacer lo que le da la real gana así como no callarse… Nos va presentando a su grupo de amigos, desde la Universidad, y sus muchas vicisitudes. Reuniones, vacaciones, conversaciones, hermosa casa rural y buenas comidas. Un buen grupo de actores con mucha química entre ellos. Y una mezcla entre la comedia (decantándose más por esta vía) y la tragedia que siempre funciona. Una sensación de la vida fluye y continúa… Barbacoa de amigos nos recuerda que la vida está poblada de momentos que merecen la pena… aunque haya otros que nos hagan olvidarlo.

Corazón de León (Corazón de León, 2013) de Marcos Carnevale

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La idea de partida es buena. Tiene momentos que funcionan, divertidos. Pero la propuesta podría haber sido mucho más arriesgada y alocada. Más realista. Empieza en forma de comedia, continua como un melodrama y termina como una comedia romántica. Parece que de vez en cuando a Carnevale se le escape el tono. La premisa es: una mujer con su vida emocional y laboral patas arriba (separada de su marido, trabaja en un bufete de abogados con él y además no pasan el mejor momento laboral), ‘pierde’ su móvil. Un desconocido lo rescata y la llama para que lo recupere. La conversación con el tipo le gusta, lo pasa bien y decide quedar con él. León es un hombre divertido, atractivo, rico…, buen profesional, es arquitecto, separado y con un hijo universitario encantador. Es el hombre perfecto, el hombre que en ese momento la protagonista necesita. Sólo hay un pequeño inconveniente (según los ojos con los que se mire el asunto): mide 1,35 centímetros. Funciona la química entre Guillermo Francella y Julieta Díaz, lo que no funciona tanto es el efecto especial para que Francella tenga la estatura adecuada a su papel. A veces él parece realmente enano pero Juelieta excesivamente gigante… Y el efecto es extraño. Cuando hablaba al principio de llevar a cabo esta apuesta arriesgada (pues plantea temas muy interesantes y habla sobre prejuicios muy arraigados), me refería precisamente a que hubiese sido mucho más creíble con actores como Peter Dinklage o Emilio Gavira, con una estatura real de 1,35 o 1,40 metros.

The east (The east, 2013) de Zal Batmanglij

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Otra película de premisa muy interesante pero desarrollo fallido. No obstante cuenta con momentos que preludian cómo podía haber sido una propuesta a tener en cuenta y un reparto del que se podría haber sacado mayor provecho. The east cuenta la historia de una empleada de una multinacional de seguridad que tiene que infiltrarse en un grupo de ecologistas radicales, que atacan a las grandes empresas empleando sus métodos contaminantes. Lo que cuenta y el empleo de las claves del thriller para conseguir tensión y suspense podrían haber constituido una buena obra cinematográfica. Pero el mayor fallo es precisamente la presentación y evolución de los ecologistas radicales y las relaciones entre ellos y de ellos con la infiltrada… no se presenta de manera atractiva o interesante, de forma que nos importe lo que hacen, que nos creamos la transformación de la infiltrada y que entendamos su historia con el líder del grupo. Tampoco el director se muestra muy versado en las claves del thriller para crear la tensión suficiente, el ritmo adecuado y el suspense en cada uno de los ‘atentados’ del grupo…

A la caza (Cruising, 1980) de William Friedkin

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… Hace poco dije lo que me sorprendió este director con su última película en el año 2011, Killer Joe. A la caza no la había visto y aunque no es película redonda (como tampoco lo es Killer Joe), sí tiene sin embargo ciertas cualidades que hacen que su visionado merezca la pena. William Friedkin muestra su valía para crear ambientes paranoicos, angustiosos, siniestros, de moralidad oscura, con aires de pesadilla. Al final no importa tanto la trama de suspense, que se queda en el aire, como las relaciones entre los personajes y la ambigüedad de alguno de ellos. En su momento la película fue un escándalo porque varios colectivos gays pusieron el grito en el cielo por la imagen de la homosexualidad que se daba en el film, que se centraba en un asesino de homosexuales que frecuentaba locales donde se practicaba además el sadomasoquismo… Para investigar el caso, ahí está un policía con el físico de Al Pacino (y comportándose como todo un actor del método) que se infiltra en el ‘ambiente’ y termina bastante tocado… La ambigüedad pulula por todo el film hasta su final… Y ahí están aparte de Al Pacino, un siempre eficiente Paul Sorvino y una olvidada Karen Allen (que vivió su momento de gloria en los 80).

Gritos y susurros (Viskningar och rop, 1972) de Ingmar Bergman

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Dentro de la amplia filmografía de Bergman hay varios títulos que ‘dibujan’ su carrera como director. Uno de ellos es Gritos y susurros. Una película que presenta muchas de las claves de Bergman. La influencia del teatro de Strindberg, la continuación del camino abierto y experimental de Persona, las complejas relaciones familiares, el predominio de las mujeres, la presencia de la muerte, del sentimiento de culpa… En una casa familiar, asistimos a las últimas horas de una mujer acompañada por sus dos hermanas y la asistenta que la cuidado durante años. El cuarteto de mujeres (que desnudan su alma y sus rostros) deja su huella y cada una tiene su momento sobrecogedor. De nuevo Bergman demuestra su manera especial de reflejar el rostro de una mujer. Ahí están Harriet Andersson, Kari Sylwan, Ingrid Thulin y Liv Ullmann. Llama la atención el predominio del rojo en la escenografía, siempre elegante, y el sonido del reloj. También como en muchas películas de Bergman utiliza para su banda sonora música clásica, esta vez Bach y Chopin. La presencia de los hombres es secundaria, y en su ausencia precisamente, marcan totalmente la vida de las hermanas.

Dos cabalgan juntos (Two Rode Together, 1961) de John Ford

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Primera vez que trabajaba James Stewart con Ford e inicio de una ‘buena’ colaboración. No fue una película muy apreciada por el propio Ford pero como siempre cuenta con matices, interpretaciones y miradas muy interesantes y complejas. Quizá su poco aprecio va unido a varios asuntos, además de ser una película de encargo, justamente durante su rodaje fallece uno de los miembros de la troupe de Ford, Ward Bond, y esto desestabiliza emocionalmente al director. Es otro de los western de Ford donde se siente que ronda el desencanto. Sin embargo confieso que disfruté de lo lindo de su visionado y me entusiasmó el cuarteto protagonista, sus personalidades y relaciones (James Stewart, Richard Widmark, Shirley Jones, Linda Cristal). No es una película ni ligera ni tan fácil o sencilla como parece a primera vista. En un momento predomina el tono de comedia, tiene un buen ritmo… pero llega la bofetada final. La historia es la de un sheriff (bastante cínico y algo corrupto pero con encanto… un James Stewart explotando la vena de los personajes en los western de Mann) que es requerido por el ejército federal, pues este es presionado por varios familiares, para que se inmiscuya en tierras comanches (sin romper el pacto de paz) para negociar la devolución de prisioneros blancos secuestrados durante años. El ejército quiere aprovechar que el sheriff se ha relacionado ya con los indios en varios negocios y los conoce. Se lo pide su amigo, un comandante idealista y luchador. La complicidad entre ambos enriquece muchos momentos de la película (así como las historias con sus amadas…). Como en cualquier película de Ford nada es blanco o negro, están los matices. Ni unos son los malos malísimos, ni los otros los buenos buenísimos. Y el racismo brutal, la intransigencia absoluta, el radicalismo en las creencias y la incomprensión ofrece una de las escenas más crueles y terribles de toda la película… y es protagonizada por ‘las familias’ que clamaban por la vuelta de los suyos…

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