Cuando el viento silba (Whistle down the wind, 1961) de Bryan Forbes
Un hombre con un saco… y tres niños siguiéndolo por la campiña inglesa. El hombre se dirige a un río y tira el saco. Entonces los niños van a escondidas, pero raudos, hacia la bolsa y la cogen del agua: hay tres gatitos. Los rescatan, de nuevo. Los tres niños han emprendido una aventura infantil en un nuevo día. En un largo y tranquilo camino conocemos su entorno, se nos dan datos de su vida y educación. Son tres hermanos, dos niñas y un niño, viven en una granja en plena campiña, un poco retirados de una pequeña localidad de Lancashire. Los muchachos están influidos por su educación cristiana; cuando pasan por la localidad, hay un grupo del Ejército de Salvación dando un sermón (pero veremos también la presencia de la religión en la escuela o en su propio hogar, donde guardan una postal de Jesucristo rodeado de niños). El niño, el pequeño, trata de que una mujer del Ejército de Salvación se quede con el gatito que lleva y esta le dice que Jesús lo cuidará. El final de su aventura es llegar de nuevo a la granja donde viven su padre, un granjero trabajador; un jornalero a su servicio (el hombre del saco) y una tía cascarrabias; y esconder de nuevo a los gatitos en el granero familiar. Así el espectador va adquiriendo información cómo que los tres niños son huérfanos de madre. Entonces, el pequeño se preocupa por quién cuidará de los pequeños gatos, y recuerda que la señora del Ejército de Salvación le ha dicho que se encargará de ellos Jesús. La hermana mayor (Hayley Mills), casi adolescente, dice que tendrán que ser ellos mismos pues Jesucristo ha muerto. Sus hermanos la miran escandalizados y ella se arrepiente de su vehemencia en las palabras… Así debutó Bryan Forbes con un magnífico prólogo para su primera película como director (ya había sido actor y guionista), Cuando el viento silba. En ese prólogo no solo sitúa la historia, sino que ya crea un ambiente. Y coloca al espectador ante la mirada y el universo infantil.