Que Cecil B. DeMille sabía perfectamente lo que era el sentido del espectáculo es un tópico que se repite mucho al referirse a su persona…, pero es una afirmación real. A sus epopeyas bíblicas e históricas, se unía su afán por reflejar una imagen de América con altas dosis de épica y conservadurismo…, pero con películas no solo amenas sino muy bien construidas. Por eso en la filmografía de DeMille no podía faltar un western épico, donde hay buenos y luchadores que construyen un país prospero, unos malos malísimos que tratan de impedir todas las buenas cualidades de una nación… y unos indios salvajes, que son amenaza y obstáculo para el progreso, y que no se pierde ocasión para presentarlos fieros, pero también ridículos e ignorantes. Aun así, Unión Pacífico no solo es una película espectacular y entretenida, sino también intensamente emocionante, con un buen empleo del lenguaje cinematográfico, unos efectos especiales espectaculares y una galería de actores principales y secundarios que contribuyen a implicar al espectador en la trama.
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Tarzán en Acapulco de Marcos Ordóñez (Byblos, 2006)
Johnny Weissmuller es una figura trágica que está unida, sin embargo, a recuerdos felices de mi infancia. Recuerdos de un cuarto de estar, una pantalla blanca, un proyector de 16 mm y un abuelo que nos traía todos los domingos películas de alquiler. Y la serie de películas de Tarzán era protagonista de muchos de esos días. Y me recuerdo de niña pasándomelo bomba con Tarzán, Jane, Boy y Chita y tapándome los ojos cuando temibles tribus africanas atrapaban a los expedicionarios protagonistas y a sus pobres ayudantes en un continente de decorados… y los crucificaban en esas palmeras cruzadas, y cortaban las cuerdas para que murieran despedazados. ¡Me parecía un horror! Luego algo más mayor leí sobre la propia vida de Weissmuller y como visitó centros psiquiátricos donde seguía dando su famoso grito de identidad, de rey de la jungla… y me pareció toda una tragedia. Y ahora ese recuerdo y Weissmuller vuelve de nuevo a mi cabeza con Tarzán en Acapulco, donde Marcos Ordóñéz construye una novela a partir de una triste realidad: la muerte de Weissmuller en Acapulco.
El último mohicano (The Last of the Mohicans, 1992) de Michael Mann
Da igual. Hay películas con banda sonora poderosa que sobresale por encima de las imágenes, con miradas intensas, con cámaras lentas, con traiciones por activa y por pasiva a su fuente literaria, con carreras y sudor sin descanso, con violencia y lucha, con diálogos trascendentales, y romanticismo exacerbado. Hay películas que contienen todos los tópicos imaginables: paisajes inolvidables con cascadas y piraguas, un malo malísimo, unos secundarios que se quedan en la retina y una pareja protagonista estrella con química… E incluso todos estos tópicos pertenecen a un género de evasión y espectáculo por antonomasia, el de aventuras. Bien, pues un cóctel explosivo de tal solera escupe una película que no te cansas de ver una y otra vez. Con ritmo y emoción, El último mohicano es de esas películas con corazón.
Y esa pareja protagonista está formada por Daniel Day Lewis, que cada vez ha ido espaciando más sus apariciones, y por Madeleine Stowe, ahora desaparecida, pero en los noventa de los más activa. Ellos son Cora Munro y Hawkeye u Ojo de Halcón, que se enamoran intensamente y se echan miradas en todas partes y suben los decibelios. Los dos con sus melenas al viento. Christopher Crowe y Michael Mann (también su director) construyen un guion con una inspiración de fondo, la novela de James Fenimore Cooper, pero no son nada fieles a las relaciones que se establecen entre los personajes (o su protagonismo dentro de la historia) o sobre los que tienen que morir o no… para crear así su propia película de aventuras de romanticismo exacerbado ambientada en la América colonial. Y para ilustrar la aventura no falta el enfrentamiento entre franceses e ingleses para la ocupación de territorios y los posicionamientos distintos de las tribus nativas americanas en esa batalla, además de los propios colonos, claro. Todos muy bien vestidos, peinados y maquillados, con ambientación bárbara.
Carrusel de minicríticas. Los odiosos ocho, Dando la nota, Attack the block, Hard Candy y Despedidas
Los odiosos ocho (The Hateful Eight, 2015) de Quentin Tarantino
Érase un niño grande que además era muy mimado y quiso hacer su octavo juguete como le venía en gana. Se dijo que iba a hacer un western, y aunque no hiciera falta (solo para una escena de apertura de puta madre) rodó en 70 mm y siguió con el celuloide (aunque ya apenas haya cines que puedan proyectarla en toda su pureza). También hizo que durase más de tres horas. La dividió en capítulos. Se pegó el capricho de conseguir a Ennio Morricone para la banda sonora. Realizó un primer capítulo en un paisaje nevado, con una caravana que acoge a un cazarrecompensas, un sheriff perdido y una condenada a muerte. Luego los demás capítulos de su historia transcurren en una cabaña… donde hay otros personajes: el viejo militar sureño, un mexicano que cuida la cabaña-posada, La Mercería de Minnie (sus dueños no se encuentran allí), un verdugo y un granjero que regresa a su hogar. Nadie es quien parece. Creó, entonces, un artefacto… lleno de sus diálogos ingeniosos y vacíos a la vez, con su brillante puesta en escena con momentos que se graban en la retina (el penúltimo capítulo es un claro ejemplo) y vomitó violencia sin freno (tanta que te vuelve inmune e insensible). Por supuesto se rodeó de un reparto de oro: Samuel L. Jackson, Kurt Russell, Jeniffer Jason Leigh (qué bien ha resucitado), Bruce Dern, Tim Roth, Michael Madsen, Channing Tatum y un magnífico Walton Goggins. El resultado es Los odiosos ocho, una pirueta lúdica del mundo excesivo y visual de Tarantino. No hay más. No se puede rascar nada más. Bueno, sí, es tremendamente entretenida.
Spectre (Spectre, 2015) de Sam Mendes
¿Por qué el agente 007, Bond, James Bond, con rostro de Daniel Craig ha hecho avanzar y dar nueva vida a la saga? ¿Por qué Spectre es un colofón redondo a las aventuras de este agente rubio en su cuarta y puede que última aparición? El Bond de Daniel Craig es presentado como una máquina de matar (al igual que esos villanos-sicarios despiadados y silenciosos de las anteriores sagas, que ponen las cosas difíciles al agente británico), sin eufemismos emplea el doble cero: licencia para matar. Bond es un asesino financiado por el Estado y contratado para mantener el equilibrio frente a los posibles caos que pueden provocar en el orden establecido los villanos. Así el James Bond de Craig es un hombre duro, solitario, y que solo está preparado para ese oficio en el que ha estado toda su vida y que no abandona su ironía y sentido del humor (siempre está ahí la frase certera, breve y concisa del hombre duro). Tiene un sentido elevado de la elegancia, jamás descuida su aspecto físico, se trabaja su aspecto, su personalidad. Sus trajes forman también parte de su identidad creada. Y este agente 007 tiene precisamente algo de lo que carecían los demás y enriquece su esencia: pasado y tormentos. Ese pasado y esos tormentos pulen su personalidad y explican muchos de sus comportamientos. Y por último, lo convierten en un hombre que nunca ha podido enamorarse porque cuando lo ha hecho… sus amores han sido objetivos de los villanos y han dejado más sombras en su alma atormentada.
Tres lecturas de El mundo en sus manos (The world in his arm, 1952) de Raoul Walsh
Primera lectura: cine como evasión
… me dejo engañar ante la pantalla de cine. Soy consciente del engaño. Y muchas veces me fascina ser engañada. El mundo en sus manos de Raoul Walsh es película perfecta para la evasión. Para entrar en otra época, otro siglo. Y encontrarte con el hombre de Boston y sus intrépidos marinos (siempre metidos en líos cuando llegan a tierra).
El hombre de Boston es el capitán Clark y recorre los mares en su preciosa goleta La Peregrina. Se dedica a la caza de la foca y a la venta de sus pieles. Aspira a pescar libremente por Alaska, paraíso de focas, pero en esos momentos es territorio ocupado por los rusos. Su vida es su goleta y sus compañeros de barco. Tiene al amigo siempre fiel y al rival encantador con el que siempre apuesta y juega, El portugués. Sus hombres son tan fieles que nunca le abandonan, ni en los momentos peores, como el inuit que siempre les acompaña en sus aventuras. En La Peregrina tienen una mascota, la foca Louise que va con ellos siempre.
El hombre de Boston y sus hombres han regresado de Alaska con su cargamento. Desembarcan en San Francisco. Allí, en tierra, la arman. Son hombres aventureros y libres, les apetece diversión y fiesta además de realizar negocios. El hombre de Boston quiere prosperar y pescar tan ricamente donde más le place. Así que decide quitarse a sus enemigos los rusos de en medio mediante el comercio: comprarles Alaska.
Allí en un hotel de San Francisco se encuentra la hermosa condesa rusa Marina que no quiere casarse con un malvado príncipe ruso llamado Semyon. Busca desesperadamente alguien que la lleve a Sitka (Alaska) bajo la protección de su tío Ivan. Y ella sabe que el único que puede trasladarla sana y salva es el hombre de Boston… que odia a la aristocracia rusa. Así que ni corta ni perezosa se mete en una de sus megafiestas como si fuera una mujer de vida alegre más y enamora locamente al hombre de Boston que cree que es una dama de compañía de la condesa.
Cuando van a realizar una boda precipitada… llega el príncipe Semyon y se lleva a la condesa. El hombre de Boston desolado se lanza de nuevo a la aventura pero herido del corazón. Una vez en Sitka la aventura continua trepidante, sin parar ni un segundo, con obstáculos y peligros que sortear… hasta que el hombre de Boston consigue tener el mundo en sus manos, en su goleta querida, con su mujer amada en el timón, y sus compañeros siempre fieles… recorriendo los mares…
Así el espectador se adentra en un mundo de ritmo trepidante, de libertad y aventuras donde el romanticismo envuelve toda la historia. Una historia de un grupo de hombres libres que no paran de jugar donde además uno de ellos, el líder carismático, se encuentra de frente con el amor romántico de una bella y virtuosa dama.
El mundo en sus manos es cine para el disfrute de los sentidos, para soñar, para evadirse… donde la palabra aburrimiento no tiene sitio.
Segunda lectura: segundas intenciones
El mundo en sus manos es una película de los cincuenta, puro Hollywood. EEUU se encontraba inmerso en la guerra fría. El principal enemigo era Rusia. Así que una película donde los rusos fueran malos, malos… pero sin generalizar, claro (así la co-protagonista es una condesa rusa que se enamora de un americano, su séquito son gentes amables y también son majos los rusos exiliados que se han convertido en ciudadanos americanos) tenía mucho ganado.
Los rusos no son solo malos sino crueles y ejercen su maldad sin límites. Además no son buenos gobernantes, no practican la ‘pesca ecológica’, no saben ganar dinero (vamos que los pobrecillos no saben lo que es el mundo de los negocios, no entienden las bondades del sistema capitalista)… Un desastre, un puro desastre. Esclavizan y matan a los que son distintos a ellos como los pobres inuit y practican la tortura (que se lo digan al hombre de Boston). En lo único que parecen de acuerdo rusos y americanos es en practicar la pena de muerte. Ambos en cuanto pueden ponen una soga al cuello.
Pero además los rusos son sádicos con las mujeres y las hacen estar junto a ellos sin su consentimiento, por la fuerza y con manipulaciones emocionales. Además el malo malísimo de El mundo en sus manos, el príncipe Semyon es mucho menos apuesto y atractivo que el hombre de Boston. Difícilmente puedes enamorarte de él.
Los americanos saben negociar, hacer negocios y además el libre comercio es el futuro. Si tienen que comprar tierras para que todo vaya mejor y se pueda prosperar más fácilmente así lo harán. Saben buscar socios. Husmear entre banqueros. Redactar contratos…
Además los pescadores protagonistas venden pieles de foca pero son respetuosos con la naturaleza. Realizan la pesca de manera ecológica y sostenible. Y claro son muy listos, no como los rusos que son unos descuidados irrespetuosos. Luego si lo hacen así está muy bien matar focas y arrancarles las pieles.
Además los Estados Unidos de América creen en la igualdad de todos sus ciudadanos vengan de donde vengan y creen en las libertades… sí, sí eso demostraban en los años cincuenta donde los afroamericanos ‘no’ luchaban por sus derechos y en el año que transcurría la película, 1850, claro ‘no’ existía la esclavitud en sus estados. Pero en El mundo en sus manos se sienten escandalizados por la manera que tienen los rusos de tratar a los inuit. Y ellos, entre sus hombres, tienen a un inuit gigante pero no muy inteligente, que no se lleva muy bien con el idioma, que es una mole de carne y además apesta, huele a pescado. Pero es colega. Es un ‘buen salvaje’. Curiosamente el rival enemigo del hombre de Boston es el portugués, pícaro, mentiroso, embaucador, juerguista, sin escrúpulos y pendenciero… no es americano de pura cepa como el protagonista pero es simpático.
Por supuesto el hombre de Boston es atractivo, bello, líder, protector, con dotes de mando, libre, decidido, valiente, amigo de sus amigos y todo un caballero. Cuando tiene que sentar cabeza la sienta. No falta a su palabra. Y con las damas es correctísimo tanto que sabe que las de vida alegre son para una cosa y las virtuosas, como la condesa, para llevarlas al altar aunque antes le rompan el corazón por creer que no es correspondido.
Y también se realiza una particular interpretación de la historia buscando unos orígenes originales a la compra de Alaska por parte de los americanos. Una historia que siempre favorece claro está su imagen y su manera de hacer política exterior.
Tercera lectura: cine artesano y de aventuras
En Hollywood se realizaban en el sistema de estudios las mejores películas de género donde trabajaba un equipo solvente tanto en el equipo técnico como en el artístico. Así se podía crear una película de aventuras trepidante y bien hecha como El mundo en sus manos y crear escenas para la cinefilia. Así un director como Raoul Walsh entrega una obra cinematográfica perfectamente construida de ritmo trepidante y con escenas inolvidables. Presenta tensión y emoción en la aventura, sentimiento y romanticismo en las escenas más íntimas. Y la combinación es un cóctel de cine inolvidable. Se rodea de un buen equipo técnico donde tanto el director de fotografía (Robert Metty) como el creador de la banda sonora (Frank Skinner) o el guionista Borden Chase (con un material de partida, una novela de Rex Beach) realizan muy bien su trabajo dejando todos los cabos bien atados. Además se muestra con eficacia mundos que no pueden verse normalmente a no ser en la pantalla blanca: las carreras de las maravillosas goletas por mares bravos o esas imágenes prácticamente documentales de las focas en Alaska y su forma de vida… Por no decir el cuidado trabajo de ambientación, vestuario y peinados incluidos que puede verse, por ejemplo, en la transformación continúa de la condesa Marina.
Así una película como El mundo en sus manos está repleta de buenos momentos por el uso perfecto del lenguaje cinematográfico y la puesta en escena por parte del realizador equilibrando las secuencias más íntimas (sobre todo las románticas) con las que son pura acción. Además de disfrutar del carisma de un reparto adecuado tanto de principales como de secundarios. Imposible no enamorarse de un hombre de Boston con el bello rostro de Gregory Peck como imposible no sentir simpatía por la extraña belleza de una actriz como Ann Blyth que realizó sus interpretaciones más recordadas en la década de los cincuenta. Pero no se puede dejar de nombrar a Anthony Quinn como el portugués que se come la pantalla con su vitalidad, fuerza y sentido del humor. Inolvidable ese pendiente enorme en su oreja. O a John McIntire, secundario perfecto, como el mejor y fiel amigo del hombre de Boston…
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Diccionario cinematográfico (198)
Química especial: sólo puede entenderse esta clase de química con varios ejemplos científicamente probados en la sala de cine o cuarto de estar:
1.- Charlie Allnut y Rose Sayer pasan mil y una aventuras mientras se enamoran a bordo de La Reina de África, una vieja barcaza…
2.- Devlin y Alicia Huberman se aman y se odian… para siempre encadenados.
3.- Joanna y Mark Wallace son siempre dos en la carretera… con unas gotas de desencanto y un pasaporte que siempre aparece.
4.- Hal Carter y Marjorie Madge Owens siempre bailarán en un picnic en un pueblo Kansas, quizá puedan escapar…
5.- Sally Hyde y Luke Martin se encontraron en un duro regreso.
6.- Robert Kincaid y Francesca Johnson fueron a los puentes de Madison y allí quedaron para siempre sus recuerdos.
7.- Angie Rossini y Rocky Papasano empezaron su amor como dos extraños…
8.- Jackie y George viven entre shampoo y cortes de pelo un amor imposible y desencantado. Son malos tiempos para la lírica.
9.- Sally Bowles y Brian Jones se aman sin futuro en un cabaret…
10.- Mary Hatch y George Bailey viven una pesadilla para quizá darse cuenta de que la vida, aunque dura, merece la pena vivirla juntos.
11.- Holly Golightly y Paul Varyak desayunan con diamantes y lágrimas, también se besan en tarde lluviosa.
12.- Edie Doley y Terry Malloy se aman más allá del silencio.
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Eleanor Parker, la hermosa dama que fue actriz versátil
Eleanor Parker no llegó a ser estrella del firmamento. De hecho si preguntásemos quién recuerda a Eleanor Parker quizá fueran muchos a los que les costaría siquiera nombrar una película. Parker fue (y es… todavía sigue viva como Olivia de Havilland o Joan Fontaine) una hermosa dama, mujer bella y sensual, que además se convirtió en una actriz versátil con una interesante filmografía (la cual no he descubierto todavía entera y tengo muchas sorpresas que mirar). Si viajamos por sus obras cinematográficas nos topamos con comedia, melodrama, drama, aventuras, cine social, musical… y ella siempre mostró que era una actriz de carácter.
De sus comienzos en los años cuarenta apenas he podido ver algo pero me interesa que empezó como pareja cinematográfica de mi amado John Gardfield en Entre dos mundos y El orgullo de los marines. También fue la protagonista de un remake de una película mítica de Bette Davis (y una adaptación de una novela de Somerset Maugham), Cautivo del deseo.
Su década realmente fueron los cincuenta. En 1950 sería aclamada como actriz dramática en Sin remisión de John Cromwell, una estupenda película de cine social donde el espectador vive el drama de una joven de 19 años que ingresa en una cárcel de mujeres y cómo la brutalidad del ambiente va minando y transformando su personalidad.
Así continuaría en su registro de drama y cine social en Brigada 21 de William Wyler. Una muy buena película que cuenta las veinticuatro horas de un rígido y duro policía (con el rostro de Kirk Douglas) que juzga de manera implacable a los detenidos pero que su mundo se derrumba cuando en uno de los casos descubre que está implicada su mujer (una Eleanor Parker que emociona).
En 1952 Eleanor protagonizó una de sus películas más recordadas, que ubicaremos dentro del cine de aventuras con gotas de buena comedia, estoy hablando de una pequeña joya, Scaramouche de George Sidney. Eleanor Parker brilla con luz propia como comediante temperamental y divertida que recorre los caminos durante el siglo XVIII y enamora a hombres por doquier. Su corazón pertenece a un famoso espadachín que debe ocultarse en su compañía…
Otra de aventuras (y que además continuamente la pasan por televisión) muy recordada con Eleanor de protagonista es Cuando ruge la marabunta (1954). Una de aventuras y catástrofes (se adelantó a los tiempos) que es sobre todo recordada, no sólo por las hormigas, sino por la corriente sexual entre la pareja protagonista, una temperamental Parker con un apuesto Charlton Heston. Sin duda Parker se estaba convirtiendo en la heroína de los sueños de muchos espectadores que disfrutaban con el buen cine de aventuras que protagonizaba.
Al año siguiente vuelve a otro género en el que siempre lucía espectacular y versátil, drama con unas gotas de cine social. Y esta vez se mete en el papel ambiguo de la esposa dependiente física y emocional de un drogodependiente (con el rostro de Frank Sinatra). Y Eleanor Parker vuelve a demostrar que es una buena actriz capaz de llevar a extremos emocionales intensos un personaje muy complejo. Esta vez el papel se lo dio Otto Preminger en la interesante El hombre del brazo de oro.
En los sesenta se convirtió en actriz secundaria de lujo de melodramas intensos y sobre todo de uno de los musicales más recordados. Así se convierte en esposa sufridora que vive las infidelidades y contradicciones de su marido en esa América sureña que ofrece siempre mucho drama y pasiones extremas. Estoy hablando de Con él llegó el escándalo de Vicente Minnelli. O sustituye a Lana Turner en el personaje de madre sufridora y compleja, en la secuela del melodrama Vidas borrascosas, Regreso a Peyton Place de José Ferrer.
El famoso musical sería Sonrisas y lágrimas (1965) donde tiene el papel más antipático como rival en el amor de la dulce Julie Andrews. Abandonaría su carrera cinematográfica a finales de los sesenta y volvería esporádicamente. Empezó a trabajar de manera asidua para la televisión.
Pero en la memoria cinéfila queda en el recuerdo su melena pelirroja que habitaba duros dramas o melodramas o como heroína de buenas películas de aventuras… Y a mí me queda la certeza de que todavía me queda mucha Eleanor Parker que descubrir… Y eso, es motivo de celebración.
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