Compartimento nº 6 (Hytti nro 6, 2021) de Juho Kuosmanen

En Compartimento nº 6, Laura y Lyokha se encuentran y se reconocen como almas solitarias.

Haista vittu es una expresión finlandesa que si se traduce al español es algo así como «Que te jodan» o «Vete a la mierda», pero el director Juho Kuosmanen, en su segundo largometraje Compartimento nº 6, es capaz de convertirla en la más bonita expresión de amor hacia otra persona. Es un buen recurso que emplea para contar la historia de dos personajes muy diferentes que coinciden en un mismo compartimento de un tren.

Ella es una joven estudiante de Finlandia. Él es un joven obrero ruso. Laura (Seidi Haarla) y Lyokha (Yuriy Borisov). Su primer roce es un despropósito. Ella, con el desencanto a cuestas. Él, borracho como una cuba. Ella, hostil y desconfiada. Él, maleducado y brusco. El viaje es largo y poco a poco la convivencia va transformándose. Haista vittu solo se pronuncia al principio de la película cuando el desencuentro campa entre ambos y se escribe en una nota con un retrato al final. Y de un momento a otro, con la distancia del tiempo transcurrido por el viaje, el significado de la expresión cambia. De unas palabras malsonantes pasan a ser una sensible declaración de amor.

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Unión Pacífico (Union Pacific, 1939) de Cecil B. DeMille

El trío protagonista de Unión Pacífico, aventura y emoción continua.

Que Cecil B. DeMille sabía perfectamente lo que era el sentido del espectáculo es un tópico que se repite mucho al referirse a su persona…, pero es una afirmación real. A sus epopeyas bíblicas e históricas, se unía su afán por reflejar una imagen de América con altas dosis de épica y conservadurismo…, pero con películas no solo amenas sino muy bien construidas. Por eso en la filmografía de DeMille no podía faltar un western épico, donde hay buenos y luchadores que construyen un país prospero, unos malos malísimos que tratan de impedir todas las buenas cualidades de una nación… y unos indios salvajes, que son amenaza y obstáculo para el progreso, y que no se pierde ocasión para presentarlos fieros, pero también ridículos e ignorantes. Aun así, Unión Pacífico no solo es una película espectacular y entretenida, sino también intensamente emocionante, con un buen empleo del lenguaje cinematográfico, unos efectos especiales espectaculares y una galería de actores principales y secundarios que contribuyen a implicar al espectador en la trama.

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El ferroviario (Il ferroviere, 1956) de Pietro Germi

El ferroviario

El cine italiano en los años 50 fue toda una explosión de talento. Pero no solo surgieron Roberto Rossellini, Vitorio de Sica, Luchino Visconti o Federico Fellini…, sino muchos otros realizadores, que bajo la influencia del neorrealismo italiano y su evolución, o fuera de él, crearon sus carreras cinematográficas, pero ahora sus nombres están más a la sombra y el acceso a su obra es algo más complejo. Uno de esos nombres fue Pietro Germi que conoció todas las fases de cómo hacer una película y que en algunas de sus obras fue el actor principal, el guionista y el director. Germi supo lo que era la pobreza, pues su familia era humilde y no lo tuvo fácil, pero trabajó desde muy niño y no descuidó tampoco su formación hasta que fue accediendo poco a poco al mundo del cine (y en múltiples oficios). Y me parece importante contar sus orígenes para poder describir la emoción y la verdad que encierra El ferroviario.

Pues precisamente la mirada que predomina en El ferroviario es la de un niño, Sandro Marcocci (Edoardo Nevola), que ve cómo su familia de clase media baja va desestructurándose de una Navidad a otra (transcurre un año) bajo la fuerte y demoledora influencia de su padre, Andrea Marcocci (Pietro Germi). Cómo su familia va cayendo de desgracia en desgracia a un pozo que parece que no tiene final. El ferroviario es un triste y emocionante cuento de Navidad. Y Germi sabe de lo que habla: es absolutamente creíble en su personaje de Andrea, y convence en la forma que cuenta esta historia así como su mano en el guion. Es como si Germi rescatara ese niño que tiene dentro, que vivió en una familia pobre, y proyectara su mirada…

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El tiempo de los amantes (Le temps de l’aventure, 2013) de Jérôme Bonnell

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El tiempo de los amantes o retrato de una dama al borde del precipicio. Y es que el director francés Jérôme Bonnell pega su cámara junto a su protagonista Alix (Emmanuelle Devos) y ya no la abandona en aproximadamente unas 24 horas intensas. Alix vive uno de esos días en que una persona se siente en un momento de catarsis donde o bien se tira a la aventura y abandona todo lo vivido o trata de restablecer de nuevo el equilibrio. Y todo es contado con una delicadeza y una sensibilidad que conmueve, que toca.

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Pasaje a la India (A Passage to India, 1984) de David Lean

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¿Qué ocurrió en las cuevas de Marabar? es un perfecto macguffin en Pasaje a la India de David Lean para reflejar en realidad las tensiones sociales y políticas entre los indios y los británicos durante los años 20. Años de tensión entre la administración colonial británica en la India y del creciente movimiento de independencia indio, que culminaría durante los años 40 con la figura de Gandhi. David Lean dejó un hermoso testamento cinematográfico, una película con un ambiente sensual y extraño… que atrapa instantes de un mundo más allá del que vemos y sentimos que, sobre todo, en Occidente se nos escapa.

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Testigo accidental (The narrow margin, 1952) de Richard Fleischer

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Y esa capacidad que tiene el cine negro de seguir sorprendiéndome me fascina. Nunca paro de descubrir joyas. Ahora le ha llegado el turno a Testigo accidental. Entra dentro de la categoría de películas de bajo presupuesto de la RKO pero que te muestra cómo rodar un buen thriller en setenta y un minutos. Y es que es fascinante cómo nos cuenta en imágenes una historia donde nada es lo que parece.

Así en Testigo accidental tenemos de todo: personajes ambiguos, ambiente moral asfixiante, mujer fatal, policía duro pero todo aderezado de persecuciones, violencia, erotismo latente… y como culminación giro sorpresa. Y prácticamente un único escenario muy cinematográfico (y empleado de una manera brillante): un tren.

Richard Fleischer (director del cuál ignoro casi toda su filmografía pero que con esta película se me ha despertado el interés) muestra que sabe emplear el lenguaje cinematográfico para contar una historia. Ya desde los títulos de crédito nos vemos atrapados por el sonido de un tren que no cesa su marcha.

Testigo accidental cuenta con varias escenas memorables que se quedan en la retina: la escena que sirve de prólogo y que es la única que transcurre en otro escenario, la casa de la testigo (Marie Windsor, todo un descubrimiento, a la que también he podido apreciar en La fuerza del destino de Polonski y en Atraco perfecto de Kubrick). Una mujer fatal que es la viuda de un mafioso y que cuenta con una información que pone en peligro su vida y que además va a emplearla para testificar. Ésa es la testigo a la que un par de duros policías tienen que escoltar en un viaje en tren para que llegue sana y salva a su destino. El peligro de la misión se pone en evidencia en esta ya increíble escena. Un fonógrafo sonando (que preludia otra escena clímax de la película excepcional), unos planos opresivos de los rostros, un collar de perlas que se rompe, las cuentas que caen… una sombra con una pistola, unas escaleras oscuras y estrechas, un disparo…

Entre el policía duro (un pétreo y eficiente con voz grave Charles McGraw) y la mujer fatal (de frases venenosas) se desarrollan diálogos y réplicas brillantes y una tensión sexual no resuelta (más por parte de la femme fatale… porque el poli duro la ‘desprecia’ bastante y su atención se ha fijado en otra pasajera). Además hay un personaje maravilloso cuya gordura tiene una función en los estrechos pasillos del tren (es personaje y además su característica física soluciona muchas escenas…). Tampoco falta la violencia extrema y eso se ve en la pelea cuerpo a cuerpo que tiene el policía duro con un matón en uno de los pequeños baños del tren.

Por otra parte Fleischer convierte al tren en un escenario cinematográfico maravilloso. Y todos sus elementos son aprovechados para contar la historia. El ruido del tren, las ventanas, los pasillos estrechos, los revisores, las estaciones, los camarotes, las literas, las puertas y sus cristales, las ventanas, las vistas… todo sirve para el misterio, las persecuciones, la tensión, el equívoco…

Así ante nuestros ojos se desarrolla una historia de ritmo frenético con todos los ingredientes para mantener atento al espectador y además bien contada. En poco tiempo se permite además de ese ambiente de cine negro provocar un giro de guion que juega con la ambigüedad que presentan todos los personajes…

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