El ferroviario (Il ferroviere, 1956) de Pietro Germi

El ferroviario

El cine italiano en los años 50 fue toda una explosión de talento. Pero no solo surgieron Roberto Rossellini, Vitorio de Sica, Luchino Visconti o Federico Fellini…, sino muchos otros realizadores, que bajo la influencia del neorrealismo italiano y su evolución, o fuera de él, crearon sus carreras cinematográficas, pero ahora sus nombres están más a la sombra y el acceso a su obra es algo más complejo. Uno de esos nombres fue Pietro Germi que conoció todas las fases de cómo hacer una película y que en algunas de sus obras fue el actor principal, el guionista y el director. Germi supo lo que era la pobreza, pues su familia era humilde y no lo tuvo fácil, pero trabajó desde muy niño y no descuidó tampoco su formación hasta que fue accediendo poco a poco al mundo del cine (y en múltiples oficios). Y me parece importante contar sus orígenes para poder describir la emoción y la verdad que encierra El ferroviario.

Pues precisamente la mirada que predomina en El ferroviario es la de un niño, Sandro Marcocci (Edoardo Nevola), que ve cómo su familia de clase media baja va desestructurándose de una Navidad a otra (transcurre un año) bajo la fuerte y demoledora influencia de su padre, Andrea Marcocci (Pietro Germi). Cómo su familia va cayendo de desgracia en desgracia a un pozo que parece que no tiene final. El ferroviario es un triste y emocionante cuento de Navidad. Y Germi sabe de lo que habla: es absolutamente creíble en su personaje de Andrea, y convence en la forma que cuenta esta historia así como su mano en el guion. Es como si Germi rescatara ese niño que tiene dentro, que vivió en una familia pobre, y proyectara su mirada…

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Más allá de las montañas (Shan he gu ren, 2015) de Jia Zhang Ke

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Hay un hilo conductor en la obra cinematográfica de Jia Zhang Ke y que continúa presente tanto en su anterior película Un toque de violencia como en su último estreno, Más allá de las montañas. Y a pesar del tono diferente de ambas forman un interesante díptico: en las dos se muestran las mutaciones contemporáneas de un país como China. La China del siglo XX que muta a la China del siglo XXI. Como explica el propio director y guionista en una entrevista (que puede leerse en la propia web de la distribuidora de la película): “Soy muy consciente de las mutaciones fulgurantes que ha habido en el país, no solo en el ámbito económico, sino también en las personas. Nuestra forma de vida ha cambiado totalmente ahora que el dinero es el centro de todo”. Si en Un toque de violencia, como indica el título, la violencia era el motor de las cuatro historias que reflejaba el director, todas además rescatadas de las redes sociales…, en Más allá de las montañas se va a un género como es el melodrama, emocional y catártico, para presentar esas mutaciones y su influencia en las personas, así como el peso del paso del tiempo para entender lo que han significado estos cambios.

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La furia (The fury, 1978) de Brian de Palma

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Si leemos uno de los artículos de Guillermo Cabrera Infante, “El brillante Brian (De Palma)”, en su faceta de crítico cinematográfico, recopilado en el libro Cine o sardina, nos encontramos con que escribe esto, refiriéndose a La furia: “La factura de este film hermoso visualmente (el mejor que ha hecho De Palma hasta ahora) no solo es impecable sino obra de un virtuoso artístico, de un técnico maestro, de una brillantez rara aun en un cine técnicamente tan perfecto como el cine americano actual”. Y es que, particulamente, De Palma es un director que domina la forma y con el contenido vuela a veces hacia la racionalidad y otras al delirio. La furia es puro delirio dentro de una factura visual brillante. Aunque por ahora, sin ninguna duda, de su filmografía me quedaría con Atrapado por su pasado (Carlito’s Way).

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Cruce de caminos (The place beyond the pines, 2012) de Derek Cianfrance

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Cuando ya se me presenta un personaje de una manera tan brillante en una película, que logra atraparme desde el primer instante, entonces ya sé que puede ofrecerme una buena narración cinematográfica, y así ocurre con Cruce de caminos… que está pasando discretamente (e inexplicablemente para la que esto escribe) por las salas de cine. Cruce de caminos es la segunda obra cinematográfica que se estrena de Cianfrance que tuvo que esperar bastante para que pudiéramos centrarnos en su particular disección de un matrimonio que se rompe en Blue Valentine, su primer largometraje. Si en aquella analizaba, dando saltos al pasado y al presente, la ruptura de una pareja; en Cruce de destinos reflexiona sobre padres e hijos y redenciones. Sobre lo que pesa la paternidad, sobre lo que marcan las relaciones con los padres y sobre cómo existen distintas formas de canalizar y vivir una redención: la del eterno perdedor y la del que triunfa…

Así Derek Cianfrance forma parte de una generación de directores americanos que siguen alentando una tradición: la buena narración cinematográfica. Mirar y dirigir con ojos de cine historias adultas. Se une a una cantera de directores que se mueven en el cine independiente pero que continúan la tradición de los cineastas clásicos y su uso del lenguaje cinematográfico que se vuelca en buenas historias. Recordemos estos nombres: James Gray (Cuestión de sangre, La noche es nuestra, Two Lovers), Paul Thomas Anderson (Magnolia, Pozos de Ambición, The Master), Jeff Nichols (Take Shelter, Mud), Kelly Reichardt (Wendy y Lucy, Meek’s Cutoff)… y el propio Cianfrance.

… Vemos  a un tipo tatuado en una caravana que juguetea con un cuchillo. Siempre de espaldas. Oímos que le avisan de que en cinco minutos debe actuar… y así comienza un plano secuencia de ese tipo que se dirige, a través de una feria, al lugar de su actuación: una bola metálica donde se introducirá con otros dos compañeros en una moto. Él es Luke El guapo (Ryan Gosling, siempre carismático), motorista acrobático y errante perdedor. Y ya nos ha atrapado.

Este chico de la moto (siguiendo la tradición de otros míticos moteros con carisma y etiqueta de perdedores…, que serán protagonistas de la sección Diccionario cinematográfico) se reencuentra con Ro (Eva Mendes), una chica con la que mantuvo una corta relación, y descubre que ha sido padre. De pronto decide asumir su rol de padre… ya que él está convencido de que arrastra una vida perra por el abandono del suyo. Y no piensa emularle. Pero pronto se chocará con una realidad: una cosa es lo que sueñes y otra que puedas realizar lo soñado. Su sueño se materializa en una fotografía…, un instante que se convierte en algo efímero. Y éste es el motor de la historia para una tragedia en tres actos… Cada acto termina con un momento catártico que no conviene desvelar.

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Tres actos donde los protagonistas de esta tragedia varían pero a la vez dan un único significado a la historia. Una historia de padres e hijos. De redención y perdón. En el primer acto, la acción se centra en el motorista. El segundo acto cede el protagonismo a un joven policía (un cada vez más sorprendente Bradley Cooper) que en un acto de servicio algo confuso se convierte en héroe local pero también se enfrenta a la corrupción de la comisaría donde trabaja y a su propia ambición para prosperar dentro del mundo de la ley. Y en el tercer acto en el que transcurren quince años, la acción se centra en dos adolescentes problemáticos que se encuentran en un instituto. Y en este cruce de caminos… más allá de los pinos (escenario de varios momentos importantes), se cuenta una única trama sobre los lazos, que pesan y marcan, entre padres e hijos. Y sobre la capacidad de redención del ser humano.

Dianfrance no sólo tiene fuerza en la forma de estructurar, contar y narrar cinematográficamente su historia sino que se rodea de dos actores carismáticos que logran crear dos personajes potentes que enganchan al espectador. Así tanto Ryan Gosling como Bradley Cooper dominan y se adueñan de una historia poderosa que te ata al asiento. Además recupera la potencia de la tragedia clásica en tres actos (o los tres actos para contar un relato, cuento o novela… presentación, nudo y desenlace) y convierte un recurso simple en una forma moderna y dinámica para contar una historia cinematográfica.

Cruce de caminos cuenta con una buena historia, bien contada y con un grupo de intérpretes que se creen esa historia (y una galería de secundarios donde se encuentra un Ray Liotta que da miedo con su sola presencia)… además de una banda sonora con más de una sorpresa donde Gosling vuelve a llamar la atención con su interpretación de una canción que nos sonará mucho por estos lares…

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