El viaje de los malditos (Voyage of the damned, 1976) de Stuart Rosenberg

El barco de El viaje de los malditos sin rumbo fijo…

El universo fílmico sobre la Segunda Guerra Mundial (y los años previos) encierra un montón de historias que muchas veces, si no fuera por el cine, terminan siendo enterradas. Así ocurre con El viaje de los malditos, que no deja de tener una triste y desgarrada vigencia, que narra la trágica travesía de un barco, el San Luis. Este barco zarpó del puerto de Hamburgo el 13 de mayo de 1939 con 937 judíos y se dirigían a La Habana. Todos habían conseguido su visado. Muchos de ellos contaban con familiares allí. Lo que parecía un viaje hacia la libertad y la esperanza se convirtió en una pesadilla.

En realidad el viaje tenía fines propagandísticos para la Alemania nazi, que no le importaba qué iba a ser de cada uno de los pasajeros, sino que además la travesía les servía para alimentar su red de espionaje. Goebbels lo ideó para hacer ver que los judíos podían salir de Alemania, pero además dejó al descubierto el antisemitismo que se extendía por todo el mundo. Los viajeros del barco no pudieron desembarcar en Cuba y fueron rechazados por varios países. Tuvieron que regresar de nuevo a Europa y fueron, finalmente, aceptados por un acuerdo entre Bélgica, Países Bajos, Francia y Reino Unido. Pudieron desembarcar en Amberes y acudir a sus distintos países de acogida, pero desgraciadamente la Segunda Guerra Mundial acechaba, y muchos de ellos volvieron no solo a ser perseguidos sino que murieron en los campos de concentración.

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Minicríticas. Un paseo por rostros del cine clásico

Sidney Poitier. Los lirios del valle (Lilies of the field, 1963) de Ralph Nelson

Una canción de gospel, Amen; un buscavidas negro y baptista con un coche por vivienda; y cinco monjas que han huido de la Alemania del Este sin un duro y tratando de aprender inglés se encuentran en un desértico paisaje de Arizona, frontera con México. Son los ingredientes de Los lirios del valle, una película sencilla, de miradas y silencios y diálogos certeros. Homer Smith se queda sin agua para su coche y para en una humilde granja; allí la madre María lo ve como un enviado del cielo para construir una capilla. Ralph Nelson rueda una pequeña parábola humanista alrededor de unos versículos de San Mateo: “Y del vestido, ¿por qué os preocupáis? Observad cómo crecen los lirios del campo, no se fatigan ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón en toda su gloria se vistió como uno de ellos”. Y Sidney Poitier despliega todo su encanto como un tipo vital que se termina implicando con las hermanas y con las personas de los alrededores para levantar una pequeña capilla, sin contar con apenas medios. En torno a Homer y las hermanas, surgen personajes secundarios que conforman una atractiva galería: el dueño de un bar, el sacerdote irlandés o el constructor (que tiene el rostro del propio director de la película). Poitier con su papel de Homer ganó un Oscar de la academia como protagonista. Un Oscar histórico, pues fue el primero concedido a un actor negro en el rol de protagonista. Un actor que apostó por romper con los estereotipos de representación de los afroamericanos en las pantallas de cine. Habían pasado más de treinta años desde que Hattie McDaniels recibió uno como secundaria por su papel en Lo que el viento se llevó.

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La muerte se equivocó… y una sombra. El difunto protesta (Here comes, mr. Jordan, 1941) de Alexander Hall/El cielo puede esperar (Heaven can wait, 1978) de Warren Beatty, Buck Henry/Sombra enamorada (The gift of love, 1958) de Jean Negulesco

Uno de los temas estrella del cine y que ha recibido distintos tratamientos a lo largo de su historia ha sido sin duda la muerte. Y sobre todo tratando de responder una pregunta: ¿qué hay después de la muerte? O ¿qué ocurre con los seres queridos? La sesión doble parte de una obra de teatro de Harry Segall que saltó a la pantalla en los años cuarenta y luego ha tenido otros remakes, pero rescatamos el de Warren Beatty. Y de propina un melodrama especial y desconocido de Jean Negulesco. Las tres tienen en común el elemento fantástico. Y ese elemento es lo que une a un ciclo de películas maravillosas (muchas de ellas reseñadas en el blog) como Las tres luces (también conocida como La muerte cansada) o Liliom, ambas de Fritz Lang; La muerte de vacaciones, de Mitchell Leisen; A vida o muerte, de Michael Powell, Emeric Pressburger o Dos en el cielo, de Victor Fleming. Aportamos tres más a esta colección que merece la pena.

El difunto protesta (Here comes, mr. Jordan, 1941) de Alexander Hall

El difunto protesta

En la mirada de una persona está el secreto…

Nos encontramos con un personaje muy capriano, un boxeador al que le gusta tocar el saxo y también volar. Un hombre sencillo y bueno. Antes de un campeonato muy importante para él, tiene un accidente de avión, que termina con su vida… ¿o no? Vemos a nuestro protagonista Joe Pendleton (Robert Montgomery) acompañado por un hombre muy eficiente (Edward Everett Horton), en una especie de cielo, quejándose de que no le corresponde morir, que tiene que regresar para el combate. Niega su muerte. Pero el eficiente funcionario del cielo quiere que suba a un avión. Por fin se encuentran con el tranquilo mr. Jordan, del título original, con el rostro de Claude Rains, que es el jefe de todo el cotarro, de llevar a los destinatarios al cielo. Mr. Jordan descubre que el eficiente funcionario es nuevo y que no ha esperado a la muerte de Joe, sino que se lo ha llevado antes. Descubierto el error, cuando van a devolver a Joe a su cuerpo… se dan cuenta con horror de que ha sido incinerado. ¡No hay más remedio que buscar otro cuerpo del gusto de Joe!, que le permita además alcanzar sus sueños: ser el campeón de boxeo. Y en el camino de esa búsqueda, siempre en compañía de mr. Jordan y el eficiente funcionario, se topará con el cuerpo de un millonario, Bruce Farnsworth, que no ha sido muy buena persona y además va a morir asesinado por las dos personas más cercanas de su vida (su mujer y su secretario personal)… Joe quiere huir despavorido hasta que ve a miss Logan (Evelyn Keyes), que quiere entrevistarse con el millonario, porque por sus decisiones su padre se encuentra injustamente en la cárcel. Se enamora totalmente de ella y quiere ayudarla. Decide tomar ese cuerpo de manera provisional…

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Mandingo (Mandingo, 1975) de Richard Fleischer

Mandingo

Los Maxwell perpetuando el sistema esclavista en Mandingo.

Un veterinario es el que cura a los animales de la plantación de Warren Maxwell (James Mason)… y a los negros que allí habitan, bien porque son esclavos de la plantación o porque van a ser vendidos, ya que Maxwell también es tratante. Así de cruda es Mandingo. Una película de Richard Fleischer que presenta en toda su dureza el sistema esclavista en EEUU, antes de su Guerra Civil. Un sistema de poder y sometimiento, absolutamente cruel. Un sistema enfermo instalado en la cotidianeidad, como modo de vida. A los negros se los trata como animales, incluso se les castra si es necesario. Se examina sus dientes, y cada parte de su cuerpo. Son machos y hembras. No tienen alma. No pueden aprender a leer. Si hay el más mínimo conato de rebelión, los castigos más bestias serán los que se inflijan. Se les separa sin miramientos, sus hijos son vendidos, sus mujeres son violadas sí o sí, algunos de sus hombres pueden ser entrenados como luchadores… y se les hace enzarzarse en luchas, sin reglas, hasta la muerte, con apuestas de por medio. En una desagradable cena, le dicen a Warren que hay un método que cura el reuma y es ponerse un perro en el regazo y traspasarle los dolores. El veterinario dice que también vale un negro. Y Warren ni corto ni perezoso, a partir de ese día, tiene siempre un niño a sus pies, pisándolo, para trasmitirle la enfermedad, y curarse él. No es una película cómoda.

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Max Ophüls y la otra cara del sueño americano. Atrapados (Caught, 1949)/Almas desnudas (The Reckless Moment, 1949)

Caught

La heroína de Atrapados (Caught, 1949) encerrada en una mansión-pesadilla.

Max Ophüls, huyendo del nazismo, tuvo que exiliarse unos años en América (1941-1949). No lo tuvo fácil en Hollywood y hasta 1946 no pudo empezar a dirigir. No obstante, no le faltaron buenos amigos y admiradores de su trabajo. Las dos últimas películas que dirigió allí son oscuras, con muchos elementos de cine negro, y una crítica incisiva al modo de vida americano, al sueño… Las dos son protagonizadas por mujeres (como era habitual en su filmografía). En una la heroína es la interesante Barbara Bel Geddes y, en la segunda, la protagonista es una de las reinas del cine negro, Joan Bennett. De hecho la primera película es la parte oscura del cuento de Cenicienta con príncipe siniestro y unas gotas de noir. Y la segunda es un melodrama familiar con puro cine negro a cuestas. Max Ophüls es un director siempre brillante que hace magia con la puesta en escena y los movimientos de cámara. En estas dos películas, bastante más austero, pero con un uso inteligente, virtuoso y al servicio de las historias que quiere contar, como iremos viendo. Y en las dos películas repite con un actor que siempre da muestras de su versatilidad y de los matices que emplea para la construcción de personajes: James Mason. Si en la primera se convierte en un doctor que sabe dar al dinero su justo papel, que es tremendamente crítico con el mundo en el que vive, apasionado de su trabajo y dolorosamente realista, y que además sabe ver al monstruo oscuro que domina la vida de su amada; en la segunda es un perdedor chantajista, que ha llevado siempre una mala vida, y que se transforma ante la mujer chantajeada. De pronto desea lo que nunca ha tenido, y quiere, obsesivamente, que esta mujer no pierda el estatus que nunca logrará alcanzar…, se enamora idílicamente (locamente diría yo) y realiza una de las redenciones más tristes.

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Luces y sombras de Ha nacido una estrella (A Star Is Born, 2018) de Bradley Cooper

Ha nacido una estrella

Un momento íntimo de Ha nacido una estrella.

Como una fan fatal esperaba yo este estreno. Iba detrás del proyecto desde que Clint Eastwood dijo que lo iba a llevar a cabo junto a Beyoncé. Me entusiasma esta historia, y sus tres versiones anteriores las tengo a buen recaudo en mi deuveteca. Ilusionada, el sábado por la noche, me metí en el cine. Ha nacido una estrella ha sido realizada en distintas décadas, por diferentes parejas de actores y con directores y guionistas que nada tienen que ver entre sí. Cada una tiene su aire y su estilo…, pero todas tienen secuencias que van pasando de unas a otras. Y una frase que nunca falta: “Solo quería verte otra vez”. Sabía a lo que iba… y sospechaba también lo que me iba a encontrar. Disfruté con lo que quería ver… y las sombras no me amargaron el espectáculo, pero no puedo evitar contarlas.

Antecedentes

Mientras que la versión de 1937 y la de 1954, son cine dentro del cine; las de 1976 y la que ahora nos ocupa se centran en el mundo de la música. Si bien ya en la de 1954, la actriz principal era además cantante, y la película contaba con números musicales espectaculares. William A. Wellman, George Cukor y Frank Pierson rodaron las anteriores versiones. Aquí un actor, Bradley Cooper, hace su debut detrás de las cámaras y además se convierte en protagonista masculino. William A. Wellman se ponía al frente de un melodrama clásico y contenido que era una disección crítica del Hollywood de los años 30, del sistema de estudios, donde todavía estaba reciente el espíritu pionero de los primeros creadores que pusieron en marcha la industria de los sueños. George Cukor entregaba una película elegante donde alcanzaba el éxtasis de los melodramas de los cincuenta con el alma del mejor musical. Y el desencanto hacia la industria era más exacerbado y amargo. Un desconocido Frank Pierson se empapaba del espíritu de los macroconciertos de los setenta y de las estrellas atormentadas del rock… para, de nuevo, vomitar una historia de amor trágica. Y Bradley Cooper se estrena ahora como director, que posee una mirada personal, con un melodrama triste ambientado también en el mundo de la música, un universo con luces y sombras además de nuevas tecnologías.

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Llamada para un muerto (The deadly affair, 1966) de Sidney Lumet

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… Con El topo de Tomas Alfredson quedó claro que el mundo de la Guerra Fría y los espías no es apasionante sino gélido, desencantado y con toda la gama de grises entre los seres humanos que convierten el mundo en un tablero de ajedrez. Ahí hay dobles agentes, traiciones, funcionarios con cara triste en sus oficinas y otros a pie de calle para los trabajos sucios. Lo malo es que ese mundo helado mueve los hilos… Pero no fueron los espías de El topo los que mostraron ese universo frío, antes lo había hecho ya Sidney Lumet con Llamada para un muerto. Y tanto Alfredson como Lumet habían tomado como fuente la literatura de John Le Carré y la serie del espía George Smiley (aunque en la película de Lumet le cambia de nombre).

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Clásicos desconocidos. Corrientes ocultas (Undercurrent, 1946) de Vincente Minnelli / Cautivos del terror (Cry Terror!, 1958) de Andrew L. Stone

Una sesión doble de clásicos olvidados y desconocidos. Ninguna de las dos películas es redonda pero tienen varias bazas para no dejarlas escapar. Primero descubrir a un Minnelli que está experimentando más allá del musical por el camino del melodrama y el delirio. Segundo adentrarse en la obra de un director desconocido para mí en un relato cinematográfico donde se maneja la tensión y el suspense. Y tercero descubrir y disfrutar en las dos de unos repartos maravillosos.

Corrientes ocultas (Undercurrent, 1946) de Vincente Minnelli

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Corrientes ocultas permite esos privilegios (por lo menos para la que esto escribe) de ir conociendo toda la filmografía de un autor cinematográfico e ir viendo su evolución y sus riesgos. Sus aciertos y sus desaciertos hasta alcanzar obras absolutamente redondas. Vincente Minnelli se prodigó sobre todo en tres géneros: el musical, el melodrama y la comedia elegante y sofisticada. Adoro al Minnelli desatado que dejó cumbres tan perfectas como Con él llegó el escándalo, Como un torrente, Dos semanas en otra ciudad… En ellas alcanzaba altas cotas de melodrama desatado donde las emociones de los personajes superaban cualquier tipo de racionalidad… y Minnelli pintaba un lienzo perfecto y colorido de los sentimientos extremos, sin pudor ni vergüenza.

Corrientes ocultas preludia el delirio emocional pero Minnelli todavía se contiene racionalmente con su paleta en blanco y negro. Así sentimos esas corrientes ocultas, que hacen a esta película muy interesante, pero el lienzo no es perfecto. Por el ritmo fallido, el espacio entre cada estallido y las pinceladas confusas de los personajes (sobre todo de nuestra protagonista)… Precisamente son las corrientes ocultas y la ambientación de algunos momentos lo que termina enganchando al espectador así como la fuerza de una historia de amor latente con un ‘desaparecido’… lo más irracional de todo es lo más atractivo.

La película de Vincente Minnelli, que ya empieza a experimentar con el melodrama y que pronto haría piezas fundamentales en blanco y negro como Madame Bovary (que defiendo a capa y espada…) o esa radiografía de un Hollywood con su cara y su cruz… Cautivos del mal, indaga en un subgénero especial que ha dejado obras inolvidables: esposas enamoradas (o no) en el borde del peligro y el abismo. Y donde el marido es ese ser lejano y misterioso que no llega a hacerlas felices y que alrededor de su figura hay demasiadas incógnitas. Estas atribuladas esposas pueden vivir en una América sureña, habitar mansiones góticas o estar atrapadas en una gran ciudad. Así se nos vienen a la cabeza: Rebeca, Sospecha, Luz de gas, Luz en el alma, Secreto tras la puerta, Un grito en la niebla… Para Corrientes ocultas, Minnelli adapta una novela de una popular escritora, Thelma Strabel, y cuenta para la atribulada esposa con Katherine Hepburn.

El primer tropezón es no saber muy bien cómo dar con el género adecuado: comedia amable, drama, intriga, melodrama desatado… Así esto afecta a nuestra heroína (que gracias a los esfuerzos de una Hepburn carismática, logramos no caer con ella en la indefinición). Mujer joven independiente, culta y espontánea que vive felizmente con su padre científico en una pequeña localidad… a la cual no la interesan mucho sus pretendientes, fuente de preocupación para la mujer que atiende la casa de padre e hija. De pronto aparece un hombre de negocios con el rostro de Robert Taylor (que desde el principio notamos que no es hombre para nuestra Kate…, qué antipático y soso es…). Ambos se enamoran en plan flechazo y Kate se convierte en esposa, la trasladamos a la ciudad y se convierte en una mujer provinciana, dependiente, que no sabe moverse en sociedad (¡ni vestirse!) y totalmente entregada a su esposo (¿?)… Menos mal que le entra la vena investigadora (pues no entiende por qué su marido oculta la existencia de un hermano y además es un tema que le pone de los nervios) y también empieza a alimentar un interés y una afinidad con el desaparecido de lo más interesante. Esta es la corriente oculta que más engancha de la película. El enamoramiento de una mujer por un desconocido del que solo escucha cosas o conoce su casa u objetos personales… El marido es Robert Taylor que pasa de ser un soso pijo a un hombre malhumorado que esconde secretos y que empieza a desarrollar un extraño sentido del amor: su esposa le pertenece… y ya sabemos que eso nunca funciona. Los actores secundarios son desaprovechados en la trama porque desarrollan interesantes personajes pero no se les deja aparecer en todo su esplendor como un ya carismático y maravilloso Robert Mitchum o un entrañable (pero efímero) Edmund Gwenn.

Así Vincente Minnelli demuestra y va experimentando y demostrando en lo que brilla… en las emociones en las que la razón no cabe, en la recreación de ambientes y momentos muy conseguidos de tensión. Así los ataques de furia de Robert Taylor en instantes inesperados, los descubrimientos o inquietudes de Kate como, por ejemplo, lo que significa en la casa de su esposo una melodía clásica tocada en el piano, el uso de las escaleras, las escenas de tensión en la cuadra con un caballo indomable que solo dominaba el hermano desaparecido, un encuentro clave entre dos personajes en esa misma cuadra, el tenso paseo por el bosque a caballo del matrimonio con una amiga… Minnelli deja entrever ese pincel que le permitirá seguir en las corrientes ocultas de las emociones humanas para dejar que se derramen en sus coloridos melodramas con un sentido del ritmo y sin ningún miedo en desatarse y así hacer llegar al espectador a la catarsis. En Corrientes ocultas… casi lo consiguió pero se contuvo demasiado… es como si estuviera en periodo de prueba.

Cautivos del terror (Cry Terror!, 1958) de Andrew L. Stone

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Empiezo a leer en la caratula su reparto y de pronto no me contengo…, decido que tengo que verla: James Mason, Rod Steiger, Neville Brand, Angie Dickinson, Kenneth Tobey, Jack Klugman y descubro además la triste historia de su coprotagonista (que podría haber sido actriz brillante pero falleció demasiado pronto), Inger Stevens. Al director no le conozco de nada pero leo que también fue productor y guionista (en esta película mismamente) y repaso títulos de su filmografía que no me importaría rescatar. Y me alegro de haberme animado con la que hoy comentamos.

Cautivos del terror es un tenso thriller de familia unida secuestrada por una panda de malvados terroristas que quieren intimidar a una compañía de aviación colocando bombas en sus aviones de pasajeros a cambio de dinero. Pero toda la trama ocurre en las calles de la ciudad…, utilizan a la familia secuestrada para primero, con engaño, la fabricación de las bombas y después para extorsionar a la compañía y que sea a través de ellos que entreguen el dinero y amenazando continuamente con su muerte (son padres de una linda niñita).

El matrimonio en peligro son un siempre efectivo James Mason y una magnífica Inger Stevens (actriz que prometía pero se quitó la vida muy pronto…) antes mencionada, en su papel de sufridora nata pero también intrépida y valiente. Y los secuestradores no tienen desperdicio: el frío y calculador, carismático y jefe de la banda, Rod Steiger. El joven sin escrúpulos pervertido sexual que hará sufrir de lo lindo a la joven esposa, Neville Brand. La que actúa por dinero, fría y hermosa, Angie Dickinson. Y el que se muestra más normal y sobrepasado por la situación, un mandado con escrúpulos, Jack Klugman.

¿Cuál es el mayor pero de esta película que, sin embargo, ofrece buenísimos momentos de tensión? Pues además de no salirse ni un centímetro de los tópicos de este tipo de películas, Andrew L. Stone, ni como guionista ni como director, no se decanta por un punto de vista para contar esta historia. Cambia continuamente, creando un baile incómodo que elimina emoción e impacto. Primero parece que los protagonistas van a ser los de la compañía de aviones y el FBI. Después la pandilla de terroristas, más tarde va contando distintas escenas desde el punto de vista de ella, la esposa, y desde el punto de vista de él, el esposo… con voces en off… Sin embargo los peros se compensan por escenas de tensión como los enfrentamientos entre la esposa y el joven secuestrador (bastante perturbado) o la persecución del líder de la banda a la esposa por la estación de metro o el intento de fuga del marido por el hueco del ascensor… Y sobre todo por ver toda una galería de actores no solo buenos sino también muy carismáticos…

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