Como una fan fatal esperaba yo este estreno. Iba detrás del proyecto desde que Clint Eastwood dijo que lo iba a llevar a cabo junto a Beyoncé. Me entusiasma esta historia, y sus tres versiones anteriores las tengo a buen recaudo en mi deuveteca. Ilusionada, el sábado por la noche, me metí en el cine. Ha nacido una estrella ha sido realizada en distintas décadas, por diferentes parejas de actores y con directores y guionistas que nada tienen que ver entre sí. Cada una tiene su aire y su estilo…, pero todas tienen secuencias que van pasando de unas a otras. Y una frase que nunca falta: “Solo quería verte otra vez”. Sabía a lo que iba… y sospechaba también lo que me iba a encontrar. Disfruté con lo que quería ver… y las sombras no me amargaron el espectáculo, pero no puedo evitar contarlas.
Antecedentes
Mientras que la versión de 1937 y la de 1954, son cine dentro del cine; las de 1976 y la que ahora nos ocupa se centran en el mundo de la música. Si bien ya en la de 1954, la actriz principal era además cantante, y la película contaba con números musicales espectaculares. William A. Wellman, George Cukor y Frank Pierson rodaron las anteriores versiones. Aquí un actor, Bradley Cooper, hace su debut detrás de las cámaras y además se convierte en protagonista masculino. William A. Wellman se ponía al frente de un melodrama clásico y contenido que era una disección crítica del Hollywood de los años 30, del sistema de estudios, donde todavía estaba reciente el espíritu pionero de los primeros creadores que pusieron en marcha la industria de los sueños. George Cukor entregaba una película elegante donde alcanzaba el éxtasis de los melodramas de los cincuenta con el alma del mejor musical. Y el desencanto hacia la industria era más exacerbado y amargo. Un desconocido Frank Pierson se empapaba del espíritu de los macroconciertos de los setenta y de las estrellas atormentadas del rock… para, de nuevo, vomitar una historia de amor trágica. Y Bradley Cooper se estrena ahora como director, que posee una mirada personal, con un melodrama triste ambientado también en el mundo de la música, un universo con luces y sombras además de nuevas tecnologías.
Las parejas que han vivido esta historia de éxito y fracaso han sido hasta ahora cuatro. Una historia sobre el olvido y ocaso de una estrella y sobre el nacimiento de otra. Él, el fracaso; ella, el éxito. Él, además de veterano cansado, lidia con el alcoholismo… y posteriormente también con las drogas; ella se lanza al difícil camino de la fama, que pone obstáculos en su camino. Él abre una puerta, pero la suya se cierra; ella ve una carrera imparable, pero con renuncias. Las luces y las sombras del mundo del espectáculo, pero teniendo siempre en cuenta que The show must go on. Sin embargo, entre ellos dos siempre hay un mundo íntimo y propio…, una química especial. Los primeros protagonistas fueron Esther Blodgett, que en su ascenso al estrellato recibe el nombre de Vicky Lester, y Norman Maine (Janet Gaynor y Fredric March). Después el salto lo pegaron Judy Garland y James Mason, que conservan los mismos nombres. En los setenta los rostros de los amantes fueron para Barbra Streisand y Kris Kristofferson que se transformaron en Esther Hoffman y John Norman. Y ahora en pleno siglo XXI, los personajes principales cuentan con la cara de Lady Gaga y Bradley Cooper como Ally y Jack. Siempre ellas poseen un carisma muy especial, igual que sus físicos, muy característicos y poco comunes para los cánones de belleza que imperan tanto en el mundo del cine como de la música. Algo que las hace destacar, las convierte en distintas. Ellos, sin embargo, los cuatro encarnan los prototipos de galanes, en el caso de las películas ambientadas en el mundo del cine, y de rockeros bellos y atormentados en las ambientadas en el universo de la industria musical.
Listado de luces
–De cosecha propia de esta versión: un anillo realizado con una cuerda de guitarra. Me gana. Como un viaje en moto y una mano rozando una bota…
-Química de Lady Gaga y Bradley Cooper, sobre todo cuando están en el escenario juntos, cantando.
-Ahondar en los motivos del alcoholismo de él. Tratar de analizar su desencanto y su carrera hacia la autodestrucción. Proporciona una biografía, una historia familiar, que lleva a conocer la infancia y los fantasmas del personaje masculino. Reflejar además la fragilidad, el aislamiento y el universo propio del personaje con su problema auditivo.
-Recuperar el círculo afectivo del personaje femenino: su familia y amigos. Si bien en 1937, Janet Gaynor contaba con un entorno familiar importante (contando con una abuela que se convierte en personaje fundamental), un mejor amigo en los momentos de penurias antes de su ascenso hacia el éxito y otros nuevos en su carrera hacia la fama…, este entorno se fue diluyendo en las demás versiones. Aquí el personaje de Lady Gaga vive con su padre y cuenta con un mejor amigo de tiempos difíciles. Y el personaje de Jack también cuenta con figuras influyentes como su hermano mayor.
-Dos canciones y sus distintas variaciones a lo largo de la película. Shallow y I’ll never love again. La primera expresa el estado de ánimo de él. La segunda es un adiós, la huella de un amor trágico. Shallow es una composición de Ally y I’ll never love again es una composición de Jack. Las dos nacen desde las entrañas de los personajes. Cuando Jack ve que Ally se está apartando en su subida hacia el éxito de su autenticidad genuina y natural como artista, le recuerda que solo tiene que transmitir verdad.
La primera canción la vemos nacer una noche en un momento íntimo, dos personas charlando en una gasolinera. La segunda la leemos por primera vez en una hoja de papel, y luego en un escenario, casi como santuario, donde Ally se pone un apellido, Ally Maine, el de él, y canta su canción (no renuncia al momento melodramático de todas las demás versiones donde ella, al final, recupera el apellido de él para todo ese público que olvida pronto… Recupera el Maine, apellido de los dos primeros protagonistas masculinos de las versiones anteriores). En un momento, regresamos en un flashback perfecto, al momento íntimo y casero, que se nos había robado, donde Jack se la tocó por primera vez en piano.
-El suicidio de Jack. Todos los suicidios en las demás versiones tienen un halo melancólico que rompe y deja escapar toda la vulnerabilidad del personaje masculino, que decide que es un obstáculo para la carrera y la vida de la amada, pues además se da cuenta de su fragilidad ante sus dependencias. La versión de Bradley Cooper no es menos y ofrece una secuencia elegante, melancólica y desgarradora. Despedida de la amada y preparación ritual para precipitarse al vacío. En las versiones de los años 30 y 50, era una preparación para acabar en el mar…; en la de los 70, aceleraba poco a poco su coche en una carretera solitaria para acabar estrellado, oyéndola cantar en un radiocassette. En la de Bradley Cooper, su Jack termina en la soledad del hogar, aislado, encerrado y vencido, en el garaje.
-Juego de espejos Lady Gaga y Ally como artistas musicales. La primera vez que se nos presenta a Ally actuando es con una canción ajena en un escenario de drag queens…, y ella escondida en su vestuario y maquillaje. Ella es un personaje que canta el himno de una diva de la canción, La vie en rose. Jack en el camerino la insta a despojarse de su personaje, de su maquillaje… y surge tras una cortina como una joven con el rostro limpio, con sus cejas, su pelo…, su nariz. Jack la hace subir al escenario y la hace cantar lo que lleva dentro, acompañada siempre, si es necesario, de su piano. Él descubre el diamante en bruto. Bradley Cooper despoja a Lady Gaga de su personaje y de su leyenda para volver a encontrar el diamante en bruto. Después en la película, llega ese desagradable productor niñato con rostro de Rafi Gavron, y vuelve a convertir a Ally en un personaje, esconde el diamante (su esencia), y la convierte en un producto extravagante (como a veces Lady Gaga se esconde entre el barroquismo artificial de su imagen). Le arrebata el piano, la pinta el pelo y la cara, cambia su ropa…, no brilla sola en el escenario sino que la rodea de un cuerpo de bailarines, y con letras anodinas que nada tienen que ver con ella. Después de la tragedia, el diamante vuelve sofisticado, pulido, pero con su esencia… para cantar otra vez con autenticidad una canción de Jack. Ella es ya una diva, Ally Maine.
-Las secuencias que no pueden faltar… y otros guiños. Por supuesto, no falta en momentos claves la frase estrella: “Solo quiero mirarte otra vez” con otras variantes parecidas en cada una de las versiones. Y se repiten las secuencias que están en todas las versiones: encuentro de los dos protagonistas con borrachera de él incluida… y flechazo, la boda improvisada y rápida de los dos, la entrega de premios, el suicidio y la aparición final de ella recordando a todos con quién estaba. La película de Bradley Cooper tiene guiños además a las otras versiones, sobre todo a la de 1954 y 1976. Por ejemplo, al principio vemos al personaje de Ally saliendo de su trabajo en penumbra, por una cuesta, tarareando Somewhere over the rainbow… como referencia a Judy Garland. Por otra parte, Ally habla con Jack sobre los problemas que ha tenido con su físico, por no encajar con los cánones de su belleza, y en concreto habla de su nariz…, que siempre se señala durante varias veces a lo largo de la película. Y es que la nariz es uno de los rasgos distintivos de Barbra Streisand, la actriz y cantante de la versión de 1976.
Listado de sombras
–Y si la película no brilla y no alza el vuelo del todo es por un motivo principal. El erróneo manejo del tiempo que afecta a la evolución psicológica de los personajes y al tempo y ritmo de la historia. A su estructura. Es como si Bradley Cooper hubiese rodado demasiado y en el montaje y postproducción se sacrificara parte de la historia. Así no se escenifica la caída y decadencia de Jack, sino que en la película pasa del éxito más absoluto del artista a su patetismo más extremo, sin fase intermedia. O Ally parece una chica dura con la dependencia de Jack (pues tiene experiencia por su padre), que no le va a pasar ni una, y, de pronto, se convierte en una mujer cercana, devota y compresiva… absolutamente entregada.
También la construcción y ascenso de la fama de ella parecía construida para una reflexión sobre el éxito en la industria musical actual, y, sin embargo, pasa de puntillas y rápidamente por su pérdida de identidad musical y personal. No se ve reflejada la transformación y sus renuncias, sino que ya la vemos totalmente cambiada en la secuencia del programa televisivo. Como tampoco se nos deja ver, la reflexión que hace la artista después del suicidio de él, para recuperar otra vez su esencia, sino que directamente la vemos ya en el escenario como una diva solitaria y entregada.
-A pesar, del esfuerzo por recuperar personajes secundarios que, sí, enriquecen la trama y proporcionan matices interesantes…, es una pena, porque en algunos casos se diluyen y en otros no se aprovecha su fuerza, quizá vuelva a ser problema de secuencias descartadas. No logran una identidad, que en las películas sobre todo de 1937 y 1954 sí alcanzaban (de todos modos, en aquellos años había tal galería de actores secundarios y se construían tan bien los personajes, que a veces aunque aparecieran unos segundos ya se justificaba su presencia). Así te quedas con ganas de más del hermano de Jack (Sam Elliott), del padre de Ally (Andrew Dice Clay), del mejor amigo de Ally (Anthony Ramos) o del productor de Ally (Rafi Gavron). Son proyectos de personajes, inacabados. No logran la identidad o fuerza que sí conseguían en las dos primeras versiones con actores de la categoría de May Robson, Andy Devine o Adolphe Menjou en la de 1937 o como Jack Carson y Charles Bickford en la de 1954.
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Umm… creo que voy a pasar de largo… para mí una remake era suficiente. No he visto la de 1976 y no creo que vea esta, más allá de que últimamente me da mucha pereza acercarme al cine moderno (ni hablar del contemporáneo). Por suerte siempre nos quedarán las dos primeras versiones.-
Un beso enorme, Bet.-
Jajajaja, mi querida Bet, ¿ni una oportunidad?
Pero sí, tienes razón, las dos primeras versiones son palabras mayores.
Y las dos versiones más actuales son variaciones con momentos especiales que a mí me hacen feliz. Y las dos tienen canciones que me vuelven locaaaaa.
¡Me gusta tanto esa historia, que me dejo llevar por sus variantes…!
… Y te confieso, así, como si nada, al oído… sin que nadie nos oiga: Bradley Cooper está tan jodidamente bello…
Beso
Hildy
Jaja, esa ya es otra historia 😉
Mi querida Hildy, si me pierdo, no me busques viendo esto. Con las veces que esta misma historia se ha contado (bajo este nombre y bajo otros muchos) ya tengo bastante, y ni esta pareja ni el dichoso mensaje subyacente me atraen lo más mínimo. Estoy de la idea americana del éxito hasta ahí mismo, ya sabes…
Besos
Jajaja, ¡nunca te buscaría ahí, mi querido Alfredo! Pero ¡déjame ser fan fatal! ¡Me lo pasé tan bien! Y la peli tiene varias cosas rescata les. Y, oye, tengamos en cuenta a Cooper tras la cámara.
Beso
Hildy
¿Te puedes creer que no he visto ninguna versión de ‘Ha nacido una estrella’? Bueno, eso si no contamos ‘The Artist’… Creo que esta no será la primera que vea, francamente, pero no desconfío demasiado de Lady Gaga como actriz. Es un auténtico animal escénico, tendrá que notarse en algo.
Querídisimo crítico abúlico, ya me dirás si ves alguna de las versiones (yo tengo especial cariño por la de 1937). Y, sí, Lady Gaga tiene carisma y llena la pantalla. Y creo que Bradley Cooper tiene una mirada como director… y que no va a ser la última vez que se ponga tras la cámara… Pese a las irregularidades de la propuesta, las claves del melodrama están presentes en la película.
Beso
Hildy
Pues sobre ese Cooper director, no me parece casual que haya heredado un proyecto que en principio fuese a dirigir Clint Eastwood, porque es un ferviente admirador suyo. Y seguro que le ha pedido consejo, que de hecho ahora coincidirán en ‘The Mule’. Así por curiosidad, ¿intuiste alguna impronta eastwoodiana en su estilo?
¡Cuando Clint Eastwood tenía el proyecto entre manos quería a Bradley Cooper como protagonista! Qué buena tu observación, querido Crítico abúlico. Quizá hay huella eastwoodiana en su amor por la música (y el tipo de artista que encarna Cooper). Y también en el Eastwood más romántico, desencantado e íntimo de películas como Primavera en otoño o Los puentes de Madinson. Y en ese querer a unos personajes sumamente humanos con sus luces y sombras.
Beso
Hildy
Yo me lo pase bien viéndola. No se puede esperar de ella una gran originalidad teniendo en cuenta sus antecedentes, pero la pareja protagonista tiene suficiente carisma y el resultado es atractivo, pese a esos fallos que señalas muy bien al final de tu comentario.
Un beso.
¡Eso, querido Luis, yo también me lo pasé muy bien viéndola! Aunque supiera todo lo que ocurre, mi chifla esa historia. Y, sí, ellos dos tienen carisma… sobre todo cuando están juntos en el escenario. Exacto, el resultado es atractivo… y ¡perdonamos sus defectos!
Beso enorme
Hildy
Me ha gustado el análisis y me ha convencido de que esta película no es para mí.
Es un placer leerte.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
Ayyyy, querido Alberto, ¿te he convencido más para no verla? Jajaja… No era mi intención… ¡cuando, en realidad, yo soy una fan de esa historia! Pero entiendo a qué te refieres, sabes que no vas a sintonizar con ella… Pero ¿quién sabe? Jajaja, ¿No hay nada en el análisis que te diga… pues a lo mejor por ahí me atrapa? ¡Te he dejado claro que mejor no acercarte, aghhhhh! Las sombras fueron más poderosas
Una alegría leerte.
Beso bajo las estrellas
Hildy
Hola Hildy, fui a ver “Ha nacido una estrella” y tras verla, revisé las otras 3 versiones anteriores. Las 4 tan parecidas y a la vez tan diferentes
“Ha nacido un estrella” 1937. De la película aprecio sobre todo la capacidad documental, el hecho de plasmar lo que pasaba en el momento sin dejar de ser auténtico cine. La película es un retrato, una crítica y a un homenaje a Hollywood. Y ninguna de las tres propuestas neutraliza a las otras. Retrata un Hollywood basado en la mentira. Una mentira fundada en la ilusión de “fábrica de sueños”. Mentira creada por figuras tan antipáticas como ese agente de prensa que interpreta Lionel Stander, que detesta a las estrellas a las que debe promocionar. Mentiras dirigidas a ese público que cree que las estrellas les pertenecen y es capaz de arrancarle el velo de luto a una destrozada protagonista porque quiere verle la cara (terrible esa escena en la que los fans son mostrados como pirañas hambrientas) ¡Cómo echo en falta esa forma de narrar del cine de los treinta! Con elipsis (porque no hace falta enseñarlo todo, el público ya lo entenderá) siempre hacia delante. Y pese a lo que se explica es una tragedia, hay humor, y no hay subrayados, no hay recreación en el drama. Tanto la película como nuestra protagonista siempre van hacia delante. Como si el carácter de pionera del oeste de la estupenda abuela (May Robson) marcara el tono. Muy interesante esos toques “metacinematográficos” (las líneas de guión que se muestran) que provocan que la emoción no se desborde. La película es estupenda, y Wellman, uno de los directores de historias viriles de Hollywood, confirma que sabía hacer también grandes retratos femeninos (“Caravana de mujeres” o “Una gran señora) ¿Qué me impide con todo lo bueno que tiene catalogarla como una obra maestra? Su protagonista, Janet Gaynor. Pese a solo tener 31 años cuesta encontrar en ella restos del encanto angelical de “Amanecer” o las películas de Borzage que la habían convertido en la primera actriz ganadora de un Oscar. Realmente me resultó difícil creer que siendo tan ¿anodina? pudiese su personaje convertirse en la estrella preferida de Hollywood. Sobre todo cuando piensas en otras aparecidas en los 30: Lombard, Harlow, Davis, Stanwyck, Rogers, incluso actrices que representaban a “la chica de la lado” como Sullavan o Arthur, estaban a años luz, a mi juicio, de una Gaynor que se empecina en mostrarse supuestamente adorable con un recital de mohines propio de alguien que no se ha enterado que el cine llevaba siendo sonoro casi una década. Menos mal que a su lado aparece Fredric March que regala una interpretación soberbia de ese Norman Maine corroído por demonios interiores que le conducen a la bebida, la autodestrucción y a tener estallidos imprevisibles de violencia. Y todo ello sin dejar de ser encantador, seductor y cálido. Ella puede ser la protagonista pero el personaje memorable, es él. Quizá deberían haber seguido la tesis de la película y haber convertido a una desconocida en estrella y no apostar por el canto del cisne de una intérprete que se retiraría al año siguiente…
Después de la versión de 1937 pasé a la del 76 que es la primera que había visto. Suele referirse a esta versión como la peor. No estoy de acuerdo. Creo que aporta cosas muy interesantes y que tiene personalidad propia. Para empezar traslada la historia al mundo de los grandes conciertos de rock, entonces en su apogeo, frente a las opciones anteriores sobre un sistema de estudios para entonces ya finiquitado. Además la estupenda pareja protagonista eran cantantes aparte de actores y así podían lucir sus talentos y regalarnos una banda sonora memorable. Y el rock ya había tenido sus víctimas. El guión está escrito por el matrimonio Joan Didion, John Gregory Dunne y hay un acercamiento más amargo a la relación de pareja con peleas más crudas. Una relación más de igual a igual y frases memorables que han sido copiadas en la versión más reciente. Los personajes son más duros y más autónomos en su relación. El ahora llamado John Norman Howard nunca va a rehabilitación y la ahora llamada Esther Hoffman (aquí no se cambia el nombre) no se plantea dejar su carrera para cuidarle. La película es muy hija de su tiempo no solo estéticamente sino también en ese tono antiépico, amargo, tan propio de los 70. Y precisamente ese carácter tan setentero es la que la convierte, como a la versión de los 30, en un estupendo documento de su época. Incluyo aquí el fantástico vestuario de Barbra Streisand (que era el suyo propio) Además la pareja Streisand- Kristoferson es sexy, tiene mucha química y hay un componente erótico inédito en las anteriores versiones. Esta versión es menos complaciente con el público al que el personaje de Kris Kristoferson desprecia y apunta a los mánager, a la propia industria, como aquellos que suministran las sustancias a las que el artista es adicto. No sé si es una gran película pero a mi me gusta mucho.
La versión del 54 sigue siendo considerada la mejor y los es, sin duda. El único pero que le pongo es ese freno el ritmo que provoca el montaje recuperado con fotos y diálogos en “off”. Me volvió a sobrecoger y a maravillar cuando la revisé. No sé cómo no se la recuerda más como una de las cimas del melodrama. En su uso expresivo del technicolor (qué diferencia con la versión del 37 donde se notaba que aún el dominio del techicolor era muy primitivo y todo era verde, las ropas, los muebles, las lámparas, las paredes, las luces) y en el desgarro en las relaciones amorosas me recordó al cine de Douglas Sirk. Estéticamente la película me pareció un prodigio. De una belleza arrebatadora. El cine debe ser siempre una experiencia estética. Además puede contar una historia. Y esta lo hace, pero creo que, más que fijarse en la narración (como hacía la versión del 37) se centra en la relación de los personajes. No es tanto una historia “sobre Hollywood” como una historia que “pasa en Hollywood”. La película no tiene tanto ese valor de documento de una época, como si tienen la versión del 37 y del 76 y es más el retrato de una relación y unos personajes. Porque pese a la dirección, el guión, la dirección artística y la fotografía, todo portentoso, el corazón de la película son sus protagonistas. Una Judy Garland que volvía al cine cinco años después de abandonarlo, agotada física y emocionalmente. Y eran cinco años que no habían pasado en balde. Su cuerpo y su rostro ya no eran el de la jovencita que se había convertida en la máquina de hacer dinero de la MGM en los 30 y 40. Pero la cosa se soluciona diciendo que su personaje lleva años intentándolo (no es una jovencita recién llegada de Montana como en la versión del 37). Además Judy siempre conservó un halo de niña y sobre todo, puso una verdad acongojante interpretación. Cuando canta y baila, dudas que haya existido alguien más grande en el showbussines norteamericano. Al verla actuar te das cuenta que pone su corazón en ello, que lo da todo. Porque ella es tanto Vicky Lester como, por lo que sabemos de su vida y de su final, Norman Maine. Y vamos a ese Norman Maine, ni más ni menos que el espléndido James Mason. Se atrevió a interpretar un personaje que ninguna estrella de Hollywood quería hacer. Lo veían como un patético borracho que podía perjudicar sus carreras. Y es patético, pero no en la acepción de ridículo sino en la de profundamente conmovedor y doliente. Judy está maravillosa pero no lo está menos un James Mason que había cimentado su carrera en personajes oscuros aportando esa oscuridad a un Norman Maine al que ya conocemos en el inicio de su decadencia como estrella, corroído por demonios interiores (que nunca se explican porque no hace falta) y que se dirige hacia el abismo. Portentoso como Mason convierte una sonrisa en una mueca de crispación. Como modula y gradúa sus estallidos de violencia. Como pasa de la esperanza y la alegría a la tristeza y a la desesperación. Podía ser un personaje reducido a un cliché y con su interpretación se convierte en humano, en dolorosamente humano. En esta versión se acentúa la función de Pigmalión del personajes masculino (en la primera versión está recaía más en el productor interpretado por Adolhe Menjou). Descubrir a Esther/Vicky y aportarle la fe en sí misma para convertirse en una gran estrella será, a la postre, la gran contribución de Norman Maine al cine. Y qué gran historia de amor. Sientes que esta pareja se ama profundamente, que se admira, que se divierten juntos y, la tragedia estriba es que ese amor enorme no es suficiente para salvar a Norman.
Un film inagotable. Para ver y volver a ver. Sus dos horas y media pasan en un suspiro que acaba en sollozo.
Y ahora la versión del 2018. La fui a ver por tus recomendaciones y he de decir que pese a que no me pareció un film despreciable considero que está a años luz de cualquiera de las versiones anteriores. Por ello no entiendo, no así tanto el éxito de público (¡cuánto bodrio ha sido un éxito de taquilla!) como el de crítica. Vamos a especificar, de éxito entre la crítica americana. Por curiosidad me pasé por web de revistas de cine norteamericanas y creo que sé a qué se debe a tanto halago: los críticos son “millenials” y muchos de ellos se nota que no han visto las versiones anteriores. Pero aunque las hubiesen visto seguramente preferían la “opera prima” de Bradley Cooper. Es una característica de esa generación millenial: sentir un enorme desinterés, cuando no un total desprecio, por todo lo que suena a clásico o antiguo. Basta leer las críticas donde despotrican de clásicos (para ellos es clásico, es decir, viejo, cualquier cosa anterior a 1980) con una descaro digno de mejor causa. Y desgraciadamente esa generación es la que se está imponiendo en la prensa cultural. Terrible. Tienen opinión sobre todo pero muy poco criterio. Todo se reduce a cuatro frases supuestamente resultonas pero con profundidad cero. En fin…Hablemos de la peli. He de decir que no soy fan ni de Bradley Cooper ni de Lady Gaga. El me parece un guapo blando, sin interés, sin “trastienda, plano. Ni ella ni su música me interesan lo más mínimo, aunque puede que sea la más polivalente de las divas de la música actual (que para mi no es decir mucho) A ambos les reconozco el esfuerzo. A él de intentar desprenderse de su imagen de yerno ideal USA o no tanto (aparece guapo como nunca le había visto y me ha encantado volver a ver un torso velludo en el cine, lo reconozco) A ella le agradezco que se haya quitado todos sus artificios para reencontrase con la Stephanie Germanotta de sus inicios (aunque con el pelo más claro y unos cuantos kilos de menos) pero ya está. La película me ha parecido un monumento inacabable al narcisismo de Bradley Cooper. Más que “Ha nacido una estrella” debería haberse titulado “Ha muerto una estrella”. ¡Y cuánto tarda en morir! Él es el auténtico protagonista de la historia, para él son los mejores diálogos, las mejores escenas, el mejor personaje? Esto no lo sé porque su personaje pese a copar un protagonismo superior al de las anteriores versiones no me parece tan interesante. La película toma como referente a la versión del 76 y no solo por la ambientación musical. Pero lo que Kris Kristoferson le salía natural: el rockero rebelde, autodestructivo y maldito me suena a impostado en Bradley Cooper. Para empezar su acento ininteligible parece una copia del de un Sam Elliott que no debe hacer ningún esfuerzo para parecer un cowboy y que con una mirada me aportó más emoción y verdad que toda la esforzadísima interpretación de Cooper. El ahora llamado Jackson Maine no tiene la oscuridad que se percibía en los otros personajes. De hecho no deja de ser “un buen chico”, un eterno adolescente víctima de una infancia sin madre y de la vida junto a un padre tan carismático como desastroso. Porque la película nos quiere dejar muy clarito de donde viene el desasosiego de Jack y sus adicciones. Esa voluntad de querer explicarlo todo es una característica de la película muy apropiada para ese público que desea explicaciones para todo (solo hace falta leer esas páginas webs con teorías mil sobre películas o series) acostumbrada o conocer a sus personajes tras tres temporadas de una serie. Llega un momento en la película que entra en un bucle ombliguista, dando vueltas y vueltas sobre lo mismo sin aportar nada. Jack es un buen chico que cuando se porta mal pide perdón muy arrepentido, incluso llora en primerísimo primer plano (sin derramar una lágrima, eso si) Y por supuesto no hace las cosas que podrían resultar más antipáticas para estos tiempos “me too”: (en realidad bastante puritanos) ni le pega manotazos por error a su esposa (aquí la que suelta puñetazos es ella…Y con todo esta versión es mucho menos feminista que la del 76) ni por supuesto hay conato de infidelidad.
Lo más curioso de la película( que se me hizo más larga que las otras tres juntas) es que tanto metraje dilatado hasta casi la eternidad para acabar de manera tan precipitada. Como si una vez desparecido su personaje a Cooper ya no le interesara lo que cuenta. Pero su narcisismo es tan supremo que tiene que aparecer una vez muerto para, en parte, eclipsar la actuación musical culminante de Lady Gaga.
Otra cosa que me llamó la atención es que pese a su tono grave hasta el engolamiento, me pareció la más blanda de todas las versiones. La menos crítica con la industria y absolutamente complaciente. Me ha costado escribir sobre ella porque como casi todo el cine del Hollywood actual es tan aparente como olvidable.
Parece que la van a nominar a muchos Oscar. Y puede que los gane. No me extrañaría. Hollywood siente debilidad por los actores que dirigen y no hay crítica apenas al negocio del espectáculo. Que gane estos (desprestigiadísimos) premios una historia que ya ha sido contada 5 veces (incluyo “Hollywood al desnudo” la considerada primera versión no oficial) solo constata la decadencia absoluta del cine norteamericano. Que Lady Gaga gane un Oscar por una interpretación que, a mi juicio, no pasa de correcta, con el mismo personaje por al que a Judy Garland le robaron su premio, sería, simplemente, un chiste de mal gusto.
Guuuaaauuuu, querídisima Lilapop, qué lujazo de análisis y de comentarios. Es una aportación maravillosa a esta ristra de películas con una historia común: Ha nacido una estrella. Al igual que tú yo también defiendo la versión de 1976, que apunta muy buenos momentos, y que muchos los dejas ver en tu comentario. Y realizas reflexiones que completan muy bien el panorama de todas las versiones. Todo un disfrute leerte. Yo de la última rescato alguna cosa más y creo que me ha gustado un poco más que a ti, aunque también la sitúo en el último puesto de la lista.
Beso
Hildy
Gracias Hildy, me inspiraste. Reivindico la versión del 76. Me cansa ese tópico cansino que es la peor. Creo que a las personas a las que les ha encantado esta nueva versión son aquellas que no han visto ni conocen las versiones anteriores porque es cierto, como tu apuntabas, que la historia es muy potente y emociona aunque se alargue y se retuerza como un chicle en esta ocasión. Lo del éxito entre la crítica ya lo veo más grave. En fin, seguro que gana muchos Oscar.
Hola Hildy, no sé muy bien cómo pero me ha aparecido tu análisis sobre las tres versiones anteriores de «Ha nacido una estrella» ¿Puede que sea del 2012 No lo había leído hasta ahora. Estupendo. Aunque a mi me gusta bastante más Barbra que Janet Gaynor. Quedaban lejos los tiempos de «EL séptimo cielo» y «Amanecer».
Un abrazo y feliz 2019 en el que seguro que no te faltarán el cine y los libros…Sino ¿Cómo podría ser feliz?
Lilapop
¡¡¡Feliz año, querida Lilapop!!! ¡¡¡Muchos libros, exposiciones, películas, placeres diarios de la vida… y gente querida para el año 2019!!! Sí, hace bastantes años realicé en el blog un texto sobre las tres versiones. Jajajaja, es que soy muy fan.
Beso
Hildy