Diccionario cinematográfico (196)

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De librerías y bibliotecas: dos espacios que merecen un ritual sagrado cada vez que son pisados, donde se esconden miles de páginas que pueden cambiar vidas o por lo menos hacerlas algo mejores o generar conocimientos. Dos espacios muy cinematográficos donde esconder un montón de secretos, misterios, magias, amores, sueños, alegrías y penas… lo mismo que se oculta entre los libros de las estanterías. Dos espacios condenados a transformarse con la llegada de otros formatos y la lenta desaparición del papel. De nuevo el cine se convertirá en imagen documental de la vida. Gracias a las películas jamás desaparecerán las viejas librerías ni las inmensas bibliotecas.

Holly Golightly descubre la biblioteca de la mano del escritor que se quedó en promesa, Paul, y ahora hombre enamorado. En un principio a Golightly no le hace mucha gracia el silencio impuesto y cree que le relaja bastante más Tifanny. Más tarde, sin embargo, acude ella sola para recopilar información sobre Brasil… su próximo lugar de huida. Tracy Lord, la excéntrica millonaria, no encuentra en ninguna libreria lo que busca: el libro de relatos del periodista que ha visitado su casa para meterse en su intimidad. Así que se mete en la biblioteca, saca el libro y se sumerge en la lectura… de tal manera, que no se da cuenta de que llega el periodista, que la ve leyendo su propio libro. Ahí es el inicio de una buena amistad que llegará a su culminación con una borrachera nocturna donde ambos llorarán sus penas… y aprenderán a conocerse a sí mismos un poco más. Dejarán atrás el desencanto. Son historias de Philadelphia.

Los personajes de Woody Allen casi siempre encuentran un buen momento para ir a una librería y recomendarse libros y poemas. Así ocurre con una de las hermanas de Hannah y su propio marido que la corteja con un poema o a la propia Annie Hall que visita librerías donde adquiere libros sobre el pesimismo de la vida por recomendación de su pareja. Cuando ya han pasado casi diez años vuelven a encontrarse Jesse y Celine antes del atardecer. Y precisamente en una conocida librería francesa donde Jesse presenta su libro como novelista. Jesse ha convertido en ficción un momento que le marcó… En una librería de libros de segunda mano viven dos hermanos: Wilbur (que se quiere suicidar) y su hermano, una buena y bella persona. Y en esa libreria entra una mujer silenciosa que cambiará sus vidas.

Las librerías también fomentan el amor. Así ocurre con el choque entre la dueña de una bonita librería infantil y el dueño de una macro librería impersonal en Tienes un e-mail. O el bueno de Hugh Grant que en su papel de eterno despistado y enamorado se convierte en dueño de una pequeña librería de turismo con encanto en pleno Notting Hill donde entra un día una estrella de Hollywood. Otra librería relacionada con el amor es esa que habita una cara con ángel. Ella viste de oscuro. Es una linda intelectual que ve cómo su tienda es invadida por un equipo de producción de una revista de moda donde un prestigioso fotógrafo quiere realizar una serie de fotografías a una modelo…

Recuerdo otra librería con encanto es la de La carta final donde Anthony Hopkins y Anne Bancroft se transforman en los protagonistas de una historia sencilla a través de una correspondencia. Él es Frank Doel, un empleado de una pequeña librería londinense y ella es Helen Hanff, una intelectual norteamericana en busca de libros especiales. Su amistad por carta recorre dos décadas donde transcurre una Segunda Guerra Mundial y una dura posguerra.

En las bibliotecas también se suceden momentos de tensión por búsquedas importantes para la resolución de un caso. Los visitantes de la biblioteca pueden ser periodistas, abogados o ciudadanos que necesitan dar con una información vital. Así recorremos bibliotecas de distintas instituciones importantes donde nos encontramos a los personajes de Todos los hombres del presidente, Sospechoso o nos adentramos en esa maravillosa escena en Anatomía de un asesinato donde un abogado con cara de James Stewart y su compañero de investigaciones (que ha dejado por un momento el alcohol) tratan de encontrar los fundamentos para ganar un caso.

Y también tienen importantes escenas para el recuerdo las bibliotecas universitarias o de los institutos. Donde hay intercambios de notas, de miradas, donde empiezan historias de amor y complicidades o terminan relaciones. Ahí está la estricta biblioteca donde estudian los chicos de El club de los poetas muertos mientras hablan de literatura y otros aspectos de la vida… atentos siempre a que nos les hagan callar o les expulsen de la sala.

Las bibliotecas también son sitios donde savalguardar la libertad (que puede ser amenazada) como En el ojo del huracán (Storm Center). Templos de cultura que son arrasados en momentos de lucha y oscuridad (Ágora). O sitios que acogen a personas que se sienten solas o que no tienen otro lugar donde ir así le ocurre a Meryl Streep en dos películas: Tallo de hierro o La decisión de Sophie. También pueden ser sitios misteriosos donde hay saber pero también otros aspectos siniestros como la biblioteca de El nombre de la rosa.

Las librerías también prometen historias mágicas, mundos inexplorados, posibilidades infinitas que se lo pregunten a dos niños: a Hugo o a Bastian que cuando entran en estos locales, empiezan a ocurrirles aventuras increíbles.

… Termino de teclear y me meto en una librería… quiero sumergirme en las páginas de algún libro que me transporte a un sitio inesperado. Ésas serán mis buenas vacaciones…

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10 comentarios en “Diccionario cinematográfico (196)

  1. ¡Fantástico,amiga Hildy! Porque este tema siempre me ha preocupado mucho en el cine.Una vez escribí sobre ello. Mi pregunta:¿Por qué en el cine no ha,casi,presencia de libros o gentes que leen? Es verdad.Miles y miles de películas donde no se ven unas estanterías de libros.A los personajes tampoco se les ven leer.Este vacío de presencia solo se dan en las pocas películas que hablan precisamente de libros.En algunas películas quieren mostrar a un actor o actriz que lee,pero no cuela,es como cuando tienen un vaso de café y hacen ver que beben.Es más,vemos que el mismo vaso está vacío.Yo me digo;al menos que lleve agua y que se note que pesa y beben,tampoco es tan difícil,coño.

    Los libros se salvarán siempre de las imágenes. Ahora me pregunto qué tiene más fuerza todavía, si la imagen literaria que conservamos en la memoria después de la lectura o la visión de todas estas fantasmagorías de luces y sombras. ¿Qué deja un oro más profundo en el alma; una goleta navegando rumbo a los mares del Sur a través de las páginas de Stevenson o Clint Eastwood soplando la boca del revólver en la pantalla?

    Este último parágrafo es copia y pega del final de mi post.Te lo digo por eso del déjà vu o como se diga.

    Muy bueno tu texto y que da,como sueles decir a veces,para quedar y departir y departir y departir…

    Besos desde una biblioteca (personal)de verdad y leyendo de verdad,joder.

  2. Ay, mi querido Francisco, me río contigo y no paro…

    ¡Leamos de verdad y bebamos un café con leche o solo (según los gustos)de los buenos! Y no te digo ¡fumemos un cigarro verdadero! porque llevo unos años sin aspirar uno (y dicen que claro que es mejor para la salud).

    Como siempre planteas debates para pasar horas y horas frente a una mesa en buena compañía charlando… ¿qué tiene más fuerza la imagen literaria o la imagen fílmica? Para mí, en mí misma y mis circunstancias, las dos tienen una fuerza similar. Las dos imágenes son vitales para mi persona. Así como la imagen teatral. Ayer por ejemplo me chifló (verbo un poco frívolo) en los escenarios la novela de Bernardo Atxaga, EL HIJO DEL ACORDEONISTA. No sabes cómo disfruté de la obra. Qué buena adaptación. Qué historia y qué manera más hermosa de aprovechar el escenario (el espacio fílmico). Ah, el teatro, el teatro también es buena cosa para las personas…

    Besos desde una pequeña librería… con un cuento entre las manos
    Hildy

  3. Qué lujo de post el de hoy, mi querida Hildy, cómo lo he disfrutado…
    Me uno a Paco en su reivindicación. Las escenas de bebida y de comida en las películas son muy complicadas, y revelan el grado de chapucería y descuido de no pocos directores tenidos por geniales, por ejemplo, Spielberg. Son habituales los fallos de script y raccord durante esas secuencias, pero también es verdad que suelen delatar fallos de previsión: tazas y vasos vacíos, en efecto, cuya sensación en la pantalla no es correcta, queda artificial, y tira por tierra toda la credibilidad. Parece exagerado pero no lo es, porque en el momento en que piensas que el personaje bebe aire, ya nada se sostiene. Otro ejemplo: las secuencias de viajes, con personajes arrastrando maletas vacías, flexionando el antebrazo como si llevaran una bolsa vacía y no una maleta llena de equipaje.
    En cuanto a bibliotecas y librerías, apunto dos reguleras, «La novena puerta» y «Seven», y, especialmente, esa librería de «El sueño eterno», con Bogart pasando el rato -y qué rato- con Dorothy Malone… Malona, debería ser…
    Besos librescos

  4. Pero ¡mi querido,querido Alfredo! Veo que tanto tú como Francisco tenéis dotes increibles de investigadores privados, me da a mí que el espíritu de Sherlock Holmes está en vosotros y cual caballeros andantes (y además buenos detectives) pillais y observáis todas las ‘erratas’ posibles en una película.

    Yo siento deciros que soy malísima para detectar esos ‘fallos’. Me lo creo todo. Me meto en una historia y hasta me creo que los decorados de Siete novias para siete hermanos son verdad o que Sansón no está tirando decorados de cartón piedra…

    Ahí estáis vosotros para ponerme frente la verdad verdadera… las maletas vacías, los vasos vacíos…

    Mi querido Alfredo, genial efectivamente, esa escena de Bogart con Dorothy Malone (una actriz a tener en cuenta)en la librería. Mira que yo amo a Johnny pero esa novena puerta mira por donde que no entré para nada. Y SEVEN… caigo siempre en sus redes (y ahora ¡horror! no me acuerdo de su biblioteca o de su librería… angustia por el olvido).

    Besos
    Hildy

  5. Vuelvo a estar aquí ¡toma ya! aprovecho el momento mientras se están friendo los calamares para la cena.Me ha hecho mucha gracia lo que dice Alfredo sobre las maletas.Es que es verdad,hombre.Un apunte sobre la película Seven.Me cabreé muchísimo por un detalle desastroso por parte del yanqui a la hora de tratar temas literarios.Cuando el negro de turno y el rubiales están investigando en una biblioteca quieren cazar al psicópata echando mano a una lista de la gente que acude allí y ver qué lecturas tienen.Ahora viene lo bueno,mi querida Hildy.Uno de ellos dice: «Por ejemplo si vemos que alguien lee al marqués de Sade ya podemos ir a por él»,cito de memoria.Joder.No se puede ser más inculto o más facha.Pensé de inmediato que esos dos tipos vendrían a mi casa,porque yo leo al divino marqués,entre otras cosas,claro.Me pregunté;¿el guionista lee solamente a Paulo Coelho y Marcial Lafuente Estefanía?

    ¡Me voy que se me queman los calamares!

    Besos

  6. Coincido con Paco: es una de las filfas mayores que contiene la película, ese método «secreto» del FBI por el cual cuando alguien se lleva un libro «marcado» (Sade, Hitler, y esas cosas, un totum revolutum sin sentido…) lo fichan y lo controlan por si acaso. Joder, ¿y no marcan al que se lee las memorias de Aznar…? Bueno, que es una flipada en colores.
    (¿No recuerdas la secuencia, mi querida Hildy, con Somerset haciendo fotocopias para Mills mientras los guardianes nocturnos -cinco o seis para una biblioteca…; ¿cuántos habrá en Fort Knox?- juegan al póquer y suena uno de los Conciertos de Brandeburgo de J.S. Bach? Sí, mujer, sí…)
    De todas formas, si ves los extras, hay una secuencia eliminada en la que se habla de que el FBI controla también la venta de calamares congelados de Pescanova, y que es la combinación de las dos listas, Sade+calamares, la que revela a los verdaderos psicópatas…
    Besos en su tinta

  7. Ah, y por cierto: ¿y qué me dices de la excepcional secuencia de la gran biblioteca en «El cielo sobre Berlín» de Wenders? Posiblemente sea la mejor escena rodada en una…
    Más besos

  8. Queridos Alfredo y Francisco, Francisco y Alfredo, mis detectives Sherlock Holmes:

    … Estoy envuelta, para elaborar una tesis adecuada… digna de una amiga de los caballeros Sherlock Holmes, entre calamares Pescanova con langostinos congelados La Sirena y la lectura no sólo de Sade y las memorias de Aznar sino con las fábulas de Paulo Coelho y he añadido la visión de la ‘historia’ de César Vidal… y todo está haciendo estragos en mi persona. Estoy totalmente fuera de juego. Creo que no voy a atentar contra los demás sino sobre mí misma. Suena la puerta. Creo que al FBI le han llegado ondas extrañas desde mi hogar… Estoy perdida. Me despido de mis detectives favoritos… Ya no me quedan palabras en mi vocabulario mermado.Los calamares me repiten y creo que un langostino no estaba en buenas condiciones. Quizá esté mutando en profeta del siglo XXII…

    Mientras en esa niebla que habito sigo sin recordar la secuencia de SEVEN y sin duda tendré que volver a verla. Aunque antes estoy analizando las películas con maletas y vasos vacíos, con desmayos mal hechos y muertes poco verosímiles y creo que también me está afectando…

    Sí, recuerdo El cielo sobre Berlín.

    Ahora de hecho estoy convocando a los ángeles para que me saquen de esta pesadilla.

    Es lo que tiene el análisis serio… que te arriesgas.

    Besos
    Hildy

  9. Entre libros anda el juego. Me quedo con la biblioteca de «Desayuno con diamantes» y con Holly leyendo sobre Brasil, ensimismada. Y me quedo con cualquier momento literario de las películas de Woody Allen. Y también recuerdo esa «tienda de nostalgia» que se nombra en «Midnight in Paris» donde también, por supuesto, se deben vender buenos libros. Besos.

  10. Ay, la biblioteca de Desayuno…, bueno, querido Marcos, pues quedamos en la tienda nostalgia para encontrar ese libro que nunca leímos.

    Besos
    Hildy

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