Razón número 1: Jack y Parry, la historia de una amistad
Curiosamente el indomable y antisistema Terry Gilliam, el artista loco y rebelde, llevó a cabo su primera película de encargo y voló muy alto. Un gran estudio puso en sus manos el guion de un tal Richard LaGravanese y los dos formaron un gran equipo creativo. El dúo supo torear a los mandamases del estudio y levantar una película inolvidable. Desde el momento en que la vi por primera vez me marcó y ya no me abandonó jamás. El carisma de sus dos protagonistas, un Jeff Bridges arrollador y un Robin Williams sin cortapisas, envuelve de un halo especial a El rey pescador.
El personaje de Williams es cómico pero desde el dolor más absoluto. Y el de Bridges es un rey destronado, que cae en el pozo del fracaso. Este último consigue dar vida a un personaje absolutamente imperfecto, egocéntrico e irresponsable. Un hombre que solo se quiere a sí mismo, incapaz de tener empatía hacia el otro. El actor le desnuda por completo y hace que surja toda su vulnerabilidad en su caída a los infiernos de la depresión y la culpa.
La desgracia une a estos dos personajes y cada uno puede ser la salvación del otro a su manera. Jack es un locutor de éxito que de la noche a la mañana ve que su mundo se derrumba cuando uno de sus radioyentes, influenciado por sus palabras, entra en un local de moda y dispara a los clientes para después pegarse un tiro. Y Parry era uno de los clientes que cenaba esa noche con su esposa y ve cómo su vida en un segundo se derrumba.
Lo realmente hermoso es cómo se va construyendo una amistad entre dos hombres que nunca se hubiesen encontrado, pero que en el dolor y la desesperación se echan una mano.
Los símbolos de su amistad son ese Santo Grial que quiere robar Parry de la casa de un millonario, que habita en un castillo en Nueva York. Ese Santo Grial que puede salvarles y que escenifica su amistad. Jack se convertirá en caballero andante para conseguir esa copa, porque quiere que su amigo reaccione y despierte de su locura.
Y Pinocho, ese niño de madera que quiere ser real. Personaje al que Jack nombra cuando habla con Edwin. Una vez Jack está hundido y a punto de suicidarse, recibe de un niño rico un muñeco de madera y con él va a todas partes. De hecho, el muñeco acabará en el sotano donde vive Parry. Ellos son como marionetas en un mundo horrible que tratan de despertar de una pesadilla y convertirse en hombres reales que se enfrentan a lo que la vida les depara.
Jack y Parry son finalmente dos amigos que se tumban desnudos en Central Park a contarse historias, mirar las estrellas y ver en el cielo los fuegos artificiales.
Razón número 2: Anne y Lydia, las compañeras de vida
Anne y Lydia son las compañeras de vida de Jack y Parry, dos hombres rotos. Pero ellas ahí están, sosteniéndoles en sus peores momentos. Anne es la mujer fuerte, desmedida y exuberante. Optimista por naturaleza se enamora del Jack más depresivo sin pedirle nada a cambio, simplemente lo ama. Mercedes Ruehl no decae nunca, ni cuando la abandonan y la rompen el corazón. Ella tiene claro que no está en la vida para ser una víctima. Ella sirve para dar la mano y proteger a los que quiere. Anne puede llevar su negocio ella sola, tiene las riendas de su vida y no necesita para nada a Jack… Pero lo quiere y desea un proyecto de vida común, pero nunca impone.
Lydia es la mujer torpe, invisible e insignificante, pero de pronto es amada por Parry. Él la ve, sabe todas sus vulnerabilidades, sus hábitos y manías. Y solo la quiere a ella. Entonces Lydia responde y se convierte en la mejor compañera posible, la que cuida y protege. Ella corresponde a ese amor en el que ha creído y no abandona a un Parry catatónico en un centro de salud mental.
Las dos no necesitan caballeros que las salven, sino que son compañeras de vidas en los momentos buenos y malos. De hecho, ambas protagonizan un momento en el que demuestran que son mujeres fuertes, que no necesitan a nadie a su lado, y que pueden morirse de la risa juntas y cómplices. Lydia va a casa de Anne para que esta le haga una uñas de fantasía y ahí surge la complicidad entre ambas.
Razón número 3: La belleza en la basura
Uno de los momentos más hermosos de El rey pescador es cuando los cuatro protagonistas se dirigen a un restaurante chino a cenar. Es la primera vez que Parry y Lydia se hablan. Los dos están nerviosos e inseguros. De pronto, ante unas palabras de ella, en las que se está menospreciando y también lo que hace cada día (trabaja en una editorial de novelas rosas), Parry le dice que en el romanticismo no hay basura y le entrega un objeto que ha hecho con unos alambres que ha cogido de un cubo en la calle. Parry habla de que también se puede encontrar belleza en la basura.
Así tanto Gilliam como LaGravanese presentan un mundo donde la crueldad existe, donde la injusticia, la enfermedad, el odio y la violencia están presentes. Donde hay seres humanos en los márgenes, invisibles para muchos. Donde la soledad y la locura campan a sus anchas…, pero ahí en ese lodo horrible, surgen puntos de luz. Momentos de felicidad y gente buena que sobrevive o sale adelante como puede.
De esta manera, Terry Gilliam presenta también un Nueva York especial, lleno de espectros, de personas sin hogar o de gente que no escapa de la locura, puentes en los que unos muchachos violentos son capaces de pegar fuego a un sin hogar o dar una tremenda paliza a un hombre desesperado, parques donde alguien pide ayuda y nadie acude, presenta una sociedad imperfecta donde hay una gran brecha social, pero también en ese Nueva York se puede ver la luna desde Central Park o en una estación de tren puede caminar todos los días la mujer amada, tal vez en plena calle se alce un castillo medieval o en un centro de salud mental haya unas sábanas de colores…
Razón número 4: La locura, la depresión y la soledad
En El rey pescador están presentes todas aquellas cosas que tememos los seres humanos: la soledad, la depresión, la enfermedad, la locura, el fracaso… Nadie está a salvo. Desde un locutor de radio que se siente culpable y que tiene pensamientos suicidas a un profesor universitario que no sabe cómo pasar el duelo y prefiere hundirse en la locura. O un anciano millonario que lo tiene todo y habita en un castillo, pero está más solo que la una y tal vez unas pastillas le hagan por fin terminar con la agonía. O un hombre que se siente tan insignificante y rechazado que canaliza toda su rabia con una escopeta para terminar matándose antes de dejar un reguero de víctimas en el camino.
Parry se ha creado un universo propio. Es un caballero en la gran ciudad, que trata de defender a los oprimidos, busca el Santo Grial y trata de conquistar a su princesa. Trata de salvarse con las historias que se cuenta, con un mundo literario que le hizo feliz. Pero cuando la realidad penetra en su particular mundo, cuando le vienen ráfagas de realidad, entonces aparece una figura amenazadora: el caballero de la armadura roja, que le persigue sin piedad por todo Nueva York.
Razón número 5: La leyenda del rey pescador
La esencia de la película se encuentra en la leyenda artúrica de El rey pescador que cuenta Parry tumbado y desnudo en Central Park a un Jack, que ejerce de buen oyente. El rey herido y el bufón son Jack y Parry. A veces, se intercambian los papeles. Esta leyenda nunca ha desaparecido; es más, incluso está en el fondo de obras cumbre de la literatura contemporánea como La tierra baldía de T.S. Eliot.
Merece la pena escuchar a Parry:
«Empieza cuando el rey es niño. Debe pasar la noche en el bosque para demostrar su coraje y ser rey. Mientras está ahí solo, tiene una visión sagrada. En el fuego se le aparece el Santo Grial, el símbolo de la gracia divina de Dios. Y una voz le dice: “Serás el guardián del Grial para que este sane los corazones de los hombres”. Pero el niño estaba cegado por visiones de una vida llena de poder, gloria y belleza. En un estado de asombro total, durante un breve momento se sintió invencible, como Dios. Acercó la mano al fuego para coger el Grial y este desapareció, dejándole con la mano en el fuego, quemándose viva.
Al crecer, su herida se hizo más profunda, hasta que un día su vida dejó de tener sentido. Ya no tenía fe en ningún hombre, ni siquiera en sí mismo. No podía amar ni sentirse amado. Sus experiencias le habían herido y empezó a morir. Un día, un bufón fue al castillo y encontró al rey a solas. Al ser bufón, era de mente sencilla. No vio a un rey, sino a un hombre solo que sufría.
Cuando le preguntó: “¿Qué te entristece, amigo?”, el rey le contestó: “Tengo sed y necesito agua para refrescar mi garganta”. El bufón tomó una copa que había junto a la cama, la llenó de agua y se la entregó al rey. Mientras bebía el rey se dio cuenta de que su herida se había curado. Se miró las manos y vio que tenía el Santo Grial, aquello que había buscado toda su vida. Y le preguntó: “¿Cómo has hallado lo que mis valientes y preclaros no encontraron?”. El bufón contestó: “No lo sé. Solo sé que tenías sed”. Es precioso, ¿no?».
Sí, Parry es precioso. El rey pescador solo es la historia de hombres solos que sufren.
Pero en los fotogramas de este largometraje también están Don Quijote y Sancho (ambos se reparten la locura y la sensatez), el amor cortés (Parry es el caballero que busca a su princesa Lydia) o ese Camelot inalcanzable de Ginebra, el rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda.
Razón número 6: Historias de amor
El rey pescador es una película tremendamente romántica. Y cuenta muy bien tres historias de amor.
La de Parry, antes de ser un caballero andante y sin hogar, cuando es un profesor universitario e intelectual casado y muy enamorado de su hermosa mujer. La tragedia sacude su vida. Él y su esposa estaban el día que Edwin entró al local de moda con una escopeta. Y una de las víctimas fue la mujer de Parry. Un disparo le destroza la cara delante de su esposo. A partir de ese momento este se refugia en la locura para superar su dolor y el daño que le provoca la ausencia del ser amado, la echa tanto de menos…
La de Anne, una mujer optimista enamorada de un hombre depresivo y que se siente fracasado, arrastrando un sentimiento de culpa que le hace tener pensamientos suicidas. Pero ella, empuja, empuja y vuelve a empujar sin descanso. Siempre alegre, optimista y feliz, poniendo la risa y lo extravagante en la vida de un hombre que quiere morir. Extiende su mano sin pedir nada a cambio. De pronto, cuando parece que Jack, el hombre al que ama, logra salir de su particular pozo oscuro, este decide que no sabe si está enamorado de ella. Anne no puede creer cómo le rompe el corazón en pedazos, pero tampoco quiere ser ninguna víctima y le deja marchar. Ella se convertirá en una Penélope entre película que espera al antihéroe imperfecto y confundido.
De nuevo, Parry lucha por salir del dolor y se convierte en un caballero que lleva a rajatabla el amor cortés. Su dama es Lydia, una mujer que se siente insignificante e invisible. Amanda Plummer compone un personaje maravilloso. Una mujer solitaria, anodina, pero capaz de protagonizar momentos emocionantes con una vulnerabilidad a flor de piel. Una de las secuencias más entrañables es la cena en el restaurante chino, donde dos almas solitarias se muestran afines con todos sus defectos e inseguridades a cuestas. Cada uno de los momentos de Lydia y Parry crean una película romántica que emociona de principio a fin. No hay declaración de amor más bonita que esas sábanas de colorines que le lleva Lydia a Parry cuando este está catatónico y no se sabe si alguna vez despertará.
Razón número 7: El semáforo en rojo
Desde la primera vez que la vi se me quedó esa secuencia en la que Tom Waits hace un cameo muy especial. Es un sin hogar en silla de ruedas que está pidiendo. De pronto, un hombre le tira una moneda al suelo sin mirarlo siquiera. Jack se asombra (cuando él ha sido igual) de lo despectivo del gesto. Y entabla una conversación con el personaje de Waits. Este, de pronto, le explica su papel de hombre invisible e indiferente a la mirada de los demás.
«Si paga, no tiene que mirar. Un tipo trabaja ocho horas al día, siete días por semana. Si le hinchan las pelotas, empieza a dudar de la naturaleza de su existencia. Un día a punto de salir, su jefe le llama y le dice: “Bob, ven aquí y lámeme el culo”. Y él dice: “Al carajo. Me da igual lo que pase. Quiero ver la cara que pone cuando le clave las tijeras en el brazo”. Entonces piensa en mí. Dice: “Un momento. Tengo dos piernas y dos brazos. Y al menos no pido limosna”. Seguro que Bob deja las tijeras y saca la lengua. Yo soy una especie de semáforo moral. Es como si dijera: “Luz roja, no sigas”».
Razón número 8: En la radio
Una de las cosas que más me gusta de la película es que Jack es un locutor de radio. Como él mismo dice cuando busca títulos para su biografía es solo una voz, nadie conoce su rostro. Nada más arrancar la película aparece encerrado en su cubículo con su micrófono, recibiendo las llamadas de los radioyentes. Él responde y sentencia. Se siente como un dios y, de hecho, no mide las consecuencias de lo que suelta por la boca. Es un locutor sarcástico, agresivo, desencantado y muchas veces cruel. Y tiene mucho éxito.
Cuando le conocemos le llama un tal Edwin y le cuenta que ha ido a un bar de moda y se ha enamorado de una mujer. Jack le regaña, le dice que no vuelva a dejarse romper el corazón, que ese es un sitio exclusivo y no van a querer a gente como él. Se muestra despectivo con los clientes de ese bar y le dice, usando un lenguaje agresivo, que o él o ellos, no hay más.
Jack está a punto de dar el salto a la televisión, precisamente a una serie cómica. Mientras ensaya en casa con el guion en la mano una palabra una y otra vez, que se convertirá en una cruel ironía: «Forgive me» (Perdóname), le llama la atención una imagen en la televisión. Sube el volumen y se entera de que Edwin ha entrado a ese bar de moda con una escopeta y ha disparado indiscriminadamente contra sus clientes y después se ha suicidado. La cara de terror de Jack es indescriptible.
Jeff Bridges borda su papel, con su voz grave, de locutor de radio estrella que desciende a los infiernos.
Razón número 9: En el videoclub
Otro de los lugares claves de la película es el videoclub que regenta a Anne. Una mujer fuerte, optimista y vital que aguanta los peores años de Jack, porque lo quiere con locura y está enamorada de él. El videoclub recuerda a esos pequeños locales que había en todos los barrios durante los noventa. En el local de Anne no faltan las estanterías repletas de cajas vacias con las caratulas como reclamos. Las estanterias con sus secciones correspondientes. Tampoco falta ese cuarto cerrado y apartado donde Anne tiene los vhs con películas pornográficas. En ese local, el cliente se saca una tarjeta (yo tuve varias) para poder adquirir sus cintas y beneficiarse de las ofertas. Ahí cada uno busca la película que quiere ver ese día. El cliente busca o solicita un género, un actor o un director.
Hay buenos momentos en el videoclub. Como esa clienta que pide que le recomienden una película y a la que Jack quiere quitarse de encima. O el momento en que Lydia pisa por primera vez el local y allí está Parry, como si fuese un empleado, y los dos, patosos, tiran las cintas de las estanterías. También el instante en que Jack regresa con un ramo de flores para Anne y esta termina pegándole una torta y dándole un beso contra una de las estanterías…
Razón número 10: «I like New York in june, how about you?» y otros momentos musicales
Si por algo amo El rey pescador es porque está llena de momentos musicales fascinantes. De hecho, Parry tiene una canción que convierte en leit motiv y aparece en momentos claves en la película. Él logra que todos los que no tienen motivos para ser felices entonen una canción alegre y consigue siempre un efecto contagioso: sea en una reunión de personas sin hogar en la calle, en unas urgencias aborrotadas o en un centro de salud mental. Parry es un director de coro que intenta una y otra vez llevar un poco de luz en la oscuridad. Así la banda sonora de esta película de Gilliam siempre estará relacionada con un maravilloso estribillo: «I like New York in june, how about you?». Una canción feliz que apareció por primera vez en Chicos de Broadway (Babes on Broadway, Busby Berkekey,1941) con una Judy Garland al piano.
Pero otro de los momentos más inolvidables transcurre en Grand Central Station en Nueva York, donde tantas secuencias se han rodado. Allí va todos los días Parry siguiendo a su amada Lydia. Y en esa persecución, como caballero galante, convierte la estación en su imaginación en una gran sala de baile, donde los dos amantes van sorteando a las parejas.
El rey pescador siempre logra emocionarme, la historia que cuenta es tan potente que termino siempre paseando en ese Nueva York especial y buscando belleza en la basura.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Hola Hildy
No he visto la peli de hoy y, por eso, me ha gustado el «dato misterioso» que has aportado; defines a los personajes con el nombre de los actores y, después, siempre los llamas con el nombre del personaje. Para mi el personaje mas memorable de Robin Williams es el locutor en «Good Morning Vietnam» por eso imaginaba que el locutor sería Bridges, que también tiene -o tenía- aspecto de profesor despistado.
Feísmo, NiuYol, dos personajes/perdedores errando… supongo que en las «estanterías reservadas» del videoclub alguna copia de «Midnight Cowboy» tendrían (no olvidemos que fue calificada «Película X»).
Un saludo, Manuel.
Manuelllll, ojalá la veas y me cuentes qué te ha parecido. Es una de mis películas de la vida.
Jajaja, tienes razón me la sé tan de memoria y la adoro tanto que intercambio el nombre de los personajes y de los actores como si nada, creyendo que está claro quién es quién. Te dejo el misterio para cuando la veas se desvele.
Efectivamente, has sacado paralelismos con Midnight Cowboy… ¡y qué interesante te ha quedado sin comerlo ni beberlo esta sesión doble!
Para mí El rey pescador significa mucho y siempre que la veo consigue enredarme y engancharme y hacerme sentir y hundirme en el universo que presenta la película.
¡Ya me contarás ahora o en años si la ves!
Beso
Hildy