La sustancia tiene sustancia, permitidme el obvio juego de palabras. De pronto, hay películas que generan discusiones, debates, análisis, opiniones contrarias e incluso empujan a gente que habitualmente no va a salas de cine a animarse a hacerlo. Y escribir sobre ellas no solo es apasionante, sino todo un reto, porque también hay avalancha de textos sobre la película en cuestión, tocando además los más variados temas.
La película de Coralie Fargeat entra por los ojos desde el primer fotograma. Visualmente no solo tiene fuerza, sino una manera de contar la historia en imágenes que se queda grabada en la mente. Con dos secuencias brillantes nos sitúa en el meollo de la historia. Por una parte, un experimento nos hace ver cómo con una inyección nace de una yema de huevo, una versión mejorada de esa yema…
Por la otra, en el suelo del Paseo de la Fama, se pone una nueva estrella con el nombre de Elisabeth Splarkle (Demi Moore) y solo enfocando esa baldosa vemos el paso del tiempo y la historia de esta mujer, una actriz de éxito, que va cayendo poco a poco en el olvido. Así ya sabemos que hay un experimento en marcha capaz de crear un alter ego mejor del original y conocemos el posible sujeto que va a someterse a dicha prueba.
Pronto sabemos que Elisabeth Splarkle, una bellísima mujer madura, ha conseguido una segunda oportunidad profesional al frente de un programa de fitness en la televisión. Solo que justo el día de su cumpleaños, se entera de la manera más cruel, por el bocazas y mediocre productor de la cadena (Dennis Quaid), que va a ser relevada y que están buscando a una mujer mucho más joven.
Ante tal noticia, su mundo perfectamente organizado y con una fachada sin grietas se resquebraja. Si hemos conocido a una mujer en su mundo perfecto, a partir de la noticia, todo empieza a ir mal hasta sufrir un terrible accidente. Una vez rota y desesperada en el hospital, un misterioso enfermero le dará la llave hacia al cambio: una pendrive con un número de teléfono.
Coralie Fargeat construye una fábula tremendamente triste sobre una mujer sometida a los dictados de la imagen y que se da cuenta de golpe que hacerse mayor y envejecer la expulsa del mundo, la invisibiliza. Elisabeth Splarkle no soporta hacerse mayor y cada vez le cuesta más mirarse en el espejo, así que decide dar un paso. Se somete al misterioso experimento. A partir de ella, que se convierte en matriz, nace una versión mejorada: una hermosa joven a la que le llueven las ofertas (Margaret Qualley).
Solo que hay un único inconveniente para el éxito del experimento. Una voz misteriosa que le atiende por teléfono le dice la clave: «Ambas sois una, sois la misma persona». Pues el proceso de mantenimiento no es fácil, sino de lo más aparatoso, y tienen que estar unidas para que funcione. El secreto es cuidarse la una a la otra, porque son la misma persona. Tienen que alternar sus vidas: siete días una, siete días otra. Solo que pronto olvidan la premisa y entonces llega la pesadilla.
La película es un body horror, un subgénero cinematográfico que ha tenido a sus reyes, David Cronenberg (La mosca) o John Carpenter (La cosa). La películas de body horror giran alrededor de alteraciones, normalmente horribles, del cuerpo humano. El cuerpo es el protagonista absoluto y su metamorfosis el espectáculo a seguir.
La sustancia se construye por los procesos distintos que sufre el cuerpo de Splarkle: el idealizado (al que todo el mundo aspira y por el que se hacen locuras), el envejecido (ese que en la imagen audiovisual siempre asusta o es rechazado) y el monstruo, que refleja el fracaso de Elisabeth Splarkle, pues matriz y versión mejorada deciden ir a su rollo y a ser posible hacerse daño mutuamente, sin tener en cuenta que está luchando contra ella misma. Eso es lo más triste el fracaso tiene que ver con una mujer rota que ya no se quiere.
La sustancia no solo es imagen también el sonido juega su papel. La combinación de imagen y sonido cada vez va perturbando más al espectador hasta que se ve sumergido en una pesadilla grotesca. La fábula de Coralie Fargeat tiene explosión final de sangre y vísceras. Es la historia de la destrucción de una mujer atrapada por los dictados de la imagen. El despliegue de horror y pesadilla que sufre Splarkle es tan cruel que no se puede evitar la risa nerviosa. Y, sí, puede resultar una explosión excesiva y una violencia remarcada, pero finalmente solo mueve a la compasión hacia el personaje principal.
Algo realmente interesante en La sustancia es como Coralie Fargeat bebe de muchas fuentes y, sin embargo, logra que su película se convierta en toda una experiencia visual. Porque en esa película hay literatura y mucho amor al cine. En la odisea y metamorfosis de Elisabeth Splarkle no solo hay huellas de los reyes del body horror, sino también está el drama de la madrasta de Blancanieves frente al espejo, el desdoblamiento del doctor Jekyll y mister Hyde y la trampa del cuadro de Dorian Gray.
En el drama de esta actriz, con su maravilloso abrigo amarillo (como la yema de huevo del principio, como sujeto del experimento), hay ecos de los festivales pirotécnicos de imágenes de Brian de Palma; de la perfección geométrica de los espacios donde, de pronto, irrumpe el horror de Stanley Kubrick; está esa inquietud y ese misterio de una corporación fantasma que provoca el cambio y la transformación a lo Plan diabólico de Frank Frankenheimer; la decadencia y compasión hacia una artista a lo Crepúsculo de los dioses o la condena de la vejez…
Otro motivo para hundirse en el delirio que ofrece La sustancia es celebrar el riesgo que asumen sus actores principales con sus roles. Una Demi Moore frente al espejo dejando al descubierto las huellas del tiempo; una Margaret Qualley, como una especie de replicante perfecta exigiendo más tiempo y espacio y un Dennis Quaid, que logra convertirse en todo un tipo despreciable.
La sustancia no deja indiferente. Difícil olvidar esa estrella en el paseo de la fama con el triste rostro de una Demi Moore, mirando las estrellas, como si fuese la medusa de Caravaggio.
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Hola Hildy
Según te iba siguiendo y, supongo llevado por esa larga cicatriz, me venían imágenes de Cronenberg pero de la doblemente «pesada» -doble ración del «herrero» Irons- «Dead Ringers, Inseparables». Otro «guiño» que imagino yo sólo es que relaciona a la Moore con la Qualley; alto duelo entre la «siliconada» y la hija de su «rival», representando a la «fresca naturalidad», Andy MacDowell.
Un saludo… y ¡Felices sustos! Manuel.
Manuelllll, amigo, me lo pasé muy bien viendo La sustancia, y eso que salen tropecientas agujas que se clavan en los cuerpos y yo no puedo con las agujas.
¡¡¡Es tan excesiva, tan potente visualmente!!! Siempre está pasando algo, sonando algo, siempre te sorprende.
Buen duelo el de Moore y la Qualley.
Las dos, arriesgan en esta película.
Y creo que ambas salen bien paradas.
Es una locura muy divertida dentro de la tristeza de historia que te está contando.
Es una rayada para dejarse llevar y disfrutarla a tope.
Eso sí, no se la recomendaría a todo el mundo.
Beso
Hildy
Hola Hildy. Esta no se si ir a verla. La tematica me disgusta bastante, aunque igual merece la pena.
La que si he visto y me ha gustado mucho es La habitacion de al lado. Se ha convertido en una de mis peliculas favoritas de Almodovar.
Un beso.
Querido Luis, efectivamente La sustancia o entras en ella, en la fábula que te está contando y en la manera de contarla o se pasa mal. Yo además hace años no hubiera podido soportar un body horror, todo el tema agujas y transformaciones desagradables del cuerpo me causaban bastante grima, pero últimamente lo tolero más, aunque sigo cerrando bastante los ojos, jajajaja. Me resulta interesante también la temática de cómo se huye y cómo se convierte en terror, algo que es natural, el envejecimiento.
¡¡¡Yo espero ver la de Almodóvar este fin de semana y después de leer tu comentario tengo más ganas aún!!!
Por cierto, fui a ver Megalópolis y me resulto tremendamente interesante, pero ¡tengo que volver a verla para analizarla mejor! Te confieso que fui un día con agotamiento total y absoluto y no con toda la concentración que requiere.
Beso
Hildy
He leido un articulo sobre Almodovar en el que basicamente le criticaban y menospreciaban su obra y su nivel cultural.
Esto me ha hecho pensar que a veces para apreciar la obra de un artista quizas es mejor no conocer demasiado de su vida personal. Cuando conocemos demasiados detalles de la vida intima de una persona, como por ejemplo su ideologia politica o sus preferencias sexuales y nos resulta muy cercana, podemos caer en la tentacion de juzgar al artista no por la calidad de su trabajo sino por una simple cuestion de antipatia personal. Entonces el juicio ya no es imparcial, se trata mas bien de un ajuste de cuentas, de atacar a alguien que percibimos como enemigo.
Cuando analizamos la obra de cineastas mas alejados en el espacio y el tiempo esto suele suceder menos. Si hablamos de Fellini, de Michael Curtiz, de Hitchcock o de Stanley Donen, o leemos sobre ellos y sus peliculas, no se percibe esa ojeriza personal, esa obsesion por cuestionar sus ideologias. Entonces se tiende a juzgarles como artistas, no como humanos llenos de defectos y carencias culturales.
Quizas el mayor fallo de Almodovar es ser español, y como vivimos en España, nos resulta demasiado cercano, demasiado conocido, demasiado visto. Si Almodovar fuese sueco o danes apreciariamos sus peliculas con menos prejuicios, igual que vemos la obra de Kieslowski o Bergman.
Esto no significa que sea obligatorio que te guste el cine de Almodovar, por supuesto, cada uno tiene su sensibilidad.
Yo creo que Almodovar es un gran artista y aunque no me gustan todas sus peliculas pienso que tiene talento e inteligencia. Incluso genio.
Y en cuanto a las carencias culturales, creo que todos las tenemos. Todos, hasta los mas cultos y sabios, tienen facetas que no dominan. Otra cosa es que haya gente pedante que actue como si lo supiera todo.
¿Se puede criticar a Almodovar? Si, por supuesto. Pero no lo hagamos con la falta de cultura que luego le atribuimos a el.
Un beso.
Lo maravilloso del cine de Almodóvar y la evolución de su filmografía es algo que es complicado y que solo lo logran unos pocos y es crear un universo propio en sus películas (algo así se identifica también, por ejemplo, en el cine de Aki Kaurismaki o si nos vamos a un cineasta más clásico, Federico Fellini. Y si nos vamos a nuestra tierra, Buñuel).
Sí, Almodóvar despierta amores y odios, nunca he entendido del todo el desapego hacia su arte y persona en nuestro país (también tiene apasionados defensores de su cine). Yo le disfruto. Me gusta analizar sus películas.
Lo de la ideología me hace gracia, como si un artista no tuviese derecho a opinar sobre el mundo que le rodea, como hacemos todos. Como si no tuviese derecho a tener una mirada. A veces conectaremos con su obra y otras no, pero eso no impedirá poner en valor su arte. Y en algunas cosas, como con la gente que nos rodea, estaremos de acuerdo y con otras no.
Planteas en tu comentario un tema que siempre me ha resultado apasionante:
«Cuando conocemos demasiados detalles de la vida intima de una persona, como por ejemplo su ideología política o sus preferencias sexuales y nos resulta muy cercana, podemos caer en la tentación de juzgar al artista no por la calidad de su trabajo sino por una simple cuestión de antipatía personal».
Muchos directores de cine han sido mirados con lupa y juzgados, como bien dices, por conocer su ideología, comportamientos o vidas personales y, a veces, su obra se ha analizado, juzgando al hombre o mujer que hay detrás. Por ejemplo, hay dos cineastas que me encantan, pero sus figuras son controvertidas por su vida personal, ideologías, creencias y demás: Elia Kazan y José Antonio Nieves Conde. Pero si analizas películas como La ley del silencio o Surcos cuentan con elementos suficientes para saber que son obras cumbres, otra cosa es que se conecte o no con ellas.
Lo dicho que es un tema apasionante.
Qué ganas de ver La habitación de al lado. Como bien explicas, he leído críticas para todos los gustos. A mí sus dos mediometrajes en inglés me han vuelto loca, de encantarme, digo.
Beso
Hildy
Hola Hildy. Si, tienes razon, hay otros directores que tambien han sufrido un castigo por su vida personal.
Elia Kazan es sin duda un ejemplo paradigmatico. Siempre he pensado que Kazan fue un director extraordinario. Uno de los mejores cineastas de su epoca. Y La ley del silencio fue una pelicula que me impresiono cuando la vi de niño. Esa escena final cuando le dan la paliza en el muelle. Marlon Brando con la cara ensangrentada que camina aunque casi no se sostiene en pie.
Como humanos, todos los directores tendran en su pasado cosas de las que arrepentirse; ¿por que siempre se ha atacado tanto a Kazan y no a otros?
No lo se, la verdad.
Surcos no la he visto. Es una de mis lagunas culturales, je je.
Intentaremos mejorar.
Un beso.
No la he visto, pero tanta buena referencia atrae sin duda. Lo del body horror, por ejemplo, es una alusión atractiva. Hace relativamente poco vi dos películas de Cronenberg que me impresionaron, de ellas hablé y recomendé; a pesar de que no envejecieron muy bien, siguen siendo objeto de culto en muchos cinéfilos.
Abrazos!
Querido amigo Ethan, es una película difícil de recomendar, jajaja, porque o se la odia o se ama, pero visualmente es muy potente. Si te va lo del body horror, aquí lo explota al máximo.
A mí es una película que visualmente me ha sorprendido y que me ha contado una historia que me ha hecho pasarlo muy bien pasándolo mal. Como digo es una fábula triste llevada al extremo.
Hablando de body horror, qué director tan interesante, como señalas, es Cronenberg, ¿verdad?
Beso
Hildy
No he visto esta película todavía, pero al hilo del texto y de los comentarios, en particular en lo referente a Almodóvar (que a mí personalmente me parece un director muy mediocre), me ha surgido evocar una cita muy ilustrativa, y en mi opinión muy acertada, de Sidney Lumet:
“Los críticos hablan del estilo de un director como si fuera algo separado de la película porque necesitan que el estilo sea algo obvio. Y la razón que necesitan para que sea así es que no saben ver el estilo que no sea obvio. Si la película parece un anuncio o usa muchos teleobjetivos, eso es estilo para ellos. El estilo de Ran nada tiene que ver con el de Los siete samuráis y las dos son de Kurosawa. Tampoco el de El padrino y Apocalypse Now y las dos son de Coppola. El estilo debe tener una conexión orgánica con el tema de la película. Hay que saber diferenciar a los estilistas de los decoradores, que se reconocen enseguida. Y a los críticos les encantan los decoradores”.
Besos
Jajajajaja, mi querido Alfredo, no me considero una decora-crítica. Lumet dice algo muy valioso y que tiene mucho que ver con su filmografía también y con la de otros, cada película pide su propio estilo. Ya sabes que soy una enomorada de varias películas de este director.
En el caso de La sustancia, creo que su directora (no he visto más de ella) crea un estilo visual que acompaña totalmente a la historia que quiere contar y al tono que consigue a mi parecer.
Para mí Almodóvar independientemente de que guste o no ha logrado crear, como otros cineastas, un universo concreto con el cual se conecta o no. Y en ese universo habitan unos colores, unas localizaciones, una manera de moverse y actuar, un vestuario, unos decorados (jajaja), una atmósfera, unos personajes, un género sobre todo (melodrama) que le permite contar sus historias.
Beso
Hildy
Hola Hildy:
Seguro que me encontraré esta peli en alguna plataforma en un futuro, y puede que la vea y no descarto que me pueda llegar a gustar (quizá gustar sea demasiado) interesar. Pero la pequeña pantalla te permite escaparte de un visionado desagradable o aburrido, y la gran pantalla no, aunque solo sea porque no quieres molestar al espectador que tienes detrás al levantarte de tu asiento. Solo me he ido un par de veces del cine. Intento aguantar. He querido marcharme o no haber entrado en la sala en varias ocasiones, supongo que como todo el mundo, pero la gran pantalla tiene algo hipnótico que hasta me impide dormirme. En cambio, en casa, la modorra me embarga con frecuencia, o la desatención. Es por ello que esa parte desagradable de “body horror” (subgénero del terror que siempre me ha asqueado bastante) que sé que tiene el film, y del cual no podría huir en la sala de cine, me tira para atrás. Cada vez me apetece menos pasarlo mal en el cine. Y menos aún pasar asco. Pero me alegro que la pobre Demi Moore, con una carrera cinematográfica entre discreta y penosa, tenga un título de prestigio en su haber.
Hablando de prestigio, me hace gracia que en eso del “body horror” siempre se cite a David Cronemberg, (sin duda lo ha practicado) y a David Lynch (mucho menos) Me parecen referentes muy cultos cuando sus practicantes más irredentos son gente como Stuart Gordon o Brian Yuzna, sin duda referentes menos prestigiosos para crítica y “autoras”
Por último, lo que esta peli nos demuestra es que hay una generación de directoras que están tomando el género de terror y demostrando que pueden hacer obras duras, extremas y provocadoras. Directoras como la de “La Sustancia” Coralie Fargeat directora antes de “Revenge”, vuelta de tuerca a otro subgénero el “rape and revenge” (hay nombres para todo), Julia Docournau ( “Crudo”, “Titane”), Rose Glass (“Saint Maud”, “Sangre en los labios”) Karyn Kusama ( “Jennifer’s body,” “ La invitación” )Pues está muy bien, supongo, lo que pasa es que no me apetece ir a verlas al cine.
Feliz día de Todos los santos
Lilapop
¡¡¡Querida Lilapop, seguro que puedes verla tranquilamente en una plataforma en el futuro!!! Visualmente es superpotente. Jajajaja, yo estuve cerrando bastante los ojos porque tengo pánico a las agujas en la piel… y en La sustancia hay agujas que se clavan a porrillo.
Sí, apuntas algo muy interesante y es cómo una generación de mujeres están realizando interesantes incursiones en el género de terror. Apunto una más a tu interesante ciclo: Babadook.
Beso
Hildy