La sustancia (The substance, 2024) de Coralie Fargeat

La sustancia, un body horror que esconde una fábula triste.

La sustancia tiene sustancia, permitidme el obvio juego de palabras. De pronto, hay películas que generan discusiones, debates, análisis, opiniones contrarias e incluso empujan a gente que habitualmente no va a salas de cine a animarse a hacerlo. Y escribir sobre ellas no solo es apasionante, sino todo un reto, porque también hay avalancha de textos sobre la película en cuestión, tocando además los más variados temas.

La película de Coralie Fargeat entra por los ojos desde el primer fotograma. Visualmente no solo tiene fuerza, sino una manera de contar la historia en imágenes que se queda grabada en la mente. Con dos secuencias brillantes nos sitúa en el meollo de la historia. Por una parte, un experimento nos hace ver cómo con una inyección nace de una yema de huevo, una versión mejorada de esa yema…

Por la otra, en el suelo del Paseo de la Fama, se pone una nueva estrella con el nombre de Elisabeth Splarkle (Demi Moore) y solo enfocando esa baldosa vemos el paso del tiempo y la historia de esta mujer, una actriz de éxito, que va cayendo poco a poco en el olvido. Así ya sabemos que hay un experimento en marcha capaz de crear un alter ego mejor del original y conocemos el posible sujeto que va a someterse a dicha prueba.

Pronto sabemos que Elisabeth Splarkle, una bellísima mujer madura, ha conseguido una segunda oportunidad profesional al frente de un programa de fitness en la televisión. Solo que justo el día de su cumpleaños, se entera de la manera más cruel, por el bocazas y mediocre productor de la cadena (Dennis Quaid), que va a ser relevada y que están buscando a una mujer mucho más joven.

Ante tal noticia, su mundo perfectamente organizado y con una fachada sin grietas se resquebraja. Si hemos conocido a una mujer en su mundo perfecto, a partir de la noticia, todo empieza a ir mal hasta sufrir un terrible accidente. Una vez rota y desesperada en el hospital, un misterioso enfermero le dará la llave hacia al cambio: una pendrive con un número de teléfono.

Coralie Fargeat construye una fábula tremendamente triste sobre una mujer sometida a los dictados de la imagen y que se da cuenta de golpe que hacerse mayor y envejecer la expulsa del mundo, la invisibiliza. Elisabeth Splarkle no soporta hacerse mayor y cada vez le cuesta más mirarse en el espejo, así que decide dar un paso. Se somete al misterioso experimento. A partir de ella, que se convierte en matriz, nace una versión mejorada: una hermosa joven a la que le llueven las ofertas (Margaret Qualley).

Solo que hay un único inconveniente para el éxito del experimento. Una voz misteriosa que le atiende por teléfono le dice la clave: «Ambas sois una, sois la misma persona». Pues el proceso de mantenimiento no es fácil, sino de lo más aparatoso, y tienen que estar unidas para que funcione. El secreto es cuidarse la una a la otra, porque son la misma persona. Tienen que alternar sus vidas: siete días una, siete días otra. Solo que pronto olvidan la premisa y entonces llega la pesadilla.

La película es un body horror, un subgénero cinematográfico que ha tenido a sus reyes, David Cronenberg (La mosca) o John Carpenter (La cosa). La películas de body horror giran alrededor de alteraciones, normalmente horribles, del cuerpo humano. El cuerpo es el protagonista absoluto y su metamorfosis el espectáculo a seguir.

La sustancia se construye por los procesos distintos que sufre el cuerpo de Splarkle: el idealizado (al que todo el mundo aspira y por el que se hacen locuras), el envejecido (ese que en la imagen audiovisual siempre asusta o es rechazado) y el monstruo, que refleja el fracaso de Elisabeth Splarkle, pues matriz y versión mejorada deciden ir a su rollo y a ser posible hacerse daño mutuamente, sin tener en cuenta que está luchando contra ella misma. Eso es lo más triste el fracaso tiene que ver con una mujer rota que ya no se quiere.

La sustancia no solo es imagen también el sonido juega su papel. La combinación de imagen y sonido cada vez va perturbando más al espectador hasta que se ve sumergido en una pesadilla grotesca. La fábula de Coralie Fargeat tiene explosión final de sangre y vísceras. Es la historia de la destrucción de una mujer atrapada por los dictados de la imagen. El despliegue de horror y pesadilla que sufre Splarkle es tan cruel que no se puede evitar la risa nerviosa. Y, sí, puede resultar una explosión excesiva y una violencia remarcada, pero finalmente solo mueve a la compasión hacia el personaje principal.

Algo realmente interesante en La sustancia es como Coralie Fargeat bebe de muchas fuentes y, sin embargo, logra que su película se convierta en toda una experiencia visual. Porque en esa película hay literatura y mucho amor al cine. En la odisea y metamorfosis de Elisabeth Splarkle no solo hay huellas de los reyes del body horror, sino también está el drama de la madrasta de Blancanieves frente al espejo, el desdoblamiento del doctor Jekyll y mister Hyde y la trampa del cuadro de Dorian Gray.

En el drama de esta actriz, con su maravilloso abrigo amarillo (como la yema de huevo del principio, como sujeto del experimento), hay ecos de los festivales pirotécnicos de imágenes de Brian de Palma; de la perfección geométrica de los espacios donde, de pronto, irrumpe el horror de Stanley Kubrick; está esa inquietud y ese misterio de una corporación fantasma que provoca el cambio y la transformación a lo Plan diabólico de Frank Frankenheimer; la decadencia y compasión hacia una artista a lo Crepúsculo de los dioses o la condena de la vejez…

Otro motivo para hundirse en el delirio que ofrece La sustancia es celebrar el riesgo que asumen sus actores principales con sus roles. Una Demi Moore frente al espejo dejando al descubierto las huellas del tiempo; una Margaret Qualley, como una especie de replicante perfecta exigiendo más tiempo y espacio y un Dennis Quaid, que logra convertirse en todo un tipo despreciable.

La sustancia no deja indiferente. Difícil olvidar esa estrella en el paseo de la fama con el triste rostro de una Demi Moore, mirando las estrellas, como si fuese la medusa de Caravaggio.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

2 comentarios en “La sustancia (The substance, 2024) de Coralie Fargeat

  1. Hola Hildy
    Según te iba siguiendo y, supongo llevado por esa larga cicatriz, me venían imágenes de Cronenberg pero de la doblemente «pesada» -doble ración del «herrero» Irons- «Dead Ringers, Inseparables». Otro «guiño» que imagino yo sólo es que relaciona a la Moore con la Qualley; alto duelo entre la «siliconada» y la hija de su «rival», representando a la «fresca naturalidad», Andy MacDowell.
    Un saludo… y ¡Felices sustos! Manuel.

  2. Manuelllll, amigo, me lo pasé muy bien viendo La sustancia, y eso que salen tropecientas agujas que se clavan en los cuerpos y yo no puedo con las agujas.
    ¡¡¡Es tan excesiva, tan potente visualmente!!! Siempre está pasando algo, sonando algo, siempre te sorprende.
    Buen duelo el de Moore y la Qualley.
    Las dos, arriesgan en esta película.
    Y creo que ambas salen bien paradas.
    Es una locura muy divertida dentro de la tristeza de historia que te está contando.
    Es una rayada para dejarse llevar y disfrutarla a tope.
    Eso sí, no se la recomendaría a todo el mundo.

    Beso
    Hildy

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