Cerrar los ojos es una reflexión serena sobre la importancia de la mirada. Sin mirada no hay cine. Sin esa fascinación por lo que se mira y ese reconocimiento a través de la mirada del otro no habría existido el cine ni se hubiesen construido esas historias que aún hoy nos fascina admirar… a ser posible en pantalla grande.
Cerrar los ojos cultiva varias formas de poder disfrutarla. Su mecanismo desvela infinitas películas en una. Es de esos largometrajes que dejan poso y va siendo más hermoso tras la reflexión, el recuerdo y las ganas de un nuevo visionado.
Cerrar los ojos encierra un canto de amor al cine analógico, cuenta que el cine tal y como lo conocíamos es una reliquia del pasado, pero con una esperanza: que la capacidad del séptimo arte para continuar fascinando sigue viva. Es difícil resistirse a la belleza de una secuencia hermosa.
Cerrar los ojos es una historia sencilla y cercana, la más asequible de Víctor Erice. Habla de una desaparición y un reencuentro. Habla del olvido y la memoria. De la nostalgia y el recuerdo.
Cerrar los ojos es un ejercicio de metacine, puro cine dentro del cine, pero también oculta entre sus fotogramas la filmografía de Víctor Erice y su manera de entender el cine. Ahí está la Ana de El espíritu de la colmena y la fascinación ante la imagen, así como el reconocimiento. Se evoca ese Sur y esa búsqueda de un sitio donde volver. La belleza del proceso creativo, el arte de mirar, de El sol del membrillo… La sombra y huellas de Juan Marsé y ese embrujo de Shanghai soñado. Toda una caligrafía de sueños…
Cerrar los ojos atrapa el gozo de las emociones de una manera de vivir el cine, ese cine analógico que todavía vive y no desaparece. Y regala un personaje que es todo un guardián. Max Roca, el montador de esa película inacabada (La mirada del adiós) de la que solo se rodó la primera y última secuencia, distribuidor que guarda en su almacén rollos y rollos de celuloide y coleccionista con carteles de cabecera como Monsieur Verdoux de Charles Chaplin y Los amantes de la noche de Nicholas Ray. Proyeccionista, que aún sabe utilizar esos megaproyectores que se alimentaban de bobinas y que le importa cómo se refleja una película en la pantalla. Este buen amigo dice que los milagros terminaron cuando murió Dreyer, pero todos sabemos que sigue creyendo a pesar de los pesares en ellos, pues no pierde la esperanza.
Cerrar los ojos habla de la fascinación de ver cine en una sala. La emoción de entrar a una vieja sala vacía con su patio de butacas, su enorme pantalla y la cabina de proyección. Y recupera la magia de ser un espectador de cine. La oscuridad, el zumbido del proyector y esas imágenes reflejadas en una pantalla blanca para ser miradas y cerrar los ojos ante su belleza. Ante el reconocimiento de estar viendo algo que merece la pena ser mirado.
Cerrar los ojos es la película que se haga cada uno. La mía encierra tres momentos musicales. Esos momentos son los que me emocionan y hacen que quiera volver a ella. Una historia de amor imposible encerrada en las notas de un piano, el deseo de morir de amor… El protagonista, el director de cine Miguel Garay, visita a un amor del pasado, Lola. Y le pide, por favor, que le cante esa canción que le gustaba tanto. Después de un intento fallido, da con la pieza deseada: La canción y el poema de Alfredo Zitarrosa con los versos de Idea Vilariño… «Quisiera morir, ahora, de amor, para que supieras cómo y cuánto te quería». Ninguno de los dos muere…, pero se miran y sonríen.
Un momento de pausa y felicidad, esos que te depara la vida sin darte cuenta. Una reunión nocturna de vecinos al aire libre y una guitarra. En el Sur. Con buena comida, bebida y un perro tranquilo. Una petición a Miguel Garay, que cante esa canción que les gusta tanto de esa vieja película. Y, de pronto, recuperar la atmósfera cálida alrededor de la letra de My Rifle, My Pony and Me. Revivir un momento de un western maravilloso, camaradería pura de Howard Hawks y Río Bravo. Realidad y cine.
Y por último un tango para mostrar la complicidad que hubo entre dos amigos. Uno recuerda, el otro no tiene memoria. Pero una canción de Gardel les une de nuevo. Y es un momento mágico, un milagro a lo Dreyer. Ahí está ese director que dejó su película inacabada y ese galán sin memoria que desapareció un lejano día… Y los dos entonan:
«Caminito que el tiempo ha borrado,
que juntos un día nos viste pasar,
he venido por última vez,
he venido a contarte mi mal…».
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.
Acabo de leerte y me he emocionado y se me ha llenado la mente de recuerdos…y muchos de esos recuerdos van unidos a la música maravillosa, que llega directa al corazón, de un tango…. Gracias
Hola Hildy querida!
la vi hace unas semanas, cuando pude conseguirla de aquella manera para verla en casa, porque ni donde vivo ni a menos de 130 km, se proyectó en cines. Me dejó un gusto raro y creo que quiero verla de nuevo -eso es buena señal- aunque por momentos, a pesar de su profundidad y su mensajería, que tan bien relatas, me pareciera una peli del peor Garci, y eso no es buena señal.
A pesar de su calma y su relativa sencillez, que ves perfectamente, creo que destila mucha decepción, mucha mala sangre que le corre por las venas a Erice a causa de los palos recibidos y que «elegantemente» saca a flote. Eso no me gusta, ni algunos diálogos algo impostados, y una puesta en escena para mi gusto irregular, que incluye -a lo peor es que yo he conseguido el polémico montaje que estaba sin rematar- incluso algún fallo de continuidad y mucho plano sin profundidad de campo, que son cosas que acepto de un pipiolo digital, pero no entiendo en un cineasta analógico y meditabundo como él.
En fin, que me gusta la concepto, me encanta el final, me emociona por momentos, pero le faltan cosas que cuando vuelva a verla sabré si no están o es que yo no las encuentro.
Un besazo!
Hola Hildy
Me ha gustado mucho tu narración de la peli. Incluso con ese «giro de guión» final que parece una puesta al día a lo KarateKid -lo más opuesto a Erice-; has transformado el «dar cera, pulir cera» en «cerrar los ojos, abrir los oídos».
Un saludo con sol del membrillo al sur de febrero, Manuel.
Queridísima María Rosa, cómo nos gustan a las dos los tangos. El tango y el cine hacen un buen binomio, ¿verdad? No estaría mal darle un repaso.
Beso
Hildy
Manuel, querido mío, te digo que las sensaciones que describes las tuve al principio… Sobre todo cuando pasa de la primera secuencia de «La mirada del otro» a la actualidad y a ese programa similar al de Paco Lobatón… hasta que llegó la primera canción, pero sobre todo «My Rifle, My Pony and Me» y entonces empecé a verla con otros ojos. Y es de esas películas que después de vistas las voy reflexionando más y voy hallando más cosas de las que pienso. Es también de esas películas que en un principio estoy mirando fríamente (me ha costado ponerme a verla) y, de pronto, un clic en mi cabeza hace que mi mirada se convierta en otra.
Ahora te digo que la vería otra vez y sé que la disfrutaría aún más, precisamente por lo que digo. «Cerrar los ojos» contiene muchas películas dentro y en cada visionado se irán desvelando…
Beso
Hildy
Manuelllll, jajaja, cómo me ha gustado ese lema a lo Karate Kid, «cerrar los ojos, abrir los oídos». Es esa película, en este primer visionado, esa cadena de canciones la que me ha ido enganchando a Cerrar los ojos de Víctor Erice y descubrirla y reflexionarla y disfrutarla.
Beso
Hildy
A mi me dejo fascinado, reflexivo hasta que me dormí esa noche. De acuerdo que no es redonda y tiene altibajos, pero encierra mucha más magia que cualquier otro filme de este siglo. Yo la situaria por encima de las que más valoraba de estos 24 años, la favorita, retrato de una mujer en llamas y the happy prince, me ha tocado más.
Querido Antonio, sí, efectivamente. Como dices es una película, que deja poso. Te hace pensar. Encierra mucho entre sus fotogramas. A mí no es la que más me ha deslumbrado de estas dos décadas que llevamos de siglo, pero sí me ha hecho pensar mucho y dentro de película sobre cine dentro del cine me ha llegado e interesado mucho.
Beso
Hildy
Totalmente de acuerdo. Escribo desde Valladolid, todavía con la vergüenza de uqe hace muy poco en mi ciudad se dieranlos Premios Goya sin hacer ni alusión a Erice. Es, sin duda, el gran cineasta del Siglo XXI como Buñuel lo fue del Siglo XX, con esta película que tiene a profundidad del amor y el conocimiento. Yo he visto mucho cine, desde niña, pues mi padre regentaba una sala de cine en Palencia y yo acudía con él a diario. He visto muchas películas nostálgicas del cine, pero todas me han parecido falsas. Por primera vez, en Cerrar los ojos, he encontrado la verdad de lo que fue el cine nuestro, que Erice ha hecho inolvidable. No sé cómo lo ha conseguido, pero lo ha conseguido.
Bienvenida, Esperanza
Gracias por regalarnos ese recuerdo precioso del cine que regentaba tu padre en Palencia, al que acudías a diario. Y qué bonito que Erice con «Cerrar los ojos» te haya parecido auténtico, que ha sabido captar lo que es el cine. Ese es sin duda su mejor Goya, que los espectadores vean verdad en su manera de mirar el cine..
Beso
Hildy
Buenísima reseña de esta película, la última de Víctor Erice. La acabo de ver y me ha gustado, especialmente la segunda parte (la película se divide en dos partes muy diferenciadas). Desde luego la actuación de José Coronado es de altura. También la pausada trama que se va desgranando entre referencias cruzadas a otras películas de Erice, como tú muy bien comentas, entre ellas la presencia de una Ana Torrent madura, ¡qué lejos queda ese «Espíritu de la colmena»!
De nuevo enhorabuena por tu reseña.
Abrazos!!
Querido Ethan, muchas gracias por tu comentario. Sí, a mí a partir de la canción de Río Bravo ya me enganchó hasta el final. Sí, Coronado está magnífico.
Lo de Ana Torrent es emocionante.
Es una película que puede que en un principio puede que no te toque, pero luego no te abandona y la vas meditando y va gustando más.
Beso
Hildy
Creo que lo único que separa esta película de la obra maestra es, precisamente, la parte televisiva. Ni la actriz ni el tratamiento de ese segmento me convencen. Por todo lo demás, es una obra cumbre, lo mejor del cine español de este siglo sin lugar a dudas, a la altura o por encima de esas películas europeas que vemos que otros países producen y que nos preguntamos atónitos por qué demonios tenemos que conformarnos aquí con Bayonas, Atresmierdas, peliculitas con recadito moral y demás mandangas.
De toda la inmensa cantidad de detalles y referencias, mi favorita, que incluso me hizo lanzar una exclamación en voz alta en la sala de cine, fue descubrir el libro que traduce el protagonista, las memorias de Michał Waszyński, algo que, evidentemente, no es ni remotamente por azar, y que vuelve a subrayar el tema fundamental de la película: la ilusión, tanto en lo referente a lo líquido o gaseoso del concepto de identidad como en relación con el propio cine.
Besos
¡¡¡Todavía sigo sin ver el documental que me recomendaste, así que me sirve de recordatorio!!! El príncipe y el Dybbuk…
Sí, esa primera parte con el programa de televisión fue lo que más me costó, una vez superado me dejé llevar totalmente por la propuesta visual de Erice y por cómo me contaba la historia.
A mí el uso de las tres canciones me sigue fascinando… Ese Caminito me llega al alma.
Beso
Hildy