William Faulkner y Hollywood. Vivamos hoy (Today We Live, 1933) de Howard Hawks, Richard Rosson / Relato Tierra del Oro (Golden Land, 1935)

 

William Faulkner fue uno de los guionistas de Vivamos hoy. El escritor adaptaba al cine uno de sus relatos.

Todos los caminos me han llevado a William Faulkner. Me gusta que una cosa me conduzca a otra y más allá. Esta vez me apetecía descubrir una película de los años treinta. Y me decanté por Vivamos hoy. Me apetecía mucho por varios motivos. Primero que era una película bélica sobre la Gran Guerra, siempre me interesa este tema, pues hay una filmografía valiosa alrededor de este acontecimiento histórico. Segundo, en su reparto está una actriz que me gusta mucho y de la que estoy tratando de ver prácticamente toda su filmografía, Joan Crawford.

Tercero, me atraía mucho su reparto masculino: Gary Cooper, Robert Young y Franchot Tone. Cuarto, la presencia en la dirección de Howard Hawks (aunque también estuvo codirigiendo con él un mucho más desconocido y olvidado Richard Rosson, que también había sido actor de cine mudo, y había trabajado ya junto con Hawks en Scarface) con largometrajes en su haber que han definido mi pasión por el cine.

Y quinto y el motivo de esta entrada: uno de sus guionistas fue el escritor William Faulkner. Y además en este caso adaptaba uno de sus relatos, Viraje (Turnabout). Así que en Vivamos hoy se cuenta una historia sobre la Gran Guerra y esconde, tras la cámara, otra apasionante: aquellos rodajes pre-code en el Hollywood del sistema de estudios. Esta película es el principio de una larga amistad: la del director Howard Hawks y la del escritor William Faulkner. Esta obra fue su primera colaboración juntos, pero no la última. La mano de Faulkner también puede encontrarse en Tener y no tener y El sueño eterno.

Como para muchos autores que pisaron la meca del cine no fue un camino de rosas y sí una senda de frustraciones, pero era un modo rápido y fácil de poder ganar dinero. William Faulkner trabajó en guiones que nunca se rodaron o en otros donde no se acreditó su presencia. En Vivamos hoy sí firma. ¿Es una de las mejores películas de su director? No. ¿Es una de las mejores películas de los actores mencionados? Tampoco. ¿Es una de las mejores películas sobre la Primera Guerra Mundial? No. Pero lo que uno no puede negar es que es un largometraje muy especial por muchos motivos… y es, a pesar de los pesares, puro Hawks. Es una película tremendamente entretenida y con un montón de elementos en su trama interesantes. Y además ha hecho que William Faulkner vuelva a mi vida, que llevaba mucho tiempo muy lejos.

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Siempre nos quedará el western. El Dorado (El Dorado, 1966) de Howard Hawks/La venganza de Ulzana (Ulzana raid’s, 1972) de Robert Aldrich

El western es un género que siempre me depara buenas sorpresas. Un género con historia, con evolución e innovación. Un género que sigue vivo, que tiene muchas miradas que ofrecer. Que cuenta entre sus títulos con clásicos, con westerns crepusculares, otros increíblemente modernos u otros críticos con la historia que reflejan. Algunos directores se dedicaron de lleno al género e incluso crearon variaciones de una misma historia; como es el caso de Hawks, que aunque vienen de fuentes literarias diferentes, tanto Río Bravo como El Dorado forman una dupla de oro del western intimista, aunque por separado ambas son mucho más que puro entretenimiento. Y otros directores se dedicaron menos pero sin embargo sus westerns supusieron una evolución en el género, como Robert Aldrich, que encauzó el género a una mirada menos poética e idealista y sí a una mirada más violenta, crítica y realista, de perdedores supervivientes con una vuelta de tuerca a los estereotipos. Otra lectura a la historia del salvaje Oeste.

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Boris Karloff. Más allá del terror. El código penal (The criminal code, 1931) de Howard Hawks/La momia (The mummy, 1932) de Karl Freund

Nadie puede negar que Boris Karloff tenía un rostro peculiar… y un cuerpo especial. Nadie puede negar que su fisonomía le ‘obligaba’ a un tipo determinado de personajes. Nadie puede negar que se convirtió en uno de los reyes del cine de terror y de la Universal… pero Boris Karloff fue más allá del terror, su físico (y su manera de actuar) permitía otro tipo de personajes que ampliaba su registro. Y en el género de nuestros miedos favoritos aportó la vulnerabilidad y fragilidad del monstruo. Un ser diferente y rechazado que sólo busca alguien que le quiera…

A pesar de lo siniestro de su rostro, de sus proporciones aparentemente enormes… lograba que el público lo quisiera y se identificara con él. Cuentan sus biografías que era una buenísima persona… y claro eso no podía disimularse. De alguna manera la cámara de cine no lograba borrar las huellas de un hombre afable.

Así el viejo baúl de películas recupera dos obras donde Karloff muestra sus diferentes matices. Una maravilla de los primeros años de Howard Hawks y uno de sus personajes canónicos en el cine de terror, la momia Imhotep. Además ambas tienen el encanto (e interés) de ser anteriores al código Hays y se nota en lo que cuentan y cómo lo cuentan.

Cine carcelario

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Cine carcelario del bueno. Howard Hawks vuelve a demostrar que en cualquier género fue de los mejores (comedia, western, gánsteres, cine negro, cine carcelario…). Me apetecía mucho esta película y ha colmado mis expectativas. Primero porque sus personajes no son planos, cada personaje no es ni claramente malo ni claramente bueno, son ricos en matices, reales. La historia tampoco es plana y atrapa desde el principio. El código criminal al que alude el título se convierte en una metáfora para reflexionar y debatir (que aún hoy sirve): ¿es el sistema carcelario el mejor de los sitios para ‘transformar’ a un hombre a través del castigo, represión y reclusión? ¿La justicia es igual para todos y es imparcial?

Hawks imprime como siempre un buen ritmo a la narración cinematográfica además de ser virtuoso en ella buscando soluciones de puesta en escena que aún hoy funcionan e impactan. Y por otra parte se rodea de un buen reparto coral lleno de rostros de actores de carácter. Además realiza un cine social que pone en cuestión los métodos llevados a cabo en las cárceles estadounidenses y además (no existía el código Hays) lo representa sin nada que ocultar.

La sorpresa no es Walter Huston (en papel carismático y complejo de fiscal que quiere llegar a gobernador y pasa a ser alcalde de un centro penitenciario donde muchos de sus presos están ahí por sus sentencias…) que no decepciona sino Boris Karloff y Phillips Holmes.

Aquí Boris Karloff es un recluso llamado Ned Galloway que tiene una ‘cita pendiente’ y muchos años para cumplirla con el carcelero más severo. Galloway desarrolla una relación de amistad y protección con sus dos compañeros de celda, el joven Robert Graham (Phillips Holmes) y Jim Fales (Otto Hoffman) que está elaborando un plan para huir. Ned Galloway tiene el rostro y el físico de un delincuente común muy peligroso y sin embargo desarrolla un sentido de protección hacia su joven compañero así como solidaridad con los demás reclusos que le lleva a actuar hasta el extremo cuando uno de los presos se salta el ‘código’ que funciona entre ellos (entre otras cosas el no ser un delator). Pero también muestra su honestidad cuando ve que su acción va a perjudicar al joven que él protege… Así Boris Karloff ofrece todos estos matices en un personaje que se convierte en una presencia inolvidable. El papel del delator también está tratado con profundidad más cuando la película nos muestra a un hombre desesperado y asustado capaz de todo con tal de salir de allí.

El otro descubrimiento es Phillips Holmes, un bello y delicado actor que protagonizó varias películas de interés durante los años treinta (por ejemplo, Una tragedia americana). Aquí pone rostro a un joven recluso con muy mala suerte al que la monotonía de la cárcel y el encierro durante sus años de juventud le minan como persona convirtiéndose en un muerto en vida y con peligro de perder su salud mental. Sin embargo la aparición de la hija del alcalde (Constance Cummings) le hará recuperar la esperanza… Phillips Holmes no pudo seguir su interesante carrera cinematográfica porque durante la Segunda Guerra Mundial perdió la vida durante un vuelo.

Terror y romanticismo

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… La Universal se había convertido en el estudio estrella de un universo terrorífico de criaturas temibles. Una de ellas fue la momia Imhotep que contaba además con el rostro de una de las estrellas del género, el inconfundible Boris Karloff. Lo valioso de esta película (la más famosa del realizador Karl Freund que además fue camarógrafo de Murnau, Lang y Lubitsch) es que va más allá del terror, como su personaje principal la momia (y por lo tanto Boris Karloff).

No es sólo la historia de una maldición. Ni de una momia que recobra la vida y además siembra el terror y la muerte en El Cairo. Sino que se convierte en una triste historia de amor no correspondido donde Imhotep lucha a lo largo de los siglos por recuperar a su princesa amada (que se ha ido reencarnando a lo largo de la historia y ahora es una moderna joven)… y cuando está a punto de conseguirlo (…después de haber sido embalsamado vivo por ella y haber sufrido lo insufrible por amor), descubre que su amada no va a sacrificarse por él e incluso pone los ojos en un joven aventurero y prestigioso arqueólogo…

Así Boris Karloff de nuevo imprime humanidad y vulnerabilidad al monstruo (capaz de causar terror y muerte) que sólo quiere recuperar a su amada y ser amado. Un cuerpo que resucita por amor. Nuestra empatía con el monstruo es inmediata cuando descubrimos que es un monstruo enamorado y además no correspondido…

Karl Freund realiza una puesta en escena de un realismo interesante que es invadido por lo extraño y misterioso. Un Cairo de los arqueólogos pioneros, de los descubrimientos apasionantes… donde una momia puede cobrar vida y por eso hacer perder la razón a un joven y ansioso aventurero. Y donde esa misma momia transformada en un extraño guía puede hacer ver el pasado a una joven moderna (que es la encarnación de la princesa) como si se tratara de una película de cine mudo…

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