Sesión triple. Claude Sautet y Romy Schneider y los laberintos del amor

De pronto hay directores de los que se habla poco y tienen, sin embargo, una filmografía que merece la pena rescatar. Claude Sautet tuvo un encuentro afortunado con Romy Schneider y nacieron tres películas seguidas sobre el amor, como sentimiento complejo y difícil de analizar.

Además del director, la actriz y el amor; las tres películas tienen varios nexos en común. Las tres tienen secuencias importantes mientras sus personajes están conduciendo. Los coches, las calles y las carreteras son siempre parte de la historia. El humo de los cigarrillos campa sin parar en cada uno de los fotogramas. Siempre en ese análisis del amor en crisis, hay un tercero. Es decir, el amor es a tres bandas. De alguna manera, en cada una de las historias hay presencia de la chatarra. También reflejan un momento histórico donde la revolución sexual de la mujer ya no tiene vuelta atrás y donde los hombres se encuentran perdidos en su masculinidad. Y no quiero olvidarme de un detalle más: en las tres sale Michel Piccoli (aunque en una de ellas su presencia solo sea su voz en off).

Pero a la vez Claude Sautet realiza tres películas muy diferentes, hasta en los géneros que emplea y cómo nos cuenta estas historias. Ahí radica también la sorpresa que provocan y lo que atraen todavía: su forma de contarlas.

Las cosas de la vida (Les choses de la vie, 1970)

Las cosas de la vida es una ristra de recuerdos y de ensoñaciones de un hombre moribundo. La película arranca con un brutal accidente de coche que sufre Pierre (Michel Piccoli), un arquitecto que se encuentra en la plena madurez. Sautet aplica la creencia de que momentos antes de morir a una persona le pasa su vida por los ojos. Desde el momento del accidente hasta que recibe auxilio y lo llevan al hospital, Pierre rememora su existencia, sobre todo los últimos acontecimientos que le han marcado, y que tienen sobre todo que ver con las personas a las que ama. Así se construye un drama romántico sobre un hombre en la encrucijada.

Pierre se encuentra en la cima de su éxito en su profesión, y está experimentando un dulce momento sentimental, pero con nubarrones en el horizonte. Ama a su pareja actual, Helène (Romy Schneider), con la que además tiene pendiente un viaje importante. Sin embargo, él se siente muy unido todavía a su ex esposa Catherine (Lea Massari) y a su hijo, además de notar que su anciano padre depende más de lo que cree en él. Antes del accidente Pierre tiene un dilema: todavía siente por su mujer y le es difícil asumir que ella también emprenda otras relaciones; no quiere descuidar la relación con su hijo y le entran dudas de si quiere comprometerse a fondo con Helène.

De hecho, tras una discusión con esta última, él le escribe una carta diciéndole que es mejor que lo dejen. Cuando está a punto de enviarla desde una oficina de correos, se arrepiente y se la mete en el bolsillo. Lo que hace es llamarla y dejar un recado, pues ella no está en ese momento, para decirle que la espera en un hotel… impaciente. Quiere que los dos se reúnan ya, y no estar separados ni un segundo más. Lo malo es que cuando está malherido, él recuerda la existencia de esa carta, y teme que llegue a las manos de la mujer que ahora está seguro que ama.

Y ese es el motivo y el suspense que dispara todas sus emociones mientras espera ser socorrido. La película es una ristra de recuerdos y emociones, como de alguien que le cuesta pensar o que está en un estado de semisueño. De hecho hay dos niveles: la cabeza de Pierre y todas las imágenes que esconde y los hechos reales que acontecen mientras yace en el suelo o le llevan urgentemente al hospital. Claude Sautet recrea desde todos los puntos de vista posible el accidente de Pierre, pero más como una vida perdida en un momento desafortunado, que como algo visiblemente violento o desagradable. Una rueda que da vueltas en solitario; un coche que arde, convertido en chatarra; los objetos personales de un hombre esparcidos sobre la hierba, ese hombre tumbado malherido, y tapado con una manta, ante la mirada de curiosos…

De esta forma, en la película se consiguen imágenes, a veces, oníricas y de gran belleza, que o cuentan hechos pasados o lo que le gustaría que ocurriese en un futuro. Así el rojo de las amapolas que hay en el suelo donde está tumbado puede fundirse con un traje rojo de Helène. Claude Sautet cuenta con una sensibilidad y una melancolía especiales las cosas importantes de la vida… cuando estás a punto de perderla. Y cómo a pesar de los pesares el amor es, a veces, un torbellino difícil controlar.

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Tiempo de comedia (3). Rufufú (I soliti ignoti, 1958) de Mario Monicelli / Atraco a la tres (1962) de José María Forqué

Rufufú (I soliti ignoti, 1958) de Mario Monicelli

Rufufú, o la narración del robo de un grupo de entrañables perdedores italianos.

No hay duda, los italianos son muy buenos en la tragicomedia. Y un buen ejemplo es Mario Monicelli y Rufufú. El director italiano maneja un guion donde se modela y se quiere a cada uno de sus personajes: humildes, de los bajos fondos, pícaros y supervivientes, cada uno a su manera. Y los coloca en su hábitat natural, la ciudad: nos colamos en sus viviendas, en las callejuelas, en las cárceles, en los orfanatos, en lo alto de los edificios (sus terrazas)… Durante un poco más de hora y media formamos parte de la vida de Peppe, Cosimo, Capannelle, Mario, Tiberio, Dante, Michele…

Cada uno con su historia particular: un boxeador sin éxito, un ladrón de poca monta en la cárcel con aires de mafioso, un huérfano que sobrevive con trabajos precarios y chanchullos, un fotógrafo sin empleo y padre de familia, un abuelo superviviente y otro que es un ladrón de la vieja escuela… También hay una galería de damas que les acompañan en la supervivencia: la hermana encerrada en casa para garantizar una buena boda, las empleadas del orfanato que son improvisadas madres, la pareja del ladrón de poca monta, la sirvienta que sirve de cebo (pero que enamora a uno de ellos), la esposa encarcelada por traficar con tabaco…

Como indica la traducción del título al castellano, una de sus fuentes es Rififí, de Jules Dassin, o, mejor dicho, todas aquellas películas de cine negro de atracadores que tratan de llevar a cabo un plan… y sus aciagos destinos (La jungla de asfalto o Atraco perfecto), todo un género en sí mismo. Pero también se inspira muy libremente en un relato corto de Italo Calvino (que puede leerse en Internet), Robo en una pastelería.

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Tiempo de comedia (2). Más extraño que la ficción (Stranger than fiction, 2006) de Marc Forster/ El cielo… próximamente (Defending your life, 1991) de Albert Brooks/Un espíritu burlón (Blithe spirit, 1945) de David Lean

¿Qué es lo que une a Más extraño que la ficción, El cielo… próximamente y Un espíritu burlón? Son tres comedias que indagan en el sentido de la vida y en el más allá. Durante épocas de crisis o de guerra, el cine indaga sobre la vida y la muerte, y nacen películas de corte fantástico como El fantasma y la señora Muir, Su milagro de amor, Jennie, El difunto protesta, La muerte de vacaciones, Liliom…, algunas de ellas en clave de comedia. Los que paseáis por este blog sabéis la predilección de Hildy por este tipo de películas. Por eso en esta serie de Tiempo de comedia, dejo tres más.

Más extraño que la ficción (Stranger than fiction, 2006) de Marc Forster

Más extraño que la ficción, una comedia con mucha poesía sobre la vida.

Cada vez que veo más veces Más extraño que la ficción, más me gusta. Sí, es una comedia melancólica y triste con un personaje gris…, brillante y poético, Harold Crick (Will Ferell). Y nunca mejor dicho, un personaje. Pues Marc Forster cuenta la historia de un inspector de Hacienda solitario que un día oye una voz que está contando su propia vida y que anuncia su muerte inminente e inesperada. Crick lucha desesperadamente por averiguar quién es la narradora y detener su destino. Y para ello busca la ayuda de un profesor de literatura (Dustin Hoffman).

Ante la incertidumbre de esa muerte cercana, Harold Crick empieza a meter el “desorden” en su ordenada y monótona existencia. Se atreve a disfrutar de los pequeños gestos, como comprarse una guitarra, cantar una canción o cuidar más su relación con un compañero de su oficina (algo cercano a la amistad). Y sobre todo se atreve a construir una hermosa historia de amor con una pastelera, Ana Pascal (Maggie Gyllenhaal), a la que le está realizando una inspección de su declaración. Ella es una insumisa de Hacienda. No paga todos los impuestos porque, aunque está de acuerdo y ve que son necesarios los gastos sociales, no apoya contribuir con su dinero a, por ejemplo, la compra de armas. Así que en un principio Crick tiene todas las de perder, la relación empieza desde la confrontación.

Y es conmovedor ver cómo Harold, que ha hecho una de las tareas que le ha puesto el profesor para ver qué tipo de narradora cuenta su vida (dicha tarea es dilucidar si esta es una comedia o una tragedia), corre a comunicarle que su trayectoria es una comedia porque la chica que tanto lo odiaba, ahora lo ama. Pues esa es una de las claves de toda buena screwball comedy.

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Cuatro pasos por las nubes (Quattro passi fra le nuvole, 1942) de Alessandro Blasetti

Cuatro pasos por las nubes

Maria y Paolo, dos buenas personas.

Gracias a Santiago, por descubrirme tantos títulos de cine italiano y volver así a emocionarme una y otra vez frente la pantalla

De pronto una se encuentra frente la pantalla con una película y se pregunta cómo es posible que todavía no la hubiese visto. Atrapada desde el primer fotograma hasta el último. Inevitable terminar con una lágrima y una sonrisa en mi rostro. Un momento donde las emociones fluyen a borbotones. Y esto es así porque ha pasado por mis ojos la historia de un hombre bueno y responsable, la historia de Paolo Bianchi (bravo por Gino Cervi). Y el Paolo de la primera secuencia, que despierta en su hogar, con una esposa antipática a su lado, unos niños durmiendo, y realizando las tareas de la casa y rituales diarios para enfrentarse a la batalla cotidiana y a una nueva jornada de trabajo, nada tiene que ver con el de la última, ese hombre que regresa de nuevo una mañana al hogar familiar y se le caen a los pies esos rituales diarios. Sufre vértigo y desmayo, algo parecido a la desesperación. Porque Paolo Bianchi ha tenido un paréntesis, dos días en los que realmente ha dado cuatro pasos por las nubes. Ha salido de su zona de confort y rutina para ser consciente de que ha rozado algo parecido a la felicidad. Y eso es un mazazo difícil de soportar. Y ese final, rompe al espectador. Además de mostrarle que algo se estaba gestando en el cine italiano.

Durante el periodo fascista se construyó Cinecittà y también el Centro Sperimentale di Cinematografía, y ahí nacieron y desarrollaron sus carreras grandes realizadores italianos. Alessandro Blasetti fue uno de los directores que trabajó durante este periodo, así pudo llevar a cabo una película bajo el impulso de Mussolini como La corona de hierro (1941), como sorprender con una tragicomedia delicada como Cuatro pasos por las nubes, con huellas notables y ecos de lo que sería el Neorrealismo. No hay más que mirar los créditos y descubrir como creador de la historia a Cesare Zavattini. Si se quiere ver a Blasetti en acción, no hay más que visitar una maravillosa película de Luchino Visconti, de su periodo neorrealista, Bellísima (1951), donde es este director precisamente el que en Cinecittá convoca un casting para seleccionar a una niña que actuará en su nueva película. Y ese casting es el principio del drama de una madre, Maddalena Cecconi (Ana Magnani), que se ciega porque su hija pequeña entre en ese mundo.

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Tres minicríticas y una noticia. Dobles vidas (Doubles vies, 2018) de Olivier Assayas/Gloria Bell (Gloria Bell, 2018) de Sebastian Lelio/ Leto (Leto, 2018) de Kirill Serebrennikov

Dobles vidas (Doubles vies, 2018) de Olivier Assayas

Dobles vidas

Entre conversación y conversación… la vida pasa.

Los cuatro protagonistas de Dobles vidas no paran de hablar en toda la película. Pero no solo eso sino que de diálogo en diálogo se articula una estructura que muestra que la vida va pasando. Entre conversación y conversación suceden cosas que cambian el devenir de la existencia de cada uno de ellos. Olivier Assayas construye un artefacto cinematográfico inteligente, una manera de contar que además hace reflexionar sobre el devenir cultural de los nuevos tiempos, esa revolución digital que está cambiando los hábitos, la percepción del mundo… Pero se detiene en otros temas: en la política, en el mundo editorial, en la interpretación o en la creación literaria y los límites de la realidad y la ficción. Entre debate y debate, discusión y discusión, somos testigos además de las dobles vidas de los cuatro personajes, de sus juegos de seducción, del mundo de las apariencias, de sus relaciones sentimentales e impulsos emocionales… Oliver Assayas capta el tsunami emocional de los personajes que viven en un mundo de cambios y revoluciones culturales… para mantener finalmente la máxima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que no solo sigue vigente sino que se ha convertido en un lugar común (como se discute en un momento dado en la película), “Hace falta que algo cambie para que todo siga igual”.

Un editor (Guillaume Canet), una actriz (Juliette Binoche), un escritor (Vincent Macaigne) y una asesora política (Nora Hamzawi) son los cuatro personajes centrales que van saltando de fotograma en fotograma, mostrando a los espectadores sus dobles vidas y ese paso del tiempo a través de la palabra para que al final todo siga su curso. Un reflejo del transcurrir del tiempo y  de cómo pasamos la mayoría de los días rodeados de palabras… o de los cambios que alteran nuestra vida poco a poco y las estrategias para que todo siga igual…

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10 razones para amar ¡Qué bello es vivir! (It’s a Wonderful Life, 1946) de Frank Capra

¡Qué bello es vivir!

Todo arranca en ¡Qué bello es vivir! por un hombre desesperado, George Bailey.

Razón número 1: La desesperación de un ser humano

Sin duda ¡Qué bello es vivir! muestra lo que significa llegar al límite, a la desesperación total y absoluta, lo que quiere decir estar harto de todo y no encontrar más salida que el suicidio. George Bailey siempre sabe cómo reaccionar y cómo llevar sus frustraciones y sueños rotos, también sabe disfrutar de la vida, es un hombre entregado a la comunidad, a los demás, y profundamente marcado por la filosofía de vida de su padre… Este nunca le pidió nada, pero le dejó un legado: de convivencia, de solidaridad, de responsabilidad, de llevar las cosas con calma, de intentar entender a todos (incluso aquel que te fastidia la vida)… George aguanta los golpes y las desilusiones de la vida, pero también disfruta a tope todo lo bueno. Sin embargo, va acumulando y acumulando sueños perdidos, y un día ocurre la hecatombe y no sabe cómo lidiar, está cansado, se enfurece con todo y con todos y se queda con las palabras de su peor enemigo, Henry F. Potter, quien le dice que vale más muerto.

George Bailey tiene el rostro de James Stewart y logra expresar la desesperación en su rostro. Desde que se abraza a su hijo pequeño, llorando; cuando sale toda su ira ante un adorno de la escalera de la casa que siempre se desprende o cuando responsabiliza por teléfono a la maestra de la enfermedad de una de sus hijas; mientras deambula por las calles de Bedford Falls; en la barra del bar… o en el puente desde donde pretende tirarse. Después de la Segunda Guerra Mundial y de todo lo que vivió James Stewart durante la contienda, el actor pudo expresar la desesperación. Te lo crees. Y es que ¡Qué bello es vivir! no es una simple y optimista película de Navidad. Tiene fondo, oscuridad y desesperación en sus fotogramas.

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Sesión doble de cine español. Verano 1993 (Estiu 1993) de Carla Simón / Abracadabra (2017) de Pablo Berger

Verano 1993 (Estiu 1993) de Carla Simón

Verano 1993

Miradas de la infancia

Verano 1993 tiene una mirada especial: la de una niña de 6 años, Frida. Una niña que precisamente en ese verano de 1993 tiene que enfrentarse a muchas cosas que no son fáciles: a la muerte de su madre; a entender qué es exactamente lo que ha pasado; a asimilar que no la verá más, ni podrá hablar con ella; a dejar su ciudad, Barcelona; a la vida en un pueblo; a ver a sus tíos y a su pequeña prima como su nueva familia; a conseguir nuevos amigos; a encontrar su lugar en su nuevo mundo… Y Carla Simón consigue una mirada que toca y trastoca, una mirada impregnada de verdad. Pues es una mirada empapada de memoria y recuerdos. Simón rescata la niña que fue y crea una película de sensaciones. Y, sí, nos metemos en el universo de Frida.

Y es el primer largometraje de Carla Simón, otro nombre a añadir a esa lista de cineastas, muchas de ellas de Cataluña, que están ofreciendo un mapa cinematográfico especial con voces de mujer. Al ver Verano 1993, me vino a la cabeza enseguida, sin poder evitarlo, François Truffaut, y sobre todo dos de sus películas: Los 400 golpes y La piel dura. Por dos motivos: Como Truffaut, Carla Simón se expresa y cuenta con la cámara sus sensaciones, recuerdos y pinceladas de la infancia. La cámara es un apéndice de su forma de expresarse, de su memoria, de la forma de entender el mundo… No escribe diarios…, filma películas. Y como en La piel dura, Carla Simón dibuja niños reales y habla de que la infancia puede ser un periodo duro…, es como si dijera en alto a sus protagonistas niñas las palabras del profesor Richet: “La vida no es fácil, es dura, y es importante que aprendáis a endureceros para que podáis enfrentaros a ella, ojo, endureceros no ser insensibles”.

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Su mejor historia (The finest, 2016) de Lone Scherfig

Su mejor historia

… en la sala de cine

La señora Miniver, película americana de 1942, de William Wyler contaba la historia de los Miniver una familia británica que trataba de sobrevivir día a día, sin desfallecer, a los bombardeos alemanes. La señora Miniver intentaba mantener el hogar y la unidad familiar, pero también esperaba el regreso de su esposo y su hijo del frente de batalla. Cuando la gente veía La señora Miniver en las pantallas de cine, no se sabía todavía cómo iba a terminar la Segunda Guerra Mundial, pero había una identificación con la familia Miniver y con su esperanza y resistencia. Y en el seno de esta película: una reflexión compleja sobre el cine como instrumento de propaganda, pero también como arma para mantener la esperanza en los espectadores. La complejidad viene de que es un cine pensado, dirigido y con un mensaje que transmitir, pero también hace reflexionar sobre qué resortes hacen penetrar en el corazón y la cabeza del espectador y convertir la visión de la película en un momento catártico. Entre los guionistas de esta película había una mujer, Claudine West.

En el mismo año, en Gran Bretaña, el dramaturgo Noel Coward (y de co director un principiante David Lean) narró el hundimiento de un barco británico y los recuerdos íntimos de los supervivientes. Sangre, sudor y lágrimas (In which we serve) fue una película de corte propagandístico importante en aquel momento. Y al año siguiente el peculiar binomio Michael Powell y Emeric Pressburger creó una hermosa y compleja película, pero dentro de esta corriente de películas (para elevar la moral del pueblo británico en tiempos de guerra), Vida y muerte del coronel Blimp donde contaban la historia de Blimp, un anciano en plena Segunda Guerra Mundial, que recordaba toda su vida entre guerras. Eran tiempos donde los británicos necesitaban ir al cine en sus ciudades y pueblos bombardeados y encontrar motivos para seguir adelante. En ese año 1942 una guionista galesa, Diana Morgan, formaba parte del equipo de profesionales que pusieron en pie otra película propagandística de calidad, Went the Day Well?, del director Alberto Cavalcanti. La película adaptaba una obra de Graham Greene y transcurría en una aldea británica. Y precisamente esta guionista de los Estudios Ealing sirve de fuente de inspiración para crear a Catrin Cole, la protagonista de Su mejor historia, de la directora danesa Lone Scherfig.

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Florence Foster Jenkins (Florence Foster Jenkins, 2016) de Stephen Frears

Florence Foster Jenkins

Stephen Frears ama a sus personajes, los mima. Últimamente esos personajes pueden venir de la literatura o puede rescatarlos de la Historia o de la historia con minúscula. Y los dibuja con sus sombras y sus luces. Y, también últimamente (vuelvo a repetir la palabra)… sus personajes protagonistas son mujeres, y busca el rostro de actrices de trayectorias especiales, brillantes (Judi Dench, Helen Mirren, Michelle Pfeiffer… y Meryl Streep). Todo empezó con Mrs Henderson presenta (2005), donde rescataba la historia de una dama que monta un teatro de variedades en tiempos difíciles. Continuó con La reina donde presentaba un retrato concreto de la reina Isabel: en el momento en que Diana sufrió un accidente de coche. Después acudió a la literatura para una radiografía de una cortesana de principios del siglo pasado en Chéri. Y adaptó un cómic para enseñarnos las andanzas de la joven Tamara Drewe en el mundo rural, en la película del mismo título. Rescató una historia de los periódicos en Philomena, donde una mujer ya mayor buscaba a su hijo robado con ayuda de un periodista… Hasta desembocar en una diva de la ópera… que no sabía cantar pero llegó a dar un concierto en el Carnigie Hall, Florence Foster Jenkins.

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Píldoras de cine (III): cine de animación, fotografía y cine mexicano, Janis Joplin y un cuento chino

En estas nuevas píldoras de cine nos adentraremos en el cine de animación tanto infantil como adulto, pasearemos por aventuras cinéfilas mexicanas, escucharemos a Janis Joplin y veremos su imagen en la pantalla grande… y nos curaremos con una película medicina sobre un ferretero solitario.

1.-Cine de animación. Carlitos y Snoopy (Snoopy and Charlie Brown: The Peanuts Movie, 2015) de Steve Martino / Anomalisa (Anomalisa, 2015) de Charlie Kaufman, Duke Johnson

Anomalisa

Enamorada de dos películas de cine de animación que me perdí en el momento de su estreno. Carlitos y Snoopy, una película de animación digital tridimensional pero respetando el mundo de trazo sencillo de los cómics originales. Animación pura con una historia sensible, que no traiciona a los personajes, ni sus historias. Carlitos enamorado de su nueva vecina, su día a día en la escuela es pura aventura y aprendizaje. Snoopy imaginando historias increíbles, como un gran guionista, y siempre cómplice del niño.

En Anomalisa se opta por el stop motion para contar una de las historias más melancólicas que he visto últimamente. Cine de animación adulto donde Kaufman vuelca su especial visión del mundo (donde el pesimismo se pasea con momentos visualmente hermosos o tiernos), te implicas de tal manera con la historia de Michael y Lisa… que los vives como si fueran de carne y hueso… Hay uno de los desayunos más tristes que he visto últimamente en el cine. En Anomalisa además del uso certero de stop motion es fundamental para la historia y lo que quiere contar el empleo de las voces (momento mágico una Lisa cantando…).

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