Verano 1993 (Estiu 1993) de Carla Simón
Verano 1993 tiene una mirada especial: la de una niña de 6 años, Frida. Una niña que precisamente en ese verano de 1993 tiene que enfrentarse a muchas cosas que no son fáciles: a la muerte de su madre; a entender qué es exactamente lo que ha pasado; a asimilar que no la verá más, ni podrá hablar con ella; a dejar su ciudad, Barcelona; a la vida en un pueblo; a ver a sus tíos y a su pequeña prima como su nueva familia; a conseguir nuevos amigos; a encontrar su lugar en su nuevo mundo… Y Carla Simón consigue una mirada que toca y trastoca, una mirada impregnada de verdad. Pues es una mirada empapada de memoria y recuerdos. Simón rescata la niña que fue y crea una película de sensaciones. Y, sí, nos metemos en el universo de Frida.
Y es el primer largometraje de Carla Simón, otro nombre a añadir a esa lista de cineastas, muchas de ellas de Cataluña, que están ofreciendo un mapa cinematográfico especial con voces de mujer. Al ver Verano 1993, me vino a la cabeza enseguida, sin poder evitarlo, François Truffaut, y sobre todo dos de sus películas: Los 400 golpes y La piel dura. Por dos motivos: Como Truffaut, Carla Simón se expresa y cuenta con la cámara sus sensaciones, recuerdos y pinceladas de la infancia. La cámara es un apéndice de su forma de expresarse, de su memoria, de la forma de entender el mundo… No escribe diarios…, filma películas. Y como en La piel dura, Carla Simón dibuja niños reales y habla de que la infancia puede ser un periodo duro…, es como si dijera en alto a sus protagonistas niñas las palabras del profesor Richet: “La vida no es fácil, es dura, y es importante que aprendáis a endureceros para que podáis enfrentaros a ella, ojo, endureceros no ser insensibles”.
A Verano 1993 se le escapan muchas pinceladas de verdad. Frida mira y nos enfrenta a un cuadro impresionista de su historia y sus emociones. Y el espectador va construyendo todo ese mundo que la rodea y todo lo que la pasa. Frida es el álter ego de la niña que fue Carla Simón y muchas de sus vivencias son propias de su infancia. La relación con sus familiares y la mirada sobre ellos; su relación con la naturaleza y el pueblo que se convirtió en su hogar y los sentimientos confusos que iba albergando en su interior para ir encontrando su sitio e ir entendiendo la pérdida física y real de su madre.
La cámara de Carla Simón habla de manera sutil y con una sensibilidad muy especial: esa virgen oculta en un bosque donde la niña va dejando regalos para que lleguen a su madre; esa llamada telefónica fallida; ese juego de Frida donde se convierte en su madre y recrea con su prima la relación que mantenían ambas; ese deseo de escaparse, pero a la vez desear que la quieran; su miedo velado a que su tía de acogida, enferme; esa relación de ambigüedad con su prima pequeña en un intento de conseguir su lugar; sus preguntas y dudas; esas lágrimas que no pudo derramar… Pero también habla de una generación de jóvenes padres que vivieron sin límites su libertad; de unos abuelos tradicionales y conservadores que, sin embargo, se enfrentan fuertes, como pueden y como saben, a los reveses de la vida; de unos tíos que no eluden responsabilidades ni tampoco renuncian a su libertad; y del desconocimiento, el silencio y el miedo que había alrededor del SIDA.
Verano 1993 es adentrarse en la mirada de la vida dura, pero también llena de buenos momentos, de una niña de seis años. Me viene a la cabeza una frase del personaje de Gregory Peck a su hijo pequeño en El Despertar de Clarence Brown, algo así como que la vida es buena… pero no es fácil.
Abracadabra (2017) de Pablo Berger
Y siguiendo en la línea de la vida es buena… pero no es fácil, nos vamos con Carmen (Maribel Verdú) la protagonista de Abracadabra, la nueva película de Pablo Berger. Carmen se pasea por una tragicomedia que se le va la olla, pero nunca termina de perder el norte. Porque Berger crea un mundo mágico para un mundo gris y realista. Y así dentro de la tragedia, entra toda una tradición del humor español: del esperpento a la astracanada, tampoco falta el costumbrismo con gotas de chonismo, pero todo envuelto en la inteligencia de un humor loco que tiene ecos de aquella otra generación del 27… donde era posible que entrara lo paranormal, el más allá, el misterio… Tampoco faltan unas gotas de ese humor negro que tan bien sabemos plasmar.
Y no está tan alejado de Blancanieves, como les ha parecido a muchos espectadores. Allí un cuento lo disfrazaba de realidad en una España muy cinematográfica, pero también muy literaria. Aquí una realidad cruda la pinta de cuento mágico y sigue una España de fondo… muy cinematográfica también, pero con letras marcadas.
Así sin comerlo ni beberlo, Carmen en una boda vive cómo su marido (Antonio de la Torre), a través de su primo aprendiz de médium (José Mota, cada vez más presente en el cine), es poseído por el espíritu de otro hombre (Quim Gutiérrez). Y se ve en una difícil decisión: su marido es la representación del macho ibérico que la da más penas que alegrías… pero ella sigue siendo mujer enamorada. Y el espíritu es educado, sensible, inteligente, la cuida como una reina, baila de maravilla… pero lo que descubre sobre él y su parte oscura no es nada halagüeño. ¿Cuál será la decisión de Carmen? Habrá catarsis… y después la lluvia.
Y es que Pablo Berger crea una película que en un principio puede parecer descabellada o que se le va la cabeza (incluso diría que no es fácil conectar con ella)… pero no. Construye muy seriamente una tragicomedia con una Carmen que todo lo vertebra y le da sentido. La hace volar y si el espectador vuela con ella, será consciente de que cuenta algo muy triste, pero con final feliz. Ahora, alucinaciones hay un rato: ese momento Villagrán enseñando un piso en venta, esa discoteca de luces de neón y baile con su marido poseído… o su bajada por las escaleras de su subconsciente… y un Madrid querido de barrio, de casas colmena, de bares de café con churros, de supermercados y salones de boda horteras.
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No las he visto pero:
Sobre «Verano 1993»: He leído otros textos que recomiendan esta película, incluyendo uno muy bonito de Elvira Lindo. Parece, a priori, un cine español muy afrancesado (quizá por el lado catalán del asunto) en temas y preocupaciones, como si fuese de un Téchiné; me alegra que se hagan por aquí películas así.
Sobre la de Berger: no sé, no sé. A mi «Blancanieves» me pareció, como a todo el mundo, muy estética, muy cuidada, muy conseguida a nivel formal (como suele decirse: a mí casi me suena a objeción). Pero bastante recargada y sin hondura. Esa sí que era una pieza de la tradición del barroco español.
Así que asistir ahora a una película que parece (pongo los adjetivos en cursiva porque se repiten tanto en las críticas de los periódicos) «demencial», «surrealista», «tragicómica», «absurda», «excesiva», etc. No sé, creo que me ahorraré el trago.
Dicho todo esto, «Torremolinos 73» me gustó más.
Pues, querido Luis, fíjate que todavía no he visto Torremolinos 73 de Berger y me apetece bastante. Me resulta, de momento, con las dos películas que he visto un director interesante y ya digo que no me parece que estén tan alejadas Blancanieves y Abracadabra, y por lo que he leído de Torremolinos, seguro que tampoco se desmarca de la manera de mirar y contar de este director. Y Verano 1993, ya me contarás. A mí me gustó mucho, la disfruté un montón, la verdad. Y como digo en el texto no pude dejar de pensar en Truffaut y su cine, sobre todo en el que mira a los niños.
Beso
Hildy
Me gusta tu mirada sobre la mirada de ‘Verano 1993’. Me pareció una peli muy bien hecha, narrada con madurez, sensibilidad y expresividad. De lo que más me ha gustado en lo que va de año. A ‘Abracadabra’… pocas ganas le tengo.
Querido crítico abúlico, la verdad es que me gustó muchísimo Verano 1993. Contaba esa historia de una manera delicada y sutil. Y yo me entretuve bastante con Abracadabra, que al final es en realidad un cuento mágico triste… dónde a su protagonista tiene que desprenderse de la magia para encontrar su camino.
Beso
Hildy
Cómo me ha gustado rememorar «Verano 1993» leyéndote, Hildy. A mí también me encantó cómo se desarrollaba ese momento vital tan fundamental para la protagonista narrado con la (aparente) sencillez y naturalidad de un río, el río de la Vida, que a veces nos depara tan bruscos desvíos de su curso que cuesta recuperar el equilibrio… Y qué despliegue interpretativo, con unas niñas que son ya antología de retratos infantiles en el cine.
Sobre «Abracadabra» te reconozco que fui a verla por recomendación de un amigo de gustos afines, pues el tráiler no me la mostraba nada apetecible… Toda una sorpresa. Como escuché a otra espectadora a la salida de la proyección: «Con mucha más miga de la que aparentaba». Por un lado, disfruté mucho con sus numerosos guiños cinéfilos, desde los evidentes a películas como «La maldición del escorpión de jade», «Dr. Jekyll y Mr. Hyde», «Taxi Driver», «Psicosis», «Fiebre del sábado noche» o «¿Qué he hecho yo para merecer esto?», a otros que me parecieron más sutiles, como a «Rec 3: Génesis», «2001. Odisea en el espacio» o «Monkey Business». Por otro, me pareció todo un admirable atrevimiento por parte de Pablo Berger hablarnos de algo tan serio como la violencia de género a través de una historia con momentos tan disparatados… Me quedo con esa escena final, donde Maribel Verdú es capaz de atravesar esa plaza bajo la lluvia dejando atrás aquel memorable banco donde su Trini protagonizó otro final inolvidable en «Amantes», de Vicente Aranda. Y es que hay círculos viciosos que es difícil romper, demasiadas norias todavía desde donde se nos promete que el amor formalizado será felizmente eterno…
Besos y feliz fin de verano 2017.
Mi querida Hildy, Verano 1993 es una joya. Qué difícil es contar bien una historia de este tipo, aunque esté inspirada en apariencias reales, sin caer en los lugares comunes. La de Berger, en cambio, me parece un espanto. No sé cómo hay alguien que pone dinero en cosas así. Es el tipo de cosas que cargan de razones a quienes le tienen ojeriza al cine español.
Besos
Querida Ana, sí, qué bien contada está Verano de 1993. Y me ha encantado tu mirada sobre Abracadabra y esos guiños cinéfilos. Y sí es totalmente una tragicomedia… de un tema muy serio. Y estoy de acuerdo de que tiene más miga de la que aparenta.
Beso
Hildy
Mi querido Alfredo, sí, qué preciosidad y qué bien contada Verano 1993. Es una película que toca, que llega… Y a mí sin embargo la de Berger me gustó más de lo que pensaba y veo una mirada en este director, como indico en el texto, de las dos películas que he visto de él y casi seguro que de la de Torremolinos también. Una coherencia en su filmografía hasta ahora.
Beso con magia
Hildy
Me leeré esta entrada cuando vea las películas, le tengo más ganas a la de Carla Simón.
Escribo para decirte que guardo un gratísimo recuerdo de Torremolinos 73.
Alberto Mrteh (El zoco del escriba)
Pues ya me dirás, querido Alberto, qué te parecen ambas películas. Sí, espero pronto poder ver Torremolinos 73.
La película de Carla Simón me pareció bellísima.
Beso
Hildy