Ingrid Bergman: retrato de familia (Jag är Ingrid, 2015) de Stig Björkman

Ingrid Bergman, con su cámara. Inseparables.

Ingrid Bergman: retrato de familia (Jag är Ingrid, 2015) de Stig Björkman es un documental absolutamente revelador sobre la figura de esta actriz nacida en Suecia, pero además es un largometraje muy bello. El director realiza una radiografía vital de la actriz, indagando en su parte más íntima. Los documentales sobre actores suelen ser a veces rutinarios: una recopilación de secuencias de sus películas más conocidas, algunas fotografías de archivo con una voz en off explicando cronológicamente los momentos más importantes de su vida y varios bustos parlantes hablando sobre el artista en cuestión. Pero luego hay otros que son auténticos ensayos cinematográficos, y que tienen valor como documento y como obra artística. El documental de Stig Björkman, además crítico de cine, pertenece al segundo grupo.

Ingrid Bergman heredó de su padre una pasión: filmar su propia vida. Así la actriz no se desprendía de su cámara y filmaba continuamente imágenes en movimiento de su vida privada. Con la implicación al cien por cien de Isabella Rossellini, hija de la actriz (que además siguió sus pasos), Stig Björkman ha podido contar con los diarios, la correspondencia privada y metros y metros de las películas caseras que rodaba la intérprete. Además, Björkman aporta, para ir construyendo el relato íntimo sobre la actriz, apariciones televisivas o en reportajes, como determinadas secuencias de películas para documentar su carrera. Por otra parte, tan solo hay entrevistas a sus cuatro hijos (Pia, Roberto, Ingrid y Isabella), así como a una familiar y amiga muy cercana a ella del entorno de Roberto Rossellini, Fiorella Mariani, pero engarzándolas con cuidado en el inteligente montaje de la propuesta.

A través de las palabras de Ingrid (de su diario y sus cartas), con la voz prestada de Alicia Vikander, se va contando toda su historia, incluso a veces dando oportunos saltos en el tiempo. Las palabras de la actriz acompañan las imágenes caseras que filmó a lo largo de su vida. La conocemos a través de sus reflexiones, de sus sueños, de sus dudas, de sus alegrías e insatisfacciones. Y también a través de las palabras de sus cuatro hijos: de cómo veían a su madre, de cómo la sentían.

Sigue leyendo

Diccionario cinematográfico (236). Monja

Monja de celuloide. Nos ha dejado un montón de protagonistas de una larga y variada filmografía.

«Monja», cuando miramos el significado en la RAE nos dice que es una persona que pertenece a una orden religiosa y vive en un monasterio o bien que es una religiosa de una orden o congregación. Si nos vamos a la pantalla de cine, hay muchas monjas de celuloide para recordar que viven en monasterios o en otros lugares y que pertenecen a una orden o congregación. Incluso alguna falsa monja, que utiliza los hábitos como disfraz.

Hay actrices que han hecho varias veces de monjas, y han protagonizado historias difíciles de olvidar. Por ejemplo, Deborah Kerr se puso los hábitos en la maravillosa y extraña Narciso negro (Black Narcissus, 1947) de Michael Powell y Emeric Pressburger. Una congregación de monjas viven en un templo del Himalaya y se ven envueltas en un clima de sensualidad que las atrapa. Deborah es la madre superiora. Por otro lado, nos encontramos en otra emocionante película a la hermana Ángela, la única habitante de una isla del Pacífico. En su camino se cruza un marine estadounidense con cara de Robert Mitchum. Para colmo los japoneses invaden la isla. Al final, queda una historia de amor imposible entre una monja y un marine. Me estoy refiriendo a Solo Dios lo sabe (Heaven Knows, Mr. Allison, 1957) de John Huston.

También Audrey Hepburn vistió los hábitos en dos películas: por un lado, Historia de una monja (The Nun’s Story, 1959) de Fred Zinnemann. Interesante biografía de una joven belga que se mete a monja, y se cuenta todo lo que le ocurre desde 1927, cuando entra como novicia a la estricta orden Hermanas de la Caridad de Jesús y María, hasta 1944, año en que en plena Segunda Guerra Mundial decide abandonar la orden, después de múltiples experiencias, por ejemplo, en el Congo. La otra ocasión en que Hepburn se vistió de monja fue para poner punto final a una historia de amor mítica: la de Lady Marian y Robin Hood. Una mujer, abadesa, y un hombre ya cansado de tanta aventura ponen punto final a un romance que nunca se ha extinguido. “Te amo más que al amor”.

Sigue leyendo

Flor de cactus (Cactus Flower, 1969) de Gene Saks

Flor de cactus te hace pasar una buena tarde de primavera. A tres días de mi cumpleaños, me apetecía disfrutar de nuevo de una comedia romántica, que además me permitiera centrarme en una época determinada en Hollywood que me interesa mucho: la de finales de los sesenta.

Una época de transición donde no solo se estaba dando el paso del Viejo al Nuevo Hollywood (tanto en el contenido como en la forma), sino que también las películas se estaban abriendo a temas que no se habían tocado (o no explícitamente), se estaba viviendo la inminente caída del código Hays y se estaba produciendo también un cambio generacional entre los actores y los directores. Además los años sesenta fueron también los de la revolución sexual, suponían también el final de la sociedad americana de los cincuenta, del sueño americano y del conservadurismo. Por otro lado, se estaban produciendo movimientos políticos, económicos, sociales y bélicos que iban mostrando el frágil equilibrio de esa guerra fría que dividía el mundo en dos bloques.

Durante esos años, no faltó tampoco la comedia romántica y Flor de cactus funcionó bastante bien, todo un éxito en taquilla. El texto de origen era una obra teatral francesa con el mismo título de Barrillet y Gredy, que había sido llevada a los escenarios de Broadway por Abe Burrows.

Esa flor de cactus a la que hace referencia el título es una planta que se encuentra en la mesa de Stephanie Dickinson (Ingrid Bergman), ayudante del dentista Julian Winston (Walter Matthau). Stephanie es una mujer trabajadora, madura y solitaria que ha establecido una rutina laboral y una fidelidad profesional hacia su jefe durante más de diez años. Los dos se han hecho a su manera el uno al otro, inconscientemente. En un principio ese cactus se mantiene vivo, pero con sus pinchos siempre alerta, aunque con el paso del tiempo deja salir una bella flor. No es sino la radiografía de Stephanie una mujer aparentemente distante y fría que deja escapar una personalidad atractiva, inteligente, sensual y cálida.

Sigue leyendo

Sesión doble para un corazón roto. La voz humana (The human voice, 2020) de Pedro Almodóvar / Rifkin’s Festival (Rifkin’s Festival, 2020) de Woody Allen

Con la maravillosa oportunidad de poder ver el cortometraje de Almodóvar en las salas de cine, me regalé una sesión doble, que no os voy a mentir, disfruté muchísimo. Tanto Pedro Almodóvar como Woody Allen diseccionan un corazón roto. El manchego entrega un delicatessen y el neoyorkino ofrece un divertimento.

La voz humana (The human voice, 2020) de Pedro Almodóvar

Un corazón roto vaga por las ruinas de su amor…

Jean Cocteau escribió un monólogo en 1930, La voz humana. A partir de ese momento el texto cobró vida, y en los escenarios y en el cine, actrices diversas han desnudado su corazón roto y han dejado ver su desgarro por el abandono… Ellas solas en el escenario con tan solo un teléfono. Y al otro lado de la línea el amante ausente, aquel que sale de sus vidas. Dicho monólogo siempre ha estado presente, de alguna manera, en la obra cinematográfica de Almodóvar, sobre todo con una Carmen Maura que protagonizó varios momentos inspirados en el texto. En La ley del deseo, su personaje, Tina, en una secuencia representaba una parte del monólogo; y su Pepa, de Mujeres al borde de un ataque de nervios no era sino una prolongación de la historia que cuenta Cocteau.

Almodóvar vuelve de nuevo a La voz humana y construye una pieza única, un delicatessen, pero además, como hizo ya con Pepa, aunque de manera más limpia y radical, libera a la mujer abandonada de su carga para que resurja cual ave fénix de sus cenizas. A la nómina de grandes actrices encerradas en una habitación con sus teléfonos (Anna Magnani, Ingrid Bergman, Simone Signoret, Sofía Loren…), el director manchego aporta a otra gran dama sufridora extrema, Tilda Swinton.

Sigue leyendo

Delicatessen francés (III). French Cancan (French Cancan, 1955)/Elena y los hombres (Elena et les hommes, 1956) de Jean Renoir

La belle epoque según Jean Renoir (I). French Cancan (French Cancan, 1955)

French cancan

Después de su exilio en EEUU, Renoir vuelve a hacer cine en Francia e indaga en la alegría de vivir de una manera muy especial. Continúa la estela que ya inició con La carroza de oro (1952) para pensar sobre la representación y la realidad, y en películas donde todo es luz y color reflexiona sobre estos límites, sobre la vida y el teatro o la vida y el arte… Y él elige quedarse con el arte para entender la vida. Así French cancan es la primera de estas representaciones de su particular belle epoque, de esa vida en Europa antes de la Primera Guerra Mundial… y la “pinta” un hombre con su cámara a todo color, un hombre que ha vivido esa época, que además su padre la atrapó con pinceles, y que sabe lo que ocurrió después, pues vivió las dos guerras mundiales. Pues bien, este hombre, Jean Renoir, atrapa esa alegría de vivir en un mundo lleno de problemas y dilemas. Y elige el triunfo de la representación, el arte, el amor y las cosas bellas…, aunque haya que lidiar con el caos en el que el mundo se mueve.

Así bajo una apariencia alegre, incluso frívola, Jean Renoir dibuja la historia de Henri Danglard (Jean Gabin), un hombre entregado al amor y al arte, que recibe los reveses de la vida con tranquilidad, pues prefiere mimar su libertad artística y enamorarse una y mil veces de sus descubrimientos. Y sus descubrimientos, sean femeninos o masculinos, cuando prueban las mieles del escenario y la vida bohemia de Danglard así como su filosofía de vida se consagran eternamente a los escenarios, formando parte de una extraña familia con lazos fuertes. Y todos recibirán el caos, las desavenencias, los conflictos y los problemas de la vida con alboroto, pero a la vez con un grito de guerra: hay que seguir viviendo, y viviendo con energía.

Sigue leyendo

Joyas del suspense decimonónico: noir, terror y psicología

Luz de gas

Pistoletazo de salida al suspense decimonónico.

Una película británica de 1940 iba a dar el pistoletazo de salida para varias películas ambientadas durante el siglo XIX, más concretamente durante el periodo victoriano, o principios del siglo XX donde se manejaban historias de suspense, con gotas de puro cine noir y también códigos del cine de terror. Esa serie de películas han recibido nombres como suspense deminónico o noir victoriano y no hay duda de que el recorrido está repleto de joyas y sorpresas. La película en cuestión sería Luz de gas (Gaslight, 1940) de Thorold Dickinson con un marido enloqueciendo poco a poco a su mujer, y ridiculizándola en cada momento, sobrepasando la crueldad enfermiza. No falta nada: miedo, locura, asesinato, venganza… Los protagonistas serían Anton Walbrook que construiría a un personaje francamente desagradable y una delicada Diana Wynyard. Pero sería su remake americano, cuatro años después, quien pondría de moda este tipo de películas, Luz que agoniza (Gaslight, 1944) de George Cukor. Con un atormentado y malvado Charles Boyer que hace la vida imposible a una enamorada y sufrida Ingrid Bergman. Ambas obras cinematográficas adaptaban la obra teatral de Patrick Hamilton.

No obstante ya había antecedentes interesantes entre estos cuatro años. Y esta vez de la mano de Charles Vidor con El misterio de Fiske Manor (Ladies in Retirement, 1941), una película fascinante, y como escribí en su momento “con la presencia de un poderoso reparto femenino y de un seductor pero oscuro Louis Hayward (esposo en aquellos años de Ida Lupino), se construye una historia enfermiza con unos personajes con unas psicologías muy especiales y unas relaciones complejas. Pero además les rodea la niebla, el paraje solitario, los rayos y truenos de las noches de tormenta, la débil luz y las sombras de los quinqués, los sótanos, las velas, las escaleras y las imágenes religiosas… con momentos poderosísimos como el efecto que puede causar la melodía de un piano o el terror que puede provocar una persona bajando por unas escaleras… o lo que significan unas perlas rodando por el suelo… Y ya se va preparando al espectador para la atmósfera siniestra de la historia desde unos títulos de crédito con niebla y lápidas…”. Y es que algo que cuidan esta serie de películas son la ambientación (la presencia de los quinqués, las tormentas, la niebla y las escaleras o sótanos se comparte en varias de ellas), pero también la compleja psicología y las relaciones entre los personajes, que los acercan al cine negro y a esa fatalidad que sobrevuela sobre ellos.

Sigue leyendo

Cine y exposiciones. Hitchcock, más allá del suspense/Capa en color/Renoir: intimidad

Tres magníficas exposiciones donde se encuentran las huellas del séptimo arte. Tres exposiciones para perderse por ellas y descubrir conexiones especiales con el cine. El alma de un cineasta y su relación con el mundo; el fotógrafo aventurero y vividor que también miró en color… y que se adentró en el mundo de los rodajes de cine; y la intimidad del padre de un cineasta, el pintor Pierre-Auguste Renoir…

Hitchcock, más allá del suspense

Hitchcock, más allá del suspense

Un cineasta es el comisario de la exposición, Pablo Llorca, y esto se nota. Como él mismo reconoce en una entrevista la figura de Hitchcock y su cine es tan inabarcable que había mil y una maneras de enfocar la exposición. Al final es de esas muestras que se nota realizada con exquisito cuidado y muy elaborada, pensada. La exposición analiza al cineasta: sus imágenes icónicas, sus influencias, sus trucos visuales, su relación con el mundo que le rodeaba, su empleo de la publicidad, sus colaboradores… Y emociona tanto al visitante que ya es un apasionado de su filmografía como a aquel que le está descubriendo.

Sigue leyendo

Ingrid Bergman de Charlotte Chandler (Ariel, 2008)

lngridbergman

Me gusta leer biografías o autobiografías de actrices, actores, directores, guionistas, productores… Si digo la verdad, las devoro. Así que, de pronto, por un regalo cae en mis manos esta biografía de Ingrid Bergman. Un libro que tiene vida entre sus páginas y que recoge los testimonios de la propia Ingrid y personas muy cercanas a ella en entrevistas que realiza a lo largo de un periodo de tiempo la autora, Charlotte Chandler (que es otra dama que me despierta interés para ser investigada, biógrafa entre otros de Groucho Marx o Federico Fellini). A través de estas entrevistas y los fragmentos que se vuelcan en el libro va asomando una radiografía de Ingrid Bergman. Y mi cabeza empieza a girar y a girar para repensar la carrera cinematográfica de esta actriz.

Entre las páginas de este libro no solo habla Ingrid Bergman sino su hija Isabella, Roberto Rossellini, Federico Fellini, George Cukor, Alma Reville… pero cobran vida no solo los entrevistados sino también Alfred Hitchcock, Charles Boyer, Ingmar Bergman, Greta Garbo, Robert Capa, Howard Hughes… Es como un libro elegantemente íntimo donde descubrimos lados ocultos de personas públicas pero con la mirada de Ingrid.

Por una conversación con otro apasionado del cine clásico vía tecla y tecla por WhatsApp… me entero además de una hermosa casualidad… El 29 de agosto este año Ingrid Bergman hubiese cumplido 100 años. Y entonces cuando termino las páginas de este libro me doy cuenta de que he descubierto a cuatro Ingrid (analizando solo su filmografía en pantalla grande… y sin añadir un quinto rostro, Ingrid Bergman en los escenarios de teatro, y un sexto rostro, Ingrid Bergman en la televisión) y que alguno de sus rostros me es totalmente desconocido.

La gran desconocida

La joven actriz que triunfa en Suecia durante los años treinta es una absoluta desconocida para mí (no he accedido nunca a ninguna de sus películas suecas). Sobre todo trabajó con el director Gustaf Molander. Y con él haría la película que llamaría la atención a David O. Selznick, Intermezzo. Si analizamos los argumentos donde la joven Ingrid se iba convirtiendo en la promesa de cine sueco, nos damos cuenta de que son los años treinta, no hay un código de censura (como el que pronto se establecería en Hollywood…, cuando debutó Bergman en Suecia, todavía allí se vivía el periodo pre-code) y los papeles de Ingrid Bergman nada tienen que ver con los que la harían famosa en Hollywood. En sus películas suecas hay: adulterio, violación, bajos fondos, intercambio de pareja, violencia de género, lucha de clases… E Ingrid Bergman es la joven a la que le suceden todas estas cosas y va superando obstáculos y vidas duras en la pantalla de cine. Curiosamente con Molander también haría una película en 1938 que tendría su remake en EEUU con George Cukor como director y Joan Crawford como protagonista en 1941 (que pude ver hace relativamente poco). Se trata de Un rostro de mujer… donde Ingrid Bergman protagoniza un drama de dama desencantada con cicatriz en el rostro. Otra curiosidad es que la familia materna de Ingrid era alemana y hubo un momento de “estudiar” la posibilidad de dar un paso hacia la filmografía alemana y sí que hizo una película, El pacto de las cuatro. En el libro, Ingrid cuenta su aventura en Alemania: cómo palpaba y sentía el miedo y la tensión en la sociedad alemana y también el poder de Hitler (y señala que no entendía la fascinación que despertaba a las masas). No dio el salto al cine alemán… Su salto a Hollywood y la construcción de su segunda Ingrid sería con un remake de Intermezzo, su gran éxito.

La naturalidad en Hollywood

De pronto llegó a Hollywood una sueca alta, sencilla y natural que quería seguir siendo alta, sencilla y natural… e increíblemente bella. Y se fue construyendo la leyenda Ingrid Bergman como heroína romántica y pura o como mujer atormentada, frágil y vulnerable que terminaba mostrando su fuerza. Ella seguía arriesgándose como actriz y procuraba no encasillarse. Así entre sus primeros papeles se encuentra el de Ivy en El extraño caso del doctor Jekyll. La actriz no apuesta por el papel de la buena novia (que curiosamente sería para Lana Turner) sino que se convierte en la tentación, en la seductora camarera. Pero a continuación llegó Ilse de Casablanca y su halo romántico de mujer fuerte y vulnerable a la vez, amada por dos hombres, construyó su imagen fílmica. Y a continuación la mujer atormentada que ha de ser protegida en Luz que agoniza… hasta llegar a su imagen de pureza máxima en Las campanas de Santa María. A continuación se convierte en heroína y cómplice de Alfred Hitchcock. Y ambos conectan. El público también con ellos. Por una parte protagoniza el sueño freudiano del maestro del suspense en Recuerda y forma una pareja mítica con Cary Grant en Encadenados en una de las películas más retorcidamente románticas del director del suspense. Hitchcock la convierte en protagonista de un sueño pero es que Ingrid Bergman es un sueño para muchos espectadores. Su última colaboración es la más desconocida pero mezcla historias: una especie de Cumbres borrascosas, con Rebeca y Luz que agoniza. Se trata de Atormentada. Antes se pega también un batacazo con uno de sus papeles más ansiados, Juana de Arco. Mujer entre guerrera y mística…

Pero un día se metió en un cine y se quedó impresionada ante una película: Roma, ciudad abierta. Lo que no sabía era que este simple hecho, entrar en un cine , cambiaría su vida y su carrera.

Perdida en Italia

Así une su destino al de Roberto Rossellini. Y da un paso impensable. La estrella de Hollywood cae rendida ante el director italiano. Así se convierte en musa de un autor, de un director de cine independiente con una mentalidad totalmente distinta a la de EEUU. Otro rostro. Se queda en Europa y abandona todo. Hollywood y EEUU no la perdonan y el escándalo es mayúsculo. Es la estrella desterrada. Ingrid Bergman vive una etapa junto a Rossellini que la acapara para él solo (podría haber tenido la oportunidad de trabajar con otros directores italianos como Fellini… pero Roberto no quería compartir actriz). Es curioso cómo mira la actriz sus películas italianas: ella no encajaba ni en el tipo de película ni en la forma de trabajar de Rossellini. Ella siente las películas como extraños híbridos: ni son lo que esperaban los espectadores de Ingrid Bergman ni tampoco lo que esperaban los espectadores de Rossellini. Las películas de ambos están en una especie de limbo donde el director italiano explora el alma de distintas mujeres con rostro de Ingrid. Y, como dice, Ingrid son películas que apenas cuentan con un público que las vea. Ahora en la lejanía del momento, estas películas adquieren una modernidad extraña y no admiten otro rostro más que el de una estrella desubicada. Así es bueno perderse por Stromboli, Europa 51, Ya no creo en el amor o Te querré siempre y toparse con las complejas personalidades de mujeres con rostro de Ingrid. Cuando surge la ruptura profesional y sentimental con el director italiano, ella sigue siendo una actriz valiente y forma su rostro de actriz de mundo.

Actriz de mundo

Cuando regresa a Hollywood (pero ya nunca fijó su residencia allí) y al mundo, Ingrid Bergman es una actriz de 41 años, un momento difícil pero ella se reinventa y continúa una carrera cinematográfica distinta y variada. Primero hace un paréntesis y se muestra bellísima y divertida en una película francesa de Jean Renoir. Por fin puede trabajar con otros directores. Y así se muestra alegre y vital en Elena y los hombres. Después vuelve a su antiguo papel de mujer atormentada con ángel, que ha de ser protegida y rescatada además de protagonizar un gran amor, Hollywood la redime en Anastasia. Su gran amigo Cary Grant vuelve a ser su pareja en una comedia romántica y elegante con unas gotas de desencanto, Indiscreta. Y su halo más puro y angelical regresa con El albergue de la sexta felicidad. Entre curiosidades de su filmografía de estos años, protagoniza dos películas (desconocidas para mí) con Anthony Quinn con el que entabló amistad en Italia, La visita del rencor y Secretos de una esposa. Por otra parte está deliciosa en una pura comedia de finales de los años sesenta, Flor de cactus. Y sigue interesándose por papeles inesperados, así en Asesinato en el Orient Express le llama la atención el personaje más corto y más anodino, la recatada Greta Ohlsson. Además de trabajar con el director sueco con el que comparte apellido en la que sería su última película en pantalla grande de cine, Sonata de otoño. Y es una despedida hermosísima donde Ingrid Bergman hace el papel de una artista (pianista… como el personaje que le daría éxito en Intermezzo) que es en la faceta donde se siente más completa y menos perdida…, no pasa así cuando es madre o esposa. Ahí Bergman deja un retrato femenino complejo y se muestra además tremendamente hermosa (ya estaba bastante enferma)… frágil y fuerte a la vez, vulnerable e independiente…

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.