Con la maravillosa oportunidad de poder ver el cortometraje de Almodóvar en las salas de cine, me regalé una sesión doble, que no os voy a mentir, disfruté muchísimo. Tanto Pedro Almodóvar como Woody Allen diseccionan un corazón roto. El manchego entrega un delicatessen y el neoyorkino ofrece un divertimento.
La voz humana (The human voice, 2020) de Pedro Almodóvar
Jean Cocteau escribió un monólogo en 1930, La voz humana. A partir de ese momento el texto cobró vida, y en los escenarios y en el cine, actrices diversas han desnudado su corazón roto y han dejado ver su desgarro por el abandono… Ellas solas en el escenario con tan solo un teléfono. Y al otro lado de la línea el amante ausente, aquel que sale de sus vidas. Dicho monólogo siempre ha estado presente, de alguna manera, en la obra cinematográfica de Almodóvar, sobre todo con una Carmen Maura que protagonizó varios momentos inspirados en el texto. En La ley del deseo, su personaje, Tina, en una secuencia representaba una parte del monólogo; y su Pepa, de Mujeres al borde de un ataque de nervios no era sino una prolongación de la historia que cuenta Cocteau.
Almodóvar vuelve de nuevo a La voz humana y construye una pieza única, un delicatessen, pero además, como hizo ya con Pepa, aunque de manera más limpia y radical, libera a la mujer abandonada de su carga para que resurja cual ave fénix de sus cenizas. A la nómina de grandes actrices encerradas en una habitación con sus teléfonos (Anna Magnani, Ingrid Bergman, Simone Signoret, Sofía Loren…), el director manchego aporta a otra gran dama sufridora extrema, Tilda Swinton.
Y es que la elección no podía ser mejor, Swinton ha demostrado sus matices en retratos de personajes que se transforman continuamente o que sufren por amor. Fue ese maravilloso ser mutante por los siglos de los siglos en Orlando o una mujer de la alta burguesía italiana hundida en las profundidades del melodrama de Luca Guadagnino, Yo soy el amor. Su peculiar físico andrógino, estilizado y elegante es el centro de un cortometraje que funciona como un artefacto preciso.
Pedro Almodóvar coloca a su dama sufriente, con su teléfono móvil, y en compañía de un perro igual de abandonado que ella, en el escenario de su amor: en la casa donde vivió con el amado. Así esa casa es presentada como un enorme decorado en una gran nave. Pues la mujer abandonada vive en las ruinas de lo que fueron sus días felices. Deambula por las habitaciones entre diversos colores que contrastan con la presencia abrumadora del rojo sangre, el color del corazón.
Con un hacha, un bidón de gasolina y un teléfono móvil, el personaje de Swinton es capaz de vivir una catarsis. Por supuesto, como toda dama del melodrama vestida para la ocasión, esta vez por la casa de moda Balenciaga, y en el esqueleto de una casa llena de huellas: vestidos, maletas, cuadros, libros de cabecera, espejos y pastillas… La mujer expresará al amado todo su dolor y desgarro, pero también le advertirá y escenificará que ese amor ha ardido para siempre, y que ella surgirá de esas cenizas más fuerte…
Rifkin’s Festival (Rifkin’s Festival, 2020) de Woody Allen
Rifkin’s Festival sigue la estela de dos de sus últimas películas: Café Society y Día de lluvia en Nueva York. Podrían las tres formar una peculiar trilogía. Son películas divertimento, sin complicación alguna, historias ligeras, pero donde sus personajes siguen preguntándose sobre el sentido de la vida. Además las tres son un canto al cine, a ese arte que cuenta historias. Sus personajes son salvados por su pasión por las películas, bien como espectadores o como parte del engranaje. Ninguna de las tres son películas redondas, sino más bien imperfectas, como si fueran obras lúdicas y alegres, simplemente por la pasión de continuar mirando el mundo a través de su cámara.
En Rifkin’s Festival, el personaje principal, Mort Rifkin (Wallace Shawn), le cuenta un momento concreto de su vida a su psiquiatra. Ese periodo transcurre durante el festival de cine de San Sebastián. Lo que cuenta es una crisis vital de un hombre que se está haciendo mayor y se ve cada vez más cerca de la muerte. No es de extrañar que acuda a una doctora para que examine su corazón. Y es que Rifkin en esa crisis vital también experimenta un tsunami emocional, el festival será el escenario donde definitivamente haga aguas su matrimonio con Sue (Gina Gershon), una agente de prensa.
Curiosamente, también se dará cuenta de que no quiere continuar escribiendo una novela que le tiene estresado, pues sabe que no va a ser perfecta o parecida a sus admirados referentes, y descubre que lo que le hace feliz realmente es ser lector de novelas y espectador de cine, no aspira a más. Ha sido más feliz como profesor de cine que como novelista. En este pequeño periplo donde su mujer inicia un idilio con un pedante y joven cineasta francés, él se relaciona con una doctora (Elena Anaya) que también tiene el corazón roto (a la que durante esos días idealiza, como si estuviera viendo al personaje de una de sus películas amadas), pero ambos disfrutan de los pequeños placeres de la vida (visitar un mercadillo, hacer un picnic, mirar el mar, hablar sobre lo divino y lo humano…). Sus encuentros son evasiones, una huida plácida de sus vidas sentimentales que les hacen sufrir.
Y como buena sesión de psicoanálisis que se precie, Mort Rifkin va describiendo esos días en San Sebastián espolvoreados con sus sueños continuos. Y curiosamente todos esos sueños reivindican su figura como espectador, así sus problemas, las personas que le importan y su vida van pasando a través de sus ojos como secuencias de las películas europeas en blanco y negro que él ama. Mort Rifkin, su esposa, el amante, la doctora y más personajes relacionados con su experiencia vital protagonizan secuencias de su amado Bergman (Persona, El séptimo sello o Fresas Salvajes), Orson Welles (Ciudadano Kane), François Truffaut (Jules et Jim), Jean-Luc Godard (Al final de la escapada), Luis Buñuel (El ángel exterminador) o, por supuesto, Federico Fellini.
Al fin y al cabo esta peculiar y lúdica trilogía de Allen ilustra lo que ya ha reflejado en más películas del pasado: el cine como tabla de salvación para sus personajes.
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He tenido la suerte de ver el corto y la película en la misma tarde que así se convirtió en una tarde encantadora…para dejar atrás tus preocupaciones e implicarte en las de los dos protagonistas: un hombre en la de Woddy Allen y una mujer en el corto de Almodóvar.. Tan diferentes pero enfrentados a problemas de desamor los dos…Las interpretaciones son tan buenas que te identificas con ambos. Una buena tarde de cine no tiene precio .t
Pues la verdad es que dejé pasar la de Allen porque escuché malas críticas de ella y además ya me daba de por sí un poco de pereza (aquí tampoco la ponían en versión original, factor importante). Pero lo que te leo me estimula y creo que, cuando la recupere por ahí alguna plataforma, convendrá darle una oportunidad. Te lo haré saber.
Queridísima María Rosa, qué bien lo pasamos, ¿verdad?
Tienes razón, una buena tarde de cine no tiene precio.
… Efectivamente dos protagonistas con problemas de desamor dan mucho cine como resultado.
Beso
Hildy
Efectivamente, querido, querido crítico abúlico, no ha gustado mucho…, incluso algunos dicen que se retire ya. Yo ya digo que la veo formar parte de una trilogía, y como una especie de divertimento. Sí, es imperfecta, pero es de alguien que es feliz tras la cámara, y transmite que el cine salva… Yo lo confieso, como digo, lo pasé bien viéndola. No es más que un repaso por un corazón roto que se salva por su pasión, el cine. Además muchas de las huellas de su universo cinematográfico están ahí.
Entre sus imperfecciones hay una que me hace mucha gracia. ¿Por qué ve a todas las parejas de enamorados de por aquí igual? Es decir, los personajes de Elena Anaya y Sergi López y su manera de relacionarse es un calco de otra pareja de las mismas características en «Vicki Cristina Barcelona» que tenía los rostros de Penélope Cruz y Javier Bardem. Parece ser que nos relacionamos a gritos, somos muy apasionados, ellos están despendolados y son artistas bohemios y ellas sufridoras que los aguantan…, jajajaja.
Y entre sus aciertos ver a una divertida y bien guapa Gina Gershon.
Beso
Hildy
Vicky la tengo que volver a ver, porque en su momento me pareció insufrible pero luego escuché que en versión original cambiaba el cuento por completo. Pero esa mirada tópica que tiene Allen sobre lo no neoyorkino tiene a irritarme un poco, o sea que no sé si me convencerá un segundo paso.
En cualuqier caso, me alegra que vuelva Gershon (¡y guapa!), que siempre me ha resultado superatractiva con esa boca tan particular y esa mirada insinuante jeje
Ay, qué envidia de tu tarde de cine. Me he perdido las últimas de Woody Allen, la más reciente que vi fue justamente Café Society, pero la vi en un avión que no es el lugar en el que estoy más lúcida que digamos (pero cuánto daría por poder abordar uno de nuevo), de modo que no recuerdo casi nada… en todo caso, siempre tengo a mano alguna de sus pelis de antes y qué bien explora en ellas la forma en la que el cine nos acompaña siempre (aún en Días de Radio está presente el cine, con esos niños que nombran en la playa las actrices de las que están enamorados hasta que uno dice «Dana Andrews», lo cual le vale la respuesta «Dana Andrews es un hombre», esa escena siempre me arranca la risa). Qué hermosa frase esa del final «el cine como tabla de salvación». Brindo por ella y a tu salud, querida Hildy. Muchos besos, Bet.‐
Queridísima Bet, sí, fue una sesión doble deliciosa. Efectivamente, en el cine de Allen el propio cine está siempre muy presente, y además el sentido suele ser el mismo: el cine como tabla de salvación. Lo que nos aporta siendo espectadores. No recordaba la secuencia maravillosa que compartes de Días de Radio.
Bet, brindemos por el cine una copa de champán.
Beso
Hildy
Hola Hildy!
No he visto el corto ni tampoco la ultima de Allen, es imperdonable, lo se…
La lista de «pendientes por ver» cada vez es mas larga. Tomo buena nota de tus reseñas.
Besos y feliz finde!
Querido Fran, ¡las películas como los libros siempre nos esperan! ¡Benditas listas de películas pendientes!… ¡Aseguran que siempre nos queda algo que descubrir!
Beso
Hildy
No he visto la película de Allen pero sí el corto de Almodóvar que, como a ti, me ha parecido un trabajo exquisito, en destilada esencia de su autor, rodeado, como siempre, de un equipo de primer nivel: Alberto Iglesias al frente de la banda sonora y José Luis Alcaine a cargo de la fotografía, son ya historia de nuestro cine. Tilda Swinton, que yo descubrí en el cine de Dereck Jarman y que me encandiló en «Orlando», transmite un carisma que eleva cualquier personaje, y en «La voz humana» nuevamente lo borda. Media hora que se pasa en un suspiro: desde esos créditos que son ya una pequeña joya a esa escena final donde la salida a la luz sin mirar atrás rubrica la decidida apuesta de la protagonista de liberarse del inframundo al que su dolor la había conducido. ¡Qué fortuna poder disfrutar aún de cine tan emancipador en la gran pantalla!
Salud y un gran abrazo.
Exacto, querida Ana, que corto más exquisito, y, es verdad, la media hora pasa como un suspiro.
Me gusta la lectura liberadora de Almodóvar a este potente monólogo.
No he visto nada de la filmografía de Dereck Jarman, donde Swinton estaba muy presente.
La primera vez que fui consciente de su rostro fue al ver Young Adam. Y luego ya sus trabajos posteriores o anteriores los tuve mucho más en cuenta.
Beso
Hildy
No me interesa demasiado el corto de Almodóvar. Aparte de que se ha hecho ya montones de veces (me quedo con Sophia Loren), cuando se pone sublime y trascendente, melodramático y sentimentalmente solemne, me parece ridículo. Tras «Dolor y gloria» cabe darle más margen, pero para mí hace tiempo que dejó de ser una prioridad.
La de Allen sí la he visto, y, como bien dices, una película ligera y sencilla que, sin embargo, bucea en los enjundiosos temas habituales. No me gusta en ella Elena Anaya pero me gusta la secuencia con Sergi López. Los homenajes al cine clásico, algo discursivos en ciertos momentos, en otros son lo mejor de esta película que se resiente demasiado, creo yo, del hecho de que Wallace Shawn no se conduce ni mueve a la misma velocidad a la que Allen piensa, habla y escribe. Eso imprime a la película un ritmo algo más cansino y lento, pero no reflexivo, en comparación con otros títulos recientes.
Besos
Mi querido Alfredo, merece la pena, de verdad. El cortometraje digo. Creo que te gustaría. Tengo muchas ganas de ver la versión del monólogo por parte de Sofia Loren.
Y la de Allen me dejó buen sabor, ligera, sencilla y amando mucho la cine.
Beso
Hildy
Yo me lo pasé muy bien con la de Woody Allen. Y me gustaron los actores en sus papeles. Aunque Woody ha trabajado con estrellas mucho más famosas a lo largo de su carrera, no sé cómo lo consigue pero actores que en principio no parecen tan atractivos logra que empaticemos y conectemos con ellos. Por lo menos a mí me sucede esto casi siempre con sus películas. Claro que es un guionista extraordinario y divertido y eso se nota hasta en películas más ligeras como ésta.
El corto de Almodóvar no lo he visto.
Un beso.
Queridísimo Luis, deja un buen sabor de boca, película ligera, pero que a la vez nos habla del placer de mirar películas y leer. Lo feliz que nos puede hacer ser espectadores y lectores. Dos placeres a los que aferrarse uno ante las dificultades de la vida.
Beso
Hildy