Ingrid Bergman de Charlotte Chandler (Ariel, 2008)

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Me gusta leer biografías o autobiografías de actrices, actores, directores, guionistas, productores… Si digo la verdad, las devoro. Así que, de pronto, por un regalo cae en mis manos esta biografía de Ingrid Bergman. Un libro que tiene vida entre sus páginas y que recoge los testimonios de la propia Ingrid y personas muy cercanas a ella en entrevistas que realiza a lo largo de un periodo de tiempo la autora, Charlotte Chandler (que es otra dama que me despierta interés para ser investigada, biógrafa entre otros de Groucho Marx o Federico Fellini). A través de estas entrevistas y los fragmentos que se vuelcan en el libro va asomando una radiografía de Ingrid Bergman. Y mi cabeza empieza a girar y a girar para repensar la carrera cinematográfica de esta actriz.

Entre las páginas de este libro no solo habla Ingrid Bergman sino su hija Isabella, Roberto Rossellini, Federico Fellini, George Cukor, Alma Reville… pero cobran vida no solo los entrevistados sino también Alfred Hitchcock, Charles Boyer, Ingmar Bergman, Greta Garbo, Robert Capa, Howard Hughes… Es como un libro elegantemente íntimo donde descubrimos lados ocultos de personas públicas pero con la mirada de Ingrid.

Por una conversación con otro apasionado del cine clásico vía tecla y tecla por WhatsApp… me entero además de una hermosa casualidad… El 29 de agosto este año Ingrid Bergman hubiese cumplido 100 años. Y entonces cuando termino las páginas de este libro me doy cuenta de que he descubierto a cuatro Ingrid (analizando solo su filmografía en pantalla grande… y sin añadir un quinto rostro, Ingrid Bergman en los escenarios de teatro, y un sexto rostro, Ingrid Bergman en la televisión) y que alguno de sus rostros me es totalmente desconocido.

La gran desconocida

La joven actriz que triunfa en Suecia durante los años treinta es una absoluta desconocida para mí (no he accedido nunca a ninguna de sus películas suecas). Sobre todo trabajó con el director Gustaf Molander. Y con él haría la película que llamaría la atención a David O. Selznick, Intermezzo. Si analizamos los argumentos donde la joven Ingrid se iba convirtiendo en la promesa de cine sueco, nos damos cuenta de que son los años treinta, no hay un código de censura (como el que pronto se establecería en Hollywood…, cuando debutó Bergman en Suecia, todavía allí se vivía el periodo pre-code) y los papeles de Ingrid Bergman nada tienen que ver con los que la harían famosa en Hollywood. En sus películas suecas hay: adulterio, violación, bajos fondos, intercambio de pareja, violencia de género, lucha de clases… E Ingrid Bergman es la joven a la que le suceden todas estas cosas y va superando obstáculos y vidas duras en la pantalla de cine. Curiosamente con Molander también haría una película en 1938 que tendría su remake en EEUU con George Cukor como director y Joan Crawford como protagonista en 1941 (que pude ver hace relativamente poco). Se trata de Un rostro de mujer… donde Ingrid Bergman protagoniza un drama de dama desencantada con cicatriz en el rostro. Otra curiosidad es que la familia materna de Ingrid era alemana y hubo un momento de “estudiar” la posibilidad de dar un paso hacia la filmografía alemana y sí que hizo una película, El pacto de las cuatro. En el libro, Ingrid cuenta su aventura en Alemania: cómo palpaba y sentía el miedo y la tensión en la sociedad alemana y también el poder de Hitler (y señala que no entendía la fascinación que despertaba a las masas). No dio el salto al cine alemán… Su salto a Hollywood y la construcción de su segunda Ingrid sería con un remake de Intermezzo, su gran éxito.

La naturalidad en Hollywood

De pronto llegó a Hollywood una sueca alta, sencilla y natural que quería seguir siendo alta, sencilla y natural… e increíblemente bella. Y se fue construyendo la leyenda Ingrid Bergman como heroína romántica y pura o como mujer atormentada, frágil y vulnerable que terminaba mostrando su fuerza. Ella seguía arriesgándose como actriz y procuraba no encasillarse. Así entre sus primeros papeles se encuentra el de Ivy en El extraño caso del doctor Jekyll. La actriz no apuesta por el papel de la buena novia (que curiosamente sería para Lana Turner) sino que se convierte en la tentación, en la seductora camarera. Pero a continuación llegó Ilse de Casablanca y su halo romántico de mujer fuerte y vulnerable a la vez, amada por dos hombres, construyó su imagen fílmica. Y a continuación la mujer atormentada que ha de ser protegida en Luz que agoniza… hasta llegar a su imagen de pureza máxima en Las campanas de Santa María. A continuación se convierte en heroína y cómplice de Alfred Hitchcock. Y ambos conectan. El público también con ellos. Por una parte protagoniza el sueño freudiano del maestro del suspense en Recuerda y forma una pareja mítica con Cary Grant en Encadenados en una de las películas más retorcidamente románticas del director del suspense. Hitchcock la convierte en protagonista de un sueño pero es que Ingrid Bergman es un sueño para muchos espectadores. Su última colaboración es la más desconocida pero mezcla historias: una especie de Cumbres borrascosas, con Rebeca y Luz que agoniza. Se trata de Atormentada. Antes se pega también un batacazo con uno de sus papeles más ansiados, Juana de Arco. Mujer entre guerrera y mística…

Pero un día se metió en un cine y se quedó impresionada ante una película: Roma, ciudad abierta. Lo que no sabía era que este simple hecho, entrar en un cine , cambiaría su vida y su carrera.

Perdida en Italia

Así une su destino al de Roberto Rossellini. Y da un paso impensable. La estrella de Hollywood cae rendida ante el director italiano. Así se convierte en musa de un autor, de un director de cine independiente con una mentalidad totalmente distinta a la de EEUU. Otro rostro. Se queda en Europa y abandona todo. Hollywood y EEUU no la perdonan y el escándalo es mayúsculo. Es la estrella desterrada. Ingrid Bergman vive una etapa junto a Rossellini que la acapara para él solo (podría haber tenido la oportunidad de trabajar con otros directores italianos como Fellini… pero Roberto no quería compartir actriz). Es curioso cómo mira la actriz sus películas italianas: ella no encajaba ni en el tipo de película ni en la forma de trabajar de Rossellini. Ella siente las películas como extraños híbridos: ni son lo que esperaban los espectadores de Ingrid Bergman ni tampoco lo que esperaban los espectadores de Rossellini. Las películas de ambos están en una especie de limbo donde el director italiano explora el alma de distintas mujeres con rostro de Ingrid. Y, como dice, Ingrid son películas que apenas cuentan con un público que las vea. Ahora en la lejanía del momento, estas películas adquieren una modernidad extraña y no admiten otro rostro más que el de una estrella desubicada. Así es bueno perderse por Stromboli, Europa 51, Ya no creo en el amor o Te querré siempre y toparse con las complejas personalidades de mujeres con rostro de Ingrid. Cuando surge la ruptura profesional y sentimental con el director italiano, ella sigue siendo una actriz valiente y forma su rostro de actriz de mundo.

Actriz de mundo

Cuando regresa a Hollywood (pero ya nunca fijó su residencia allí) y al mundo, Ingrid Bergman es una actriz de 41 años, un momento difícil pero ella se reinventa y continúa una carrera cinematográfica distinta y variada. Primero hace un paréntesis y se muestra bellísima y divertida en una película francesa de Jean Renoir. Por fin puede trabajar con otros directores. Y así se muestra alegre y vital en Elena y los hombres. Después vuelve a su antiguo papel de mujer atormentada con ángel, que ha de ser protegida y rescatada además de protagonizar un gran amor, Hollywood la redime en Anastasia. Su gran amigo Cary Grant vuelve a ser su pareja en una comedia romántica y elegante con unas gotas de desencanto, Indiscreta. Y su halo más puro y angelical regresa con El albergue de la sexta felicidad. Entre curiosidades de su filmografía de estos años, protagoniza dos películas (desconocidas para mí) con Anthony Quinn con el que entabló amistad en Italia, La visita del rencor y Secretos de una esposa. Por otra parte está deliciosa en una pura comedia de finales de los años sesenta, Flor de cactus. Y sigue interesándose por papeles inesperados, así en Asesinato en el Orient Express le llama la atención el personaje más corto y más anodino, la recatada Greta Ohlsson. Además de trabajar con el director sueco con el que comparte apellido en la que sería su última película en pantalla grande de cine, Sonata de otoño. Y es una despedida hermosísima donde Ingrid Bergman hace el papel de una artista (pianista… como el personaje que le daría éxito en Intermezzo) que es en la faceta donde se siente más completa y menos perdida…, no pasa así cuando es madre o esposa. Ahí Bergman deja un retrato femenino complejo y se muestra además tremendamente hermosa (ya estaba bastante enferma)… frágil y fuerte a la vez, vulnerable e independiente…

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Violette (Violette, 2013) de Martin Provost

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… “Soy un desierto que monologa”… Así define Violette Leduc su escritura, su necesidad de vomitar palabras y plasmarlas en cuadernos en blanco. Y con esa cascada de palabras se nos va revelando la personalidad de Leduc y permite que entendamos los actos que acompañan su vida. La soledad en la que se siente atrapada, la soledad por la que tiene que aprender a caminar. Violette de Martin Provost devuelve el retrato de una mujer que se salva, a través de la palabra, de destruirse cada día un poco más. El primer contacto que el espectador tiene con este desconocido personaje histórico es su confesión de que la fealdad en una mujer es un pecado mortal… y algo que marca su deambular; una demostración del poco amor que se tiene a sí misma. La sucesión de imágenes nos va llevando a la culminación, al clímax, a entender la humanidad del personaje: es desgraciada porque tiene interiorizado desde la infancia un sentimiento de que nadie la quiere ni la querrá. Ella es bastarda y siente siempre que no fue fruto del amor, que nunca fue deseada por nadie. Así titulará sus memorias, La bastarda.

Martin Provost atrapa a su personaje en plena Segunda Guerra Mundial, dedicada al estraperlo junto a otro escritor Maurice Sachs. Nos la presenta de golpe y porrazo. Como un choque o explosión, sin que entendamos nada sobre ella. Hasta que poco a poco vamos descubriendo quién es y por qué es así.

Y empieza ahí el relato cinematográfico porque es el momento en que Violette, por recomendación de Maurice, escribe en un cuaderno cómo se siente. Como todo ser humano, se va definiendo su historia y personalidad por las personas que se va encontrando en el camino y por las relaciones que va construyendo o destruyendo… Así vamos asistiendo a un segmento de la historia de Leduc, según va conociendo a distintas personalidades, y la abandonamos en un paisaje maravilloso, en la Provenza (el único sitio donde encuentra una especie de paraíso, de paz), sola, en una silla, escribiendo en un cuaderno.

En ese segmento de vida que se nos narra cinematográficamente, asistimos a encuentros cruciales en su vida; además de su madre, influyen en que al final culmine su carrera literaria con sus memorias, que se convirtieron en un éxito: Maurice Sachs, Simone de Beauvoir, Jean Genet, Jacques Guérin… Provost evoca el camino creativo de Violette Leduc hasta que es reconocida como autora pero también su viaje a la aceptación de su soledad, a entenderse, a aprender a dejar de depender emocionalmente de las personas que quiere (a no necesitarlas), a no caer en la locura, al miedo al fracaso… Como le dice, en un momento dado, su amigo Genet, Violette es demasiado melodramática en su vida… hasta que llega a algo parecido a la calma a través de su contacto con la naturaleza y con el vómito de palabras en sus cuadernos…

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Violette (Emmanuelle Devos) vive con angustia porque quiere que la amen los hombres y mujeres que se cruzan por su camino… y cada vez que no se siente amada, acecha el terror al fracaso y al rechazo. La sombra de la locura. No es mujer fácil pero no es revelado el porqué. Violette escribe sobre sus miedos, angustias, experiencias sensuales, sus heridas, sobre las personas que quiere y odia a la vez… Violette se desnuda en cada palabra, se sincera. Se devuelve su reflejo en los libros. Y habla de cosas que, en su momento (y ahora también), poca gente se atrevía, porque revela su yo más íntimo (sus sentimientos, emociones, sensaciones, su sexualidad), sin miedo alguno. Y desgarra y se cura. Se tranquiliza, se salva y crea… De todas las relaciones que refleja la película de Martin Provost, la más cuidada es la que establece con Simone de Beauvoir (fantástica Sandrine Kiberlain). Una relación llena de matices entre dos mujeres complejas que sin embargo construyen a través del tiempo una relación fuerte, que evoluciona. Violette es distante, solitaria, dura, dependiente… pero también vulnerable. Y es retratada, por Provost, con ternura y un fino sentido del humor.

Martin Provost cuida los espacios en los que se desenvuelve una emocional Violette. Así se convierte también en una película de sensaciones y detalles. Leduc siente sus paseos por la naturaleza o cada objeto de su hogar. Una ventana que se abre, una puerta que se cierra o ese café donde se encuentra a Simone, las camas en las que se tumba, la librería en la que se desespera, la clínica en la que sucumbe…

Con Violette, Provost ha creado un díptico sobre mujeres artistas. Así ya realizó otro retrato de una artista contemporánea bastante desconocida, esta vez una pintora, en Séraphine (que aún no he podido ver). Violette se une así a una corriente de películas con nombre de mujer y que últimamente está deparando grandes sorpresas. Tanto por las películas en sí, por los temas tocados, como por la compleja construcción de personajes femeninos. Algunos de estos personajes deambulan por el mundo de la ficción y otros son reconstrucciones de mujeres que son reivindicadas por el papel que tuvieron en su momento. Me atrevería a decir que parte del mejor cine que estoy disfrutando últimamente tiene rostro de mujer: Camille, Elena, Ida, Blue Jasmine, Hannah Arendt… y ahora Violette.

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Hermanos en el cine: dos o más… (Primera parte)

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Desde los orígenes del cine hay hermanos que se han volcado en el mundo del cine. Desde el principio…, ahí están los hermanos Lumière… Hermanos que han sido productores, actores, guionistas, directores… que se han llevado bien, que no se han llevado, que ni siquiera se dirigen la palabra pero que sin duda han dejado huella, legado cinematográfico. Algunos cayeron en olvido mientras otros alcanzaban la fama. Otros triunfaban y triunfan siempre juntos o por separado. Historias tristes y otras alegres… y mucho que contar.

Delante de las cámaras

En la etapa muda nos encontramos con las hermanas Gish. La más recordada Lilliam, la más virginal entre las virginales. Dorothy cayó antes en olvido, gran comediante… porque se retiró de la gran pantalla temprano. Por esos años también daban sus primeros pasos tras la pantalla blanca (aunque estaban muy entregados a los escenarios) los hermanos Barrymore que también triunfaron en el cine sonoro (los tres ejerciendo diferentes roles dejando ver su versatilidad, los tres buenos intérpretes): Ethel, Lionel y John Barrymore. En el Hollywood sonoro varias biografías de distintas personas que poblaron el periodo pre code hablan de las hermanas Bennett y su legado cinematográfico y su estela de escándalos: las señoritas Constance, Barbara (sus carreras han caído en olvido) y Joan Bennett (que subió al pedestal de los inmortales al convertirse en musa de Fritz Lang). También un recuerdo grato es el de los hermanos Marx. En alguna de sus primeras películas aparecieron cuatro (Zeppo como galán) pero ya sin Gummo que sí se subió con ellos a los escenarios. Sin embargo si preguntamos por los Marx se recuerda a Groucho, Harpo y Chico.

Algunos se quedan con la boca abierta cuando se enteran que Olivia de Havilland y Joan Fontaine son hermanas (las dos resisten a desaparecer y siempre se han alimentado los rumores de lo mal que se llevaban) o cuando se vuelve a recordar que Warren Beatty y Shirley McLaine son hermanos. O también si se enteran de dos hermanas que se querían con locura y eran buenas actrices pero la muerte de una de ellas truncó una relación fructífera: Catherine Deneuve y François Dorléac… ambas tuvieron tiempo de trabajar juntas en la mítica Las señoritas de Rochefort. Dorléac murió a los 25 años en un accidente de tráfico. Como trágica fue la muerte de River Phoenix, que contaba con 23 años cuando murió siendo una brillante estrella… ahora es su hermano pequeño Joaquin Phoenix el que ha tomado el relevo… Y si seguimos con las desgracias recordamos a Chris Penn, el hermano de Sean, e intérprete secundario solvente que dejó personajes inquietantes y difíciles de olvidar en películas como Reservoir Dogs, Vidas cruzadas o El funeral.

Hay hermanos que muestran cómo sus carreras han transcurrido con éxitos y paraderos diferentes. La trágica Pier Angeli, de carrera efímera y vida triste, tuvo una hermana gemela que también hizo una carrera cinematográfica que cayó en olvido inmediato y tuvo una larga vida, Marisa Pavan (se la puede recordar como la hija de Anna Magnani en uno de sus trabajos americanos: La rosa tatuada). Peter Fonda siempre optó por su papel de actor, director, productor underground…, su hermana Jane Fonda se convirtió en todo un fenómeno cinematográfico y en intérprete imprescindible durante los años 60, 70 y 80. Recordemos a Jeff Bridges y Beau Bridges que trabajaron juntos en Los fabulosos Baker Boys. Jeff tiene un montón de títulos y una carrera cinematográfica amplia. Beau es el hermano en la sombra aunque parecía que durante los sesenta y setenta era un joven intérprete prometedor que trabajó con buenos directores (tuvo papeles importantes en éxitos del momento como Norma Rae). Él ha trabajado bastante más en televisión y su papel más recordado en el cine es como uno de los hermanos Baker. Le recuperamos hace poco en Los descendientes de Alex Payne. Otros hermanos de carreras divergentes son las de Randy y Dennis Quaid. Randy iba camino de convertirse en un actor representativo del Nuevo cine americano pero su estrella se apagó pronto (aunque siempre ha sido un secundario considerado), después surgió su hermano Dennis como una estrella de los 80. Ahora los dos van buscando su lugar.

Hay otras generaciones de hermanos en los que ninguno ha levantado cabeza. En la saga de los hermanos Baldwin, el que ha corrido más suerte ha sido Alec pero tanto Daniel, como William y Stephen han hecho sus pinitos en el cine. O los hijos de Martin Sheen, Emilio Estevez y Charlie Sheen. Ninguno de los dos ha brillado especialmente y Charlie consigue ser más nombrado por los escándalos en su vida personal.

En breve nombraremos a más hermanos en el terreno de la dirección, producción o guión…

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