… “Soy un desierto que monologa”… Así define Violette Leduc su escritura, su necesidad de vomitar palabras y plasmarlas en cuadernos en blanco. Y con esa cascada de palabras se nos va revelando la personalidad de Leduc y permite que entendamos los actos que acompañan su vida. La soledad en la que se siente atrapada, la soledad por la que tiene que aprender a caminar. Violette de Martin Provost devuelve el retrato de una mujer que se salva, a través de la palabra, de destruirse cada día un poco más. El primer contacto que el espectador tiene con este desconocido personaje histórico es su confesión de que la fealdad en una mujer es un pecado mortal… y algo que marca su deambular; una demostración del poco amor que se tiene a sí misma. La sucesión de imágenes nos va llevando a la culminación, al clímax, a entender la humanidad del personaje: es desgraciada porque tiene interiorizado desde la infancia un sentimiento de que nadie la quiere ni la querrá. Ella es bastarda y siente siempre que no fue fruto del amor, que nunca fue deseada por nadie. Así titulará sus memorias, La bastarda.
Martin Provost atrapa a su personaje en plena Segunda Guerra Mundial, dedicada al estraperlo junto a otro escritor Maurice Sachs. Nos la presenta de golpe y porrazo. Como un choque o explosión, sin que entendamos nada sobre ella. Hasta que poco a poco vamos descubriendo quién es y por qué es así.
Y empieza ahí el relato cinematográfico porque es el momento en que Violette, por recomendación de Maurice, escribe en un cuaderno cómo se siente. Como todo ser humano, se va definiendo su historia y personalidad por las personas que se va encontrando en el camino y por las relaciones que va construyendo o destruyendo… Así vamos asistiendo a un segmento de la historia de Leduc, según va conociendo a distintas personalidades, y la abandonamos en un paisaje maravilloso, en la Provenza (el único sitio donde encuentra una especie de paraíso, de paz), sola, en una silla, escribiendo en un cuaderno.
En ese segmento de vida que se nos narra cinematográficamente, asistimos a encuentros cruciales en su vida; además de su madre, influyen en que al final culmine su carrera literaria con sus memorias, que se convirtieron en un éxito: Maurice Sachs, Simone de Beauvoir, Jean Genet, Jacques Guérin… Provost evoca el camino creativo de Violette Leduc hasta que es reconocida como autora pero también su viaje a la aceptación de su soledad, a entenderse, a aprender a dejar de depender emocionalmente de las personas que quiere (a no necesitarlas), a no caer en la locura, al miedo al fracaso… Como le dice, en un momento dado, su amigo Genet, Violette es demasiado melodramática en su vida… hasta que llega a algo parecido a la calma a través de su contacto con la naturaleza y con el vómito de palabras en sus cuadernos…
Violette (Emmanuelle Devos) vive con angustia porque quiere que la amen los hombres y mujeres que se cruzan por su camino… y cada vez que no se siente amada, acecha el terror al fracaso y al rechazo. La sombra de la locura. No es mujer fácil pero no es revelado el porqué. Violette escribe sobre sus miedos, angustias, experiencias sensuales, sus heridas, sobre las personas que quiere y odia a la vez… Violette se desnuda en cada palabra, se sincera. Se devuelve su reflejo en los libros. Y habla de cosas que, en su momento (y ahora también), poca gente se atrevía, porque revela su yo más íntimo (sus sentimientos, emociones, sensaciones, su sexualidad), sin miedo alguno. Y desgarra y se cura. Se tranquiliza, se salva y crea… De todas las relaciones que refleja la película de Martin Provost, la más cuidada es la que establece con Simone de Beauvoir (fantástica Sandrine Kiberlain). Una relación llena de matices entre dos mujeres complejas que sin embargo construyen a través del tiempo una relación fuerte, que evoluciona. Violette es distante, solitaria, dura, dependiente… pero también vulnerable. Y es retratada, por Provost, con ternura y un fino sentido del humor.
Martin Provost cuida los espacios en los que se desenvuelve una emocional Violette. Así se convierte también en una película de sensaciones y detalles. Leduc siente sus paseos por la naturaleza o cada objeto de su hogar. Una ventana que se abre, una puerta que se cierra o ese café donde se encuentra a Simone, las camas en las que se tumba, la librería en la que se desespera, la clínica en la que sucumbe…
Con Violette, Provost ha creado un díptico sobre mujeres artistas. Así ya realizó otro retrato de una artista contemporánea bastante desconocida, esta vez una pintora, en Séraphine (que aún no he podido ver). Violette se une así a una corriente de películas con nombre de mujer y que últimamente está deparando grandes sorpresas. Tanto por las películas en sí, por los temas tocados, como por la compleja construcción de personajes femeninos. Algunos de estos personajes deambulan por el mundo de la ficción y otros son reconstrucciones de mujeres que son reivindicadas por el papel que tuvieron en su momento. Me atrevería a decir que parte del mejor cine que estoy disfrutando últimamente tiene rostro de mujer: Camille, Elena, Ida, Blue Jasmine, Hannah Arendt… y ahora Violette.
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Me gustó mucho «Séraphine», y si esta comparte una pizca de su sentido artístico y su sensibilidad visual, me la apunto, a pesar de que el cóctel que relatas no me parece demasiado prometedor (las películas sobre una vida son peligrosas; si encima pretenden tener el hálito de lo literario, más todavía…).
Pero con ese antecedente, habrá que probar.
Besos
Yo todavía no he podido ver Séraphine aunque en su momento me quedé con ganas y todavía oigo-leo buenas cosas sobre ella. Así que no sé decirte si formalmente la manera de abordar este retrato femenino se parece en algo a aquel. Para mí Violette es una película que me ha descubierto a una escritora que desconocía y un retrato femenino muy interesante. Si pruebas, ya me dirás.
Beso
Hildy
A mí Seraphine me gustó, y mucho. Y esta está en mi lista de pendientes «para ya». Me sucede como a tí, desconocía a esta escritora (como desconocía a la pintora mencionada) y me causan curiosidad su trayectoria literaria y vital.
Estoy contigo, últimamente ha habido algunos retratos femeninos que merecen la pena. El siguiente paso será que esos retratos sean dirigidos y vistos por otras mujeres. E incluso me atrevería a desear que también filmaran el mundo de niños, hombres, perros, lagartos ocelados, hienas del Serengueti… en fin, eso, jajaja.
Besos ilusos
… Mi querida Marga, ¡no tengo más remedio que hacerme con Séraphine! El retrato femenino (Violette) que propone la película es complejo e interesante. Yo no retiré ni un segundo mis ojos de la pantalla. Y sí son muchos los personajes femeninos muy bien construidos que últimamente han poblado las pantallas en las salas de cine.
¡Quiero retratos sobre las hienas del Serengueti… ya!
Besos retratados
Hildy
Después de ller tu texto no puedo sino clamar una vez más en el desierto….please pongan esta película, ya no se si decirlo en varios idiomas a ver si cuela…que va a ser que no.
Y la verdad es que me resulta tan atractivo todo lo que cuentas. Por ciertyo la anterior, sobra decirlo, tampoco pasó por aquí. Un abrazo
¡Tiene que colar! Mi querido Victor ¡tiene que ver Violette! Menos mal que cada vez hay más posibilidades para disfrutar de esas películas que no llegan por distintos motivos. Es cierto que el cine en el cine es lo mejor… pero ¡qué felicidad con los soportes DVD y los Blu Ray! y ahora otras plataformas que facilitan ver buen cine y en buenas condiciones. Violette ha sido una película que he disfrutado bastante, además de descubrirme a una autora. Pero yo sigo apostando por el cine en ¡sala de cine! Qué placer.
Besos
Hildy
Querida Hildy,
cine, literatura y París. Tu entrada me tenía ganado desde el principio. Confirmado: Violette tiene que caer este fin de semana.
Un beso.
Manel
Cine, literatura, París… buena sinopsis para Violette, querido Manel. Espero que disfrutes con este relato cinematográfico que además es un complejo retrato de una escritora que para mi era desconocida. A mí me mereció la pena la visita a la sala de cine.
Besos
Hildy