El caftán azul (Le bleu du caftan, 2022) de Maryam Touzani

El caftán azul, una película que capta la intimidad y complicidad de una bonita relación a tres bandas.

Hay películas que muestran una sensibilidad especial a la hora de contar una historia. Y así ocurre con El caftán azul. Una relación a tres bandas contada con detalles, matices, miradas y silencios. Con un ritmo sereno. Es difícil conseguir la sensación de complicidad; es decir, ser testigos de una relación íntima. Y eso es lo que ocurre con el matrimonio formado por Halim (Saleh Bakri) y Mina (Lubna Azabal). Por circunstancias de la vida, la pareja tiene que dejar entrar en esa complicidad a un joven, Youssef (Ayoub Missioui).

Halim y Mina llevan un taller artesanal de costura de caftanes en la medina de Salé. Halim es el sastre, Mina administra el local, atiende a los clientes y es una eficaz ayudante. Cuando les conocemos, sabemos que les cuesta sacar el negocio adelante, que Mina no se encuentra bien y que para sacar los pedidos pendientes necesitan contratar a un joven aprendiz.

Poco a poco vamos descubriendo que Halim es todo un artista de la costura. Un sabio de las telas y las puntadas. Cada una de las prendas las realiza con un gran amor y cuidado. Respeta absolutamente su profesión. En el momento en el que le conocemos está llevando a cabo para una clienta un caftán azul y está siendo una de sus piezas más elaboradas. Es un hombre silencioso, respetuoso y bueno, con la mirada lo dice todo. Mina es una mujer luminosa, con carácter y fuerza, con don de gentes.

Como dice Halim en un momento de la película, Mina es la roca de la relación. Con su vitalidad, sacan todo adelante, pero ahora está enferma. Mina ama Halim, Halim ama a Mina. Los dos tienen una complicidad preciosa, saben reírse juntos, mantienen un equilibrio precioso y un secreto. Halim reprime su sexualidad. Ahora en esa complicidad perfecta que han construido durante años entra Youssef… y la vida les obliga a restablecer las líneas de un nuevo equilibrio.

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The quiet girl (The quiet girl, 2022) de Colm Bairéad

La carrera de una niña, la importancia de los gestos en The quiet girl.

La cámara de Colm Bairéad no se separa de la niña protagonista, Cáit (Catherine Clinch), de nueve años. The quiet girl es una película de miradas y silencios. Bairéad ofrece una ópera prima que es un poema directo y conciso sobre una infancia dura. Son más importantes los gestos que las palabras para ir construyendo la historia. Y donde una carrera cronometrada de su protagonista para recoger el correo adquiere todo su significado y emoción al final de la historia. Colm Bairéad, desde la calma y la belleza de la Irlanda rural de los años ochenta, regala unos últimos minutos de emoción intensa. La niña tranquila realiza una carrera para expresar su amor. Y transmite una sensibilidad similar a la carrera de Joey Starrett (Brandon de Wilde) en Raíces profundas de George Stevens.

Cáit lo observa y sobre todo lo siente todo. Es una niña callada, tímida, que no expresa sus sentimientos, que prefiere pasar desapercibida en un entorno que es hostil. Vive en el seno de una humilde familia numerosa, donde su agotada madre está a punto de dar a luz y su padre no pone las cosas fáciles, nunca. La muchacha tampoco recibe el apoyo de sus hermanos y en el colegio no encuentra su sitio, sus problemas de aprendizaje y su actitud silenciosa no hace que sea muy popular. Cáit se siente invisible.

Ante la inminente llegada del bebé, los padres toman la decisión de mandar a Cáit a pasar el verano (o mucho más, no le queda muy claro) a casa de unos familiares de la madre. Su padre la deja allí sin un ápice de cariño, incluso olvida darle el equipaje, y ella se enfrenta sola a la incertidumbre. Nadie se ha despedido de ella. Entra en el hogar de los Kinsella (Carrie Crowley y Andrew Bennett), sin apenas conocerlos. Y Cáit realiza una serie de descubrimientos que darán un vuelco a su vida.

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Declaraciones de amor al cine (segunda parte). Los Fabelman (The Fabelmans, 2022) de Steven Spielberg

Cinco razones para no perderse Los Fabelman

Los Fabelman en la sala de cine.

Primera razón. Cabeza y corazón

Desde la primera secuencia de Los Fabelman no solo se presenta el conflicto del personaje principal, sino el gran tema de la película. Mitzi y Burt Fabelman (Michelle Williams y Paul Dano) llevan por primera vez a su hijo Sammy (Mateo Zoryan/Gabriel LaBelle) al cine. Esperando la cola, el niño les expresa sus dudas de entrar a la sala. Tiene miedo. Burt trata de convencerlo explicándole, desde la ciencia, lo que supone el cine, por qué se produce el efecto óptico de las imágenes en movimiento. Le desvela cómo funciona un proyector para poder ver en la pantalla la película. Mitzi le dice que va a soñar, que va a disfrutar con la experiencia y con la historia que va a ver en la pantalla.

Sammy escucha a los dos: para su padre, un ingeniero informático, todo tiene una explicación racional, un porqué. Es un hombre ordenado, serio y todo en su vida tiene que estar controlado. Para su madre, una mujer que cambió el piano por la seguridad de una casa, la vida es sueño, juego, improvisación, creatividad, arte y alegría. Su padre es la calma, su madre es la espontaneidad. Su padre controla las emociones y los miedos, su madre es todo emoción y desequilibrio. Su padre es una línea recta, su madre es una curva.

Sammy entra al cine, una sala enorme hasta arriba de público, y se queda hipnotizado frente El mayor espectáculo del mundo (The Greatest Show on Earth, 1952) de Cecil B. DeMille. Sobre todo alucina con una secuencia: el descarrilamiento de un tren. A partir, de ese momento, solo sueña con recrear ese instante con un tren de juguete en la intimidad de su casa. Quiere controlar y crear por sí solo ese accidente.

Ante el estropicio que provoca en su primer intento, el padre le regaña y le dice que tiene que cuidar sus juguetes y no destrozarlos y su madre tiene la sensibilidad de captar lo que el niño desea: reproducir lo que ha visto en la pantalla y ser capaz de llevarlo a cabo. Ella le prestará la cámara del padre para que lo inmortalice una vez más. Mitzi le ofrece el instrumento para saciar su pasión: crear historias. Lo primero que inmortalizará será el descarrilamiento, pero después ya no dejará de filmar.

Los Fabelman se cuenta a través de la mirada de Sammy que asistirá, mientras alimenta su pasión, al descarrilamiento del universo familiar. La elección que tiene que hacer es ir por la vida con cabeza y tenerlo todo bajo control o dejarse llevar por el corazón y la pasión, aunque el camino sea arduo.

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Una despedida. Las paredes hablan (2022) de Carlos Saura

Las paredes hablan o pasear con un hombre sabio.

El 30 de enero recibí un wasap de una amiga que me decía que le habían tocado unas invitaciones para ver el nuevo documental de Carlos Saura al día siguiente. Así que me apunté alegremente y fui sin tener ni idea de lo que iba a ver. Las paredes hablan me produjo una enorme alegría y un buen rollo increíble según iban pasando los minutos. Estábamos en la sala de cine, dejándonos llevar. Nos dejamos arrastrar por la curiosidad de un hombre de noventa años con muchas ganas de aprender. Ahí estaba en la pantalla gigante transmitiendo una energía muy bonita.

Y es que además Las paredes hablan es un documental muy bello. Parece sencillo, pero no lo es. Ese es uno de sus valores, que acerca un mundo complejo con sencillez y pasión. Con humildad. ¿Qué se encierran en los 75 minutos de imágenes gozosas? Una reflexión sobre el hombre y el poder de creación. ¿Cuándo el ser humano se convirtió en artista? Carlos Saura, junto a José Morillas, reflexionaron en un esbozo de guion inicial sobre las pinturas rupestres en las paredes de las cuevas.

Con una cita de un cuento de Borges arranca la magia de este documental: «Un hombre se propone la tarea de dibujar el mundo». Saura, como hombre sabio y curioso, dio una vuelta de tuerca al planteamiento del documental. El proceso creativo siempre vivo, generando pensamiento, ideas y arte. Si es cierto que los hombres prehistóricos utilizaban la pared como lienzo, la semilla que plantaron ha continuado hasta hoy. Ese afán de dibujar el mundo sigue en las paredes de las ciudades. Los grafitis son expresiones artísticas que nos dicen que las paredes hablan mucho más de lo que pensamos.

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Declaraciones de amor al cine (primera parte). Babylon (Babylon, 2022) de Damien Chazelle

Babylon y el exceso sin respiro.

En un cortometraje de 1934 titulado Star Night at the Cocoanut Grove, varias estrellas de la Metro-Goldwyn-Mayer acuden a un evento musical en un club nocturno. El maestro de ceremonias, el artista de vodevil y actor Leo Carrillo, dice unas palabras en su presentación de la gala: «Hollywood, Hollywood. Fabuloso Hollywood. Babilonia de celuloide, gloriosa, fascinante…, ciudad delirante, frívola, seria, audaz y ambiciosa, viciosa y glamurosa. Ciudad llena de dramas, miserable y trágica…, inútil, genial y pretenciosa, tremendo amasijo… Relumbrona, terrible, absurda, estupenda; falsa y barata, asombrosamente espléndida… ¡¡Hollywood!!».

Así empieza el primer tomo de Hollywood Babilonia (1965) de Kenneth Anger, y parece que Damien Chazelle no desconoce este libro escrito por este cineasta experimental y con amor al ocultismo, que logró el éxito con esta publicación plagada de fotografías, rumorología y cotilleos varios del Hollywood clásico. Varias de las historias narradas entre sus páginas se han demostrado posteriormente que solo eran rumores y se han desmentido; no obstante se han convertido muchas de ellas en verdaderas leyendas urbanas.

Es cierto que existe una visión determinada de Hollywood antes del Código Hays: un periodo pionero, de aventura y descubrimiento, un mundo salvaje donde la gente era capaz de todo por el negocio y el arte. Kenneth Anger alimentó además la impresión de que también era una bacanal donde los locos años veinte llegaron a su apogeo máximo. Curiosamente el segundo tomo de Hollywood Babilonia, publicado en los años ochenta, no tuvo tanta repercusión como el primero, quizá los tiempos habían cambiado y ya lo que contaba Anger no era tan escandaloso.

Lo sorprendente es que estas palabras del maestro de ceremonias proceden de un corto del mismo corazón de Hollywood y prácticamente son una sinopsis de lo más acertada del largometraje de Damien Chazelle. Y definen a la perfección Babylon: excesiva, escatológica, desmesurada, contradictoria, mastodóntica, ególatra, imperfecta, pero tremendamente atrayente, divertida, con momentos muy bellos y unos actores absolutamente entregados.

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Sobre los blaxploitation. ¿¡Soy lo bastante negro para ti!? (Is That Black Enough for You?!?, 2022) de Elvis Mitchell / Coffy (Coffy, 1973) de Jack Hill

Un recorrido por los blaxploitation. ¿¡Soy lo bastante negro para ti!? (Is That Black Enough for You?!?, 2022) de Elvis Mitchell

Dorothy Dandridge y Harry Belafonte, dos pioneros en cambiar la imagen de los afroamericanos en el cine de Hollywood.

El crítico de cine Elvis Mitchell escribe y dirige ¿¡Soy lo bastante negro para ti!? En este ensayo cinematográfico cobra especialmente importancia que este crítico sea afroamericano. ¿Por qué? Pues porque a partir de su experiencia personal como espectador de cine apasionado, cuenta esa otra historia de cine en Hollywood. Es decir, la presencia de actores, directores o guionistas negros en el sistema de estudios desde el cine mudo hasta los años setenta donde se produce un antes y un después con el fenómeno de los blaxploitation. Dicho género, agrupa a un grupo de películas, normalmente de bajo presupuesto, protagonizadas por afroamericanos que supusieron taquillazos. El éxito de dichas producciones, y también sus bandas sonoras, hizo que incluso los grandes estudios apostaran por estos largometrajes.

De esta manera, nació todo un star system paralelo y una representación distinta del afroamericano en la pantalla de cine. No obstante, el género también tuvo sus contradicciones, pues muchas de estas películas eran extremadamente violentas, con unos planteamientos machistas, que explotaban al máximo la sexualidad, mostrando la corrupción, los negocios sucios, las drogas y demás asuntos que dejaban una mirada controvertida de la comunidad negra estadounidense. Pero lo que estaba claro es que el estereotipo había cambiado: ya no era el personaje sumiso, cómico, victimista o sin apenas protagonismo, sino que los hombres y las mujeres de este movimiento mostraban toda su personalidad arrolladora, fuerza, sexualidad, rabia y orgullo de ser negros. Y esto abrió el camino a una generación de realizadores, actores y actrices y profesionales del mundo del cine que ha abierto el abanico, reflejando al cien por cien un mundo plural.

Elvis Mitchell se centra en dos antecedentes claros para empezar a cambiar la perspectiva de la presencia afroamericana en las películas: Sidney Poitier y Harry Belafonte. Así como la manera de enfocar el tema racial de directores del Nuevo Hollywood, como Hal Ashby, o de la presencia de solventes actores negros en el cine independiente americano como Rupert Crosse. Todo está a punto, sobre todo con la presencia de directores afroamericanos pioneros como Melvin van Peebles, Gordon Parks o Ossie Davis en la industria del cine, pero el crítico cinematográfico no se olvida tampoco de mencionar a un realizador afroamericano en el Hollywood clásico y del cine mudo, Oscar Micheaux.

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Bosco (Bosco, 2020) de Alicia Cano Menoni

Orlando Menoni, contador de historias del Bosco.

El anciano Orlando Menoni desde el patio de su casa en Salto, Uruguay, es un contador de historias. Desde su silla giratoria, que le permite una visión de 360 º, atraviesa las fronteras espaciales y temporales. Desde la existencia de la palabra, la fuerza de la tradición oral ha estado presente y se ha transmitido de generación en generación. Orlando guarda en su memoria las raíces familiares, los orígenes de los Menoni, y sus historias no se pierden porque él las cuenta. Y esas raíces le llevan siempre a Bosco di Rossano, un pequeño pueblo italiano, escondido entre montañas y castaños. Él nunca ha estado ahí, pero lo conoce como la palma de su mano. Y es más, lo ama. Es la tierra donde reposa la memoria familiar, Orlando lleva en su cabeza su Innisfree particular.

Sin embargo, ocurre algo precioso, porque esa tierra amada y soñada es real, y su nieta, Alicia Cano Menoni, cineasta, tiene una cámara para atraparla. Cuando hace trece años, tuvo la oportunidad de ir a estudiar a Italia, su mayor deseo era encontrar el pueblo de Bosco, el protagonista de todas las historias que le contaba su abuelo cuando era niña en el patio de Salto. Alicia no solo localizó la aldea, sino que durante trece años atrapó la esencia de ese pueblo, convivió con sus apenas trece habitantes durante sus estancias allá, captó su espíritu… y se dio cuenta de que el pueblo soñado y transmitido por su abuelo existía, era de carne y hueso. Las palabras de su abuelo fueron su guía… y allá se encontró con sus pobladores, guardianes de memoria, que también guardaban sus historias y conservaban sus formas de vida. No hay olvido.

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As bestas (As bestas, 2022) de Rodrigo Sorogoyen

As bestas, en el paraíso también se oculta el infierno.

La rapa das bestas es una tradición gallega que consiste en que varios hombres someten a los caballos salvajes de los montes para cortarles las crines, desparasitarlos si es necesario, curarlos si lo necesitan o marcarlos. Así empieza As bestas de Rodrigo Sorogoyen, con el sometimiento de un caballo salvaje por tres hombres. No es más que una metáfora que volverá a repetirse sobre la mitad de la película, donde estalla una violencia que había estado en tensión durante todo el metraje. En ese momento, se produce una lucha por someter a la fuerza al otro y los hombres se convierten en bestias. Una vez más se pone en marcha la cita de Thomas Hobbe: «El hombre es un lobo para el hombre».

En As bestas, Rodrigo Sorogoyen y Isabel Peña levantan una historia que se inspira libremente en el asesinato de Martin Verfondern en 2010, un holandés que vivía junto a su esposa, Margo Pool, en una localidad gallega desde hacía más de una década. Desavenencias con la familia vecina precipitaron la tragedia. Los protagonistas de la película son una pareja francesa, Antoine (Denis Ménochet) y Olga (Marina Foïs), que no logran precisamente una convivencia tranquila con dos hermanos vecinos, Xan (Luis Zahera) y Lorenzo (Diego Anido). Su madre (Luisa Merelas) tampoco calma los ánimos.

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Un libro y un documental. Cineclub (De Bolsillo, 2021) de David Gilmour / Moonage Daydream (Moonage Daydream, 2022) de Brett Morgen

Un libro que muestra cómo el cine puede formar parte de nuestra educación emocional y ser una herramienta para enfrentarnos al día a día. Y un documental sobre David Bowie, un artista del siglo XX que refleja que este tipo de obras se pueden enfocar desde otra perspectiva que no sea ciñéndose a las claves del documental biográfico. Dos curiosidades y dos formas de aproximarse al cine.

Cineclub (De Bolsillo, 2021) de David Gilmour

El cine como herramienta para una educación emocional y como instrumento para enfrentarse a la vida.

A veces a una le apetece leer algo ligero, sincero y sin complicaciones y que de alguna manera le llegue. El otro día estaba paseando entre los libros que había en una librería de cine de mi ciudad y me llamó la atención uno de bolsillo con un título directo: Cineclub. Leí por encima la cubierta y la solapa y era un libro que contaba una experiencia familiar de un crítico de cine canadiense, David Gilmour. Me llamó la atención, y no solo terminó en mi biblioteca particular, sino que lo leí de un plumazo.

El libro es tremendamente sencillo, pero me encanta el tema que expone y que tenga un final feliz. En un momento que no es fácil ni para el padre (falta de trabajo) ni para el hijo (no puede con el instituto ni con la perspectiva de un presente poco halagador y un futuro incierto), David propone a Jesse, de 16 años, algo realmente insólito: que deje el instituto si quiere, pero con dos condiciones. La primera, «no tienes que trabajar, no tienes que pagar el alquiler. Puedes dormir hasta las cinco todos los días. Pero nada de drogas. Si tomas alguna droga, no hay trato». La segunda, «quiero que veas tres películas a la semana conmigo. Yo las elijo. Es la única educación que vas a recibir».

El libro está contado con una sinceridad ingenua por parte de David Gilmour, pero ese es parte de su encanto. Y es que finalmente este experimento pedagógico funciona con Jesse… y también para David. Con la disculpa de esa proposición, padre e hijo se pasan tres años juntos hablando de cine, pero también de muchas otras cosas más mundanas. De tal modo, que el cine no deja de ser una herramienta de educación emocional valioso y un instrumento para enfrentarse a la vida. Los dos van sufriendo un bonito proceso de transformación en su relación de padre e hijo y van salvando los obstáculos que les amargan los días. Y de fondo siempre el cine, y también la música… como tabla de salvación. Al final, padre e hijo construyen no solo relación, sino también una trayectoria, una senda por la que continuar.

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De película de estreno a película de estreno y tiro porque me toca

Llevo unas semanas recuperando el ritmo de película por semana en sala de cine, pero en el periplo, no he conseguido que ninguna me deslumbre del todo, tan solo destellos. Todas me han aportado algo, pero no he perdido el sentido con ellas. Y es más, todas están bien contadas, incluso con el ritmo adecuado, en ninguna me he aburrido o he tenido ganas de salirme de la sala, pero me han parecido más cerebrales que emocionales. Ni siquiera había un equilibrio entre ambas posiciones, que varias de ellas lo pedían.

Ninguna “sentipensante”, como dice mi hermana. Solo una me hizo desbordarme bastante, pero sufrí un hándicap grave en la sala de cine. Fui a la sesión nocturna, llevaba una semana toledana y hubo momentos en que la vi entre sueños. Lo bonito es que me quedé con unas ganas locas de volver a verla. Lo que vi entre sueños también me hipnotizó. Curiosamente era la que más se dejaba llevar por la fantasía y la que más se arriesgaba cinematográficamente hablando.

Tres de ellas son el reflejo de una época. Y aportan. Es más, diría que son necesarias, pero no son redondas ni perfectas, no llegan del todo al espectador (sea cinéfilo o no), por distintos motivos que iremos desgranando. Cuentan con una mirada sobre un acontecimiento histórico concreto. Emplean distintos géneros para mostrarlos: cine carcelario, cine judicial y cine social. También, por último, escribiré sobre un documental sobre un crítico de cine, que se queda en un reportaje periodístico correcto.

La “sentipensante”. Tres mil años esperándote (Three Thousand Years of Longing, 2022) de George Miller

También os digo que es una película para ver entre sueños, porque de eso trata. De pronto Miller, con sus 77 años y creador de la saga de Mad Max, decide crear una película de fantasía donde se da importancia a la narración, a los cuentos, en una época racional, científica y de nuevas tecnologías.

Él decide contar la relación especial que se establece entre una especialista en literatura y en las narraciones con cara de Tilda Swinton y un genio que sale de una botella igualito a Idris Elba. Y los dos encerrados en una habitación de hotel en Estambul y luego en una casa solitaria en Londres cuentan una historia dentro de una historia y otra historia…

Algo parecido a esos mundos mágicos de las mil y una noches, el barón Munchausen o el manuscrito encontrado en Zaragoza. Y queda demostrado que incluso en este siglo XXI sigue siendo necesario creer en los cuentos y dejarse llevar. ¿Cómo no te vas a arrastrar hasta una sala de cine con semejante título… Tres mil años esperándote? Por cierto, adapta un relato de una autora a la que no me importaría acercarme, A.S. Byatt.

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