Bosco (Bosco, 2020) de Alicia Cano Menoni

Orlando Menoni, contador de historias del Bosco.

El anciano Orlando Menoni desde el patio de su casa en Salto, Uruguay, es un contador de historias. Desde su silla giratoria, que le permite una visión de 360 º, atraviesa las fronteras espaciales y temporales. Desde la existencia de la palabra, la fuerza de la tradición oral ha estado presente y se ha transmitido de generación en generación. Orlando guarda en su memoria las raíces familiares, los orígenes de los Menoni, y sus historias no se pierden porque él las cuenta. Y esas raíces le llevan siempre a Bosco di Rossano, un pequeño pueblo italiano, escondido entre montañas y castaños. Él nunca ha estado ahí, pero lo conoce como la palma de su mano. Y es más, lo ama. Es la tierra donde reposa la memoria familiar, Orlando lleva en su cabeza su Innisfree particular.

Sin embargo, ocurre algo precioso, porque esa tierra amada y soñada es real, y su nieta, Alicia Cano Menoni, cineasta, tiene una cámara para atraparla. Cuando hace trece años, tuvo la oportunidad de ir a estudiar a Italia, su mayor deseo era encontrar el pueblo de Bosco, el protagonista de todas las historias que le contaba su abuelo cuando era niña en el patio de Salto. Alicia no solo localizó la aldea, sino que durante trece años atrapó la esencia de ese pueblo, convivió con sus apenas trece habitantes durante sus estancias allá, captó su espíritu… y se dio cuenta de que el pueblo soñado y transmitido por su abuelo existía, era de carne y hueso. Las palabras de su abuelo fueron su guía… y allá se encontró con sus pobladores, guardianes de memoria, que también guardaban sus historias y conservaban sus formas de vida. No hay olvido.

Con todo el material grabado, Alicia Cano Menoni tenía que dar forma, a través del montaje, a lo que realmente quería contar y transmitir. El nexo entre Salto y Bosco estaba claro: su abuelo y sus raíces familiares. A partir de ahí construye un documental sensible, realista, pero envuelto en leyenda y memoria.

Cuentos, leyendas, relatos de hambre, inmigración, guerras y lobos. Canciones sobre el mar, la muerte y la ausencia. Historias sobre la pobreza. Bailes y el sabor de los primeros caramelos. Los castaños y las estaciones. Mujeres que saben curar con las plantas. Pastoras que llevan a sus ovejas al monte. Un gato que todo lo observa. Hombres y mujeres en contacto con una naturaleza que les rodea y que conectan con cada una de las pequeñas criaturas que hay a su alrededor.

En Bosco di Rossano el tiempo pasa, pero algo permanece. En el patio de Salto el tiempo pasa, pero algo permanece. Los abuelos se hacen mayores, la memoria se pierde, la mirada se esconde en la niebla. Los ancianos van muriendo. Pero las voces continúan, las canciones suenan, las viejas postales muestran un paisaje que se transforma o una vieja cámara de Super 8 atrapa momentos cotidianos. Los fantasmas siempre quedan. Alicia Cano Menoni recoge la tradición oral y la graba con su cámara. También transmite una forma de vida que se pierde, donde no hace falta un móvil, un ordenador o almacenar todo en una nube extraña. Un mundo donde la intesidad es algo cotidiano. No solo rescata el Innisfree de su abuelo, tan real, sino que ese pueblo semioculto entre un bosque de castaños cobra vida eterna a través del objetivo de su cámara.

Bosco, el pueblo soñado y real.

La curandera del pueblo va al cementerio, besa las lápidas, pone flores y habla con los muertos. La abuela de Alicia en el patio de Salto besa y habla con sus plantas. Los espectadores de Bosco se alimentan de historias lejanas, y realizan un viaje en el tiempo entre Bosco y Salto, donde se dinamita la distancia. Tan lejos, tan cerca. Cuando una pastora canta una canción que cuenta una historia de mar y muerte, la cámara atrapa un instante que perdura, bello. Los vivos se convierten en fantasmas que siguen contando y mostrando un mundo que parece destinado a desaparecer. Pero algo permanece.

Orlando Menoni ya no está, pero sus historias sobre Bosco no mueren. A punto de cumplir los 103 años… abandonó Salto. Él se convierte en narrador y siempre estará ahí para hablarnos de ese pueblo lejano. Y no solo eso, su nieta muestra que no es una aldea soñada, que existe. Bosco no es un documental al uso, conmueve y caza al vuelo historias, detiene el tiempo y rompe fronteras. El bosque está encantado y sus fantasma persisten, viven entre nosotros. Las historias orales no desaparecen. El tiempo real y el imaginado se mezclan, conviven. El viento traslada historias duras y la sabiduría que no se pierde. Historias que recuerdan que la conexión con la naturaleza y con el ciclo de las estaciones nos conectan quizá con el misterio de la vida.

Bosco es testimonio de cómo las nuevas generaciones rescatan ese misterio de sus ancestros a través de la cámara o con la escritura. Este documental uruguayo puede hacer una bonita sesión doble con Trinta Lumes de Diana Toucedo, para que después uno lea bajo un castaño las palabras de Irene Solà Sàez (Canto yo y la montaña baila) o de Manuel Astur (San, el libro de los milagros). Y no solo eso, sino que también Alicia Cano Menoni convierte la cámara en un instrumento para atrapar la poesía de la memoria y jugar con ella. La directora recupera su historia familiar, pero al final crea un relato universal que indaga sobre la vida, la muerte y la memoria. Al final, cada uno tiene su propio Bosco y lo alimenta como puede. Los besos, las palabras y los caramelos nunca vienen mal.

Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons.

8 comentarios en “Bosco (Bosco, 2020) de Alicia Cano Menoni

  1. Hola Hildy
    ¡Qué bonita historia y qué bien la cuentas!
    Si el abuelo nunca estuvo en Bosco es casi seguro que exista más gente en Salto añorando Bosco… que gente real viviendo en Bosco. El viejo continente y el Nuevo Mundo siguen con la danza de la vida.
    Ese pueblito entre castaños ahora mismo debe ser una fiesta. Local, pero fiesta. (No sé si sabrás que son los calbotes pero miro ese pueblo y casi huelo el humo a madera y castañas).
    Un saludo, Manuel.

  2. Manuel, es una preciosidad de película.
    Quería transmitir lo que sentí viéndola.
    Quizá olvido señalar algo importante: tiene un fino sentido del humor. Ríes en varios momentos.
    Ay, el otro día paseando había un puesto de castañas asadas… y tenía mucho frío. No sabes lo que disfruté con una bolsita de papel con nueve castañas calientes. ¡Salieron todas buenas!
    Así, de repente, no sabía lo que eran los calbotes, pero lo he buscado enseguida. Sí, huele a humo, madera y castañas asadas. Qué ricas son.

    Beso con un caramelo de castaña
    Hildy

  3. Querida Hildy,
    desde que la vi asomar por filmaffinity le tengo muchas ganas a esta historia, que sé que me va a gustar, y más ganas que me da leerte, lo bien que transmites el amor por lo que ves y te emociona.
    Sobre los calbotes tengo un pequeño trauma infantil que, bueno, queda muy lejos ya. Aunque yo no los celebre ni los celebrara de chico, sí que todos los otoños paseo lo que puedo por los castañares que tengo cerca, que son bien hermosos, y recojo castañas y alguna seta que se descuide. El otoño es mi estación favorita.
    Un beso

  4. Querido Manuel, sí, yo creo que te va a gustar Bosco. Es una película con una sensibilidad especial y una forma de contar que a mí me toca.
    Sí, es verdad, el otoño es una estación preciosa. De colores bonitos. Yo nunca he celebrado calbotes.
    Solo sé el placer que me causa pasear por una calle, con frío en las manos, y ver un puesto de castañas asadas y conseguir una bolsita de papel con varias dentro. Hablando de otra cosa, qué bueno, por el campo o por la ciudad, la acción de pasear, ¿verdad? Con calma, disfrutando.

    Beso
    Hildy

  5. ¡¡¡Marga, qué alegría me da siempre leerte!!! Es una película que merece un montón la pena. De Salto a Bosco, a través de la tradición oral y la realidad, saltando el tiempo y el espacio. Una preciosidad.

    Beso
    Hildy

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