Breve radiografía de Mel Gibson. Lluvia de películas, recuerdos, reflexiones y un libro

Mel Gibson, como Hamlet.

Mi interés por Mel Gibson es de esos secretos inconfesables… Las ganas por escribir este post empezaron cuando me enteré de la aparición de un libro con el actor de protagonista. Por supuesto, mostré enseguida mis ganas de tenerlo en mis manos, y ya forma parte de mi biblioteca. La publicación en cuestión analiza su trayectoria y se titula: Mel Gibson. el bueno el feo y el creyente, de David Da Silva (Applehead Team, 2020). David Da Silva, un historiador y profesor de cine francés, realiza un análisis interesante sobre el actor australiano, pues construye un camino que conecta sus trabajos y elecciones como actor y director con su vida personal.

Durante años he visto muchas de sus películas, y algunas varias veces. También he leído sobre sus múltiples escándalos. Su vida ha estado marcada por su bipolaridad, el alcoholismo, sus creencias religiosas y su padre (de hecho, un hombre infinitamente más extremo y controvertido en todo que su hijo). En un momento de su vida, donde ya no había sitio para más escándalos y declaraciones sin desperdicio (antisemitas, homófobas, racistas, insultos, exabruptos con cualquiera que se cruzara con él…), y donde su popularidad estaba ya seriamente dañada, resurgió de sus cenizas de la mano de una amiga, Jodie Foster. Esta, que no puede ser más distinta a él en todos sus posicionamientos, le ofreció el papel principal para una pequeña, interesante y extraña película donde era la directora, El castor (2011), y Mel estuvo brillante como un tipo con depresión profunda, que empieza a salir de ella por una marioneta en forma de castor. En una rueda de prensa en el Festival de Cannes, la actriz (que conoció al actor cuando trabajaron juntos en Maverick, 1994) mostró otra imagen de Gibson: “Es amable, leal y puedo estar horas con él hablando por teléfono. Es una persona muy compleja y yo le amo en toda su complejidad y le agradezco que se entregara de corazón a esta película sin pedir nada a cambio”.

No hay duda de su personalidad compleja, y es que Mel es de esos actores que arrastran sobre sus hombros todas sus contradicciones y problemas, que además estos se hacen públicos, pero también marcan su carrera cinematográfica y sus elecciones. Es lo que se dice un hombre políticamente incorrecto. Su carrera está llena de tipos duros al borde del abismo, de la depresión y de la locura, rodeados de violencia y que transitan el lado oscuro, pero muchos de ellos surgen de nuevo como aves fénix. La vida como lucha constante por salir de la oscuridad. Muchos deambulan un mundo apocalíptico y sin esperanza, otros en un mundo en continuo conflicto donde el protagonista trata de aferrarse a los seres más cercanos (padres, hermanos, esposas, hijos…). Los héroes de Gibson son mil veces derrotados, pero también alcanzan la luz o vuelven a ponerse en pie o van dejando una senda. Personajes en lucha constante contra sus demonios.

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Sophia Loren y Richard Burton. El viaje (Il viaggio, 1974) de Vittorio de Sica/Breve encuentro (Brief Encounter, 1974) de Alan Bridges

En 1974 Sophia Loren y Richard Burton fueron pareja cinematográfica en dos películas que han caído en olvido. La primera fue también la última película de Vittorio de Sica y es la adaptación libre de un hermoso relato, con el mismo título, de Luigi Pirandello. Y la segunda es otra adaptación (que se realizó para la televisión) de la obra de teatro en un acto de Noel Coward, Still life, de la que David Lean realizó una película inolvidable en 1945. Ninguna de las dos es redonda (la segunda es más bien fallida), pero, sin embargo, esconden una matizada belleza y detalles interesantes.

Las dos reflejan un melancólico romanticismo. Dos historias tristes de amores efímeros, imposibles. En ambos el presente de los personajes adquiere una importancia vital. Son un canto a la vida y a atrapar algo tan inexplicable e intangible como los lazos que se establecen entre dos personas, sin saber muy bien el porqué.

En un libro que narra la historia de Liz Taylor y Richard Burton, El amor y la furia, se cuenta brevemente algunos detalles de lo que pudieron suponer estos rodajes. Sophia Loren y Carlo Ponti pusieron en marcha el proyecto de El viaje, y acogieron a un Richard Burton que trataba de dejar el alcohol (pero caía una y otra vez) y se encontraba en plena separación y tormenta con Liz Taylor (con reconciliaciones entre medias). Un Burton envejecido y deteriorado, que preocupaba al mismísimo De Sica, se incorporó al rodaje: “Llegaba al rodaje temblando, mareado. Se me partía el corazón al verlo…”. Sophia Loren también se preocupó de Burton, pero construyeron una amistad entre tantos truenos. De hecho fue ella la que pidió a continuación de El viaje que le contratasen para el remake de Breve encuentro (en un principio iba a actuar Robert Shaw, pero le esperaba Tiburón). En esta película para televisión también estaba detrás su esposo Carlo Ponti. Ninguna de las dos películas se suele nombrar cuando se repasa la filmografía de ambos. En las dos se desvela un Richard Burton envejecido, apagado y muy envarado, al que salva su magnetismo natural, su poderosa voz y la mirada de sus ojos azules. Y acompañado de una bellísima, sofistica y madura Sophia Loren.

El viaje (Il viaggio, 1974) de Vittorio de Sica

Sophia Loren y Richard Burton como personajes pirandellianos en El viaje, testamento de Vittorio de Sica.

No sería una mala sesión doble El viaje y Una historia inmortal (1968) de Orson Welles. Hay algo que las une, en su narración cinematográfica, en la melancolía que se les escapa, en esa luz cercana a la irrealidad, en un lirismo especial… Y en la elección de dos hermosos relatos de un tiempo pasado, efímero. El viaje es un canto a una vida que se escapa, que se va. Sí, es una última película. Un canto a la belleza. Irregular y hermosa, como la propia existencia.

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Tres minicríticas y una noticia. Dobles vidas (Doubles vies, 2018) de Olivier Assayas/Gloria Bell (Gloria Bell, 2018) de Sebastian Lelio/ Leto (Leto, 2018) de Kirill Serebrennikov

Dobles vidas (Doubles vies, 2018) de Olivier Assayas

Dobles vidas

Entre conversación y conversación… la vida pasa.

Los cuatro protagonistas de Dobles vidas no paran de hablar en toda la película. Pero no solo eso sino que de diálogo en diálogo se articula una estructura que muestra que la vida va pasando. Entre conversación y conversación suceden cosas que cambian el devenir de la existencia de cada uno de ellos. Olivier Assayas construye un artefacto cinematográfico inteligente, una manera de contar que además hace reflexionar sobre el devenir cultural de los nuevos tiempos, esa revolución digital que está cambiando los hábitos, la percepción del mundo… Pero se detiene en otros temas: en la política, en el mundo editorial, en la interpretación o en la creación literaria y los límites de la realidad y la ficción. Entre debate y debate, discusión y discusión, somos testigos además de las dobles vidas de los cuatro personajes, de sus juegos de seducción, del mundo de las apariencias, de sus relaciones sentimentales e impulsos emocionales… Oliver Assayas capta el tsunami emocional de los personajes que viven en un mundo de cambios y revoluciones culturales… para mantener finalmente la máxima de Giuseppe Tomasi di Lampedusa, que no solo sigue vigente sino que se ha convertido en un lugar común (como se discute en un momento dado en la película), “Hace falta que algo cambie para que todo siga igual”.

Un editor (Guillaume Canet), una actriz (Juliette Binoche), un escritor (Vincent Macaigne) y una asesora política (Nora Hamzawi) son los cuatro personajes centrales que van saltando de fotograma en fotograma, mostrando a los espectadores sus dobles vidas y ese paso del tiempo a través de la palabra para que al final todo siga su curso. Un reflejo del transcurrir del tiempo y  de cómo pasamos la mayoría de los días rodeados de palabras… o de los cambios que alteran nuestra vida poco a poco y las estrategias para que todo siga igual…

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Luces y sombras de Ha nacido una estrella (A Star Is Born, 2018) de Bradley Cooper

Ha nacido una estrella

Un momento íntimo de Ha nacido una estrella.

Como una fan fatal esperaba yo este estreno. Iba detrás del proyecto desde que Clint Eastwood dijo que lo iba a llevar a cabo junto a Beyoncé. Me entusiasma esta historia, y sus tres versiones anteriores las tengo a buen recaudo en mi deuveteca. Ilusionada, el sábado por la noche, me metí en el cine. Ha nacido una estrella ha sido realizada en distintas décadas, por diferentes parejas de actores y con directores y guionistas que nada tienen que ver entre sí. Cada una tiene su aire y su estilo…, pero todas tienen secuencias que van pasando de unas a otras. Y una frase que nunca falta: “Solo quería verte otra vez”. Sabía a lo que iba… y sospechaba también lo que me iba a encontrar. Disfruté con lo que quería ver… y las sombras no me amargaron el espectáculo, pero no puedo evitar contarlas.

Antecedentes

Mientras que la versión de 1937 y la de 1954, son cine dentro del cine; las de 1976 y la que ahora nos ocupa se centran en el mundo de la música. Si bien ya en la de 1954, la actriz principal era además cantante, y la película contaba con números musicales espectaculares. William A. Wellman, George Cukor y Frank Pierson rodaron las anteriores versiones. Aquí un actor, Bradley Cooper, hace su debut detrás de las cámaras y además se convierte en protagonista masculino. William A. Wellman se ponía al frente de un melodrama clásico y contenido que era una disección crítica del Hollywood de los años 30, del sistema de estudios, donde todavía estaba reciente el espíritu pionero de los primeros creadores que pusieron en marcha la industria de los sueños. George Cukor entregaba una película elegante donde alcanzaba el éxtasis de los melodramas de los cincuenta con el alma del mejor musical. Y el desencanto hacia la industria era más exacerbado y amargo. Un desconocido Frank Pierson se empapaba del espíritu de los macroconciertos de los setenta y de las estrellas atormentadas del rock… para, de nuevo, vomitar una historia de amor trágica. Y Bradley Cooper se estrena ahora como director, que posee una mirada personal, con un melodrama triste ambientado también en el mundo de la música, un universo con luces y sombras además de nuevas tecnologías.

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El original y su remake. Dos en el cielo (A Guy Named Joe, 1943) de Victor Fleming/Always (Always, 1989) de Steven Spielberg

Primero conocí el remake y más tarde la película original. Curiosamente Always es una de las películas más denostadas de Spielberg, pero a mí me encanta. Un año después triunfaría otra película de amor más allá de la muerte, Ghost, que me parece mediocre y peor construida que Always (y reconozco que la vi en su momento y la disfruté: uno de mis secretos inconfesables es mi simpatía por Patrick Swayze). Always es una película con corazón y con un amor inmenso hacia el original clásico. Y como siempre regala momentos visuales que suelen ser sello de Spielberg. Dos en el cielo y Always cuentan una historia de amor, libertad y muerte: la de Pete y Dorinda o Dorinda y Pete. Y entre medias se cruza el bueno de Ted. Y en el guion de ambas sobrevuela Dalton Trumbo.

Dos en el cielo (A Guy Named Joe, 1943) de Victor Fleming

Dos en el cielo

Durante y después de la II Guerra Mundial hubo una corriente de películas de corte fantástico que hablaban de milagros o de vidas después de la muerte. Y en ese ciclo de películas se enmarcaría Dos en el cielo de Victor Fleming. Una forma de consuelo para todos aquellos que perdían seres queridos en el campo de batalla o una esperanza de vida futura para los que llegaban con fuertes secuelas físicas y psíquicas. Así nos encontramos con Su milagro de amor de John Cromwell o A vida o muerte de Michael Powell, Emeric Pressburger.

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Cegados por el sol, La noche que mi madre mató a mi padre, Cemetery of Splendour… Tres luces en la cartelera

Cegados por el sol (A Bigger Splash, 2015) de Luca Guadagnino

Cegados por el sol

Mientras La piscina (1969) de Jacques Deray resultaba como un contenido thriller psicológico y emocional donde se realizaba una certera y analítica crítica a las clases medias altas con una evolución in crescendo de una atmósfera cada vez más asfixiante y enfermiza; su remake italiano Cegados por el sol es un desatado melodrama donde las emociones estallan como un torrente con una crítica también a una generación que fue rebelde –sexo, drogas y rock and roll– y ahora se siente acomodada, silenciada y escondida en una burbuja. El director Luca Guadagnino, como en Yo soy el amor, sigue narrando desde las sensaciones con una mirada sensual que se desborda, a borbotones, pero además consigue una nueva mirada interesante hacia su original, La piscina.

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Kiki, el amor se hace (Kiki, el amor se hace, 2016) de Paco León

Kiki

Kiki es un canto a la diferencia, una celebración de las rarezas sexuales (o parafilias), un baile sensorial del tacto, de lo físico… y es también una película divertida sobre cómo cada uno ama como puede y cómo lo sexual es comunicación, incomunicación, como a través del sexo también se “leen” miedos, represiones, liberaciones, sueños, relajaciones… Paco León, en su tercer largometraje como director, parte de un encargo (un remake de una película australiana, The little death de Josh Lawson), para seguir dejando su particular sello en la comedia. Se rodea de un buen reparto (ay, celebración y fiesta con todas las actrices de Paco León en esta película) y lleva adelante su particular mirada a través de varias historias cruzadas.

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Lejos del mundanal ruido (Far from the madding crowd, 2015) de Thomas Vinterberg

lejosdelmundanalruido

Lejos del mundanal ruido es una película que cuenta con varios puntos de interés. Primero es una adaptación cinematográfica de la novela de Thomas Hardy con el mismo título, segundo es también un remake de una película de John Schlesinger, con Julie Christie de protagonista (que pronto volveré a ver para refrescar mi memoria) y tercero es la primera obra cinematográfica del danés Thomas Vinterberg fuera de su país. El reto es encontrar las huellas de este director danés en este drama romántico, de época, y de orígenes literarios ilustres y muy británicos (Hardy con esta novela y su éxito pudo dedicarse para siempre a la literatura). De nuevo desconozco el universo literario de este autor pero sí alguna de sus adaptaciones cinematográficas, como Tess, una película de Polanski de 1979, ya analizada en el blog, que me entusiasma. Y también encuentro huellas de otros universos cinematográficos en esta nueva versión de Vinterberg…, siento esa melancolía y arrebatos amorosos de esa joya cinematográfica de David Lean, La hija de Ryan.

Thomas Vinterberg fue uno de los cineastas que se puso en órbita a finales de los noventa y de nuevo hizo hablar del cine danés, como firmante y creador junto a Lars von Trier del Dogma 95. Golpeó a todos los cinéfilos con una dura historia familiar, Celebración, que transcurría durante el 60 cumpleaños del patriarca de una familia de la alta burguesía danesa. Se perdió en varias obras cinematográficas que apenas se vieron hasta que volvió a golpear con la historia paralela de dos hermanos a los que les separa una tragedia familiar, Submarino, y con una compleja historia con un testimonio de una niña que cambia brutalmente la vida de un hombre honrado en un pequeña localidad, La caza. ¿Qué hay de Vinterberg o qué pudo llamar su atención para hundirse en el mundo literario de Hardy? Las emociones fuertes. La tragedia que persigue a algunos seres humanos y les marca. La dificultad de las relaciones humanas… La familia como sello. La violencia emocional. Son muchos los temas que Vinterberg encuentra en la novela y que también están presentes en su cine. Por eso Lejos del mundanal ruido se convierte en una película del director danés y no rompe con su trayectoria. Ahora, de la frescura, modernidad, provocación e innovación delprimer Vinterberg queda menos, el director danés va dando pasos hacia un cine visualmente más clásico pero con un correcto uso del lenguaje cinematográfico y una cada vez más elegante y depurada puesta en escena.

Hay algo que sin embargo me ha llamado la atención de Lejos del mundanal ruido… y que me ha hecho no disfrutar del todo de su resultado final. Dentro de la narración cinematográfica y en el montaje final no se logra plasmar el paso del tiempo. El transcurso de los años no está bien marcado, de tal manera, que crea confusiones en la trama y falta de entendimiento de algunas reacciones de los personajes pues es difícil darse cuenta de que ha pasado el tiempo (días, meses, incluso años)…

El Lejos del mundanal ruido de Vinterberg cuenta con buenos momentos que reflejan la vida en el campo a finales del siglo XIX así como una protagonista que se convierte en una mujer excepcional en aquella época (se vuelve dueña y señora de una próspera granja) pero que refleja perfectamente la situación de las mujeres en aquel tiempo. Bathsheba Everdene (esta vez con el rostro de Carey Mulligan) además de llevar su negocio y hacerse respetar en un mundo de hombres, tiene también que lidiar con las dificultades de ser una mujer independiente completamente en sus relaciones con los hombres en un momento que esa cuestión era prácticamente imposible. El drama está servido. Son años y años los que Everdene tarda no solo en convertirse en una mujer a la cabeza de un negocio próspero sino también en encontrar al verdadero compañero (pese a varios obstáculos en el camino que casi la obligan a vivir un futuro incierto, oscuro y en el ocaso) que le haga encontrar esa difícil libertad conquistada.

Mulligan ofrece una Bathsheba más terrenal (… Julie Christie era casi un sueño, una mujer distante e imposible de alcanzar), una heroína que además de enfrentarse a un mundo de hombres tiene también que encontrar y construir los sentimientos y emociones que la hagan ser feliz… y en el camino, como toda persona joven, se equivoca… Los tres hombres que se cruzan en su camino son: el pastor de ovejas Gabriel Oak (imparable Matthias Schoenaerts), el rico terrateniente de edad avanzada William Boldwood (Michael Sheen) y un apuesto e inestable militar Frank Troy (Tom Sturridge). Así como es un acierto el carisma y la química sexual que surge desde el minuto uno entre la Bathsheba de Mulligan y el Oak de Schoenaerts, creo que no son adecuados en el casting ni Michael Sheen porque no me parece que represente esa edad avanzada, patetismo y desencanto de su personaje como, por ejemplo, Peter Fich en la versión anterior ni Tom Sturridge como el militar que hace perder el norte a Bathsheba, no es tan inquietante y carismático como Terence Stamp en la versión de 1967. Desde el minuto uno sabes cuál es el compañero ideal de Bathsheba, ninguno le hace sombra.

Si bien estoy desarrollando varios peros (y uno de ellos bastante importante, el paso del tiempo, que afecta a muchos momentos claves de la película), no obstante Lejos del mundanal ruido es un nuevo paso en la obra cinematográfica de Vinterberg que muestra su capacidad y buen hacer para contar tanto buenas historias como regalar buenos momentos cinematográficos. La importancia que da este director (como en varias del sus películas) al empleo de la luz (el primer encuentro de Bathsheba con Troy), cómo sabe filmar los momentos trágicos y desgarradores (la muerte de las ovejas) y también cómo controla los momentos corales, donde hay varios actores en escena y varias tramas y significados, como esa cena festiva entre Bathsheba y sus trabajadores a la que acude el rico propietario… hace que el visionado de Lejos del mundanal ruido sea un goce para los sentidos y se disfruten de momentos cinematográficos realmente hermosos… por eso sus peros o defectos se hacen notar más o dan más rabia a aquel espectador que está disfrutando de instantes brillantes.

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