Paul Newman y Joanne Woodward al desnudo. The Last Movie Stars (2022) de Ethan Hawke

Paul Newman y Joanne Woodward en Esperando a Mr Bridge de James Ivory.

The Last Movie Stars es una serie documental de seis capítulos que parte exactamente del mismo material que el libro La extraordinaria vida de un hombre corriente. Una autobiografía (Libros Cúpula, 2022) del que ya escribí en su día. El resultado no puede ser más diferente. Mientras tenía mis «peros» con la publicación, aunque me parecía reveladora en varios aspectos su lectura, la serie ha logrado atraparme totalmente.

Lo que me ocurrió con el libro es que sentía que había material suficiente para haber realizado una publicación muy atractiva e innovadora a la hora de abarcar la vida de un actor. Era necesario abordar un trabajo complejo de selección y estructura de las transcripciones de las entrevistas que grabaron Paul Newman y el guionista Stewart Stern para escribir finalmente una buena biografía del actor. Ahí es donde yo sentí que había predominado quizá la prisa por publicar en vez del cuidado. Había que dar forma a una polifonía de voces de personas que habían acompañado durante toda su trayectoria al actor y conseguir así un libro novedoso, pero ese objetivo a mi parecer no se conseguía del todo.

Con ese material se requería tiempo de reflexión sobre cómo manejar el material y hacía falta mucho cariño. De haber sido así, se podría haber construido un texto de una calidad extraordinaria jugando con el ensayo cinematográfico y la autobiografía. No ocurrió así. Sin embargo, en la serie planteada por Ethan Hawke sí se nota no solo la reflexión para presentar dicho material, sino también el cariño hacia el proyecto. Y no solo eso, también puede advertirse la acertada búsqueda de material audiovisual que acompaña todo este empeño.

Así The Last Movie Stars son seis horas gozosas que giran alrededor de un matrimonio de actores de Hollywood y cómo cada uno abordó su vida y carrera de maneras totalmente distintas: Paul Newman y Joan Woodward. Esa es la idea central de la que parte y así encuentra la estructura perfecta de la historia que quiere contarnos.

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10 razones para amar El callejón de las almas perdidas (Nightmare Alley, 1947) de Edmund Goulding

El monstruo de El callejón de las almas perdidas es la clave de esta historia.

Razón número 1: Una historia negra

No es fácil encajar El callejón de las almas perdidas en un género concreto. Es una película negra, muy negra. Oscila entre el cine negro más puro y el drama psicológico. La ambigüedad moral de la mayoría de sus personajes, el que todo conduzca al protagonista a un destino cruel, el relato de una caída sin redención posible, la atmósfera que atrapa, el uso certero del blanco y negro, la construcción perfecta de sus personajes, el buen reflejo de la manipulación… Es una obra cinematográfica pesimista sobre el ser humano y la supervivencia en un mundo hostil, propia de los tiempos que corrían, con una Segunda Guerra Mundial todavía cercana y mucho desencanto a cuestas. Es tal la fuerza de esta historia tan negra, que aún hoy sobrecoge.

La película cuenta como base con la novela de William Lindsay Gresham, que publicó en 1946 (editada en castellano con el mismo título que el film) y tuvo éxito inmediato. El autor fue un hombre con una vida tormentosa y perseguido por la sombra del alcoholismo. El motor de arranque para escribir dicha historia fue precisamente una anécdota que le contaron durante su estancia como voluntario en la Guerra Civil Española. Dicha anécdota versaba sobre un número de feria para el que se empleaba a un hombre alcoholizado.

Razón número 2: El relato circular perfecto: el monstruo

Uno de los puntos fuertes de El callejón de las almas perdidas es la perfección del relato cinematográfico en su estructura. Es una historia circular sobrecogedora. Nada más conocer a Stanton Carlisle (Tyrone Power) sentimos lo que le atrae y le sobrecoge «el monstruo» de la feria donde ha recalado para ganarse la vida y prosperar. El monstruo nunca se ve, solo sabemos que es uno de los números que más atraen al público. Un ser salvaje que se come a animales vivos y crudos (le tiran a una poza gallinas vivas y la gente se asombra de cómo las devora).

Tan solo se refieren a él. Stanton se pregunta que cómo alguien puede caer tan bajo, no lo entiende, pero a la vez le fascina. Porque por lo que nos van revelando «el monstruo» fue un artista de feria que tuvo su momento de gloria, pero que cayó en la pesadilla del fracaso y el alcohol. Ahora es una persona enferma con deliriums tremens, que consigue sus dosis de alcohol y cobijo con ese trabajo degradante en la feria.

Lo que aterra es cómo se nos va revelando poco a poco que «el monstruo» solo era un aviso del destino que le espera a Stanton, que también prospera y tiene éxito hasta que su propia ambición y malas artes le hacen caer desde lo más alto. La película plasma uno de esos finales que no se olvidan.

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Pantallas de plata (Alfaguara, 2014) de Carlos Fuentes

Carlos Fuentes considera La sombra del caudillo (1960) de Julio Bracho una de las mejores películas mexicanas.

Pantallas de plata es uno de los libros póstumos de Carlos Fuentes. Consiste en una recopilación de varios textos donde se recoge una de las pasiones del autor: el cine. En cada uno de estos pequeños ensayos con notas autobiográficas, el escritor mexicano va encadenando sus conocimientos, reflexiones y pasiones cinéfilas. Un nombre le lleva a otro hasta crear verdaderos hilos desde los cuales tirar.

Su vida se mezcla con su pasión. Hay filigranas y retahílas de datos, historias, gustos y anécdotas que van dando forma a cada uno de los textos. Hubiera seguido leyendo mucho más. Me pregunto si el libro fue así concebido por Carlos Fuentes o formaba parte de un proyecto mucho más ambicioso. Me decanto más por la segunda opción.

Cada texto es un pequeño deleite. Uno desea tener un lápiz a mano e ir apuntando un montón de datos e ideas. De momento, he copiado en una de mis agendas las películas mexicanas que más le gustaron a Carlos Fuentes, entre las que están La sombra del caudillo, Flor silvestre o Campeón sin corona, y quien sabe si trataré de localizar todas para hacerme un ciclo especial y escribir sobre ello.

En los textos abundan las referencias sobre el cine clásico de Hollywood. Apenas escribe sobre cine actual (Carlos Fuentes falleció en 2012), tan solo en el último párrafo de un pequeño ensayo sobre cine mexicano, nombra a toda una generación de nuevos realizadores donde aparecen los nombres de Alejandro González Iñárritu, Guillermo del Toro o Carlos Reygadas. También en Pantallas de plata, hay presencia del cine europeo, pero durante su etapa clásica.

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Cadeneta de minicríticas y cada una con una canción. Los hermanos Dardenne, Edgar Wright y Richard Brooks

Una canción imprescindible para el relato cinematográfico es lo que une a estas tres películas. Cada una de ellas tiene su función en la narración.

Tori y Lokita (Tori et Lokita, 2022) de Jean-Pierre y Luc Dardenne

Lokita y Tori, dos niños sin infancia, aunque atesoran una canción italiana que cantan como un mantra que les calma.

Los hermanos Dardenne son directos y sencillos en su forma de narrar Tori y Lokita, logrando una película que refleja con extrema sensibilidad las desventuras de dos niños africanos refugiados en Bélgica. Los fotogramas golpean el pecho con fuerza y tras el fundido a negro una vez acabada la historia, provoca que el corazón prácticamente deje de bombear. Cine social y de denuncia sin moralina, sensiblería o morbo. Seco, duro y brutal.

El hilo conductor de las desventuras de los dos muchachos, que siempre formarán parte de una estadística, una línea en la sección de sucesos de un periódico o simplemente serán ignorados, es una canción italiana infantil, «Alla fiera dell’est», que los dos entonan en un karaoke al principio de la película. Dicha canción aparece en contextos muy diferentes en varias secuencias y deja ver la trayectoria de dos niños a los que se les ha arrebatado la infancia. Duele la indefensión de Lokita y las sencillas palabras finales de Tori exponen con sencillez lo fácil que hubiese sido evitar la desgracia… y, por eso, provocan más vergüenza.

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La impaciencia del corazón (Kysset, 2022) de Bille August

Bille August construye un melodrama elegante en La impaciencia del corazón.

Bille August construye secuencias con buenos personajes y tensión dramática desde el minuto uno. La impaciencia del corazón arranca con una secuencia de apertura que muestra una acción tan banal como una madre y un hijo que visitan a una mujer rica y venerable, la tía de muchacho, para merendar y, sin embargo, enseguida el espectador no solo siente la tensión del momento, sino que se dibuja perfectamente a su personaje principal: Anton (Esben Smed Jensen), un joven de un escalafón social bajo que aspira a un alto cargo y quiere terminar de formarse como oficial de caballería en los tiempos previos a la Primera Guerra Mundial. Para eso necesita dinero y una visita de cortesía a su tía rica se convierte en incómoda petición económica y en la promesa del restablecimiento del orgullo familiar que su padre no dejó en muy buen lugar.

El joven Anton es joven, educado y correcto, pero a la vez le queda mucho que aprender de las cuitas emocionales y todavía no posee la formación de una inteligencia emocional que le permita moverse con soltura por un mundo que juzga continuamente los comportamientos humanos y que ejerce férreamente lo políticamente correcto. Y esa carencia será la gran desgracia de Anton, que no puede madurar emocionalmente, que a la vez es una buena persona que teme dañar a los demás y que tiene la ambición de querer llegar al escalafón más alto por merecimiento y esfuerzo.

Y es que Anton se verá atrapado por la compasión que siente hacia Edith (Clara Rosager), la hija de un rico empresario (que incluso compra un título nobiliario), que por un accidente ha perdido la movilidad en las piernas. Anton echará una mano a dicho noble, Løvenskjold (Lars Mikkelsen), en un percance con su automóvil y este agradecido le abrirá las puertas de su mansión. El joven oficial en un principio, orgulloso y agradecido, se sentirá halagado por tener las puertas abiertas hasta llegar a un punto en que se siente totalmente atrapado, porque él mismo y la sociedad que le rodea van creando una compleja maraña que desencadenará la tragedia.

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Descubrimientos veraniegos (8). Firmin (Seix Barral, 2007) de Sam Savage

Firmin, una rata de ciudad, ama con locura a Ginger y Fred.

Gracias, Mónica

Firmin es una rata. Su peculiaridad respecto a las demás es que nació, pues su madre no encontró un sitio mejor, en una librería. Mientras que para sus hermanos y su madre esto no tuvo la menor relevancia, a Firmin le marcó un destino. Descubrió la sabiduría de los libros y que no solo servían para roerlos y hacerse una cama o distraer el hambre, sino que le abría un mundo de posibilidades y sueños. Firmin tiene un gran mundo interior y una imaginación desbordante, gracias a los libros, pero tan solo es una rata. Y muchas veces esa es su gran desgracia. Mirarse al espejo y ver su cuerpo peludo, sus dientes amarillentos, o desear fervientemente comunicarse con los humanos y fracasar en el intento, la convierten en un ser triste y tierno a la vez.

Sí, la librería en la plaza Scollay de la ciudad de Boston a punto de desaparecer por un ambicioso plan urbanístico (y no es un sitio ficticio, dicha plaza existió y también su demolición en 1962) es su hogar y nada desea más que ser el mejor amigo de su dueño, el librero Norman. Pero pronto sufrirá un desengaño con él. Claro, es una rata y así lo ve Norman. No obstante, siempre sentirá un especial amor por la librería y nunca perderá el interés por las acciones del librero.

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Descubrimientos veraniegos (7). Aguas oscuras (Dark Waters, 2019) de Todd Haynes

Aguas oscuras, una película donde Todd Haynes recupera el espíritu de las películas conspiranoicas de los setenta para un drama judicial de denuncia ecológica.

Aguas oscuras cuenta una historia de David contra Goliat o los males del capitalismo y el libre mercado que van dejando un reguero de catástrofes por el camino, pues su objetivo principal es la consecución de beneficios. Cuenta la odisea de un abogado, Rob Bilott (Mark Ruffalo), contra la empresa química DuPont desde 1998 hasta la actualidad.

Bilott era un joven abogado en un gran despacho especializado en la defensa de compañías químicas, pero su vida cambió cuando acudió a él un granjero, Wilbur Tennant, junto a su hermano para denunciar que su ganado estaba siendo envenenado por los vertidos de DuPont en el vertedero que estaba cerca de su granja.

En cuanto el abogado empezó a involucrarse en la queja de Tennant, descubrió cómo DuPont estaba vertiendo PFOA y contaminando el suministro de agua de la zona, siendo además conscientes de la situación. El PFOA, también como conocido como C8, es un compuesto químico sintético que se utiliza para bienes de consumo, que empleamos todos. Por ejemplo, ¿quién no ha oído hablar del teflón? ¿No nos suena de las sartenes y las ollas? Pero se emplea en muchas más cosas.

Así que Bilott pronto se dio cuenta de que no solo estos vertidos afectaban al ganado de Tennant, sino también a todos los seres humanos alrededor del vertedero y al agua que consumían. Los vertidos tóxicos causaban diversas enfermedades como el cáncer o malformaciones en los recién nacidos, entre otras cosas. Su lucha contra la gran empresa química no fue fácil y duró años y años, pero Bilott nunca abandonó la causa (y continúa involucrado en ella), aunque le pasase factura en muchos ámbitos de su vida y diera la vuelta a muchas de sus creencias.

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Descubrimientos veraniegos (6). El otro Oeste. Siete ensayos desde las fronteras del wéstern (Episkaia, colección Veredas, 2021)

El wéstern Los odiosos ocho de Quentin Tarantino está presente en uno de los análisis del libro.

Sí, hace dos años que me habían regalado este libro y ha sido ahora en verano cuando por fin no solo lo he leído, sino que también lo he disfrutado. Como apasionada del wéstern soy consciente de que es un género que ha «mitificado» la historia de un país. En un principio, las películas del Oeste dejaron una historia con muchas omisiones, injusticias y silencios. Pero también es cierto que según han ido pasando los años también ha habido grandes wésterns que se han ido acercando más a la realidad de los hechos y a la complejidad histórica de dicho periodo.

Ha sido un género que ha ido evolucionando desde el nacimiento del cine hasta la actualidad. Y no solo eso, sino que como demuestra este interesante libro quedan aún muchas historias que contar. De hecho, estamos a la espera de un wéstern que va a contar uno de los asuntos que más se han ocultado (y que ha sido tratado poco en películas del Oeste, aunque hay ilustres excepciones), que los indios fueron eliminados sistemáticamente, que se ejerció sobre ellos una violencia calculada, organizada y brutal. Me estoy refiriendo a la última película pendiente de estreno de Martin Scorsese, Los asesinos de la luna.

Volviendo a El otro Oeste, cuatro autores estadounidenses y tres españoles se enfrentan a textos de distinta índole para contarnos otras historias posibles para un wéstern u otras visiones sobre el género. Historias protagonizadas por personajes que o bien apenas han aparecido en los wésterns clásicos o si bien lo han hecho tan solo como personajes secundarios o de reparto y análisis de distintos fenómenos como la literatura popular o la música country.

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Descubrimientos veraniegos (5). El amor en su lugar (Love Gets a Room, 2021) de Rodrigo Cortés

El amor en su lugar, una oda al poder salvador del teatro.

¿Puede hacerse un musical ambientado en el gueto de Varsovia? Sí. ¿Puede ser una buena película? Sí. ¿Puede estar rodada por un director español? Sí ¿Puede tener corazón y además una forma que atrapa…? También. Todo esto es El amor en su lugar de Rodrigo Cortés.

Para los que no conocían sus cortometrajes ni su largometraje debut, Concursante, su nombre empezó a sonar en 2010 con Buried. Una película que con escasos medios provocaba emoción y tensión. Un intenso thriller protagonizado por Ryan Reynolds que se convierte en Paul Conroy, un hombre que vive su peor pesadilla cuando se despierta encerrado en un ataúd, tan solo cuenta con un teléfono móvil y un mechero. Si en aquel momento construyó toda una historia con tan pocos elementos y en un mínimo espacio, no extraña entonces que El amor en su lugar transcurra en tiempo real mientras unos actores y unos músicos interpretan una obra musical en un teatro.

Cine y teatro se dan la mano y nace una película que toca, que hace sentir. Lo bonito es que Rodrigo Cortés se inspira en hechos reales. En noviembre de 1940, los judíos de Varsovia fueron confinados en un gueto con unas condiciones de vida espeluznantes, les aplicaron unas medidas tan duras que les abocaron todos los días a la tensión, el miedo, la angustia y el estrés, causando un estado de shock permanente. Sin embargo, si algo no se paró fue la creatividad y la cultura. Cultura y arte como vía de escape, pero también como expresión de una situación infernal.

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Descubrimientos veraniegos (4). Barbie (Barbie, 2023) de Greta Gerwig

Al final lo que más rescato de Oppenheimer y Barbie es cómo ambas han conseguido que la gente vuelva a los cines en masa. Es un fenómeno muy interesante de analizar. Confieso que ninguna de las dos producciones me ha hipnotizado o me ha parecido redonda, pero ambas son películas muy inteligentes y con un análisis que merece la pena.

Barbie, la aparición de su impacto, similar al monolito de 2001 de Kubrick.

Greta Gerwig ha sido capaz de crear una película familiar con un aparente fondo naif con una mirada especial. Y no es tarea fácil, porque es algo más que una tontería o una frivolidad. Desde el universo de Barbieland se lanzan preguntas interesantes, aunque parezca imposible, y no solo eso sino que pone sobre la mesa las contradicciones de la sociedad y deja ver que no es tan fácil entender el feminismo en el mundo actual ni tampoco los mecanismos del patriarcado.

Por otro lado, Gerwig es plenamente consciente de que su película es un gran proyecto de marketing para la marca Mattel, así que pone en marcha un macabro juego: el mundo rosa de Barbie ha vuelto a arrasar en las tiendas, pero de paso hace una limpieza de la percepción de la muñeca y la pone al frente de un matriarcado que pronto dejará ver su principal contradicción. Así Greta Gerwig inteligentemente decide pasárselo bien con lo que le ha caído en las manos y deja un pelotazo en taquilla.

Para más inri recupera para la película un montón de fracasos empresariales de Mattel y los convierte en los muñecos más interesantes de este especáculo capaces de cooperar y recuperar Barbieland para las muñecas, bajo la amenaza de que los Ken cambien las reglas. Así Allan, Midge, Growing Up Skipper, el perrito Tanner, Barbie video girl o Barbie en silla de ruedas no faltan en este universo. Y la reina de todos estos marginados es Barbie rara (Kate McKinnon), en representación de todas esas muñecas que han sufrido miles de perrerías en manos de las niñas que las han tenido (estiramientos de miembros, cortes de pelo radicales, tinta de bolígrafo o rotuladores por todas las partes de su cuerpo…).

Greta Gerwig juega en cada fotograma y no la importa en absoluto y se divierte en la construcción del guion junto a su pareja el también director Noah Baumbach. Unos la verán como una soberana tontería, otros sentirán un discurso simple, más allá habrá quienes se hundan en las contradicciones, tal vez haya niños que se hagan preguntas y otros solo se dejarán mover por lo lúdico… Pero lo que está claro es que es una película que provoca y no deja indiferente.

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