Al final lo que más rescato de Oppenheimer y Barbie es cómo ambas han conseguido que la gente vuelva a los cines en masa. Es un fenómeno muy interesante de analizar. Confieso que ninguna de las dos producciones me ha hipnotizado o me ha parecido redonda, pero ambas son películas muy inteligentes y con un análisis que merece la pena.
Greta Gerwig ha sido capaz de crear una película familiar con un aparente fondo naif con una mirada especial. Y no es tarea fácil, porque es algo más que una tontería o una frivolidad. Desde el universo de Barbieland se lanzan preguntas interesantes, aunque parezca imposible, y no solo eso sino que pone sobre la mesa las contradicciones de la sociedad y deja ver que no es tan fácil entender el feminismo en el mundo actual ni tampoco los mecanismos del patriarcado.
Por otro lado, Gerwig es plenamente consciente de que su película es un gran proyecto de marketing para la marca Mattel, así que pone en marcha un macabro juego: el mundo rosa de Barbie ha vuelto a arrasar en las tiendas, pero de paso hace una limpieza de la percepción de la muñeca y la pone al frente de un matriarcado que pronto dejará ver su principal contradicción. Así Greta Gerwig inteligentemente decide pasárselo bien con lo que le ha caído en las manos y deja un pelotazo en taquilla.
Para más inri recupera para la película un montón de fracasos empresariales de Mattel y los convierte en los muñecos más interesantes de este especáculo capaces de cooperar y recuperar Barbieland para las muñecas, bajo la amenaza de que los Ken cambien las reglas. Así Allan, Midge, Growing Up Skipper, el perrito Tanner, Barbie video girl o Barbie en silla de ruedas no faltan en este universo. Y la reina de todos estos marginados es Barbie rara (Kate McKinnon), en representación de todas esas muñecas que han sufrido miles de perrerías en manos de las niñas que las han tenido (estiramientos de miembros, cortes de pelo radicales, tinta de bolígrafo o rotuladores por todas las partes de su cuerpo…).
Greta Gerwig juega en cada fotograma y no la importa en absoluto y se divierte en la construcción del guion junto a su pareja el también director Noah Baumbach. Unos la verán como una soberana tontería, otros sentirán un discurso simple, más allá habrá quienes se hundan en las contradicciones, tal vez haya niños que se hagan preguntas y otros solo se dejarán mover por lo lúdico… Pero lo que está claro es que es una película que provoca y no deja indiferente.