Llamada para un muerto (The deadly affair, 1966) de Sidney Lumet

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… Con El topo de Tomas Alfredson quedó claro que el mundo de la Guerra Fría y los espías no es apasionante sino gélido, desencantado y con toda la gama de grises entre los seres humanos que convierten el mundo en un tablero de ajedrez. Ahí hay dobles agentes, traiciones, funcionarios con cara triste en sus oficinas y otros a pie de calle para los trabajos sucios. Lo malo es que ese mundo helado mueve los hilos… Pero no fueron los espías de El topo los que mostraron ese universo frío, antes lo había hecho ya Sidney Lumet con Llamada para un muerto. Y tanto Alfredson como Lumet habían tomado como fuente la literatura de John Le Carré y la serie del espía George Smiley (aunque en la película de Lumet le cambia de nombre).

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Siempre nos quedará el western. El Dorado (El Dorado, 1966) de Howard Hawks/La venganza de Ulzana (Ulzana raid’s, 1972) de Robert Aldrich

El western es un género que siempre me depara buenas sorpresas. Un género con historia, con evolución e innovación. Un género que sigue vivo, que tiene muchas miradas que ofrecer. Que cuenta entre sus títulos con clásicos, con westerns crepusculares, otros increíblemente modernos u otros críticos con la historia que reflejan. Algunos directores se dedicaron de lleno al género e incluso crearon variaciones de una misma historia; como es el caso de Hawks, que aunque vienen de fuentes literarias diferentes, tanto Río Bravo como El Dorado forman una dupla de oro del western intimista, aunque por separado ambas son mucho más que puro entretenimiento. Y otros directores se dedicaron menos pero sin embargo sus westerns supusieron una evolución en el género, como Robert Aldrich, que encauzó el género a una mirada menos poética e idealista y sí a una mirada más violenta, crítica y realista, de perdedores supervivientes con una vuelta de tuerca a los estereotipos. Otra lectura a la historia del salvaje Oeste.

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La novia (La novia, 2015) de Paula Ortiz

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“… Y tu hijo era un poquito de agua de la que yo esperaba hijos, tierra, salud; pero el otro era un río oscuro, lleno de ramas, que acercaba a mí el rumor de sus juncos y su cantar entre dientes”, así dice la novia en el cuadro último del tercer acto de Bodas de sangre de Federico García Lorca. Y así decide prácticamente empezar Paula Ortiz su película La novia basada en esa misma obra. La novia se convierte así en una propuesta cinematográfica muy arriesgada y bella donde Paula Ortiz, que denota su conocimiento sobre la fuente literaria, se tira sin paracaídas. Sin embargo, a pesar de sus logros y aciertos, no se alcanza la catarsis de la tragedia poética de Lorca. Todo es más fantasmal, distante y frío. Un poquito de agua…, el río oscuro desaparece.

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Langosta (The Lobster, 2015) de Yorgos Lanthimos

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Langosta sigue la senda del especial universo de Yorgos Lanthimos. El director griego indaga sobre los seres humanos y sus relaciones en realidades cotidianas: en Canino se metía en la intimidad familiar; en Alps, analizaba cómo encajar la muerte y la ausencia de la persona cercana y en Langosta sobrevuela sobre las relaciones de pareja. Sus películas son fábulas absurdas con dosis de humor negro, violencia y mucha tristeza para reflejar cómo entiende al ser humano en el mundo contemporáneo. En el universo Lanthimos, existen personajes aquejados de autismo emocional; su forma de moverse, sus cuerpos nos cuentan muchas cosas. El lenguaje y su uso tienen otras reglas. La música, las canciones y las películas nombradas (normalmente de Estados Unidos) merodean alrededor de los personajes y crean relaciones extrañas, adquieren otros significados. Normalmente los personajes en las películas de Lanthimos carecen de nombre propio. En Langosta solo tendrá nombre David (Colin Farrell), el personaje principal. Tanto en Canino, como en Alps y Langosta, el director griego no prescinde de su actriz fetiche, la griega Angeliki Papoulia.

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El rostro de Ava Gardner. Cruce de destinos (Bhowani Junction, 1956) de George Cukor /La viuda del diablo (The Ballad of Tam Lin, 1970) de Roddy McDowall

Entre las dos películas de esta sesión doble pasaron catorce años. Y el rostro de Ava Gardner, como ya mostró Isaki Lacuesta en su documental La noche que no acaba, dialoga de una película a otra. Su rostro da valor a muchas de las películas en las que apareció. Y la historia real (la de la actriz insatisfecha con casi todas las películas en las que tuvo que aparecer) así como la imagen fílmica que se fue construyendo a través de los distintos personajes que encarnó dibujan un rostro en movimiento, con vida. Una mujer de una belleza casi sobrenatural que se convierte en ser solitario e inalcanzable. A veces, siendo consciente y otras sin serlo, se convierte en una mantis religiosa del amor y el deseo. Y se confunde o se funde la ficción con la realidad. Al final el rostro de Ava es un enigma apasionante.

Y ese diálogo sorprendente con el rostro de Ava puede ser entre una de las películas más desconocidas, y por ello menos valoradas, de George Cukor, Cruce de destinos, en la década de los cincuenta. Y con una película oculta y más desconocida todavía, La viuda del diablo, de nacionalidad británica, una rareza dirigida por el actor Roddy McDowall (de niño prodigio en el Hollywood clásico al éxito arrollador en la saga del Planeta de los simios) en el año que inauguraba la década de los setenta.

Durante este mes de diciembre el rostro de Ava ha vuelto con fuerza y es una buena oportunidad para descubrir títulos de su fimografía. Su presencia en los medios de comunicación es de nuevo inevitable porque fue uno de los amores más atormentados de Frank Sinatra, que está protagonizando un centenario lleno de recuerdos y memoria. Sinatra conoció a Ava, vivieron su historia con pasiones y tormentas, luego quedó la amistad, pero entre ellos se topó el magnetismo que sintió la actriz por España, donde se quedó durante años atrapada; abandonó muchas cosas, entre ellas a Frank. Por eso, ahora, Ava es un rostro de actualidad.

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La fortaleza escondida (Kakushi Toride no San-Akunin, 1958) de Akira Kurosawa

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A unos días de que se estrene La guerra de las galaxias: el despertar de la fuerza, séptima entrega de la saga que inauguró en 1977, George Lucas; recuperamos La fortaleza escondida. Pues una de las miradas sobre esta película de Akira Kurosawa es buscar las fuentes de inspiración de Lucas (pues reconoció que era uno de sus referentes) para su primera película en las galaxias. Sin embargo, La fortaleza escondida se mantiene ella sola, sin negar cómo dialoga con la película de George Lucas, como una entretenida y divertida película japonesa dentro del género de aventuras. Akira Kurosawa no solo domina el género sino que sigue tendiendo ese puente entre Oriente y Occidente (él era un gran amante del cine americano) que hacía que sus películas llegaran al otro lado del océano con un entendimiento de sensibilidades.

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Banquete de bodas (The catered affair, 1956) de Richard Brooks

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Banquete de bodas dentro de la historia del cine tiene un contexto claro. Sí, durante los años cincuenta, en el seno de Hollywood, nacieron varios largometrajes con un acusado realismo social, que bebían de fuentes inspiradoras ubicadas en el cine europeo (ese afán por estar cerca de las personas más humildes, de sacar la cámara a las calles o estar inmersa en la intimidad de las cuatro paredes, esas ganas de contar historias relevantes sobre dramas sociales y sobre temas controvertidos…) y en la televisión americana (curiosamente nuevos cineastas se formarían en este medio y serían conocidos como la Generación de la televisión). Fuentes inspiradoras que tuvieron su cordón umbilical en el Neorrealismo italiano. Estos largometrajes americanos se alejaban del glamour, algunos estaban protagonizados por estrellas que se borraban de golpe esa imagen y se convertían en ciudadanos de a pie, en vecinos. Curiosamente, antes estas historias se habían filmado para la televisión (en ese momento era un medio que se acercaba más al mundo real) y funcionaban de tal manera que los estudios decidían convertirlos en películas. Esta corriente ha seguido teniendo su evolución y su diálogo con otras películas más contemporáneas. En concreto Banquete de bodas haría una buena sesión continua con uno de los exponentes del cine social británico, Ken Loach, y su película Lloviendo piedras. En vez de un banquete de bodas, se cambia el conflicto por un vestido y una buena ceremonia de Primera Comunión.

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Cóctel de películas de estreno: The diary of a teenage girl, V Festival Márgenes y El puente de los espías

The diary of a teenage girl (The diary of a teenage girl, 2015) de Marielle Heller

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Dos maneras muy diferentes de contar una misma historia por dos directoras de cine con voces y miradas reveladoras: despertar sexual femenino con los mismos ingredientes (madre, hija adolescente, novio de la madre). Una sesión continua interesante: Fish tank (2009) de Andrea Arnold y The diary of a teenage girl de Marielle Heller. La primera nos traslada a un barrio obrero británico del siglo XXI y su joven adolescente, además de cabreada con el mundo trata de expresar su pesar a través del cuerpo y el baile (no controla ninguno de los dos), ofrece una relación conflictiva con la madre y una idealización del novio (Michael Fassbender) de su madre hasta que este va desvelando su parte más oscura y mezquina. Andrea Arnold nos cuenta un drama seco y narra con dolor y desgarro ese despertar.

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Spectre (Spectre, 2015) de Sam Mendes

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¿Por qué el agente 007, Bond, James Bond, con rostro de Daniel Craig ha hecho avanzar y dar nueva vida a la saga? ¿Por qué Spectre es un colofón redondo a las aventuras de este agente rubio en su cuarta y puede que última aparición? El Bond de Daniel Craig es presentado como una máquina de matar (al igual que esos villanos-sicarios despiadados y silenciosos de las anteriores sagas, que ponen las cosas difíciles al agente británico), sin eufemismos emplea el doble cero: licencia para matar. Bond es un asesino financiado por el Estado y contratado para mantener el equilibrio frente a los posibles caos que pueden provocar en el orden establecido los villanos. Así el James Bond de Craig es un hombre duro, solitario, y que solo está preparado para ese oficio en el que ha estado toda su vida y que no abandona su ironía y sentido del humor (siempre está ahí la frase certera, breve y concisa del hombre duro). Tiene un sentido elevado de la elegancia, jamás descuida su aspecto físico, se trabaja su aspecto, su personalidad. Sus trajes forman también parte de su identidad creada. Y este agente 007 tiene precisamente algo de lo que carecían los demás y enriquece su esencia: pasado y tormentos. Ese pasado y esos tormentos pulen su personalidad y explican muchos de sus comportamientos. Y por último, lo convierten en un hombre que nunca ha podido enamorarse porque cuando lo ha hecho… sus amores han sido objetivos de los villanos y han dejado más sombras en su alma atormentada.

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