Amores de juventud. En la playa de Chesil (On Chesil Beach, 2017) de Dominic Cooke/Mary Shelley (Mary Shelley, 2017) de Haifaa Al-Mansour

En la playa de Chesil (On Chesil Beach, 2017) de Dominic Cooke

En la playa de Chesil

Dos amantes se distancian inevitablemente en la playa de Chesil.

En la playa de Chesil es una melodía interrumpida. Una partitura musical con su ritmo pausado donde las notas disonantes son los momentos clímax que hablan de una triste historia de amor entre dos jóvenes de los años 60 en Inglaterra. Vuelan aires de libertad, pero todavía los protagonistas arrastran sobre sus hombros mucha herencia recibida de sus progenitores; de una sociedad británica que avanza, pero que también le pesa la tradición, la historia y la guerra; y de la separación de las clases sociales aún no superada. Todo les golpea y les amenaza en un momento crucial de sus vidas: la noche de bodas. Y no solo surge la represión sexual, sino todas las inseguridades, sus miedos, la incomunicación entre los dos, la vergüenza, la soledad…

Florence (Saoirse Ronan) y Edward (Billy Howle) lidian con sus miedos e irremediablemente desembocan en los infiernos personales. Y la noche de bodas en vez de servir de espacio de conocimiento, placer y encuentro con el otro se transforma en una partitura mal tocada que desemboca en pesadilla. Con la delicadeza y elegancia de una pieza ejecutada por el cuarteto de cuerda al que pertenece Florence, Dominic Cooke (director de teatro que, después de debutar en la televisión con una serie que adaptaba las obras sobre reyes de William Shakespeare, ha saltado a la pantalla de cine) dirige En la playa de Chesil. Y recoge la sutilidad de sus dos jóvenes intérpretes a la hora de mostrar sus inquietudes y de construir dos complejos personajes.

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Cóctel cinéfilo en un solo párrafo (I). Un paseo por la cartelera

La vida lliure (La vida lliure, 2017) de Marc Recha

lavidalliure

El arte de contar historias… Marc Recha necesita pocos ingredientes para construir una película de aventuras. Un rincón hermoso de Menorca, dos niños con imaginación desbordante y mucho tiempo, su rudo tío (un hombre sencillo, de campo, pero con toda la sabiduría rural), la ausencia de la madre (en tierras lejanas), un misterioso barco anclado y sus visitantes, el encuentro de un tesoro… y Rom, un hombre maduro y solitario. La película, como un libro abierto en el que se van pasando las páginas con gozo, nos sitúa en una historia tardía, del pasado, a finales de la Primera Guerra Mundial, y con la virulencia de la gripe española siempre presente. La mirada inocente de unos niños, sus juegos… y un deseo: reunirse con la madre en Argel. Y mientras, el paso del tiempo, el misterio, la vida de los pequeños en compañía de Rom y del tío (como dos extraños antagonistas). Una sinfonía de rostros con historias (desde los niños, Mariona Gomila y Macià Arguimbau, a Sergi López convertido en el orondo Rom, como si fuera un viejo pirata). Sí, puro cine de aventuras sin artificio alguno.

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Retratos de mujer. Yo, Tonya (I, Tonya, 2017) de Craig Gillespie/Lady Bird (Lady Bird, 2017) de Greta Gerwig/The Florida Project (The Florida Project, 2017) de Sean Baker

Del listado de películas que concurrían a los Oscar, tres películas ofrecen retratos de mujer, buenos personajes femeninos que además se salen de los arquetipos y tópicos. Por otro lado, son tres películas que ofrecen forma y contenido, tres miradas con las que merece la pena sorprenderse. Y, por último, muestran una galería de actrices: algunas veteranas, otras que están surgiendo con fuerza y alguna debutante que reflejan distintos retratos de mujer (perfiles invisibilizados), un abanico cada vez más amplio, complejo y con más presencia.

Yo, Tonya (I, Tonya, 2017) de Craig Gillespie

Tonya frente al espejo...

Tonya frente al espejo…

Una mujer frente al espejo. Y ahí expresando toda una galería de emociones, que devuelve finalmente una sonrisa rota, con ojos que no quieren dejar de llorar.

En los años 90 los medios de comunicación se hicieron eco de un escándalo informativo que llegó también a nuestros televisores. La patinadora artística Tonya Harding se vio implicada en él… y eso hundió su carrera para siempre. Su principal competidora de equipo en las Olimpiadas de Invierno de 1994 era su compatriota Nancy Kerrigan. Antes de la importante competición, Nancy fue agredida en su rodilla con una barra de hierro por un hombre. Después de la investigación se supo que estaba implicado el exmarido de Tony, su guardaespaldas y un tercero contratado por ambos.

Craig Gillespie reconstruye este hecho de la vida de Tonya Harding, pero antes nos pone en antecedentes. Como si de un documental se tratase, entrevista a los protagonistas de esa historia en el presente (que miran al espectador fijamente a cámara), y van dando paso a ese pasado. Cada uno cuenta su verdad y de ahí surge la complejidad de la mirada, pero también una historia. Vamos saltando de los testimonios de Tonya (una sorprendente y maravillosa Margo Robbie), a los de su áspera madre (la ganadora del oscar a mejor actriz secundaria, Allison Janney), a las palabras de su exmarido y del que se hacia pasar por guardaespaldas, hasta el análisis de un periodista de medios sensacionalistas…

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Diferencias entre La seducción (The beguiled, 2017) de Sofia Coppola y El seductor (The beguiled, 1971) de Don Siegel

La Seducción

El bello universo de unas damas sureñas…

1. Títulos en castellano. No ocurre así con el título original (que es el mismo en ambas), pero sus traducciones en castellano ya dan matices. La de Don Siegel se centra en la figura del cabo John McBurney… En castellano se titula El seductor. Un lobo feroz que pretende manipular a su gusto a las damas-cordero. Y el espectador se sitúa al lado del seductor manipulador para ser testigo de cómo se va convirtiendo en un cordero sacrificado por unas mantis religiosas. Sin embargo, la película de Sofia Coppola se ha titulado La seducción, luego el foco de atención se va al grupo de las damas sureñas (profesoras y alumnas). El grupo femenino acoge a un cabo John McBurney que se convierte en ese oscuro objeto del deseo, pero pronto pasará a ser un juguete roto, y las damas se unen para manejarlo a su antojo y después deshacerse de él, limpia y fríamente.

2. Flashbacks y voces interiores. Don Siegel hace uso en su película de varios flashback u otro tipo de imágenes (como una escena onírica) que hacen hincapié en el ambiente enfermizo y represivo. Y sobre todo acompañan a los personajes de Martha y McBurney, los dos personajes que quieren detentar el poder y los que más chocan y se enfrentan entre sí. Los flashbacks al lado de McBurney le dibujan como mentiroso y manipulador. El cabo quiere seducir a todas las mujeres por supervivencia pura y dura. Y los flashbacks que acompañan a Martha la muestran como una mujer reprimida y con secretos ocultos y moralmente prohibidos (una relación incestuosa con su hermano). Además hay un sueño onírico donde no solo da rienda suelta a una relación sexual con McBurney, sino que también dibuja una atracción de Martha hacia la joven y dulce profesora Edwina. El otro flashback que se ve en la película acompaña al personaje de Hallie e ilustra por qué nunca se ha unido y ha formado piña con McBurney (lo explicaré mejor en el siguiente punto). También en la película de Don Siegel, los personajes piensan en alto, es decir, permite escuchar las voces interiores y las reflexiones, por ejemplo, de las niñas, esto aumenta el ambiente represivo, enfermizo y oscuro… la tensión.

Sin embargo, todos estos flashbacks y voces interiores desaparecen en la película de Sofia Coppola, de tal manera que deja más libre al espectador para las interpretaciones sobre lo que ve en la pantalla, todo más limpio y menos oscuro además de aumentar una sensación elegante de ambigüedad durante todo el metraje.

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Su mejor historia (The finest, 2016) de Lone Scherfig

Su mejor historia

… en la sala de cine

La señora Miniver, película americana de 1942, de William Wyler contaba la historia de los Miniver una familia británica que trataba de sobrevivir día a día, sin desfallecer, a los bombardeos alemanes. La señora Miniver intentaba mantener el hogar y la unidad familiar, pero también esperaba el regreso de su esposo y su hijo del frente de batalla. Cuando la gente veía La señora Miniver en las pantallas de cine, no se sabía todavía cómo iba a terminar la Segunda Guerra Mundial, pero había una identificación con la familia Miniver y con su esperanza y resistencia. Y en el seno de esta película: una reflexión compleja sobre el cine como instrumento de propaganda, pero también como arma para mantener la esperanza en los espectadores. La complejidad viene de que es un cine pensado, dirigido y con un mensaje que transmitir, pero también hace reflexionar sobre qué resortes hacen penetrar en el corazón y la cabeza del espectador y convertir la visión de la película en un momento catártico. Entre los guionistas de esta película había una mujer, Claudine West.

En el mismo año, en Gran Bretaña, el dramaturgo Noel Coward (y de co director un principiante David Lean) narró el hundimiento de un barco británico y los recuerdos íntimos de los supervivientes. Sangre, sudor y lágrimas (In which we serve) fue una película de corte propagandístico importante en aquel momento. Y al año siguiente el peculiar binomio Michael Powell y Emeric Pressburger creó una hermosa y compleja película, pero dentro de esta corriente de películas (para elevar la moral del pueblo británico en tiempos de guerra), Vida y muerte del coronel Blimp donde contaban la historia de Blimp, un anciano en plena Segunda Guerra Mundial, que recordaba toda su vida entre guerras. Eran tiempos donde los británicos necesitaban ir al cine en sus ciudades y pueblos bombardeados y encontrar motivos para seguir adelante. En ese año 1942 una guionista galesa, Diana Morgan, formaba parte del equipo de profesionales que pusieron en pie otra película propagandística de calidad, Went the Day Well?, del director Alberto Cavalcanti. La película adaptaba una obra de Graham Greene y transcurría en una aldea británica. Y precisamente esta guionista de los Estudios Ealing sirve de fuente de inspiración para crear a Catrin Cole, la protagonista de Su mejor historia, de la directora danesa Lone Scherfig.

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Chavela (Chavela, 2017) de Catherine Gund, Daresha Kyi

Chavela

Chavela, el desgarro como arte…

Hay personas como Chavela, con voz desgarrada, capaz de cantar al dolor que te rompe las entrañas. Entonar con su voz rota a la soledad, al desamor, al abandono, a la pena, a la desesperación… y a la luz de la luna. Hay personas como Chavela que con su personalidad llena de luces y sombras sobrevuela siempre entre la leyenda y la realidad. Las directoras Catherine Gund y Daresha Kyi dejan un retrato de la cantante y escarban entre las verdades y mentiras que rodean el propio relato oral de Chavela Vargas, que se construyó una identidad a través de los golpes que propina la vida. Chavela escondía a Isabel Vargas Lizano, aquella niña herida que nació en Costa Rica, pero se empapó de México… De un México de cantinas y cabarets, de tequilas y pistolas…, se convirtió en la mujer más dura… y también en la más frágil. Así el documental Chavela recoge el espíritu de una voz ronca que estallaba en dolor y convertía una canción en un ritual íntimo y bello.

Ojalá que te vaya bonito,

ojalá que se acaben tus penas,

que te digan que yo ya no existo ,

que conozcas personas más buenas…

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Un paseo por la cartelera. Déjame salir/Paraíso/Paula/Parque Jurásico

Déjame salir (Get Out, 2017) de Jordan Peele

Déjame salir

… una mirada distinta

Los tiempos no han cambiado tanto, pero la mirada es diferente. En 1967 Stanley Kramer filmaba el siguiente argumento: una joven de buena familia se presenta en casa de sus padres liberales con su novio negro, un médico. Y estos se muestran incómodos ante la situación planteada. La película fue Adivina quién viene esta noche. Ahora el actor de televisión, y debutante director, Jordan Peele dirige el siguiente argumento (del que también es guionista): una joven de buena familia se presenta en casa de sus padres liberales con su novio negro, un fotógrafo. Y estos se muestran con normalidad ante la situación planteada… pero esa “normalidad” es inquietante. La película es Déjame salir, de terror con gotas de thriller, que plantea cómo en la América de Obama el racismo sigue perpetúo aunque a veces se oculte tras una sonrisa. Pero también Peele muestra cómo en el espectador funcionan estereotipos de cómo se ha reflejado al protagonista negro, por ejemplo, en las películas de terror… y dinamita esa mirada. Déjame salir funciona por todo lo dicho anteriormente además de ser una entretenida película de terror, suspense y sustos. Donde inquieta una mujer negra en la ventana o que simplemente sonríe, estremece el ruido de una cucharilla en una taza de té o el juego de un bingo sin palabras, mudo.

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Locas de alegría (La pazza gioia, 2016) de Paolo Virzi

Locas de alegria

Locas de alegría encierra tragicomedia. Y qué es la vida sino risas y lágrimas, comedia y tragedia unidas de la mano. La vida de uno nunca es perfecta, como tampoco lo es esta película. Pero no importa, porque Paolo Virzi ya ha demostrado que sabe cómo emocionar, cómo tocar la fibra sensible, y sobre todo su cine rescata y construye buenos personajes. Sus películas están vivas, emocionan. Así la nueva película de Virzi ofrece dos personajes femeninos inolvidables, dos mujeres imperfectas (pero ¿quién es perfecto?) que huyen de su destino ¿o de sí mismas?, pero con ganas, como todos, de ser felices y de seguir viviendo. Así Paolo Virzi (La prima cosa bella, El capital humano) rescata la tradición del cine italiano…, esa mirada tragicómica sobre su realidad y deja ver el trabajo de dos actrices que siguen la estela de ese star system de damas italianas que arrastraban al público a la sala de cine: Valeria Bruni Tedeschi y Micaela Ramazzotti. Ellas son en Locas de alegría, Beatrice y Donatella.

Beatrice y Donatella han terminado en un centro psiquiátrico alejadas de la sociedad. Y ambas están obligadas a permanecer entre esos cuatro muros por órdenes judiciales concretas. Beatrice (Valeria Bruni Tedeschi) es una mujer de buena familia que siempre ha ejercido de oveja negra, metiéndose continuamente en líos. Posee una verborrea inagotable, una personalidad carismática y una imaginación desbordante. Se comporta como toda una condesa, con todas las características y comportamientos de una clase aristocrática conservadora… pero en un espacio que la mantiene fuera de lugar, y donde su forma de ser choca y despierta hilaridad. Donatella es una joven que siempre ha tenido mala suerte en la vida, tanto con sus progenitores como con los hombres que ha amado, en un continuo descenso en los infiernos. Siempre en la cuerda floja.

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CC1682 (CC1682, 2016) de David Reznak

CC1682

En 1971 el escritor uruguayo Eduardo Galeano escribió un ensayo económico revelador: Las venas abiertas de América Latina, donde analizaba las huellas del colonialismo y el saqueo económico posterior (que era otra dependencia que perpetuaba el daño) que afectaba al desarrollo, a los gobiernos y a la sociedad civil. El sistema capitalista como sistema perverso de dominación y sumisión… y que campa sin frenos y de la manera más brutal en determinados países con las venas abiertas (sin dar posibilidad a la existencia de otro sistema o de otra forma de hacer las cosas). Y esas venas abiertas pueden extenderse a los países africanos, en un continente con una larga historia de heridas sin cura. David Reznak filma el documental CC1682 y va completando un ensayo de documentales que podrían conformar las venas abiertas de África. Y esas venas pueden dibujar un mapa marcado por los raíles de un tren. Pues esa es una de las metáforas de CC1682, las siglas de una locomotora que recorría la línea ferroviaria entre Mali y Senegal durante los años 80, y como la mala gestión política y la posterior privatización no dejaron prosperar la línea, quedando la flamante locomotora abandonada a su suerte en el desguace. África en el desguace, sin permitir (por caminos perversos) que tome la iniciativa y construya sus propios sistemas políticos, económicos y sociales para prosperar.

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La estación de las mujeres (Parched, 2015) de Leena Yadav

La estación de las mujeres

Cuatro mujeres circulan por una carretera desierta en un motocarro imposible decorado con alas de mariposa. Sonríen y se sienten libres de ataduras. Y esta es la imagen icónica que deja La estación de las mujeres de la realizadora hindú Leena Yadav. Cuatro mujeres en la India rural con vidas muy perras, que, sin embargo, no dejan de buscar una posible salida o huida de un mundo con unas reglas que no han pedido. Así el resultado es una película que transita con tino y equilibrio entre un melodrama desatado, una película de denuncia y una película-medicina, donde finalmente prevalecen unas reflexiones sobre la situación de la mujer (en este caso concreto en la India rural, pero habla de cosas que pueden encontrarse todavía, por desgracia, en todas las sociedades) y lo necesario que siguen siendo tanto la lucha como la transgresión para impedir no solo comportamientos violentos, sino la perpetuidad de un sistema que desprecia y somete a las mujeres. Y el equilibrio no era fácil, Leena Yadav (que también es co-guionista) logra trascender el tópico y, a través de una correcta y clásica dirección, consigue momentos auténticos con sus cuatro protagonistas. Es decir consigue que no sea una historia plana, sino que plantee temas complejos, y también dejar una puerta abierta para las protagonistas.

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