Al principio de La cumbre escarlata hay una conversación entre varios personajes en que unos dicen que la protagonista, que está elaborando su primera novela, es una Jane Austen y ella prefiere compararse con Mary Shelley. Esa primera novela es una de fantasmas… porque la primera frase de La cumbre escarlata es que los fantasmas existen. Y ya es toda una declaración de principios, Del Toro ya nos ha dicho mucho. Pero la película de Guillermo del Toro es una genial novela cinematográfica con infinitas referencias literarias y cinematográficas. Y sin duda, si hubiera que definir con una autora esta novela cinematográfica, esta definición se decantaría hacia las hermanas Brönte y su manera de reflejar el amor fou…, desbocado, irracional… dentro de casas y paisajes tan vivos como los personajes.
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Terror cotidiano. La tercera víctima (Cat and mouse, 1974) de Daniel Petrie
Hace poco comentando El héroe anda suelto de Peter Bogdanovich, exponía cómo el cine de terror (más expresamente según el modelo Hollywood) había ido evolucionando de aquellos monstruos entrañables de los años treinta –que poblaban nuestros sueños pero eran claramente pesadillas lejanas, podíamos incluso tomarles cariño porque eran las representaciones de nuestros miedos más profundos–, hasta llegar a un terror cotidiano más esquivo, irracional, amenazante, inevitable e incomprensible que empezó a vislumbrarse a principios de los sesenta con continuación en los setenta. Era una especie de reflejo del desencanto de una época con convulsiones políticas, sociales y bélicas, del fin de la inocencia de esa artificial american way of life y la inmersion en la cara oscura, de cambios en la vida cotidiana y en la forma de mirar y entender el cine así como el fin de la censura. Así La tercera víctima, interesante thriller con gotas de terror de los años setenta (en algunas fuentes he visto que se realizó para televisión pero también que se estrenó en algún que otro cine y es una coproducción con Gran Bretaña), sigue dibujando ese terror cotidiano que tiene como protagonista a una persona cercana. Esta vez un introvertido profesor de Biología, con el rostro de Kirk Douglas.
Hollywood gótico. La enmarañada historia de Drácula de David J. Skal (Es Pop Ediciones, 2015)
Unas escaleras que suben a los aposentos de un castillo decadente y solitario, la noche, el viento que apaga las velas, extraños ruidos, murciélagos volando, un grito, una gota de sangre, una ristra de ajos, un crucifico, hermosas damas victorianas, un hombre que ha perdido la cabeza come insectos, estacas, tumbas, muerte, sensualidad, arrebatos, mordiscos, sangre, un espejo que no refleja la imagen deseada, un barco asolado por la peste y tempestades ocultas, las ratas… y al final un hombre que hipnotiza con la mirada, que vive en la oscuridad, que muestra sus colmillos, que está sediento, que repta por las paredes, que es una presencia terrorífica…, el conde Drácula. Toda una imaginería alrededor de este personaje… ¿De dónde viene?¿Cómo ha ido creciendo y transformándose? ¿Por qué los vampiros y en concreto el conde… siguen presentes en nuestras mentes?
Atmósferas en David Cronenberg. La zona muerta (The dead zone, 1983)/Inseparables (Dead ringers, 1988)
De muchas películas señalamos que lo que más nos ha llamado la atención ha sido la atmósfera. Y es cierto, hay directores reyes en extrañas atmósferas. Y uno de ellos es Cronenberg que no ha perdido esa capacidad de crear universos, atmósferas inquietantes al borde de la pesadilla. Da igual que sea en película de encargo o en proyecto cinematográfico más personal, ahí está su capacidad para hipnotizar con una atmósfera que recuerda nuestras pesadillas más interiores. Y es que es en ese ambiente donde se repiten las obsesiones y reflexiones del cineasta canadiense.
La zona muerta (The dead zone, 1983)
Una película de encargo y una adaptación cinematográfica de una novela de Stephen King… pero David Cronenberg logra plasmar su peculiar universo y hace que esta película tenga su firma personal. Y es de gran ayuda contar con el rostro de un actor inquietante (Cronenberg sabe elegir muy bien a sus actores principales)…, Christopher Walken, como el protagonista, Johnny Smith. E inquietud y pesadilla es la sensación continua que devuelve esta película.
Desde que vemos a Johnny como profesor mientras lee, recita, de memoria El cuervo y además recomienda a sus alumnos la lectura de La leyenda de Sleepy Hollow hasta su extraño dolor de cabeza en la montaña rusa junto a su novia, Sarah, también maestra. Después Johnny sufre un accidente de coche y a continuación abre los ojos en una extraña clínica. Todo adquiere aire de pesadilla aunque va descubriendo hechos traumáticos: el cree que todo fue ayer y se entera de que han pasado cinco años, que su amor se ha casado y tiene un hijo (pero siente lo mismo por ella), que sus padres sobre todo su madre se ha deteriorado en la espera… y que de pronto con el contacto físico con otras personas (sobre todo a través de las manos) logra viajar al pasado o predecir el futuro más próximo o lejano.
La recuperación es lenta y los cambios y sus poderes van afectando a su forma de ser sobre todo cuando es consciente de que puede cambiar en el presente el futuro… Se convierte en su ser solitario, extraño, que tan solo se relaciona con algunos alumnos a los que da clases particulares. Sus poderes no le traen la calma sino profundos dilemas morales que le harán tomar una determinación drástica para tratar de salvar el mundo de un hombre dañino. Esta decisión es sacrificio pero para muchos no será más que un perturbado mental, pero ¿lo es?
Todo es inquietante y con aires de pesadilla. Desde la clínica donde despierta Johnny, hasta su físico según va conviviendo con su nuevo poder (le queda siempre la secuela de su cojera y esa sonrisa entre tierna, frágil y desequilibrada), pasando por las casas y los escenarios en los que transcurre la trama (el túnel donde han asesinado a una muchacha…), la pequeña localidad donde vivía que esconde un asesino en serie (o más) o algunos de los objetos que forman parte de la historia (ay, esas tijeras…). Así como los personajes que rodean la actual vida de Johnny como ese oscuro y manipulador político (Martin Sheen) con guardaespaldas.
La zona muerta ofrece continuamente zonas de incomodidad e inquietud, de pesadilla… Del universo Cronenberg
Inseparables (Dead ringers, 1988)
… y de nuevo Cronenberg crea inquietud desde los títulos de crédito con esas ilustraciones de instrumental clínico. Y es que esa será la obsesión de dos gemelos (representados por Jeremy Irons, otro actor de rostro especial… para el universo del director canadiense) hasta alcanzar un grado patológico. Instrumental ginecológico específico y especializado para indagar en el interior del cuerpo femenino… hasta llegar a un instrumental que da grima y miedo… para la mujer mutante. De piezas de museo de las torturas…
Así el director nos va introduciendo en una historia enfermiza entre dos hermanos con una relación tan especial y tan en equilibrio que una causa externa (una mujer, una actriz) desestabiliza y destruye a dos hombres que son uno. Así Cronenberg habla sobre la identidad del ser humano y sobre si es única e indisoluble… presentando la historia de dos hermanos que no pueden vivir el uno sin el otro (pero que uno de ellos se rebela y quiere ser individual), que cuando se rompe su equilibrio, su mundo se desmorona.
Pesadilla, inquietud, extrañeza… y una atmósfera que absorbe y envuelve: el apartamento de los gemelos, su clínica ginecológica, la deformación física (aunque esta vez sea interna) como metáfora y sobre todo su sala de operaciones (donde visten de rojo), las relaciones que establecen, los personajes secundarios que perturban más que equilibran…
Todo incomoda en Inseparables (no hay ni un respiro… ni en los recuerdos de la infancia y juventud de los gemelos) y a la vez todo arrastra a querer saber qué va a ser de ellos que van cayendo en una espiral de autodestrucción. Al final no importa tanto el elemento perturbador (la mujer con una deformación interna con la cual establecen los dos una relación muy distinta) ni su relación con ellos sino su drama, que son inseparables… para lo bueno y para lo malo. Que están encerrados en su propia cárcel, en su propia pesadilla.
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Londres después de medianoche de Augusto Cruz (Seix Barral. Biblioteca breve, 2014)
El actor Lon Chaney y el director Tod Browning fueron de esos dúos de profesionales que se unen y dejan un interesante testamento cinematográfico. Juntos rodaron diez películas. Y el éxito del dúo les hizo ir escalando puestos en Hollywood. Sin embargo, como ocurre con gran parte del cine silente…, no todas sus obras se han conservado y el dúo poco a poco cayó en el olvido. Una de sus películas arrastra el misterio y la ilusión de los coleccionistas. Una película perdida… Una historia de vampiros, Londres después de medianoche (1927) y punto de partida de la primera novela del autor mexicano Augusto Cruz. La imagen icónica de Lon Chaney en esa película sí ha pervivido: sombrero de copa, pelo largo y lacio y una dentadura imposible.
Una novela que funciona como artefacto perfectamente construido, su máxima cualidad (además de hacer disfrutar al lector en cada página) es pasar, sin que nos demos cuenta, de un relato de investigación y detectivesco absolutamente racional y con sentido a otro de tinte fantástico y onírico con gotas de irracionalidad aliñado con surrealismo. El límite entre realidad y ficción es extremadamente delgado… o casi no existe. ¿Qué es real, qué es fantástico? Las líneas son borrosas… y más en un mundo absurdo, violento y lleno de incógnitas. Pero también un mundo que deja sitio para las relaciones humanas más singulares, y por qué no, bellas. Un mundo que permite pasiones y hombres y mujeres capaces de todo por el trabajo bien hecho o por vivir hasta las últimas consecuencias una pasión. Augusto Cruz juega siempre, de manera perfecta, a esos limites de lo racional, lo real, lo fantástico, lo onírico e irracional.
La novela además de mostrar un mundo rico y un universo propio lleno de referencias a los relatos de detectives, al cine negro pero también dando un rodeo genial al cine de terror y sus orígenes mudos así como a la ciencia ficción, también deja entre sus páginas un excepcional trabajo de documentación tanto cinematográfico como histórico (a la hora de abordar a algunos personajes importantes de la trama).
Porque el escritor mexicano no deja nunca de jugar a la realidad y a la ficción incluso en sus personajes. La historia empieza con la contratación, por parte de un anciano coleccionista Forrest Ackerman (un personaje real), que arrastra ya serios problemas de memoria, de un exagente del FBI que fue hombre de confianza de J. Edgar Hoover, Mc Kenzie. Y le contrata precisamente para que encuentre un recuerdo de su infancia, la película perdida ansiada por muchos: Londres después de medianoche.
Lo que al principio parece una investigación no más compleja que otras (con la búsqueda y seguimiento de pistas y el uso de la razón para su resolución), supone para Mc Kenzie una bajada a los infiernos, un regreso a su pasado y sus miedos, atormentado, y protagonizar un viaje a lo desconocido, a lo fantástico, a lo misterioso… Un camino lleno de peligros inimaginables que le lleva hasta las profundidades de México, cerca de Tampico, hasta un escenario absolutamente surrealista (y real… hasta aquí puedo leer). Parece que esta película de vampiros arrastra una maldición y todos aquellos relacionados con ella y en su búsqueda terminan arrepintiéndose o no contándolo… pero Mc Kenzie no parará hasta solucionar el caso.
Así Augusto Cruz se mete en un relato apasionante con las fuentes que le apasionan y juega con ellas para crear una historia que atrapa. Y no solo es un genial homenaje a la historia del cine y a unos géneros determinados (y sus orígenes) sino también un viaje interior a la naturaleza humana y a nuestros miedos más profundos y un análisis de lo que supone el misterio, lo enigmático o lo nunca descubierto. Y también un estudio sobre la memoria y los recuerdos. El autor sorprende en su recreación de personajes reales como un anciano Hoover o cómo se inspira para mostrarnos a viejas divas del cine mudo. Pero también logra, con su pluma y su forma de contar alcanzar la esencia del cine que al autor le apasiona y meter a la narración detectivesca y lógica sus dosis de irracionalidad, terror y ciencia ficción. Así, durante la lectura, me vinieron a la cabeza obras cinematográficas que dinamitaban la lógica como La noche del demonio de Jacque Tourneur o por irme a unos creadores más contemporáneos, la vuelta que dan los Coen a su relato cinematográfico, El hombre que nunca estuvo allí.
La novela de Londres después de medianoche es para saborearla y disfrutarla página a página. Y después buscar todas sus referencias, sus caminos y recovecos. Delatar sus entrañas, buscar sus misterios, inmiscuirse en sus anécdotas y dilucidar cuáles son reales o ficticias y sorprendernos. Y sobre todo buenas páginas para seguir alimentando nuestra pasión hacia el cine.
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Diccionario cinematográfico (212)
Flores: … corro un tupido velo sobre Historias de San Valentín de Garry Marshall… y confieso que al menos me sirvió para pensar en el diccionario y un tema: las flores y el cine. Los personajes de Ashton Kutcher y Jennifer Garner llevan y trabajan en una floristería (aparece al principio un enorme mercado de flores)… que en el día de San Valentín tienen no sólo un montón de trabajo (reparto y más reparto de flores) sino que viven un tsunami emocional. Me confirmó la propuesta El último atardecer y ese ramo de flores silvestres que es entregado al final de la película al personaje de Carol Lynley.
Así mirando hacia atrás, me quedo con una florista ciega con el rostro de Virginia Cherrill en Luces de la ciudad. Ella es vendedora ambulante y la acompaña la melodía de La violetera. Se enamora de ella Charlot… y consigue devolverla la vista a un alto precio. La última escena, ella ya recuperada y dueña de una floristería y el encuentro con su héroe (y la entrega de esa pequeña flor) es una de las escenas cumbres de la filmografía de Chaplin.
… Irremediablemente unido a mis sueños de infancia, está no sólo el camino de ladrillos amarillos que recorre Dorothy (siempre Judy Garland) sino también ese campo enorme de amapolas rojas… donde a nuestra heroína, a Totó y al león les entra un sueño que puede significar no volver a despertar jamás.
Con Alfred Hitchcock regresamos de nuevo a Vértigo… Madeleine anda obsesionada con el cuadro de una antepasada, Carlota. Y en ese cuadro la dama porta un ramo. Nuestra protagonista se ha dirigido a un mercado de flores para adquirir uno igual…
Si nos vamos a la comedia romántica, viajemos a un clásico de los ochenta, Hechizo de luna, donde una joven viuda con rostro de Cher lleva las cuentas de pequeños negocios italoamericanos en Nueva York. No falta una floristería… y su dueño regala a la dama una flor, con una sonrisa. Pero también la flores sirven para el romanticismo sin más, así en Los puentes de Madison una ama de casa (también de origen italiano) de una localidad rural norteamericana acompaña a un puente a un fotógrafo perdido y bromea con unas flores silvestres. El fotógrafo en agradecimiento por las indicaciones le regala un ramo y ella… le advierte que son venenosas… Así es el principio de una historia sobre el enamoramiento…
Menos conocida pero con cierto encanto está la historia que se nos propone en Greenfingers, una comedia británica con Clive Owen de protagonista sobre un grupo de presos que se convierten en expertos jardineros con especial sensibilidad con las flores.
Nos vamos a despedir con un clásico de Roger Corman, La tienda de los horrores. Los protagonistas son el empleado de una tienda de flores… y unas flores carnívoras.
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Cuentos de terror de Dario Argento. Suspiria (Suspiria, 1976) / Phenomena (Phenomena, 1984)
Adentrándome por fin en la filmografía del realizador italiano Dario Argento, me atrevo con él, por recomendación de un buen amigo, con el visionado de dos cuentos tenebrosos. Suspiria y Phenomena tienen varios paralelismos que hacen interesante y gratificante su análisis. Los que me conocen un poco saben que el cine de terror es una de mis muchas lagunas cinematográficas, pero cada vez es un género que voy visitando más. A diferencia de otros amigos de generación, que se engancharon al cine por este género…, yo durante mi adolescencia y juventud huí de él. Ahora que soy más mayorcita, me voy atreviendo a hundirme en las tinieblas.
De Argento solo había visto, y hace relativamente poco uno de sus giallos, El pájaro de las plumas de cristal (forma parte de la trilogía de los animales junto a El gato de las nueve colas y Cuatro moscas sobre terciopelo gris). El giallo, esa mezcla de thriller y terror, es totalmente desconocido para mí. Solo conocía la teoría y lo que había leído en libros, así que me queda casi todo por descubrir. Es uno de los caminos que abrió la influencia del maestro del suspense por el mundo. Con Psicosis marcó una senda en el cine del suspense y el terror. Hitchcock, innovador y referente de otros realizadores.
Pero Argento, además del giallo, se lanzó a un terror con tintes fantásticos. Y tanto Suspiria (es la primera película de otra trilogía del director, la de las madres) como Phenomena entrarían dentro de esta categoría. Su visionado lo disfruté porque, como he dicho al principio, lo viví como dos cuentos terribles, insanos y enfermizos. Dario Argento, creador de ambientes extraños y tenebrosos, te atrapa por su poder visual y una estética especial. Argento, macabro, realiza verdaderas coreografías a la hora de filmar las muertes de sus víctimas (todavía tengo tendencia a taparme los ojos —modalidad abanico… mirar con repelús entre los dedos abiertos—, pegar brincos y poner caras de asco o de pánico…).
Desde la más absoluta ignorancia del género (y de la figura de Argento), como ya he confesado al principio, tanto Suspiria como Phenomena me han resultado opciones muy ricas a la hora de explayarse en la escritura. Dos películas con paralelismos sugerentes.
Paralelismos
Las dos protagonistas son dos jóvenes norteamericanas, delicadas y blancas como la nieve (Dario Argento ha reconocido la influencia que tuvo en él Blancanieves y los siete enanitos), que llegan a un país europeo (Alemania una, Suiza la otra) y a una residencia hostil. Ambas son extremadamente sensibles y capaces de ‘percibir’ más allá… que cualquier otro personaje de la trama.
Las actrices elegidas dan un toque especial a sus personajes. Indefensas pero fuertes a la vez. Extremadamente sensibles, como de otro mundo. Extrañas, etéreas y delicadas. Ambas habitan un nuevo mundo enfermizo e insano. Ambas viven en una especie de bosque tenebroso o de casa encantada que les depara obstáculos terribles… lleno de criaturas horripilantes. La mirada que las dos depositan al mundo devuelve un universo onírico con gotas de pesadilla y locura. Solitarias, no existe el príncipe azul en estos relatos fílmicos. En uno se convierte en un ser anónimo que solo aporta más inquietud (Miguel Bosé) y en la otra hay una ausencia total (la joven solo recibirá ayuda de los animales…).
En Suspiria, la joven protagonista es Jessica Harper, actriz que había adquirido cierto halo de culto por su aparición en El fantasma del paraíso de Brian de Palma. Harper, delicada y delgada, hace creíble su papel de bailarina exquisita y frágil, casi enfermiza. Mientras en Phenomena continua la carrera de una niña con rostro de Jennifer Connelly, que había demostrado su potencial y belleza desde su debut en Érase una vez en América de Sergio Leone (amigo de Argento). El personaje de Connelly, más complejo que el de Harper, tiene una especie de extraño poder. Ella puede comunicarse mucho mejor con los insectos (y otros animales) que con los seres humanos. Las dos protagonistas tienen problemas con el sueño y eso las hace estar confusas gran parte del tiempo, quizá distorsionando más la realidad que las rodea. ¿Qué es fruto de sus cabezas adormiladas? ¿Qué es real? ¿Qué es pesadilla? En Suspiria la protagonista se queda dormida por los rincones; en Phenomena además es sonámbula. Ambas muestran una inestabilidad mental y emocional en el momento que se suceden los hechos.
Los paralelismos también se dan en la estructura de la historia. Hay una fugaz voz en off, que amplifica la sensación de cuento, para presentar a las dos protagonistas fuera de su entorno habitual. Las dos películas empiezan con un asesinato iniciático que pondrá en marcha la trama. Asesinatos coreografiados como una danza macabra…, más evidente en Suspiria. El estilo visual de Suspiria está muy elaborado, es casi tan etéreo como su protagonista. La atmósfera extraña es casi otro personaje deslumbrante. En Phenomena su estilo visual es más sobrio y sucio dando a la historia un tono más desconcertante y extraño.
En las dos películas, las protagonistas se rodean de personajes a cada cual más extraño (acariciando siempre lo desagradable) y según va avanzando la historia, se van desarrollando más los hilos fantásticos. En Suspiria la sensación de irrealidad acompaña toda la película y va en crescendo… desde que la protagonista atraviesa la puerta del aeropuerto y se vislumbra una tormenta hasta el final del tenebroso cuento. En Phenomena la irrealidad es más brusca y el ambiente que rodea a la protagonista es extraño y desasosegante. En Suspiria la banda sonora extraña va al ritmo de lo etéreo; en Phenomena la banda sonora desconcierta desde el primer momento, creando una sensación de rechazo y dureza a lo que estamos viendo (hasta Iron Maiden está presentes en una banda sonora que apuesta por el heavy metal para un cuento de hadas tenebroso).
En Suspiria, la academia de baile es otro personaje fundamental de la trama. Un edificio con vida que oculta un misterio terrible. Cada detalle, cada puerta, cada ventana y cristalera, el juego de luces, las escaleras, los vestuarios, las clases…, todo forma parte de una especie de casa encantada, inquietante. En Phenomena juega más con los exteriores, con ese bosque tenebroso que oculta una casa maldita. Y la residencia será un sitio hostil donde la protagonista se siente continuamente fuera de lugar. La joven siempre quiere huir de allí, no se siente cómoda y sufre una especie de mobbing por parte de sus compañeras y de las docentes.
La presencia de insectos u otros seres vivos como pájaros o murciélagos acentúan la presencia continua de la muerte. Una muerte que acecha. Y también alude a la corrupción de los cuerpos sin vida, los cadáveres no descubiertos. También sirven de premonición de algo terrible. Si en Suspiria deparan momentos inquietantes, como la aparición de los gusanos; en Phenomena su presencia es constante y fundamental para hacer avanzar la trama. La protagonista tiene una relación especial con los insectos (como una especie de Carrie, tiene una escena de reina de las moscas que hace que miles de estos insectos rodeen la residencia… y que muestra cómo éstas la defenderían hasta extremos inimaginables) y sus únicos amigos en un país hostil serán un inválido y reputado entomólogo que vive en una casa junto a una mona adiestrada (que vuelve más extraña aún esta película, más fuera de la realidad)…
Finalmente en ambas películas lo terrorífico y fantástico, la presencia del horror que durante todo el metraje se ha intuido y manifestado de manera inquietante, toma forma física en una presencia monstruosa y deforme. En Suspiria tiene rostro de anciana decadente y en Phenomena de niño horrible.
Viejas glorias
Dario Argento se deja seducir, como otros directores de mundos extraños e insanos (y también signo de los últimos ramalazos de la caída del sistema de estudios) como los americanos Robert Aldrich o Curtis Harrington, por viejas glorias de cine de Hollywood y un añejo star system europeo. En Suspiria las damas que dirigen la academia de baile son de lo más siniestras y se esconden tras los rostros de viejas glorias: Joan Bennett y una Alida Valli cuya sonrisa provoca escalofríos. En Phenomena el ‘visitante’, la vieja gloria y uno de los reyes de la serie B, será un hombre que además ejerce como figura no solo sabia sino también protectora, como un hada madrina (pero por desgracia, para él, sin poderes). El entomólogo en silla de ruedas, que es siempre acompañado por una mona que no soporta el mal, tiene el rostro del actor británico Donald Pleasence.
Nuevas influencias
Las películas de Argento de aquellos años setenta y principios de los ochenta (que han ido decayendo con el paso de los años incluso para los seguidores que más admiración le profesan) siguen creando escuela (tanto en la estética visual de algunos directores, como en la temática así como en la creación de ambientes enfermizos e inquietantes).
Así, por ejemplo, muchos son los que vieron en su momento la influencia de Suspiria sobre Cisne negro de Darren Aronofsky. No solo porque la protagonista fuera una frágil bailarina sino por muchos aspectos. Tanto la atmósfera inquietante creada a través de la heroína femenina (ese aire onírico y la presencia continua de la pesadilla rozando la locura) como los personajes incómodos que acompañaban su camino.
Una de las cosas que más inquietud me ha causado al ver las dos películas ha sido el empleo del sonido como elemento narrativo y exasperante. El ruido de pasos, los portazos, la ruptura de cristales, las respiraciones extrañas, las voces distorsionadas por la lejanía, el sonido del agua o el que emiten los insectos… Todo envuelto con una música que a veces distorsiona bastante más la historia que se nos está contando. Y este tipo de atmósfera y la importancia de los sonidos en las películas de terror fueron magníficamente reflejados hace muy poco en una película inquietante, Berberian Sound Studio de Peter Strickland.
Tanto Suspiria como Phenomena son un ejemplo de cuentos tenebrosos con una fuerza visual que evita el olvido. Estas películas crean una atmósfera inquietante que deja al espectador con un mal rollo continuo que perdura después de la proyección, que hace que permanezca en un estado como de semiinconsciencia…
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Y van tres sobre la adolescencia… y una mirada infantil
La adolescencia en el cine se ha reflejado de una y mil maneras. Las tres películas que forman este texto se acercan a este periodo, que vive todo ser humano, de manera muy diferente. Pero las tres cuentan con una mirada especial que merece la pena analizar aunque unas sean redondas, otras menos y la de más allá fallida. De propina, una mirada infantil de lo más siniestra. La infancia también es un periodo difícil de reflejar correctamente y que también ha permitido obras cinematográficas tan especiales como El otro de Robert Mulligan.
Un soplo en el corazón (Le souffle au coeur, 1971) de Louis Malle
(Aviso: si no la has visto, cuento partes claves de la trama)
La filmografía de Louis Malle es una sorpresa continua. No le asusta la innovación formal ni los temas que abordar desde puntos de vista complejos. Con Un soplo en el corazón empieza una trilogía que versaría sobre los recuerdos (la memoria…) acumulados durante su adolescencia. Vida y cine, cine y vida. Trozos de vida propios y ajenos. O simplemente captar sensaciones y sentimientos, emociones y prestárselas a sus personajes. Las otras dos películas que completarían dicha trilogía (y que ya me esperan para que pueda verlas) son Lacombe Lucien y Adiós muchachos.
Un soplo en el corazón cuenta un momento de la historia de un adolescente, Lauren Chevalier (Benoît Ferreux). Tiene catorce años y está en su periodo de despertar sexual. Su vida transcurre en la Francia de los cincuenta en una familia acomodada. Su padre es ginecólogo, de buena familia, y su madre es una italiana (una maravillosa y bellísima Lea Massari que crea un personaje fascinante y difícil) que cuida de sus tres hijos casi como si fuera su mejor amiga, siempre cómplice. Lauren saca unas notas brillantes, es un lector empedernido de escritores como Gide o Camus, habla con una naturalidad que desarma de temas como el suicidio y le encanta el jazz.
Durante su momento de vida ‘robado’ por la cámara de cine, vemos sus relaciones con su padre (distante), con su madre (cercana), y con sus hermanos mayores (siempre entre la broma constante, la humillación del menor pero también de la admiración que siente por ellos y el cariño que estos le profesan). Y también cómo se relaciona con sus amigos. Somos testigos de varios acontecimientos: las ‘atenciones especiales’ que le presta un cura del colegio, su primera experiencia con una prostituta, el beso con una amiga de sus hermanos mayores, su intento de acercarse a una joven rubia y, por último, un acercamiento físico (una noche de fiesta) a su madre… Entremedias de todas estas experiencias se le diagnostica un soplo en el corazón que exige reposo y el seguimiento del tratamiento en una especie de balneario (un espacio aislado del mundo cotidiano que le rodea… y donde todo puede pasar, todo es nuevo).
Lauren Chevalier tiene muchas características del Malle adolescente pero el director ficciona y crea unas experiencias únicas para Chevalier. Con ojo crítico ante la burguesía francesa (a la que el propio director pertenecía) pero también con un halo de nostalgia, Malle crea una película vital y libre que pasa por temas extremadamente tabú con una mirada absolutamente diferente.
Así, por ejemplo, el tratamiento del incesto nada tiene que ver con la forma en que se ha reflejado en otras películas. Un tema que siempre se ha tratado en el cine desde una óptica de tragedia griega o de drama extremo. Incesto fruto de una relación enfermiza y traumática con secuelas psicológicas futuras para el que lo sufre (reflejo de maltrato físico y sometimiento). El incesto como fuente de ambientes inquietantes, incómodos, insanos con aires de pesadilla.
De pronto choca la manera en que Malle encara el tema, una acción lleva a la otra, una emoción lleva a la otra, una situación lleva a otra… y de pronto vemos al adolescente en la cama con su madre (pero como una ‘experiencia más’ dentro de su recorrido hacia la madurez)… Malle consigue que el espectador escuche las palabras que la madre dice a su hijo después y que trate de comprender. Las palabras son algo así como: que esto que ha pasado no se convierta en algo traumático para ti, yo siempre lo recordaré como un momento bonito y agradable. No volverá a pasar nunca.
Es importante saber que la primera idea de Malle, es que realmente fuera algo traumático para Lauren… y que llegase a pensar en el suicidio. Sin embargo nos ‘regala’ otro final que nos choca pero que embelesa y encanta, Malle realmente transgrede. Y termina la película con un Lauren que ha despertado totalmente a su sexualidad, más seguro, y con una reunión familiar donde todos, absolutamente todos, se miran entre sí y no paran de reírse… Un final que no se olvida y no deja indiferente.
Brick (Brick, 2005) de Rian Johnson
Rian Johnson realiza un experimento formal: nos cuenta una historia de puro cine negro, en un ambiente insólito para este género. Brick transcurre en un instituto norteamericano y todos sus protagonistas son adolescentes o muy jóvenes. La presencia de adultos es prácticamente nula (y los que aparecen son casi caricaturescos).
Así nos encontramos frente a una trama compleja con un caso de asesinato y una investigación complicada… pero todo entre adolescentes. Rian Johnson sorprende con una fuerza visual y unas imágenes increíbles y recrea a todo color las luces y sombras del cine negro, esa sensación de pesimismo, de destino inevitable, de romanticismo clásico y con las dosis de violencia suficientes. El instituto y sus alrededores crean un ambiente extraño que roza la pesadilla.
El protagonista es el adolescente al margen, el solitario, que decide echar una mano a su exnovia cuando ésta le hace una llamada de socorro. Y se convierte en una especie de investigador desencantado. Con ayuda de un estudiante empollón e inteligente, se introduce en un mundo de drogas y jóvenes siniestros donde nadie es lo que parece. No falta la femme fatale.
Brick se convierte en una película que genera una cierta extrañeza pero a la vez Rian Johnson consigue unas imagenes con una fuerza visual hipnótica. Y une la ‘incomodidad’ de la adolescencia —el extrañamiento y confusión del adolescente que se enfrenta al mundo—, con ese halo ambiguo, destino trágico y complejidad que acompaña al cine negro.
Una vida en tres días (Labor day, 2013) de Jason Reitman
El paseo de Jason Reitman por el melodrama ha sido fallido pero contaba con los ingredientes necesarios para crear una película emocionante. La premisa era muy sencilla (y porque la complica, sobre todo con ridículos flash back, con algunos fallos que hacen poco creíble la trama, con escenas que sobran así como un final tambiñ¡én ridículo… la película se derrumba): durante los años ochenta, en una localidad americana, un fugitivo que huye de prisión toma como rehenes en su casa a una mujer divorciada (con una depresión que le provoca pánico a salir de casa) y su hijo adolescente. Conviven durante tres días.
Aquí el adolescente es el que cuenta la historia desde la nostalgia (la cuenta con voz de adulto). Desde su punto de vista. Y si hubiera seguido ese camino: la mirada íntima del adolescente ante los hechos vividos, creo que hubiese funcionado. Tan solo la casa y sus tres habitantes. Y es esa mirada y el propio adolescente el que a veces salva la película (Gattlin Griffith).
Otro punto flojo es la construcción del fugitivo (que contaba con un Josh Brolin, siempre carismático y que hace lo que puede con un personaje mal hecho) pues elimina toda ambigüedad y misterio. Parece que el fugitivo es el hombre perfecto: arregla todos los desperfectos de la casa, podría ser buen padre, es buen amante, es guapetón y encima es un excelente cocinero…
La escena en que los tres elaboran una tarta de melocotón es la escena clave. El tono clave de una película que podría haber funcionado. A través de la mirada del adolescente y haciendo mucho hincapié en los sentidos y sensaciones, en lo físico. En lo sensual del momento, todo rodeado de una cierta nostalgia. Es una escena ‘contada’ desde lo emocional, desde el recuerdo. Casi notamos el tacto de cada uno de los ingredientes de la tarta, y el roce de la piel de los personajes. Refleja un acercamiento especial de los tres personajes…
La propina. El otro (The other, 1972) de Robert Mulligan
Robert Mulligan sabía muy bien reflejar el mundo infantil y adolescente desde una óptica nostálgica. Así muestra niños y adolescentes de verdad en Matar a un ruiseñor, Verano del 42, La noche de los gigantes o Un verano en Louisiana… Sin embargo, también ofreció la cara oscura y pesadillesca de los mundos infantiles con una película inquietante sobre dos gemelos, El otro.
La película es la adaptación de un relato de Tom Tryon (que antes había sido actor, el protagonista de El Cardenal de Otto Preminger) y Robert Mulligan recrea con esos juegos infantiles y la imaginación desbordante que gozan los niños un relato terrorífico. Así se mete en la mente infantil para contarnos una historia asfixiante y con una óptica distorsionada. Desde el principio ‘notamos’ una cualidad extraña en los juegos aparentemente inocentes de los gemelos y en cómo ‘miran’ el mundo adulto.
Robert Mulligan crea una atmósfera que envuelve al espectador en un mundo incómodo y horrible, un mundo adulto siniestro, poblado de rostros crispados y desagradables, una atmósfera irreal y difícil de comprender: una abuela rusa que cuenta extrañas historias, un circo de seres deformes, una madre que parece una muerta en vida, una anciana malhumorada, un jardinero alcoholizado, una muerte reciente… La película está sin embargo, plagada de juegos infantiles y detalles como una caja metálica con pequeños tesoros… que se convierten en elementos inquietantes.
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Atracón de películas durante las fiestas
Estos días he tenido ocasión para ver aquellas que no vi y otras que están en cartelera. Propuestas variadas y diferentes. De distintas nacionalidades y temáticas. Y todas con algo que destacar. Incluso empecé el año, en compañía, con atracón de películas…
Gente en sitios de Juan Cavestany
… Un tapiz de personajes y situaciones que mezcla el humor absurdo, la tragicomedia, lo fantástico o lo más real… que pinta un país desorientado. Juan Cavestany presenta una buena propuesta: una especie de libro audiovisual con relatos cinematográficos. Algunos de cosecha propia, otros… adaptaciones de determinados relatos literarios; otros, reflexiones y un reparto coral con una lista interminable de buenos actores y actrices españoles. Como en todo libro de relatos, en estos relatos filmicos hay unos que funcionan mejor y otros peor… pero el conjunto merece la pena pues es un reflejo de nuestro país. Un reflejo contemporáneo y crítico.
El mundo es nuestro de Alfonso Sánchez
Otra propuesta de cine patrio. Un cine que busca otras maneras de salir adelante tanto en la producción como en la distribuición. El mundo es nuestro transcurre en Sevilla y con un humor muy nuestro. Mezclando la reflexión social y política y un humor con ecos lejanos de un Berlanga o un Azcona presenta otra radiografía de un país en crisis y unos ciudadanos cansados e indignados ante la corrupción. Así El mundo es nuestro es una película sencilla (pero efectiva) de personajes (los personajes protagonistas ya eran conocidos por muchos en una serie en Internet) y situaciones que te hacen reír pero también reflexionar. Dos macarrillas disfrazados de nazarenos atracan una sucursal de banco (en ese momento están varios clientes y los empleados) en una calle sevillana… en ese mismo instante entra también un empresario arruinado y con una situación desesperada cargado de explosivos y dice que volará todo por los aires si no va la televisión para que pueda contar su situación. Esperpento, vodévil, muchas risas y humor… cargado de crítica política y social…
12 años de esclavitud de Steve McQueen
Durante el 2013 se ha tratado en el cine el tema de la esclavitud desde tres miradas muy diferentes: la de Tarantino y Django desencadenado, la de Lee Daniels y El mayordomo y la que nos ocupa. Cada una ha dejado sus reflexiones y su huella. McQueen toma un libro como fuente, unas memorias sobre un hombre negro libre (Solomon Northup) que fue secuestrado y vendido como esclavo. Su pesadilla duró 12 años. La diferencia con muchas víctimas —que no sabían ni leer ni escribir— es que él pudo contarlo, escribirlo y denunciarlo.
No sólo es el punto de vista: un hombre libre que sufre, de pronto, la esclavitud y tiene que sobrevivir y a la vez tratar de volver a su estado anterior… sino también la fuerza visual que imprime McQueen a la película y el alucinante uso que hace del sonido y de la música (sobre todo de las canciones). McQueen acierta tanto con la estructura de la historia, como con el empleo de imágenes que se quedan en la retina (ese hombre colgado con una soga en un árbol, tocando de puntillas el suelo, y en el fondo los demás compañeros de faena iniciando su vida cotidiana… como si fuera invisible o más bien con un espíritu de derrota, de no es posible hacer nada). Pero también es impresionante la composición de personajes. Así es increíble tanto la interpretación del protagonista, Chiwetel Ejiofor (recuerdo lo que me impresionó hace años en Negocios ocultos de Stephen Frears) o el papel de propietario y esclavista desequilibrado con el rostro del actor fetiche de McQueen, Michael Fassbender (lo reconozco, me gusta cada vez más).
La gran belleza de Paolo Sorrentino
El escritor Jep Gambardella (espectacular e hipnótico Toni Servillo) nos recuerda a un Marcello Rubini (Marcello Mastroianni, sin adjetivos) que se ha hecho mayor y sigue, sin embargo, pululando por la noche romana consciente de su propia decadencia y desgaste como de la de todos los que le rodean. La gran belleza es una dolce vita del siglo XXI. Aun así, él sigue buscando aquello que le haga de nuevo escribir una segunda novela, la gran belleza. Mientras, es un periodista cínico capaz de burlarse de sí mismo o de artistas que realizan perfomances a lo Marina Abramovic o de abrir los ojos (sin piedad y con crueldad) de una amiga que se tilda rebelde, o de charlar con una monja tremendamente anciana… Es cruel y tierno. Despreciable y triste. Interesante y frívolo. Divertido y patético. Sabio y estúpido. Playboy y romántico… Jep se siente cada vez más mayor y desencantado pero no puede a la vez dejar la noche… Roma le atrapa. Una Roma nocturna llena de personajes singulares… Y Sorrentino atrapa a los espectadores con una fuerza visual hipnótica y una música que envuelve. Y logra captar la gran belleza, esa que convive también con lo sórdido, con lo decadente, con la nada…
La noche más oscura de Kathryn Bigelow
Mucho había leido sobre ella y mucho me apetecía. La trayectoria de Bigelow la he ido siguiendo y es cierto que domina los recursos para saber contar una historia cinematográficamente y contarla muy bien. Además no cuenta ni historias ni situaciones fáciles. Su cine plantea un mundo complejo, contradictorio, violento, complicado… sus películas no son planas sino que pone sobre la mesa temas difíciles. Y un punto de vista incómodo. Su mirada exige que el espectador vea, reflexione, interprete, se posicione… por eso genera debate, controversia, discusiones apasionadas…
Kathryn Bigelow, como si fuese una periodista de investigación, ofrece el reportaje sobre cómo durante diez años la CIA (y pone la mirada en la fría agente Maya) trató de dar ‘caza’ (y éste es el sustantivo que hay que emplear) a Bin Laden y cómo finalmente a las 00.30 del 2 de mayo de 2011, un grupo de marines entró a la residencia de Bin Laden en Pakistán matándole… sin derecho alguno a réplica. Proporciona el relato visual de lo que observaban Obama y compañía en esa foto que dio la vuelta al mundo… Lo que cuenta y cómo lo cuenta no es un relato cómodo y contiene lecturas escalofriantes… al igual que toda la investigación durante años de la CIA y sus relaciones con las distintas administraciones en el poder. Nada es blanco, ni negro… ni siquiera gris. La mirada de Bigelow no es amable.
La cabaña en el bosque de Drew Goddard
Hay películas que proponen un juego fílmico… y La cabaña en el bosque es una de esas películas. Se disfruta mucho más si se tienen varias nociones, claves y reglas del género cine de terror. Porque lo que propone Goddard es una vuelta de tuerca a las películas de grupo de jóvenes adolescentes que van a una cabaña aislada… e implica al espectador y trata de dar una explicación muy especial a la necesidad del ser humano de experimentar miedo, de ver en pantalla monstruos horribles y muertes violentas… Para disfrutar de La cabaña en el bosque lo mejor es entrar en ella con el factor sorpresa y entrar en su juego. Entretenida además es un rato. Los guiños son continuos pero también es metacine, cine dentro del cine. Una reflexión sobre la necesidad de ser ‘consumidores’ de historias de terror…
Frozen. El reino del hielo de Chris Buck y Jennifer Lee
El mundo Disney rescata otro cuento de Andersen pero lo pasa por su pátina… y lo convierte en un relato sobre el amor verdadero entre dos hermanas (ampliando la colección de princesas de fuerte personalidad). Frozen es un musical animado con muchas dosis de aventuras, ritmo y buenos personajes así como la creación de un mundo animado que hipnotiza, con magia… un reino de las nieves apasionante. Frozen rescata la esencia de los cuentos de siempre con la presencia del bien, el mal, lo oscuro, lo bello, la muerte, la vida, la tragedia, lo bello, lo triste, los obstáculos, la superación de lo imposible… y lo mágico. Y los dos personajes que conquistaron el corazón de la presente no fueron las princesas o los príncipes y demás caballeros… sino un reno y un muñeco de nieve…
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La fantasía en dos películas que no son redondas: Las brujas de Zurragamurdi de Alex de la Iglesia/La espuma de los días de Michel Gondry
La fantasía es el único concepto que relaciona estas dos películas. Tanto De la Iglesia como Gondry poseen una imaginación que inventa y produce historias y mundos. Universos. Pero a veces la fantasía desbordante no crea lo deseado y surgen dos películas fallidas que pudieron ser y no fueron. Las fantasías de ambos realizadores se estrellaron en un sinsentido caótico. No obstante (y paradójicamente) es precisamente esa fantasía la que salva estas dos películas de no caer en el más absoluto de los olvidos.
Las brujas
La De Alex de la Iglesia parece como si el realizador se fuera cansando de su fantasía y energía. Y se va volviendo más delirante pero más cansina y cutre. Así parece mentira que sea el mismo director el que haya rodado el atraco en la Puerta del Sol lleno de ritmo, humor y planificación así como visualmente potente y el que haya realizado la escena culminante más cutre y desagradable en lo visual, el aquelarre final donde más que fantasía campa lo ridículo y el mal gusto. Donde lo fantástico, desgraciadamente, es lo más absurdo y fuera de lugar. La película se pierde… decae.
Curiosamente las brujas del título son los personajes menos conseguidos (hasta Carmen Maura está mal o incómoda y mira que eso es raro) y los que menos sorprenden. No hay absolutamente ningún personaje femenino con el que conectar o empatizar. Nunca mejor dicho: son todas unas brujas, incluidas esas señoras con rostro de Carlos Areces y Santiago Segura (que por otra parte son las que mejor te caen de la galería de brujas caníbales… que te irías con ellas a tomar un chocolate con churros —aunque ellas a lo mejor prefieren otra cosa—). Y curiosamente (se le nota la misoginia o enfado con las mujeres al realizador) la galería de chicos son todos tontos, tontos hasta decir basta pero los protegerías a todos y con todos te irías alegremente a pasar una tarde, incluso con el señor de Badajoz. La sorpresa para esta espectadora ha sido descubrir un Mario Casas actor con una vis cómica muy pronunciada. Me reí con él un montón. Y también confieso que Hugo Silva de Cristo plateado va a quedar como imagen icónica…
Así Alex de la Iglesia demuestra que posee un mundo particular y que puede llegar a ser muy divertido. Al principio crees que te encuentras con una película de ritmo trepidante, comedia pura con unas dosis de terror… pero al final su energía decae y también su manera de dirigir… y deseas que termine ese aquelarre absurdo y vuelvan todos a la Puerta del Sol.
La espuma
A Gondry le puede su desbordante fantasía. Esta vez toma el universo de Boris Vian y lo traslada a su mundo peculiar. Y te engancha pero se desborda… y a veces al espectador le cuesta conectar con unos personajes envueltos en un mundo de deslumbrante imaginación. Pero a la vez sabes que sólo pueden vivir en ese mundo creado por Gondry y que la historia sólo tiene sentido en su mundo recreado. Sin embargo su fantasía es tan exacerbada que acaba con la emoción del espectador o con los puntos de conexión de tal manera que puede convertirse en una película que te deja totalmente frío.
Pero paradójicamente también es en la fantasía (y su plasmación) donde se esconde lo más interesante de la película. En un mundo de fantasía e imaginación desbordante donde se nos está contando una historia de amor donde todo es felicidad y donde se mueven los enamorados con una alegría e inocencia desbordantes acompañados de sus amigos que son lo más… un acontecimiento, un nenúfar en un pulmón, va tornando todo ese universo donde parece que sólo cabe lo inocente, lo alegre y lo bello en un universo igual de fantasioso pero oscuro, siniestro, decadente y triste. Y esos mismos personajes se vuelven tristes… y ese mundo donde sólo había color se va volviendo tétrico y en blanco y negro…
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