El rostro de la mujer afgana (Golshifteh Farahani) y el de Marta. Un personaje de ficción y una mujer que ofrece su rostro y su voz a un documental. La primera vomita sus sufrimientos, sentimientos, frustraciones, dolor, angustias y miedos a una ‘piedra de la paciencia’ que cuenta la leyenda (según le narra su tía) que una vez que rebosa de secretos y dolor se rompe… y libera de todas la penas. Esa ‘piedra de la paciencia’ es su marido en coma con el que lleva casada diez años. La segunda es Marta que muestra la maleta que arrastra llena de vivencias, sufrimientos, dolor y miedos y es testimonio vivo de cómo la violencia de género es un fenómeno mundial que crea una legión de mujeres heridas…
Y las voces de estas mujeres ponen en evidencia lo que es ser mujer silenciada. Yo, como Hildy Johnson, no me he sentido discriminada por ser mujer, es más me gusta ser mujer. No me he sentido invisibilizada ni silenciada, no he sentido el yugo del poder bajo mi persona por ser mujer. Los hombres que me han rodeado creen en la igualdad de derechos y deberes, no se sienten superiores en su condición de hombres, no han empleado el poder ni la violencia sobre mi persona sino que más bien la convivencia ha sido posible y plácida. Y los roces y problemas han surgido como seres humanos que se relacionan y por eso pueden chocar o no. Si alguna vez he visto o vivido una situación ‘machista’ sobre mi persona no ha quebrado mi seguridad sino que lo he vivido como pura anécdota, como una excepción en mi vida, y además he contado con las herramientas suficientes cómo para que no me afecte en absoluto. Pero esto no me vuelve ciega y sé que la situación que vivo no es la habitual, no está normalizada (cuando debería serlo) y que sigue siendo necesario visualizar la situación de un gran número de mujeres y luchar por los derechos de las mujeres. No es una lucha obsoleta e innecesaria, más bien al contrario. No deja de dar cierto miedo vislumbrar un retroceso (un retroceso que se está dando en muchas áreas como la laboral) a las ‘conquistas’ ya realizadas en ciertos lugares respecto a la situación de las mujeres (y su libertad) y el estancamiento, silenciamiento e invisibilización del problema en gran parte del mundo. El tema es preocupante.
Y así lo muestra la película de ficción La piedra de la paciencia y el documental La maleta de Marta. Ambas son testimoniales y ahí radica su fuerza. En el reflejo de dos rostros femeninos y en sus palabras. Dos mujeres silenciadas que hablan y se exponen… Sencillez cinematográfica y contundencia testimonial.
La piedra
La interpretación de Golshifteh Farahani es La piedra de la paciencia y a través de su monólogo (y de los distintos estados que va viviendo) nos deja al descubierto su historia íntima, su retrato. Se visibiliza como mujer y se muestra su verdadero rostro: su manera de pensar, sus sentimientos, sus secretos, su sexualidad, sus dolores…
Según va confesando a su marido en coma su vida en común, ella se va liberando de su carga, de su prisión. Por primera vez siente que puede hablar sin miedo y que el depositario solitario de sus confesiones, su piedra de la paciencia, escucha. Así esta mujer afgana universaliza lo que es ser mujer pero silenciada. Expresa lo que es sentirse encarcelada en la intimidad, la imposición del matrimonio sin posibilidad alguna de elección, el miedo a ser estéril y sufrir el repudio, la imposibilidad de sentir placer compartido en la cama, el miedo al rechazo social, el yugo del poder y la violencia siempre presente, el sentirse un trozo de carne…
Pero además toda esta confesión se da también en un ‘estado anormal’ (que se convierte en cotidiano, como su situación de mujer silenciada e invisible. Por ejemplo Golshifteh Farahani muestra lo cotidiano y la naturalidad de una acción: el uso del burka) que es el de la guerra y el horror… donde no sólo se sufre una convivencia diaria con la muerte, la violencia irracional y el miedo sino que además por el hecho de ser mujer continuamente se enfrenta con la amenaza de un arma de guerra atroz: la violación… que es llevar al extremo ese poder del hombre sobre la mujer invisible y silenciada.
La piedra de la paciencia es una adaptación cinematográfica a la novela del propio director Atiq Rahimi (que no es la primera vez que se pone tras la cámara). También él coescribe el guion junto a Jean-Claude Carrière (que fue uno de los guionistas de Luis Buñuel). La película no es ni plana ni maniquea sino inteligente con unas frases para enmarcar. Y donde la protagonista no es la víctima doliente sino una mujer que empieza a hablar sin miedo e inicia un camino duro hacia su liberación de una cárcel íntima… Es cierto que tiene una llave, su tía, un personaje que ya ha vivido su propia liberación. A la vez esta dura historia trata también de entender (no de justificar, cuidado) el comportamiento masculino de ese héroe de guerra en coma (por una reyerta con los suyos… por un insulto a su madre) y muestra que tampoco es fácil ser hombre en un lugar donde prima la guerra y la violencia como elementos cotidianos así como una estricta e inamovible educación religiosa que se emplea como arma de dominación y poder. De esta manera surge un tercer personaje y es ese joven soldado tartamudo que como dice la protagonista puede que se transforme en un futuro en un ser monstruoso pero de momento no lo es, sólo es un chico joven que sufre, al que dañan cada día con violencia y que tiene miedo… y solo busca alguien que le escuche o le dé una muestra de cariño. Otro tema interesante que plantea la película es como ambas mujeres (tía y sobrina) encuentran un camino hacia la liberación por varios caminos: en el cuidado del otro, en la consumación del deseo, en la solidaridad femenina y sobre todo en poder hablar y contar.
La maleta
El documentalista austriaco Günter Schwaiger aporta un testimonio contundente de la violencia de género en las palabras que vomita su protagonista, Marta. Marta al desnudo. Un desnudo descarnado donde cuenta una historia escalofriante, su historia. Una historia muy cercana. Marta, una mujer andaluza, va haciendo una maleta de sentimientos y dolores. Plantea interrogantes. El testimonio brutal y desnudo de Marta deja al descubierto una realidad preocupante que hay que denunciar y sobre todo trabajar en su erradicación. Y muestra que el camino todavía es muy largo y complejo. Deja claro que es necesaria la implicación del Estado en esta situación facilitando unas leyes eficaces, unos dispositivos sociales reales (y con recursos) y que trabaje tanto con la mujer afectada (que no sienta abandono ni desamparo, ni soledad ni miedo, ni que tenga que renunciar a su vida y vivir oculta) como con el hombre que ejerce esa violencia (una vez detenido que se trabaje con él para que se dé cuenta de lo que ha hecho, por qué lo ha hecho y que realmente se rehabilite, que realmente entienda que ese comportamiento es anómalo).
Así deja al descubierto otra realidad (a mi parecer igual de importante e interesante pero menos logrado, documentalmente, que el testimonio de Marta): poco se puede hacer si no se empieza a trabajar con el hombre que maltrata, si no se empieza a indagar en sus motivos y no se le facilitan las herramientas sociales que le hagan comprender que su comportamiento es anómalo y hacerle ver que debe luchar contra él. Para ello el director, de origen austriaco, se traslada a su país de origen, en concreto a Salzburgo, donde contacta con un centro de prevención que entre otras cosas desarrolla un programa con los hombres que practican la violencia de género para tratar de paliar estos comportamientos haciendo que sean ellos mismos los que se enfrenten al problema y lleguen a la raíz de por qué se comportan así.
Lo que está claro es que en situaciones de violencia de género se han creado relaciones dañinas, insanas y de dominación en un entorno que las permite. Y que llegar al origen y a la raíz de este problema es una tarea necesaria pero muy compleja pero que hay caminos que tomar y en los que avanzar (no se puede retroceder).
Así el documental es contundente porque trata de pintar un mapa de la violencia de género más completo donde da paso a reflexiones importantes:
-La violencia de género es un problema universal. No tiene que ver con una zona o un país determinado. La violencia de género existe tanto en España como en Austria. Tanto en México como en Noruega. No está unido ni a la pobreza, ni a la educación ni al entorno social. La violencia de género puede ocurrir tanto en una chabola como en un palacio.
-La violencia de género es un problema preocupante (y muy extendido) y es necesario la implicación de todos los elementos sociales, políticos y jurídicos para poder luchar y que sea posible la erradicación.
-La violencia de género tiene que ver con el desarrollo de entornos donde evolucionan relaciones dañinas e insanas donde la dominación, el poder y la violencia va minando a las personas. Hay un verdugo y una víctima y un entorno que permite que se desarrollen estos comportamientos anormales. Romper estos entornos, hacer ver estos comportamientos insanos, cambiar y crear otras relaciones donde el poder y la dominación no tengan sitio son las claves para empezar a avanzar.
Escuchar a Marta rompe por dentro. Su historia, su maleta, es un mazazo continuo… que sin embargo es necesario que sea abierta, descubierta, revelada… y de ahí quizá encender una mecha que haga posible una reacción.
Tras las cámaras, dos hombres
Los rostros son de dos mujeres… pero quienes filman son dos hombres. Y me parece importante. Porque como he dicho esto no es sólo cuestión de mujeres. Para que se produzca el cambio y para que la lucha sea efectiva es necesaria la implicación de las mujeres y de los hombres. Es necesario escuchar la voz de las mujeres y su mirada pero también que haya hombres que entiendan la necesidad de esta lucha y que sean también portavoces (y actores) del cambio de mirada y la transformación de las relaciones donde exista la igualdad, la libertad, el respeto y la tolerancia.
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