Antes del código Hays. Pack de cinco películas pre code de la RKO

Pre code RKO

Antes de que entrara en vigor el código Hays o el código de censura en 1934 (su redacción fue en 1930), Hollywood mantuvo un combate férreo entre seguir las medidas de la censura o continuar rodando libremente: sin necesidad de ser políticamente correctos o mostrando un abanico amplio de dilemas morales, sociales, políticos… Así durante este periodo, conocido como pre code, se rodaron películas que reflejaban que todavía el sexo y la dropodependencia no eran temas tabú o que una escena violenta o un desnudo podía enseñarse en la pantalla blanca. Además era un periodo fructífero y experimental en Hollywood: acababa de llegar el cine sonoro y por lo tanto el lenguaje cinematográfico y la puesta en escena estaba en pleno proceso de evolución hacia una nueva época, que dejaba atrás la perfección alcanzada con el cine silente. La incorporación del sonido ampliaba las posibilidades para el séptimo arte, pero también abría un periodo de adaptación y de aprendizaje de las oportunidades que ofrecían el sonido y la imagen juntos. Por otra parte, el público tenía hambre de cine, un hambre que aumentó ostensiblemente con el crack del 29. El cine era una posibilidad de ocio, que no era muy cara y que el público, de momento, se podía permitir… y permitía que ese mismo público pudiera evadirse en la sala de cine de la oscura y aciaga realidad o, por otra parte, sentirse reflejado e identificado y crear otros héroes anónimos o ánimos para la lucha.

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Nashville (Nashville, 1975) de Robert Altman

Nashville

Para cuando el bello cantante folk Tom Frank (Keith Carradine) deleita con la canción I’m easy y todas las mujeres con las que ha estado y que están presentes en el local creen que es una canción escrita para ellas, Robert Altman ya ha hipnotizado a los espectadores con esta sátira coral (era un director totalmente dotado para los relatos cinematográficos corales) sobre la América de los setenta. Así como el cantante expresa en notas musicales que él es una persona fácil… pero somos conscientes de que no es así, de que Tom no es una persona fácil, lo mismo pasa con Nashville, que puede parecer una película musical de los setenta sobre la capital de la música country y, sin embargo, es un rico, crítico y complejo tapiz político y social sobre la América de los setenta.

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Fernando Fernán Gómez, director. Sesión continua.

Solo para hombres

Descubrir al Fernando Fernán Gómez, director de cine. El programa de La 2 Historia de nuestro cine está ejerciendo una buenísima labor de divulgación. De esta manera se están programando y emitiendo películas, algunas muy difíciles de acceder a ellas, de cine español. Y se están completando filmografías muy interesantes. Como por ejemplo la de Fernando Fernán Gómez. Últimamente he podido ver tres de sus películas como director que nunca había visto, y me han deparado buenas sorpresas.

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Ave, César (Hail, Caesar, 2016) de Joel y Ethan Coen

Ave, César

Los hermanos Coen en Ave, César, con mucho desencanto e ironía respecto a la vida, terminan reflexionando sobre la naturaleza del cine como John L. Sullivan (Joel McCrea) después de un largo viaje de descenso a los infiernos y es que el cine, la fe en el cine, tiene su razón de ser porque en momentos determinados de una vida llena de complicaciones, un valle de lágrimas y sufrimiento, puede hacer volar, soñar, reír… Así los Coen, como Woody Allen en La Rosa púrpura del Cairo o en Hannah y su hermanas, encuentran cierto sentido en la vida gracias al cine, a la proyección…, tal y como ya había dejado constancia en pantalla Preston Sturges en Los viajes de Sullivan.

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Maratón cinéfilo para recibir con los brazos abiertos 2016: Sufragistas, Macbeth, B, La cueva y En tierra de sangre y miel

Sufragistas (Suffragette, 2015) de Sarah Gavron

sufragistas

La directora Sarah Gavron trata de exponer el movimiento sufragista a través de la historia de una lavandera trabajadora y explotada, Maud Watts (Carey Mulligan), y su despertar o conciencia como mujer con deberes pero también derechos (que durante toda su vida han brillado por su ausencia), entre ellos, el del voto, para de esta manera poder también aspirar a un cambio de su situación en el futuro. Así parte de un personaje de ficción para codearla con personajes y acontecimientos históricos verídicos que tratan de exponer la complejidad del movimiento. Y digamos que con una obra cinematográfica visualmente clásica y correcta y con una galería de actrices femeninas carismáticas (Carey Mulligan, Helena Bonham Carter, Anne Marie Duff…), la directora pone en marcha una introducción válida para empezar a indagar en este grupo de mujeres que lucho por conseguir el voto.

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Paulina (La patota, 2015) de Santiago Mitre

paulina

El director Santiago Mitre parte de una película ya realizada, es decir, Paulina es un remake de La patota de Daniel Tinayre en el año 1960. Pero lo que hace el director argentino es cambiar el posicionamiento desde el que la protagonista, llamada Paulina, decide actuar ante un acto violento que da un giro a su vida. La Paulina (Mirtha Legrand) de Tinayre se mueve por motivos distintos que la Paulina (Dolores Fonzi) de Mitre. La patota (que así se llama el original y también el remake pero aquí se ha preferido emplear el nombre de la protagonista como título) es un término lunfardo que se refiere a una pandilla de muchachos marginales o que realizan actos vandálicos y estos muchachos son los que motivan el dilema moral, el conflicto. Paulina no es una película cómoda en su planteamiento porque para el espectador no es fácil posicionarse con ninguno de los protagonistas de esta historia.

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No solo informar, cambiar. Matar al mensajero (Kill the messenger, 2014) de Michael Cuesta/Silver city (Silver city, 2004) de John Sayles

En Silver city, cuando se refieren al investigador con rostro de Danny Huston y su pasado como periodista…, explican que él no quería solo informar, sino que quería cambiar el estado de las cosas con sus reportajes. Transformar. Diez años después, en Matar al mensajero, en el discurso final de un desencantado periodista (esta vez el rostro es de Jeremy Renner) mientras recoge un irónico premio…, él dice lo mismo, no quiere solo informar, quiere cambiar. Transformar, contribuir. Silver city y Matar al mensajero no son películas redondas pero sí permiten una buena reflexión sobre la sana bisagra que puede llegar a ser un buen periodismo independiente (algo que es casi misión imposible) para destapar tejemanejes ocultos que hacen el mundo más oscuro e injusto. Un periodismo que sirva realmente para abrir los ojos, para motivar el cambio, para hacer reflexionar, debatir… pero este no es un camino fácil ni de rosas. Es un camino complejo de transitar y el que lo transita puede arrastrar una vida de perdedor desencantado… pero es aquel que descubre y mira.

Matar al mensajero (Kill the messenger, 2014) de Michael Cuesta

mataralmensajero

Matar al mensajero cuenta la historia del periodista Gary Webb, que trabaja para un diario local, San Jose Mercury News, que realiza un reportaje de investigación en el que pone en conexión dos puntos que deberían estar muy distanciados: la CIA que está detrás de la Contra en Nicaragua y la distribución de crack en las comunidades negras en los suburbios estadounidenses. Gary Webb encontró evidencias de que la CIA estaba detrás del negocio de la droga pues le era útil para financiar a la Contra…

Así la película cuenta la peripecia de Gary Webb y su caída. Cómo se convierte en un héroe por haber destapado la caja de los truenos y cómo le tiran al arroyo, con informaciones y rumores perjudiciales sobre su persona y su trabajo como periodista, para que no siga indagando. Es decir, para hacer callar a ese mensajero que trae unas palabras incómodas, que remueven.

Michael Cuesta presenta de manera fría y distante la investigación periodística (de pronto todo encaja, todo es redondo) y la posterior caída (de pronto nada encaja, nada es redondo) no consiguiendo la implicación del espectador pero sí acierta en la forma de reflejar la intimidad del periodista, facilitando una construcción más completa del personaje. El director trata de conseguir el tono de aquellas películas de los años setenta frías pero a la vez impactantes como películas de acción e intriga como Todos los hombres del presidente pero se queda a medias. No obstante, es un buen recurso terminar con la irónica ceremonia del premio al mejor trabajo de investigación, cuando todo el gremio sabe que están hundiendo a Webb (y él mismo también es consciente), y que la última imagen sea el mismo Webb subiendo en soledad una escalera mecánica…

Silver city (Silver city, 2004) de John Sayles

silvercity

Todo empieza con la campaña de un gobernador conservador que está grabando una idílica propaganda sobre el medioambiente al pie de un lago en una localidad de Colorado… y de pronto aparece un cadáver. El jefe de campaña contrata un detective (un antiguo periodista) porque cree que detrás de este descubrimiento, pueden estar los enemigos políticos del nuevo candidato. Durante la investigación, el detective, que actúa más como periodista independiente (así se va desnudando poco a poco su verdadera pasión… aunque le sitúe siempre en un plano de perdedor), descubre los tejemanejes y corrupciones del poder entre políticos, grandes empresarios, la policía, los constructores, los abogados…, de todos los estamentos de la sociedad, donde lo que menos importa es esclarecer la identidad del cadáver y por qué se encontraba en el lago.

John Sayles opta en su manera de contar y estructurar la película y en la manera de presentar a sus personajes por un tono irónico que denuncia. Ante una campaña de un gobernador con dos dedos de frente, se suben al carro del poder todos aquellos que quieren seguir enriqueciéndose y haciendo de las suyas, llevándose lo que sea necesario por delante. Los que pierden siguen siendo los mismos, representados en ese cadáver en el río. Después están los medios de comunicación que o bien son comprados por los grandes magnates y por los que ostenta el poder, luego su papel es meramente figurativo, o los que buscan el meollo de la cuestión que trabajan como clandestinos en una página web. Entre medias el desencantado investigador-periodista que se comunica con los dos mundos del periodismo: a través de su ex novia –en realidad, la mujer de su vida– y su mejor amigo redactor jefe de la web clandestina.

El universo de Silver city es complejo y confuso pero termina de manera potente con esa imagen de un enorme lago en un idílico paisaje en el que empiezan a flotar cadáveres de peces…, ahí bajo el agua están las corrientes ocultas, las turbulencias y basuras que destrozan el bucólico paisaje.

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Jimmy’s Hall (Jimmy’s Hall, 2014) de Ken Loach

Jimmys Hall

Ken Loach, junto al guionista Paul Laverty, nos está diciendo en sus últimas obras cinematográficas de ficción que pese a que todo esté muy negro y haya que indignarse, que creamos en la gente, y que la lucha es más fácil en comunidad… y alimentando pasiones. Y además está empleando el sentido del humor, muchas veces ausente de sus películas pasadas, Ken Loach se ríe, una risa crítica, y además se nota que se encariña con sus personajes. Así en Jimmy’s Hall nos cuenta una historia real del pasado pero con aires de fábula… y con muchos elementos que podemos trasladar a este presente negro. Nos regala un cuento precioso. Algunos opinan que Ken Loach es maniqueo en el planteamiento de sus películas o que se repite en su visión del mundo y la injusticia; sin embargo creo que Ken Loach quiere a las películas que está haciendo, diría que las ama, y que ahora más que nunca es necesaria su visión. No hay maniqueísmo sino un punto de vista sobre cómo podrían ir un poco mejor las cosas y una exposición de lo que hace que una sociedad sea cada vez más injusta. Y una llamada a no perder la esperanza. A levantarse una y mil veces, aunque siempre pierdan los mismos. Un canto al optimismo y las ganas de hacer cosas.

La película nos sitúa en un país que lo está pasando muy mal, Irlanda en los años 30, un país con una historia triste (como tantos otros países), además en un momento histórico de crisis económica mundial (la crisis del 29). Y nos habla de un héroe anónimo (acompañado por muchos héroes y heroínas de la vida cotidiana), que es un personaje real, James Gralton, un líder comunista. Ken Loach y Paul Laverty nos dibujan a un héroe encantador y carismático (con el rostro de Barry Ward). Un hombre tranquilo que regresa años después a su tierra natal, a sus raíces, para estar en una granja junto a su anciana madre. Él llevaba años en EEUU, como un trabajador más en busca de sustento, y también ha vivido los estragos del 29 en la tierra de las oportunidades. Poco a poco se nos van desvelando –en una ráfaga de flash back-memoria de James– las circunstancias de por qué tuvo que marcharse (circunstancias sociales y políticas) y de su regreso. Y los recuerdos de James tienen un detonante: los jóvenes de la zona rural donde vive con su madre, le exigen que vuelva a abrir el centro cultural que puso en marcha antes de irse a la tierra prometida. Ahora un barracón abandonado. Un centro cultural donde se celebraban bailes, se daban clases de literatura, de canto, de música, un centro de convivencia y reunión… Y un centro que funcionaba sin la influencia castradora de la Iglesia católica y los terratenientes de la zona. Un lugar libre que la gente cuidaba y adoraba. Un centro para aprender, bailar, reír, reunirse, enamorarse, debatir, cantar, razonar… Un centro aparentemente poco dañino pero que sin embargo asustaba a las estructuras del poder establecido (a la Iglesia y a los terratenientes y poderosos de la zona).

Jimmys Hall

Después de los recuerdos, James decide no rendirse, no quedarse en silencio. Y con la ayuda de toda la comunidad vuelve de nuevo a levantar el centro, que de nuevo vuelve a traerle los mismos problemas y complicaciones. Pero en los dos momentos, mereció la pena la lucha de James Gralton a pesar de las consecuencias. A Gralton, el de la ficción, no logran borrarle la sonrisa. Aunque siempre pierda.

Además Ken Loach crea y construye una película bonita en la que se sirve no solo de una Irlanda de paisajes-paraíso sino que puebla su historia con personajes tan maravillosos como la madre del protagonista (una anciana aparentemente servicial y callada que se revela como una luchadora nata y amante de los libros… y su difusión) o con esos momentos, que siempre ha sabido realizar tan bien el director, de reuniones de un colectivo de personas en las cuales exponen sus ideas o denuncian su situación y entre todos elaboran una forma de actuar para salir de una situación injusta. Reuniones que no son fáciles pero en las que se escucha y se trata de llegar a la solución que más agrade a todos.

Jimmys Hall

Pero una de las sorpresas más agradables de Jimmy’s Hall es la narración cinematográfica de una emotiva historia de amor imposible. Una historia delicada contada a base de miradas y despedidas con algún baile en solitario. Además de una ambientación cuidada y plagada de momentos mágicos, sobre todo los transcurridos en el centro (como ejemplo, cuando James les enseña a todos algo que ha traído de EEUU, un fonógrafo y cómo lo primero que pone es un disco de jazz. Todos quieren aprender el nuevo baile y James empieza a danzar y todos a seguirle…). La película logra transmitir alegría y ganas de seguir, a pesar de los tiempos duros. Cuando sales de la sala de cine, quieres leer y bailar, quieres reunirte, reírte, gozar, aprender y tener un sitio, un lugar de reunión apropiado para todo ello… e intentar que esto sea posible y realidad para el mayor número de personas…

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